A menudo me escriben lectores de mis
libros contándome las penurias de sus vidas, aquellos
sufrimientos que les rompen el corazón y desgarran sus almas. Suelo responder
que no soy bueno para dar consejos. En realidad, soy un simple escritor.
Cuando empecé este apostolado de
la palabra escrita le dije a Dios: “Yo escribo. Tú toca los corazones”. Y lo ha hecho de maravilla. Por eso
confiado, me atrevo a sugerirles que visiten a Jesús. Él tiene todas las
respuestas.
Les sugiero: “Ve al sagrario y habla con
Jesús. Él está allí presente. Te espera para sanar tu ama, es un refugio seguro
en la adversidad. Jesús que es Dios, Todopoderoso. Sabiendo ante quién te
vas a encontrar, puedes ir confiado que te escuchará con atención, te va a dar
un abrazo al alma y te llenará de ternura.”
Sé con certeza absoluta que Jesús
quiere sanarlos, darles las gracias que necesitan para continuar el difícil
camino de la vida, Él anhela que lo visiten para llenarnos de amor. Suelo
decirme: “Si las personas
supieran… todo sería diferente para ellos”.
Conozco cientos de casos de
personas que les he sugerido que vayan a verlo al sagrario y regresan
renovadas, transformadas. Es impresionante. Jesús no se deja ganar en
generosidad y amor.
“Es un refugio para el alma adolorida”, me dicen. “Ahora voy todos los días a verlo. Es el mejor momento del día porque
sé que me ama y me siento amada, protegida, abrazada”.
Un lector de Aleteia me
compartió este hermoso testimonio:
“Aquella tarde salí
de casa y aproveché que tenía tiempo y me fui hasta la parroquia. Necesitaba un
lugar para reflexionar y estar tranquilo, y en casa no iba a poder. Llegué
a San Agustín y me fui directo al
Sagrario y ¡Oh sorpresa! No me acordaba que todos los días jueves
hay una hora santa de adoración Eucarística para pedir por las vocaciones
religiosas y sacerdotales. Allí estaba Jesús, en un pequeño
Santísimo que guardamos en el Sagrario.
Me quedé un rato y
le puse mis problemas en sus manos. En ese momento di gracias a Dios por todas
sus bendiciones.
Jesús me esperaba con sus brazos abiertos y calmó mi angustia,
borró mis inquietudes. Me dio paz y serenidad en el alma. Jesús me
esperaba… ¿te das cuenta?… Jesús me esperaba.”
………..
¿Has
tenido alguna bella experiencia ante Jesús escondido en el sagrario? Compártela
con nosotros.
¡Dios te bendiga!
P. Luis Toro
No hay comentarios:
Publicar un comentario