“Querido amigo: Se acerca Navidad. Mi
nacimiento. ¿Recuerdas con cuanta alegría esperabas esta fiesta hace algunos
años?
Las reuniones de la familia, la ilusión del pesebre y el arbolito y los
fuegos de artificio, el ver a tus primos, tíos y abuelos, la comida y la
sobremesa. Tal vez –también- la Misa de Nochebuena o del 25.
Todavía recuerdo –porque yo nada bueno olvido- ¡qué
limpia tu mirada! ¡qué sanas y qué frescas tus sonrisas y carcajadas! ¡cuánto
brillo en tus juegos! ¡cuánta dicha sencilla, serena y exultante a la vez!
Sí, ya sé que han pasado muchas cosas desde entonces.
Ya he visto tus publicaciones de este año y te seguí, paso a paso.
Vi tus fotos con pañuelo verde y te vi festejar el 13 de junio por la “victoria en diputados”.
Te vi también con el pañuelo naranja, e incluso sé que pensaste en pedir
la apostasía.
Te vi luchar contra el patriarcado y defender la diversidad, te vi
proclamar el fin de los estereotipos de género y exaltar una sexualidad libre
de ataduras biologicistas… te vi decir palabras fuertes contra curas y obispos,
contra la familia tradicional, contra los hetero…
Te vi defender a la mujer y reclamar la soberanía sobre sus cuerpos, y
te noté realmente muy conmovido por tantas historias de abusos, anunciando que “se va a caer” el machismo que impera.
Te vi luchar por tu libertad y muchas veces invertir tiempo, cualidades,
energías en pos de tus causas. Te vi incluso pelearte con tu familia, con
amigos de la secundaria, con profesores, con sacerdotes, en defensa de lo que
crees importante…
Querido amigo, se acerca Navidad, mi Nacimiento…
Déjame que te pregunte: ¿no estás cansado?
Dime la verdad, no tiene sentido que finjas ni que aparentes fortaleza.
¿Has encontrado la paz en tus luchas? ¿Te sentís de
verdad más feliz?
Mis ojos penetran muy adentro, y yo descubro que en lo más profundo de
tu interior aún anhelas aquellos años dichosos de la infancia.
Sé que detrás de una fachada fuerte y segura, sigue escondiéndose ese
corazón frágil y vulnerable que necesita sobre todo AMOR.
Sé que esa supuesta libertad que hoy quieres defender esconde en el
fondo una tremenda soledad.
Y sé –lo sé muy bien- que en lo íntimo tú sabes que hay algo que no
cierra. Que muchos de tus reclamos son sólo medias verdades, cuando no
auténticas falsedades o mentiras.
Y por eso cuando ves a una embarazada o a un recién nacido, o cuando se
aproxima el 25 de diciembre, te conmueves y algo muy profundo, muy hondo, te
dice: “la vida es siempre un bien”
Y por eso cuando ves a un varón y a una mujer unidos, respetuosos,
distintos, armoniosos, felices, rodeados de hijos, te emocionas y algo muy
profundo clama en tu interior: “la familia es un
maravilloso don”
Porque más allá de tantas batallas argumentales, no hay forma de olvidar
tus pocas o muchas vivencias hermosas relacionadas con la fe, con la iglesia,
con algún sacerdote o alguna persona que de verdad vivía el Evangelio… y porque
tú mismo no puedes olvidar que muchas veces la religión –esa tan denostada
religión- dio a tu corazón consuelo, alegría y esperanza.
Querido amigo, se acerca Navidad, mi Nacimiento.
Déjame decirte que hoy no me importa el color de tu pañuelo, ni lo que
hayas hecho o dicho: yo vine al mundo para buscar a
los pecadores. Yo vine al mundo por ti. Yo vine al mundo para darte la
verdadera alegría.
Acércate sin miedo: no vas a encontrar en mí
reproches ni reclamos.
Vas a encontrar AMOR PERFECTO. MISERICORDIA
SIN LÍMITES. AUTÉNTICA LIBERTAD.
Dale, acércate, yo te invito. Quiero que en esta Navidad tú también
vuelvas a nacer.
Mi Madre tiene reservadas para ti las mejores caricias.
Te quiero.
Jesús.”
Leandro Bonnin
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