Algunas personas están
enfadadas con que el papa Francisco no haya tomado partido públicamente en el
asunto venezolano o no haya dicho, ante los medios, declaraciones más duras
contra el régimen.
Nadie que lea mi blog me podrá
acusar de ser blando con ese régimen de opresión. Sin embargo, yo mismo debo
recordar a los católicos que una cosa es que un sacerdote hable y otra que los
haga el papa. ¿Creéis que yo podría decir las cosas
que digo si fuera, simplemente, obispo? Evidentemente, yo mismo
entendería que la gravedad del oficio episcopal me obligaría en el blog a
contar cosas más serias, anécdotas graciosas, pero no muchas cosas que ahora
digo con más libertad.
Si hay esa diferencia entre el
blog de un obispo y el de un sacerdote, cuánto más el papa. Además, no es lo
mismo decir algunas cosas en un blog personal, que decirlas ante los medios.
Un blog personal es personal,
aunque lo lean muchas personas. No es lo mismo hacer un comentario en un libro
de memorias o en un diario personal, aunque se imprima y se venda en las
librerías, que decirlas en una homilía o en una rueda de prensa.
Hay otro factor a tener en
cuenta: si el papa escucha a sus consejeros,
escucha pareceres de personas sabias, reflexiona y ora acerca de lo que debe
hacer y hace algo, se equivocará o no, pero yo no le juzgaré. Siempre doy un voto de confianza a la
jerarquía.
Con esto no estoy diciendo que
los pastores sean infalibles. Pero no seré yo el que les juzgue, ni siquiera
internamente. Si el papa me pidiera mi opinión se la daría.
Pero, tal vez, no le aconsejara
entrar por la frontera, desde Colombia, montado en un caballo blanco y
blandiendo una espada, como Gandalf, y clamando: “¡Dios
lo quiere, Dios lo quiere!”, rodeado de cien templarios a la carga, a su
vez seguidos por mil acorazados y el cielo cubierto con helicópteros, y con la
música de fondo de las valquirias.
No, no me imagino eso.
Aunque, eso sí, sería un espectáculo digno de verse.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario