En la Audiencia General de este miércoles 22 de
enero, el Papa Francisco reflexionó sobre la Semana de Oración por la Unidad de
los Cristianos que en Roma se celebra del 18 al 25 de enero.
En su catequesis el Santo Padre recordó que este año la Semana de
Oración gira entorno a la hospitalidad y se basa en el pasaje de los Hechos de
los Apóstoles que narra cómo las comunidades de Malta y Gozo trataron a San
Pablo y a sus compañeros de viaje, cuando naufragaron.
“La hospitalidad es importante; y es también una
importante virtud ecuménica. Significa reconocer, ante todo, que los demás
cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo”,
explicó el Papa.
A continuación, el texto completo de la catequesis
del Papa Francisco.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La catequesis de hoy se enmarca en la semana de oración por la unidad de
los cristianos que este año tiene como tema la hospitalidad, partiendo del pasaje de los Hechos de los
Apóstoles que narra cómo las comunidades de Malta y Gozo trataron a san Pablo y
a sus compañeros de viaje, cuando naufragaron. A este episodio me referí
precisamente en la catequesis de hace dos semanas.
Por lo tanto, recordemos de nuevo la dramática experiencia de ese naufragio.
El barco en el que viaja Pablo está a merced de los elementos. Llevan catorce
días en el mar, a la deriva, y como no se ven ni el sol ni las estrellas, los
viajeros se sienten desorientados, perdidos. El mar se estrella con violencia
contra el barco que temen que se rompa por la fuerza de las olas. También les
azotan el viento y la lluvia. La fuerza del mar y de la tormenta es terrible e
indiferente al destino de los navegantes: ¡eran más
de 260 personas!
Pero Pablo, que sabe que no es así, habla. La fe le dice que su vida
está en manos de Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos, y que lo
llamó a él, a Pablo, para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
Su fe también le dice que Dios, según lo que Jesús reveló, es un Padre amoroso.
Por eso Pablo se dirige a sus compañeros de viaje e, inspirado por la fe, les
anuncia que Dios no permitirá que pierdan ni un solo cabello.
Esta profecía se cumple cuando el barco encalla en la costa de Malta y
todos los pasajeros pisan la tierra firme sanos y salvos. Y allí experimentan
algo nuevo. En contraste con la violencia brutal del mar tempestuoso, reciben
el testimonio de la "humanidad poco
común" de los isleños. Esta gente, para la que son extranjeros, se
muestra atenta a sus necesidades. Encienden un fuego para que se calienten, les
dan refugio contra la lluvia y comida.
Aunque todavía no han recibido la Buena Nueva de Cristo, manifiestan el
amor de Dios en actos concretos de bondad. Efectivamente, la hospitalidad
espontánea y la amabilidad comunican algo del amor de Dios. Y la hospitalidad
de los isleños malteses se ve recompensada por los milagros de curación que
Dios obra a través de Pablo en la isla. La gente de Malta fue, pues, un signo
de la Providencia de Dios para el Apóstol; también él fue testigo del amor
misericordioso de Dios por ellos.
Queridísimos: la hospitalidad es importante; y es también una importante virtud ecuménica. Significa reconocer, ante todo, que los demás
cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo.
Somos hermanos. Alguien os dirá: “Pero ese es
protestante, ese es ortodoxo...”. Sí, pero somos hermanos en Cristo. No
es un acto de generosidad en un solo sentido, porque cuando somos hospitalarios
con otros cristianos los acogemos como un regalo que nos han hecho. Como los
malteses, - buenos, estos malteses- somos recompensados porque recibimos lo que
el Espíritu Santo ha sembrado en estos hermanos y hermanas nuestros, que se
convierte en un regalo también para nosotros porque el Espíritu Santo siembra
también su gracia por doquier.
Acoger a los cristianos de otra tradición significa, en primer lugar,
mostrar el amor de Dios por ellos, porque son hijos de Dios, -hermanos
nuestros- y también recibir lo que Dios ha realizado en sus vidas. La
hospitalidad ecuménica requiere la voluntad de escuchar a los otros cristianos,
prestando atención a sus historias personales de fe y a la historia de su
comunidad, comunidad de fe con otra tradición diferente de la nuestra. La
hospitalidad ecuménica implica el deseo de conocer la experiencia que otros
cristianos tienen de Dios y la expectativa de recibir los dones espirituales
que la acompañan. Y esto es una gracia, descubrir esto es una gracia. Pienso en
los tiempos pasados, en mi tierra por ejemplo. Cuando vinieron algunos
misioneros evangélicos, un grupito de católicos iba a quemarles las tiendas.
Esto no: No es cristiano. Somos hermanos, todos somos hermanos, y debemos ser
hospitales unos con otros.
Hoy, el mar en el que naufragaron Pablo y sus compañeros vuelve a ser un
lugar peligroso para la vida de otros navegantes. En todo el mundo, los hombres
y las mujeres migrantes enfrentan viajes arriesgados para escapar de la
violencia, para escapar de la guerra, para escapar de la pobreza. Como Pablo y
sus compañeros experimentan la indiferencia, la hostilidad del desierto, de los
ríos, de los mares... Muchas veces no les dejan desembarcar en los puertos.
Pero, desgraciadamente, a veces también encuentran la hostilidad mucho peor de
los seres humanos. Son explotados por traficantes criminales: ¡Hoy! Son tratados como números y como una amenaza
por algunos gobernantes: ¡Hoy! A veces la
inhospitalidad los arroja de nuevo como una ola hacia la pobreza o hacia los
peligros de los que han huido.
Nosotros, como cristianos, debemos trabajar juntos para mostrar a los
migrantes el amor de Dios revelado por Jesucristo. Podemos y debemos
testimoniar que no hay solamente hostilidad e indiferencia, sino que cada
persona es preciosa para Dios y amada por Él. Las divisiones que existen
todavía entre nosotros nos impiden ser plenamente el signo del amor de Dios por
el mundo. Trabajar juntos para vivir la hospitalidad ecuménica, particularmente
con aquellos cuyas vidas son más vulnerables, hará de todos nosotros, los
cristianos –protestantes, ortodoxos, católicos, todos los cristianos- mejores
seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido. Nos acercará
más a la unidad, que es la voluntad de Dios para nosotros.
Redacción ACI Prensa
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