D. Guillermo Pérez Galicia, doctor en
Filología Clásica por la Universidad de Salamanca y el prestigioso científico titular
del CSIC, doctor en biología, D. Emilio Cervantes escribieron un libro en donde
tiran por tierra brillantemente las tesis evolucionistas. El libro se titula: ¿Está usted de broma Mr. Darwin? La retórica en el corazón del darwinismo
En esta entrevista se analizan
algunos de los aspectos fundamentales de su elaboradísimo trabajo, lo que puede
ayudar a los católicos a tener las ideas muy claras al respecto y a profundizar
en esta interesante materia, de la que tanta gente habla sin saber realmente de
lo que habla. De esta manera se puede desmontar con sólidos argumentos a los
que niegan la existencia de Dios y atribuyen todo a la evolución. Es algo que
repugna a la razón.
¿POR QUÉ ES RADICALMENTE INCOMPATIBLE EL
EVOLUCIONISMO CON LA DOCTRINA DE LA CREACIÓN QUE HA ENSEÑADO SIEMPRE LA
IGLESIA?
En nuestro libro nos
abstenemos de referencias teológicas o religiosas, porque no las necesitamos
para la crítica del darwinismo (o del neodarwinismo, su reformulación). En
cambio, en muchos centros educativos siguen enseñando mitos como el de la
generación espontánea (de origen enciclopedista y a su vez de los antiguos
gnósticos), pero Pasteur comprobó experimentalmente la falsedad del origen
espontáneo y por azar de la vida. Puede Vd. sacar conclusiones.
Respecto a la Tradición de la
Iglesia, es cuestión aparte. Recordemos que los Padres de la Iglesia
(inseparables de la doctrina de la Iglesia) señalan que cuando Dios creó los
seres vivos, no murió ninguno hasta el pecado original. Y, a todos los que
hemos hecho la primera comunión, el catecismo nos decía que con nuestra caída
original, cayó la creación entera (con la tendencia al mal y al pecado con la
que nacemos, con nuestras penurias y, en fin, la muerte). Pero esto es terreno
distinto al de nuestra investigación.
¿PODRÍA LA IGLESIA ADMITIR LA EVOLUCIÓN EN EL
SENTIDO DE QUE ESTA HAYA SIDO GUIADA POR LAS MANOS SAPIENTÍSIMAS DE DIOS?
No creo que sea bueno mezclar
disciplinas. En lo teológico, durante siglos todos los españoles al tomar la
primera comunión hemos aprendido que no hay nada que suceda en el Universo que
escape a la Divina Providencia. Por su parte, en lo científico, no es lo mismo
hablar de microevolución que de macroevolución. Estoy totalmente convencido de
que existe microevolución (cambios dentro de una misma especie). En cambio, no
existe la macroevolución: no hay ningún elemento o
evidencia científica que demuestre el salto de unas especies a otras por
transformación (a diferencia de lo que creían los antiguos fenicios, adoradores
de Baal-Moloc). Piense en el principio del uniformismo metodológico.
¿POR QUÉ SE DECIDIERON A ESCRIBIR UN LIBRO PARA
REFUTAR A DARWIN?
En lo que a mí respecta, por
mi dedicación al estudio de la
Retórica. En lo que respecta a Emilio, como buen biólogo, él llevaba ya
unos cuantos años estudiando a fondo la obra de Darwin y estaba publicando
pacientemente en su blog un comentario para cada párrafo de El Origen de las Especies. La retórica exige, como aclara Cicerón, un afán
por estar informado de lo que se investiga en los distintos campos del saber,
pues es una disciplina transversal y gracias a ella podemos ver lo que hay
detrás de un texto de cualquier especialidad. Ya Aristóteles explicaba que era
más una técnica que una ciencia y, como tal, se halla presente en todos los
campos del saber y de la actividad humana (así lo demuestran fehacientemente
las numerosas publicaciones de retórica y comunicación de Antonio López Eire).
Yo ya tenía mis dudas
razonables acerca del tipo de argumentaciones que desarrollan muchos
darwinistas y neodarwinistas modernos, cuando conocí a Emilio Cervantes hace
unos años. Emilio se dio cuenta, en primer lugar, de que los pequeños elementos
de evidencias científicas contrastables (y otras no tan contrastables)
presentes en Darwin no son obra suya, sino más bien de autores anteriores no
citados por él en ningún momento, por ejemplo Lamarck.
EN SEGUNDO LUGAR, el olfato científico de Emilio le llevó a pensar que había algo de raro
en todo esto: Darwin escribe sin aportar prueba de nada de lo que dice y muchas
veces llegando a conclusiones erróneas mediante una maquinaria argumentativa
altamente desarrollada. Así que Emilio recurrió a mí, como experto que soy en
el análisis retórico y argumentativo de los textos. Entonces nos dedicamos a un
arduo trabajo de análisis retórico con las herramientas que nos enseñan cómo se
construyen los textos, cómo se desarrollan las argumentaciones y se diferencian
géneros literarios, a fin de comprobar si de verdad se trataba de un texto
científico. Y así empezaron las sorpresas…
¿CUÁLES SON LOS ARGUMENTOS DE PESO CON LOS QUE
REFUTAN SU DOCTRINA EVOLUCIONISTA?
Darwin parte de un error
fundamental: confunde selección con mejora y lo camufla mediante una metonimia
(toma la parte que le interesa y la trata como un todo) y a continuación acuña
el término «selección natural»,
contradicción camuflada bajo la figura retórica del oxímoron. Con una maraña de
figuras retóricas en espiral repetida hasta la saciedad con diversas
coloraturas, hunde toda su doctrina en un río de palabras, que le llevan a
desarrollar, camuflada, una argumentación circular.
En mi opinión, esto es muy
brillante desde el punto de vista estilístico, pero objetivamente hay que
admitir que con ella el literato Darwin no demuestra absolutamente nada. De
hecho, él mismo dice que está partiendo de un error, pero, con el tiempo, cito
literal: «estas objeciones tan superficiales
quedarán olvidadas», lo cual
parece una broma; y entre otras cosas se saca de la manga un árbol
genealógico de las especies, quizá muy estético, pero totalmente inventado.
Esto es muy curioso, porque
descubrimos que Darwin desarrolla en El Origen
de las Especies un estilo retórico formular semejante a una suerte
de épica puesta en prosa. No sólo por su uso de las figuras retóricas, sino
también de los elementos más típicos y significativos de la literatura
mitológica de la épica: la supervivencia del más fuerte (aristeía), la genealogía como su fundamento o el
concepto de la naturaleza personificada y en «mutación
permanente». Por eso no es un texto científico, sino una obra literaria,
nada más y nada menos.
¿POR QUÉ EL PERSONAJE HA SIDO TAN ENDIOSADO POR LOS
ENEMIGOS DE LA IGLESIA?
¡Quién sabe! Tal vez es endiosado porque le
interese a uno o más grupos de poder, por ser más aptos para la supervivencia
(según sus ideólogos), tener más derechos que los demás a los recursos que hay
en el planeta o a dirigir un territorio o el planeta entero de un día para
otro, etc. En cambio, la Iglesia tiene instituciones e historia bien conocidas.
En ella ha habido y siempre habrá hombres malos y buenos, pero, como mínimo,
todo el mundo sabe que no se pueden justificar fácilmente crímenes o
mezquindades en base a la doctrina tradicional.
Como le gusta mucho recordar a
Emilio, la edición original del Origen de las
Especies toma una frase de Bacon
que mueve a la investigación científica y al progreso, pero amputada: elimina la parte en que dice que cualquier progreso debe
tener en cuenta la moral y el servicio a los demás. ¿Casualidad? También
Virgilio cuando escribió una obra épica como la
Eneida de algún modo endiosó a
quien ostentaba el poder: Augusto. Así justificaba por vía irracional todo su
proceder. O, en la Antigua Grecia, cuando Hecateo inventa su genealogía, se ríe
de Hesíodo (por las genealogías míticas que establece, que se pierden en la
noche de los tiempos). Luego Hecateo se inventa otras nuevas y se ríe de
Hesíodo, pero Hecateo se las sacó de la manga; y, como Darwin, con tono impositivo de carácter
oracular, pretende que se le obedezca.
¿QUIERE SUGERIR ALGO A LOS LECTORES PARA
PROFUNDIZAR EN ESTA MATERIA?
Aconsejamos aprender
dialéctica y retórica, pues nos brindan herramientas fundamentales para
librarnos de oscurantismos nuevos y viejos y evitar ser engañados. Darwin y
Huxley inventaron la etiqueta «creacionista»
para descalificar a todo aquel que no aceptara como reales sus creaciones
meramente literarias. Si aprendemos dialéctica y retórica sabremos que la
naturaleza ni selecciona ni lleva a cabo otras acciones, que los parecidos no
implican parentesco, que una suma de excepciones tendenciosamente seleccionadas
nunca puede conformar una regla (sino que la excepción, por el contrario,
confirma la regla), o que las etiquetas son la artimaña más socorrida en los
tiempos actuales para descalificar sin argumentos racionales al que no se cree
un dogma oficial.
Javier Navascués Pérez
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