Tengo esas palabras grabadas
en mi corazón desde que las leí por
primera vez hace años. Alguien preguntaba
a santa Teresa de Calcuta qué sería necesario para convertir América y salvar
el mundo. Su respuesta clara y concisa: “Mi
respuesta es: la oración. Lo
que se necesita es que cada Parroquia visite a Jesús en el Santísimo
Sacramento durante Horas Santas de oración".
Sigo con palabras de la santa:
“En nuestra congregación solíamos tener adoración
una vez a la semana durante una hora; luego en 1973 decidimos dedicar una hora diaria a la adoración. El trabajo que
nos espera es enorme. Los hogares que tenemos para los indigentes
enfermos y moribundos están totalmente llenos en todas partes.
Pero desde el momento que empezamos a tener una hora de adoración cada día, el amor a Jesús se hizo más íntimo en nuestro corazón, el cariño entre nosotras fue más comprensivo y el amor a los pobres se nos llenó de compasión, y así se nos ha duplicado el número de vocaciones. Dios nos ha bendecido con muchas vocaciones maravillosas. La hora que dedicamos a nuestra audiencia diaria con Dios es la parte más valiosa de todo el día.”
Pero desde el momento que empezamos a tener una hora de adoración cada día, el amor a Jesús se hizo más íntimo en nuestro corazón, el cariño entre nosotras fue más comprensivo y el amor a los pobres se nos llenó de compasión, y así se nos ha duplicado el número de vocaciones. Dios nos ha bendecido con muchas vocaciones maravillosas. La hora que dedicamos a nuestra audiencia diaria con Dios es la parte más valiosa de todo el día.”
Creo que nos deberían bastar
estas palabras para hacer una revisión
en profundidad de nuestra praxis pastoral, especialmente en lo concerniente al
cuidado de los pobres, porque nadie me va a decir, eso espero, que santa
Teresa de Calcuta y sus hermanas son gente a la que los pobres no les importan
en absoluto.
Sagrarios. Esa es la clave. Lo demás, memeces y de las gordas. Un cura que monta un belén
ahí por Mondoñedo y que como gran iniciativa pastoral ha decidido colocar a
Donald Trump como Herodes en su castillo, posiblemente un cura de los de “no hay que juzgar". Otro, en Italia, cierra
la iglesia en Navidad poque está en contra de no sé qué (y de paso puede irse a
esquiar unos días, digo). Los hay que se pasan el día montando campañas de solidaridad,
haciendo gestos, organizando protestas e inventando originalidades para que se
vea que son más solidarios y comprometidos que nadie. Sagrario poco, si acaso
en algún rinconcillo, para que no digan.
Quizá alguien esperaba de santa Teresa de Calcuta algo así como una
llamada a la ONU, una denuncia de la violencia de no sé qué, o una declaración
llamando fascista a alguien, que hoy está muy de moda. Y va la buena mujer, tan buena que es santa,
y pide nada menos que ¡sagrarios! en prueba evidente de desconocimiento de la
realidad y falta de compromiso con los pobres.
Sagrarios. Adoración. Justo lo que el mundo desprecia por ser
humanamente inútil, y que, contagiados por ese espíritu mundano despreciamos tantas veces desde la misma
Iglesia, se viene a convertir en clave, sentido, impulso y fuerza de la
mejor solidaridad hacia el pobre, que es la caridad cristiana.
¡Cuánto echo de
menos esa capillita de adoración perpetua que un día, va a hacer seis años,
abrimos en mi anterior parroquia en Tres Olivos! Un día por semana tenemos
adoración en cada pueblo, y una vez al mes vigilia de adoración nocturna.
Aquella capilla, esta adoración, son el mayor tesoro.
¿Y va gente, me
preguntan? A Tres
Olivos mucha, lo sé. Aquí es otra cosa, pero no se trata de números. Es cosa de
adorar y tener al Señor delante en la custodia. Alguna vez estamos solos los
dos. Él y yo. ¿Qué importa el número? Importa
que el sagrario está, y el Señor está. Bendito sea.
Jorge
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