¿Se lo dejamos a
Dios?
Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net
Algo recurrente en la
oración, es pedir a Dios que nos arregle el mundo, que acabe con la maldad humana, que evite el
aborto, las guerras y la explotación del hombre por el hombre y muchos otros
pecados. Qué fácil, pero no es el plan de Dios arreglarnos la
humanidad sin nosotros. Esa es nuestra tarea. Que Él
nos proteja de los desastres naturales, eso sí es asunto suyo.
También es costumbre rezar en México a la Virgen
de Guadalupe, y le pedimos que salve a nuestra patria y conserve nuestra fe. O
sea que le pedimos que ella haga nuestra tarea: que
salve a México, pero eso lo tenemos que hacer nosotros, en vez de esperar
sentados a que la Señora de Guadalupe haga nuestro trabajo.
Lo mismo de conservar la
fe: es tarea de cada cristiano y de todos como Iglesia, el conservar la fe en
nosotros mismos, en nuestras familias y en aquellos sobre quienes podemos tener
alguna influencia. Claro
que un empujoncito divino no cae mal.
Por supuesto que no está nada de más el pedir la
ayuda divina o materna, para que México se salve y se conserve la fe. Al
contrario, es indispensable la oración, y somos
escuchados. Digamos que Dios es subsidiario; espera que hagamos lo que esté a
nuestro alcance, y en lo que no podemos, Él se encarga.
El mundo está cada vez más lleno de infieles pragmáticos,
esos que el confort moderno les hace pensar que no necesitan a Dios. Para que
vuelvan a la fe, la mejor arma es la oración. Pero también ayuda mucho la
difusión de la Verdad, el llamado a volver a Dios, y el buen ejemplo.
A veces también esperamos que de pronto el cielo
tiemble con la voz de Dios que llama a la cordura, a volver a Él; pero no,
tampoco es ese su plan. Lo que Él espera
es que nosotros seamos también la conciencia del mundo, que seamos sus voceros,
llamando a la gente a la reconversión del alma, como algunos de sus profetas, a
quienes envió para pedirla a soberanos y pueblos.
Y componer al mundo, eso sí nos queda grande
como tarea, y sólo el Señor puede hacerlo, moviendo los corazones y las mentes
de los hombres, para que actúen conforme a su divina voluntad y no bajo las
tentaciones del demonio.
Sólo Dios puede vencerlo, y sólo Él puede llegar
a los responsables de todo el mundo, en sus diversos ámbitos de autoridad, para
que la humanidad vea por el servicio a los demás, en vez de hacer la guerra (de
todo tipo), de matar a millones por abortos, o de permanecer inconmovibles ante
la tiranía, la pobreza, el hambre y la enfermedad de millones de seres humanos.
Pero esa gigantesca tarea de componer el mundo,
es la suma de millones de personas que hacen lo que esté a su alcance, y en
esas millonadas humanas estamos cada uno de nosotros. Siempre hay algo que
podemos hacer, en vez de estar sentados y preocupados pidiendo al Señor que
haga nuestro trabajo de caridad cristiana.
Debemos practicar la caridad como la pide el
Señor, “dad y se os dará”, que va desde
compartir cosas materiales, dar tiempo, hasta enseñar y predicar con el
ejemplo. Educar a los hijos en el amor de Dios, dar buen consejo a quien
tengamos cerca, y mucho más, que no es nada difícil enumerar.
Y sobre nuestro esfuerzo de componer nuestro
pequeño entorno, y hasta más lejos cuando está a nuestro alcance. Eso sí,
además de actuar debemos: rezar. Pedir al
Señor que haga fructíferos nuestros esfuerzos, que abra corazones y mentes, que
convierta a los perversos, los descreídos, los avaros, los insensibles y los
comodinos.
Dios nos ayudará si así se
lo pedimos (no hará nuestra tarea si la holgazaneamos). Junto a la oración, y
evitando caer en el pecado de omisión para componer al mundo, hagamos todo lo
posible, sin pretender dejárselo todo al Señor.
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