Lo malo de ponerse
un tatuaje no estaría en el hecho mismo sino en el tipo de tatuaje y la
prudencia y el decoro del lugar del cuerpo que se escoge.
Por: Franco Lanata | Fuente: Catholic-link.com
Hoy no es extraño ver personas con tatuajes. Hay de todos los tamaños, formas, motivos y colores, y
están puestos en mayor o menor cantidad en las más diversas partes del cuerpo.
En este video el P. Mike Schmitz primero enfrenta la pregunta por la moralidad
del hecho de tatuarse. Como verán su respuesta es sencilla y clara. Lo malo de
ponerse un tatuaje no estaría en el hecho mismo sino en el tipo de tatuaje y la
prudencia y el decoro del lugar del cuerpo que se escoge.
En esta ocasión quisiera invitarlos a profundizar en la parte final del
video. ¿Para
qué ponerse un tatuaje? Es
constitutivo de nuestra naturaleza humana querer encontrar la propia identidad,
ser fiel a ella y poder expresarla con nuestra vida. Esta necesidad está estrechamente
vinculada con preguntas fundamentales como: ¿Quién soy? ¿Para qué nací? ¿A dónde voy? Para muchas
personas el tatuaje escogido busca cumplir la misión de responder a esas
preguntas cotidianamente.
Independientemente de la existencia de nuevos métodos para borrarlos,
pensemos un momento en el carácter permanente o perpetuo de los tatuajes. De
alguna manera esto invita a la persona a cuestionarse y enfrentar la realidad
de los compromisos en la vida, especialmente aquellos que son para siempre. Ante
la fugacidad de las modas, los sentimientos, los gustos, los estados de ánimo o
las maneras de pensar, con esta ocasión nace la pregunta por lo estable, lo
firme, lo duradero, lo que nunca pasa, lo que nunca cambia, lo eterno. Y de
alguna manera nos hace tocar y ver la necesidad
que tenemos de una roca firme, nuestra vocación a conocer la verdad y
nuestra profunda necesidad de Dios. Tener que escoger algo para siempre nos
invita a preguntarnos: ¿A qué le diría hoy sí para
siempre? ¿Estoy comprometido con algo o alguien a ese nivel?
No hay comentarios:
Publicar un comentario