Al acabar el año es
frecuente realizar balances de lo ocurrido, destacando los hitos más
destacados. Esta práctica tiene el inconveniente de pasar por alto sucesos
menos espectaculares pero, a menudo, decisivos. Es por ello de sumo interés el
trabajo que ha realizado la organización C-Fam, revisando lo que sucede en la ONU cuando uno de sus Estados miembro
ratifica un tratado multilateral sobre derechos humanos y acepta someterse a
revisiones periódicas por parte de un comité de expertos que elaboran
una serie de observaciones para la mejor aplicación del tratado.
El panorama que aparece está
muy alejado de los discursos habituales ponderando la bondad de Naciones Unidas
y su benéfica influencia en aras de un mundo más justo. La realidad es que en 2018 los comités de la ONU presionaron de
forma constante a varios Estados miembro para que promovieran el aborto y las
reivindicaciones homosexualistas, especialmente el matrimonio entre
personas del mismo sexo, algo que en principio no aparecía en los tratados
firmados.
En el caso de la “Convención para la eliminación de todas las formas de
discriminación contra las mujeres” (Cedaw), el 88% de las observaciones finales del comité que vela por su aplicación
exigen medidas liberalizadoras del aborto. De hecho, el pasado mes de
septiembre dicho comité emitió una declaración conjunta con el “Comité para los derechos de los minusválidos” en
el que se pide explícitamente el “acceso al aborto
seguro y legal”, que es definido como “un
prerrequisito para salvaguardar los derechos humanos de las mujeres”,
afirmación realmente chocante y contraria a toda lógica y sentido
(especialmente si se considera que más de la mitad de los abortos son de
mujeres).
En materia de ideología de
género, el 93% de las observaciones del
comité que vigila la aplicación del “Pacto
internacional sobre derechos civiles y políticos” las incluyen.
Además la “Convención sobre los derechos de la infancia”, ratificada
por todos los Estados miembro de la ONU con la notable excepción de los Estados
Unidos, ha sido el pretexto utilizado para que el comité que vela por el
respeto al mismo dicte observaciones favorables al aborto en el 65% de los
casos y a las pretensiones homosexualistas en el 53%.
De este modo, a través de
tratados aparentemente inocuos e incluso benéficos, la realidad es que Naciones Unidas trabaja de modo constante e
infatigable en la imposición de la cultura de la muerte en todo el mundo.
Jorge Soley
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