Hace algún tiempo
recibí una consulta de un laico que ayuda en un hospital acerca de qué hacer si
una forma consagrada cae al suelo. Ponto aquí mi respuesta porque pienso que
puede ser de utilidad a más laicos que llevan la comunión a enfermos.
Si una forma cae en un lugar
sucio, no es necesario que la consuma ni la persona ni el ministro. Eso es algo
que, en mi hospital, ocurre más o menos una vez al año. Os digo lo que hago. Y
voy a explicar dos posibles casos.
CASO
1. CAÍDA DE UNA FORMA.
Recojo la forma, en un pañuelo
limpio de papel. Al llegar a la sacristía, tengo un frasco de cristal (con una
etiqueta), deposito en el frasco la forma y el pañuelo. La razón está en que el
pañuelo de papel resulta imposible de lavar. Coloco agua en el frasco.
El frasco queda en la sacristía,
lugar sagrado, pero en un rincón discreto de un armario. Pasada una semana o
dos, el contenido lo entierro en una maceta de la capilla, una maceta bastante
grande. Obrando de esta manera, de nuevo, los restos quedan en lugar sagrado
hasta que desaparezca la especie eucarística. El agua del frasco la echo sobre
el lugar donde he enterrado los restos en la tierra de la maceta. Enjuago el
frasco por segunda vez y vuelvo a echar el agua en el mismo lugar.
CASO
2. CAÍDA DE TODO EL CONTENIDO DE UNA TECA.
Me consta que, a varios
ministros, alguna vez, les ha sucedido que se les ha caído al suelo de la
habitación del hospital la teca con todas las formas. ¿Qué
hacer si todas las formas han caído al suelo? (La teca es el recipiente
metálico donde se portan las formas consagradas.)
En ese caso, yo hubiera colocado
de nuevo todas formas en la teca. Echándolas al frasco, antes mencionado, todas
ellas y llenándolo con agua. Después desinfectaría con alcohol la teca. El
alcohol (con partículas) se echa en la tierra de una maceta de la iglesia.
Una vez desinfectada la teca la hubiera lavado con abundancia de jabón.
Después, la hubiera dejado, abierta, un par de días situada en un lugar donde
le den los rayos del sol, al lado de una ventana. El alcohol, el jabón y el sol
no dejarán contaminación biológica alguna.
Pasada de una semana a dos semanas, con el contenido del frasco
procedería como en el caso 1.
P. FORTEA
Qué hago yo si administro la
unción de los enfermos a un paciente contagioso por contacto porque tiene una bacteria resistente.
En ese caso, no solo se han de
usar guantes para administrar la unción, sino que, además, se debe usar un dedo
para la unción de la frente y otro dedo para la unción en las manos. Eso se
hace así para no volver a meter el mismo dedo en el recipiente del óleo. En
cuyo caso, el óleo quedaría contaminado. ¿Por qué? Porque el dedo que ha tocado
la piel sería introducido en el óleo que se usará para administrar el
sacramento a otros enfermos. Pero si cada vez se introduce un dedo, se evita esa
posibilidad.
Hay que tener en cuenta que hoy
día la mayor parte de las bacterias resistentes se contagian por contacto. Y
esas bacterias complican mucho la vida del enfermo y sus familiares. Todo
esfuerzo por parte del capellán para no sacar la bacteria fuera vale la pena.
Acabado el sacramento lo lógico
es lavarse las manos con jabón y desinfectar el recipiente del óleo con el
líquido bactericida que el hospital provee.
Lo mejor es conocer de memoria la
fórmula esencial del sacramento, pues si se introduce el ritual hay que pasar
páginas y solo un sacerdote muy cuidadoso evitará que sus dedos tras dar la
unción toquen las páginas.
No hace falta saberse todo el
ritual de memoria, basta con conocer la fórmula esencial, y antes de ello
imponer las manos (sin tocar el enfermo) y recitar de memoria parte del ritual.
El ritual incluye una liturgia de la palabra: no es
difícil aprender un texto breve de memoria.
Puede parecer que soy muy
escrupuloso en esta materia, pero de ninguna manera el capellán del hospital
puede convertirse en un vector de contagio en el hospital. Así que cuando entro
en una habitación con alguien que padece una bacteria resistente, no toco nada
de la habitación. Absolutamente nada. Ni dejo nada apoyado en el lugar. Voy con
los guantes puestos, doy la unción y me saco los guantes. ¿Por qué me saco los guantes en ese momento, tras la
unción? Pues lo hago para no tocar el recipiente del óleo u otros
objetos con el mismo guante que ha tocado el enfermo. Puesto que tras la unción
voy a cerrar el recipiente del óleo; y si llevo ritual, voy a tocar el ritual.
La medida profiláctica es muy
sencilla: Lo que toque el cuerpo del enfermo tiene
que arrojarse en el recipiente para su incineración. Todo lo que saque
de la habitación no debe haber estado en contacto ni con el enfermo ni con
ningún objeto de la habitación. Si lo ha estado, hay que desinfectarlo.
Recapitulando, si el único
momento de contacto con el enfermo es la unción, llevo guantes hasta ese
momento. Después me los saco y continúo sin guantes, pero ya no voy a tocar
nada de la habitación ni al enfermo. En ese caso, pido a un familiar que me
abra la puerta de salida.
Les explico: “Ustedes ven el engorro que es la bata desechable, los
guantes, etc., no quiero llevar la bacteria a otra habitación”. En
ningún caso, nunca, un familiar se ha molestado. Al revés, siempre me han
agradecido que me tome tanta molestia para no llevar la bacteria a otro
paciente.
Sea dicho de paso, una única vez
uno se molestó en seis años: era un sacerdote. Ya
se ve que en casa de herrero, cuchillo de palo.
CONCLUSIÓN:
1. El dedo que ha tocado la piel
de un enfermo contagioso, no puede ser introducido en el santo óleo. Hay que
usar otro dedo.
2. La mano que ha tocado algo de
la habitación no debe tocar ni el recipiente del óleo ni el ritual. Salvo que
después lo desinfectemos.
Por esta razón, en esas habitaciones, no uso estola. Es difícil que la
estola, al inclinarse el sacerdote hacia el enfermo no toque las sábanas del
paciente.
P. FORTEA
Cada vez es más frecuente que en
un hospital haya enfermos con bacterias resistentes. Enfermos que hay que
aislar. En mi hospital, como en todos los demás centros hospitalarios de
Europa, son bastantes. Es normal que en cada pasillo haya unos cuatro aislados.
Si uno da la comunión a un
enfermo contagioso por contacto, puede tomar la forma de la teca porque si no
ha tocado absolutamente nada de la habitación, el guante está “limpio”. Pero si ha dado la comunión al enfermo,
no puede después dar la comunión a otra persona con ese mismo guante.
La razón está en que, al comulgar
el enfermo en la boca, habrá micropartículas esparcidas por la respiración que
irán a parar a las yemas de los dedos del guante. Si toma otra forma con esos
guantes, contaminará otras formas.
¿Qué hacer en ese
caso? Muy sencillo, dar la comunión primero a los
acompañantes sanos de esa habitación y por último al enfermo portador de esa
bacteria. Como esos enfermos están aislados solo hay uno por habitación.
Pero recuerde el capellán, porque
esto es muy importante, que nunca debe volver a tomar otra forma con esos
guantes si ha dado de comulgar al enfermo. Esto es esencial. Pues será
imposible que no toque otras formas con las yemas del guante.
Sin embargo, una buena noticia.
El capellán puede entrar en la habitación de un aislado por contacto a
saludarle, a charlar, mientras no toque nada de la habitación ni se siente. Yo
entro a todas las habitaciones de esas personas a saludarlas. Lo he consultado
con varios expertos del hospital: si no toco nada,
si no me siento, si no rozo mi bata con las sábanas de la cama, no hay ningún
peligro.
Pero solo entro a saludar a los
aislados por contacto y presentarme si la habitación está entreabierta y la
puedo abrir empujando discretamente con el codo o el pie. Pues el pomo de la
puerta probablemente está contaminado. Si los familiares siguieran
estrictamente las reglas, no estaría contaminado. Pero será muy difícil que
ellos, entrando y saliendo varias veces, las sigan.
Otra cosa distinta son los aislados
por contagio aéreo. En esos casos, suelen ser infectados de tuberculosis, es
mejor no visitarlos salvo que lo pidan o estén en peligro de muerte. Salvo en
esos dos casos, hay demasiado peligro de portar el virus fuera. Además, muchos
hospitales cuentan con un teléfono interno para hablar con ellos.
Con estas normas que he dicho, se
podría atender incluso a un enfermo del virus del Ébola. Ahora bien, en ese
caso sería mejor llevar un poco de óleo en un envase desechable y la forma en
un pañuelo de papel que también se dejaría en el recipiente de los objetos que
van a ser incinerados.
En África, en caso de muchos enfermos ingresados por Ébola, sería mejor
tener un recipiente del óleo para uso de los ya infectados, guardando ese
recipiente en una caja especial en la sacristía. Sin mezclar nunca ese óleo con
el otro óleo. Y requiriendo ayuda del personal sanitario para meter el
recipiente del óleo en una caja sin contaminar el exterior de la caja.
P. FORTEA
Aunque este tema de las pequeñas
cuestiones hospitalarias podría alargarse, he decidido que este será el último
post.
PRIMERA
CUESTIÓN
Un problema que se plantea a los
capellanes que viven en ciudades es qué hacer con los guantes cuando se han
usado para ungir a alguien. Los algodones con los que un sacerdote se limpia
los dedos tras la unción (en el bautismo o en la unción de los enfermos) se
guardan en la sacristía y después se queman. Tirándose la ceniza a un jardín o
a la basura.
El problema es que no es lo mismo
quemar unos cuantos algodones que varias docenas de guantes cuando el sacerdote
vive en un piso y no tiene ningún jardín donde hacerlo.
En esos casos, lo mejor es
depositar esos guantes en el recipiente que hay en la habitación con objetos
que van a ser incinerados. Mejor sería incinerar esos guantes aparte, pero no
resulta indigno hacerlo con las demás prendas. El final para esos guantes, la
incineración, es digno. Mientras
que sacar de forma habitual guantes con bacterias resistentes es un problema: no solo por la cantidad, imposible de quemar en un piso,
sino también por cuestiones sanitarias. Sin escrúpulo, el sacerdote puede obrar
de esa manera.
SEGUNDA
CUESTIÓN
Ya he dicho que, en cualquier
parroquia, los algodones usados para limpiar los dedos tras una unción lo
normal es quemarlos. ¿Por qué? Para no
arrojarlos con la basura. Es un modo de honrar ese sacramental.
Ahora bien, en un hospital, el
número de algodones usados puede ser bastante alto. Y en un piso no es posible
quemarlos con facilidad. Resulta posible en un balcón, pero es algo que
llamaría la atención de los vecinos. En mi hospital hay una unción cada tres
días, como media.
¿El sacerdote puede
limpiar su dedo índice, discretamente, en el borde de la sábana, por ejemplo,
cerca de los pies de la cama? En mi opinión, sí. Se puede hacer
eso sin caer en un desdoro a esa materia sacramental.
Esas sábanas serán lavadas de un
modo digno. No se mezclan con la basura. Me estoy refiriendo a la unción dada a
personas sin bacterias resistentes.
Pienso que limpiarse el dedo en
esa sábana limpia que después va a ser lavada es un modo que no afrenta a la
dignidad del sacramento. Mejor sería usar algodones y reservar esos algodones.
Pero, en un hospital, la cantidad al cabo del mes puede ser lo suficientemente
grande como para ser un problema quemarlos en un piso. Usar una tela que va a
ser lavada de un modo industrial pienso que se asimila a la incineración. No veo gran
diferencia entre quemar un algodón o lavar una tela.
TERCER
CASO
¿Qué hacer con el
agua tras lavar los purificadores? Esto no
sería necesario explicarlo. Pero, para que quede completo este apartado, lo
menciono. Los purificadores, corporales y manteles del altar se introducen en
un balde de agua. Se lavan a mano, sin jabón, en esa agua. El agua se puede
depositar en macetas si la persona que los lava vive en un piso. Mejor es
repetir la operación y obrar con la segunda agua de la misma manera. Después
del segundo lavado sin jabón, ya pueden lavarse normalmente echando el agua por
el fregadero.
Yo incluyo también en este grupo
de telas al velo del cáliz si hubiera de lavarse. Pues el velo entra en contacto
a menudo con el purificador al final de la misa.
Si una casulla o cualquier otro ornamento litúrgico se ha de desechar,
debe quemarse. Lo ideal será enterrar las cenizas en un jardín de la parroquia,
pero pueden arrojarse a la basura si se careciera de este.
P. FORTEA
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