Estimado Alfonso: No, no sabía que había sirvientas dentro de los
monasterios. Había sabido de algún caso al leer la biografía de santa
Teresa de Jesús. Pero pensé que era una excepción. Lo que se relata en el libro
de Lavrín no era lo normal en los conventos de todo el continente. Analiza una
corrupción de la institución.
De hecho, en el libro de esa
profesora de universidad se observa el escándalo de los obispos llegados de
España y como tanto la curia diocesana como los mismos franciscanos se esforzaron
por reformar esa situación. Y, al final, lo lograron. Pero, insisto, no podemos
confundir una situación concreta de los conventos de un país con la
generalidad.
De uno de ellos, creo que era un
obispo, no lo sé porque la cita la tomé hace una semana del libro de Asunción
Lavrín, decía: Afirmaba haber sufrido, igual que
todos sus predecesores, la pena de ver el desordenado uso de los ingresos
privados de los conventos; la compra y venta de celdas, y el enorme número de
sirvientas y seculares. El último rubro, en particular, le causaba el mayor
desasosiego. Decía que en conventos con 100 monjas solía haber más de 200
sirvientas que contaminaban el ambiente claustral con sus vanidades, chismes y
malas costumbres. Las sirvientas, según él, eran especialmente despreciables en
Nueva España
Lo que me hizo gracia fue
observar la defensa de la situación por parte de las interesadas. Las citas son
del mencionado libro de Lavrín: Las clarisas
argumentaron a su favor que las súbditas de “estas provincias”, refiriéndose a
la Nueva España y posiblemente a todo el Nuevo Mundo, no ignoraban las
constituciones de la religión ni las bulas apostólicas, aunque “aquí no es como
en Castilla”. Toda propuesta de cambio en su forma de observancia debía ser
congruente con “la calidad de la tierra y
costumbres”.
Lo de la calidad es graciosísimo.
Y añadían estas defensoras de la situación: Regresar
a una forma de vida más simple, la que se pensaba que había sido observada por
las primeras comunidades cristianas, parecía anacrónico y fuera de lugar en el siglo XVIII.
¿No vemos aquí algunas luces para el tema del
sínodo alemán?
P. FORTEA
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