jueves, 9 de enero de 2020

EL GIGANTE DORMIDO (LOS LAICOS)


Cuando todo lo que conoces sobre la Iglesia se limita a lo que quieran decir los que controlan los medios de comunicación lo lógico es vivir equivocado.

Por: Jorge Sáez Criado | Fuente: Catolicos Con Acción
 “Que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Deja poso. Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón”.
San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Ante la pregunta sobre quiénes forman la Iglesia es habitual que se empiece a hacer recuento de cargos eclesiásticos: Sacerdotes, Obispos, Monjas, el Papa… Es una forma de pensar típica de quien no tiene muy claras las ideas acerca de lo que es la Iglesia, y debo reconocer que una buena parte de cristianos tienden a dar la misma respuesta; yo mismo hubo un tiempo en el que la habría dado sin pensármelo dos veces.

En cierto modo es normal. Cuando todo lo que conoces sobre la Iglesia se limita a lo que quieran decir los que controlan los medios de comunicación lo lógico es vivir equivocado. En el seno de la Iglesia está presente un enorme gigante que, todavía hoy, permanece dormido. Se va desperezando poco a poco, pero todavía le queda mucho para estar plenamente despierto. Se trata de quienes conforman la mayoría de la Iglesia, los laicos.

Durante demasiado tiempo, los laicos, nos hemos dejado anestesiar, hemos ido reduciendo paulatinamente nuestro compromiso con la Iglesia y con lo que supuestamente son nuestras creencias y nuestros principios y hemos dejado que el tiempo transcurriera plácidamente mientras olvidábamos… Y, de pronto, nos hemos encontrado con que ¡no conocemos lo que creemos! Mientras una ofensiva laicista aprovecha nuestro sueño para imponer sus ideologías.

Ante este ataque el gigante empieza a despertar. Poco a poco han surgido multitud de asociaciones y otras iniciativas en busca de una vivencia de la fe mucho más coherente. Pero todavía queda mucho por hacer. No podemos esperar que esas asociaciones sean las únicas que resuelvan el problema. Si falla la base, todo el edificio caerá irremediablemente. Por tanto si los laicos no somos capaces de vivir realmente nuestro cristianismo, la Iglesia se irá desmoronando.
No es casualidad que haya sido en los momentos y lugares de mayor persecución y necesidad cuando han aparecido los mejores ejemplos de cristianos comprometidos. Sin embargo, es una pena que, cuando no se dan esas situaciones, la modorra gobierne nuestras vidas. Olvidamos que Dios mismo nos ha elegido para constituir su Iglesia y que, por tanto, tenemos un papel en ella; es más, me atrevería a decir que el papel del laico es enormemente importante, fundamental. Se trata de una responsabilidad vital en el mantenimiento de la Iglesia. Nosotros somos el primer frente de lucha en el mundo ordinario, porque, no nos engañemos, la vida del cristiano es una lucha constante. Contra nuestro propio egoísmo, contra las corrientes que buscan rebajar la dignidad humana, contra la ignorancia, contra la tibieza… Contra el Mal, en definitiva.

No es ni debe ser una lucha cruenta, pero eso no hace que no sea extenuante; hasta el punto de que solos no podríamos afrontarla sin acabar sumiéndonos en la más absoluta desesperación. Necesitamos radicar nuestra vida, nuestra actividad diaria, en Cristo. Sólo así podremos avanzar en un mundo en el que da la sensación de que a cada día que pasa resulta más complicado no ser un borrego más, que siga servilmente la corriente que marcan las modas y los gobiernos.

A nosotros nos corresponde la lucha en nuestros puestos de trabajo, en nuestras familias, en nuestro propio ambiente. Debemos hacer oración cada una de nuestras actividades, y más aún si nos resultan repetitivas y rutinarias. Debemos luchar por entender nuestra fe y por hacérsela entender a los demás. Nosotros tenemos la responsabilidad de llevar la luz a aquellos que, dentro del círculo en el que nos movamos en la vida, caminan a oscuras. Llegamos a todos los rincones de la sociedad, y por ello podemos iluminarla en su totalidad. Pero para eso tenemos que despertarnos, y se está tan bien dormido sin preocuparse de nada…

“También ustedes como piedras vivas, edifíquense y pasen a ser un Templo espiritual, una comunidad santa de sacerdotes que ofrecen sacrificios espirituales agradables a Dios, por medio de Cristo Jesús” (1ª Pedro 2, 5).

Esos son los fieles “laicos comprometidos” que necesita, también, la sociedad actual.

¿LAICOS COMPROMETIDOS?
Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios

Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net
Todas las mujeres y hombres laicos –fieles cristianos- están comprometidos.

Ya en los primeros siglos de esta era, bajo el imperio pagano de Roma, los cristianos cambiaron todo desde dentro, tal y como describe el escritor Tertuliano, que era abogado de profesión, fue ordenado sacerdote, después de su conversión al cristianismo, en un fragmento de su “Apologético”: "Nosotros somos de ayer, sin embargo, llenamos vuestras ciudades, islas, fuertes, pueblos, concejos, así como los campos, tribus, decurias, el palacio, el senado, el foro, solamente os hemos dejado vuestros templos. Nosotros podríamos migrar y dejaros en vergüenza y desolación. Nosotros debemos de ser al menos tolerados, porque somos un cuerpo unido por la comunidad de religión, de disciplina y de esperanza. Nosotros nos reunimos para orar, aun por los emperadores y las autoridades, para escuchar las lecturas de los libros sagrados y las exhortaciones. Nosotros juzgamos y separamos a los que cometen crímenes. Tenemos ancianos de probada virtud que nos presiden…”

Actualmente, cuando escuchamos la expresión “laicos comprometidos”, suele entenderse en un contexto que significa un fiel que ayuda a la Iglesia, a la parroquia, en alguna de sus muchas necesidades: catequesis, cursos de formación, cuestiones administrativas u organizativas de actividades, lectura de la palabra,…

Ya nos damos cuenta que es una forma de reducir la función, la misión y la vocación del fiel laico dentro de la Iglesia. El papa Francisco habla de ese tipo de “clericalismo” que supone el intento de “clericalizar” al laico.

Todos los hijos de Dios en la Iglesia tenemos la vocación de ser cristianos y cristianizar; los sacerdotes, a través de su ministerio, los religiosos por su camino propio y, la gran mayoría de los cristianos, mujeres y hombres, en su importante e imprescindible papel específico.

Jesucristo nos dice: “Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,13.14). Lo dice a todos sus seguidores, no sólo a los clérigos.  

El Catecismo de la Iglesia Católica dedica 16 puntos a recordarnos que todos los files estamos llamados a la santidad porque tenemos una vocación cristiana.

En el n. 898: "Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios [...] A ellos de manera especial corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor".

¿CUÁLES SON ESAS REALIDADES TEMPORALES QUE LOS LAICOS TIENEN QUE ILUMINAR Y EN LAS QUE DEBEN SER SAL? ¿QUÉ REALIDADES HAY QUE CRISTIANIZAR?

SON TODAS LAS REALIDADES REVITALIZADORAS DE LA SOCIEDAD:

El matrimonio
La familia
El trabajo
La amistad
La enfermedad
La pobreza
La empresa
Los entes nacionales e internacionales
El arte
La música
Las  nuevas tecnologías

Es maravilloso el protagonismo de los laicos: ser hijo/a cristiano, ser padre/madre cristiano, ser esposo/a cristiano, pariente cristiano, amigo cristiano,  trabajador cristiano, político cristiano, músico, artista, médico, deportista, conductor, vecino,…

Los cristianos son “sal y luz de la tierra” cuando están alegres en medio de las adversidades, cuando son leales con sus amigos, cuando no critican a los vecinos, cuando son fieles a sus esposas, cuando dedican tiempo a sus hijos, cuando cumplen sus obligaciones profesionales y de ciudadanos, cuando emplean y promueven la parte positiva de la www, cuando participan con iniciativa  y libertad en las actividades sociales y políticas, cuando difunden sus ideas respetando las ajenas, cuando denuncian la desigualdad y la corrupción, cuando defienden la libertad religiosa y de expresión, cuando combate contra sus propias debilidades, cuando siembran a su alrededor amabilidad y cordialidad,…

ES INTERMINABLE.

Vivir las virtudes cristianas en el día a día es todo un panorama lleno de retos, de pequeñas victorias y derrotas, es al gran compromiso de los fieles laicos.
Ese es el panorama que la parroquia debe abrir ante los ojos de las mujeres y hombres  laicos que desean ser “comprometidos”.

Estos que define Tertuliano,  fueron los cristianos “comprometidos” que, metidos de lleno en el tejido de la sociedad romana, transformaron por completo, desde dentro,  la cultura pagana y la cristianizaron.

Esos son los fieles “laicos comprometidos” que necesita, también,  la sociedad actual.

¿CUÁL ES MI MISIÓN COMO LAICO?
El laico debe brillar, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad.

Por: Cristina Valverde | Fuente: Capsulas de Verdad
El laico debe brillar, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. Vivimos en un mundo secularizado, en donde la religión y la fe han sido reducidos a un ámbito personal. Pero esto no quería Cristo cuando dijo: “vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo.” (Mt 5, 13-16)

El laico católico debe actuar en coherencia con su fe y vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesucristo en cada momento de su vida. ¿Cómo se logra lo anterior? ¿Acaso debo entregar mi vida al cuidado de enfermos, ir a la selva como misionero? No es necesario (aunque increíblemente valioso), y es que los laicos debemos dar testimonio desde nuestra propia realidad.

1) El primer encuentro que tenemos los católicos con el mundo y con Dios, es a través de las tareas cotidianas de la vida, es decir, en la familia, la universidad, en el trabajo o vecindario. Los fieles laicos son llamados por Dios para contribuir a la santificación del mundo y a su propia santificación, mediante el ejercicio de sus tareas, guiados por el espíritu del Evangelio. Es decir, siendo un buen hijo, esposo, hermano, padre, madre, empleado, jefe, estudiante…

2) Un segundo paso en el encuentro entre un fiel católico y el mundo, se produce a través de la presencia de cristianos en los espacios sociales que influyen en la comunidad, tales como asociaciones, medios de comunicación, sindicatos, partidos políticos. El laico católico tiene la responsabilidad de ordenar los asuntos temporales según Dios. El laico se convierte en testigo e instrumento vivo de Dios y de la Iglesia, ya que el laico tiene injerencia en aquellos asuntos del mundo en donde los religiosos no tienen llegada.

El Concilio Vaticano II reconoció el protagonismo que tienen los laicos en la misión evangelizadora de la Iglesia, y el Código de Derecho Canónico señala la obligación del laico de contribuir a la edificación común de la Iglesia por medio del apostolado (c. 225,1).

La Encíclica Christifideles laici de Juan Pablo II señala 8 ámbitos que el laico cristiano debe promover para así cumplir con su misión evangelizadora:

1. Promover la dignidad de la persona;
2. Venerar el inviolable derecho a la vida;
3. Ser libres para invocar el nombre del Señor;
4. La familia, el primer campo del compromiso social;
5. La caridad, el alma y apoyo a la solidaridad;
6. Todos somos destinatarios y protagonistas de la política;
7. El hombre debe ser centro de la vida económica – social; y,
8. Evangelizar la cultura y las culturas del hombre.

A diferencia de lo que algunos creen, Dios no llama al laico a abandonar el mundo cuando profese su fe, todo lo contario, el “mundo” se convierte en el ámbito y en el medio de su vocación, mediante el cual debe buscar su santificación.

 “El cristiano anuncia el Evangelio con su testimonio más que con sus palabras.” Es la ilusión del Papa Francisco que cada laico, como cristiano en medio del mundo, participe activamente en la vida política, económica, cultural y busque en su entorno la manera de recristianizar la sociedad desde su propia realidad.

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