PUNTO
PRIMERO. Considera cuánta gente estaba viva el año pasado en esta época, haciendo
proyectos, pensando vivir este año, y muchos más -y que lamentablemente no han
podido vivir- porque la muerte los tomó por sorpresa e interrumpió todos sus
planes, en el momento que menos lo esperaban. Hace ya tiempo que se pudren en
los sepulcros, no sin antes haber tenido que dejar sus riquezas, puestos y
dignidades en poder de otros, y apenas son recordados. Piensa brevemente en tus
conocidos, y mira con tu imaginación cómo están sus cuerpos en la sepultura, y
ve más allá, y mira adónde estarán sus almas cuando meditas esto.
PUNTO
II. Continúa
meditando, y considera todavía que no hay año en que no mueran muchos, porque
llueva o truene, la muerte tiene cosecha asegurada. Este año que
transcurre, van a morir muchos de los que viven, y si vieron el principio no
verán el final, ni el comienzo de un año nuevo. Ahora no quieras evadirte de
pensar en cuanto a ti toca, porque no sabes si no serás uno de ellos.
Ciertamente, eres mortal, como los que murieron, y Dios no te ahorrará lo
que es ley general, por lo que no sería raro que te caiga en suerte lo que a
ellos, y por tanto puede ocurrir que seas uno de los que no vea el año que
viene, como ellos no han visto este, y por tanto, quizás pronto te reúnas a
ellos en el sepulcro, y todos tus bienes sean repartidos, y tu memoria
olvidada.
PUNTO
III. Mira pues, qué importante es para ti ajustar tu vida a la norma.
Haz de cuenta que este es el último año de tu vida, y que tendrás que dar
cuenta de tu administración, y piensa que sucedería si te llamara Dios en este
momento. Pues nadie tiene la vida asegurada, y ya mismo conviértete sin abusar
de la paciencia de Dios, ajustando tus cuentas desde ahora, como si las
tuvieras que dar a su Divina Majestad.
PUNTO
IV. Los antiguos
ilustraron a Jano, dios del año, con dos caras, con las que miraba al año que
acababa y al que empezaba, porque el varón prudente debe mirar a la vida pasada
y a la venidera. Considera cómo has vivido este año y los pasados, y lo que te
queda por hacer el año próximo. Considera, asimismo, que Dios te lo está
regalando para enmendarte de lo pasado, y restaurar en este año lo perdido en
los otros. Contempla lo vivido, y lo a vivir. Haz contabilidad rigurosa de tu
vida en la presencia de Dios, y mira tus caudales, para ver si disminuyeron o
aumentaron, y lo grave que es para ti salir de tus deudas, pues no hay otras
riquezas que estas. Piensa lo que darían los que murieron este año por vivir el
que ahora empieza, y las obras que harían si Dios les concediera volver al
mundo. Y considera que tú eres favorecido de una gracia especial que a ellos
les es negada. Imagínate, vuelto del otro mundo, sólo para recuperar las
riquezas de tu alma. Apresúrate a servir a Dios con fervor. Dale millares de
acciones de gracias por la merced que te está haciendo, llénate de confusión en
su presencia, y empieza a servirlo con diligencia y perfección.
Padre Alonso de Andrade, S.J
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