En la celebración del 150 aniversario de la muerte
del Santo Cura de Ars, Benedicto XVI consciente de los graves problemas que
atraviesa el sacerdocio católico, decía: «La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes
santos, de ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor
misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos», «¿Cómo olvidar
que nada hace sufrir más a la Iglesia,
Cuerpo de Cristo, que los pecados de sus pastores, sobre todo de aquellos que
se convierten en “ladrones de ovejas”, ya sea porque las desvían con sus
doctrinas privadas, ya sea porque las atan con los lazos del pecado y de muerte?».
I. CORRUPCIÓN, PAGANISMO Y CARDENALES
Es evidente, como lo enseña la perenne doctrina
católica que en tres campos fácilmente se descontrola el hombre: el alcohol, la lujuria y
la avaricia.
El
pecado de lujuria se llama impuro con especial propiedad porque:
a) Aparta el corazón del hombre del amor a Dios, como una especie de
idolatría.
b) Porque atenta contra el cuerpo haciendo de él y de la pasión, un
ídolo.
Santo Tomás de Aquino dice: de la lujuria
proviene la ceguedad de la mente, la cual excluye casi totalmente el conocimiento de los bienes
espirituales. Y en otro lugar, tratando de «Las hijas de la lujuria» enumera los efectos siguientes: la ceguedad de la mente, la inconsideración, la precipitación, la
inconstancia, el amor propio, el odio a Dios, el afecto al mundo presente y el
horror al mundo futuro. De la lujuria
proviene, en efecto, la ceguedad de la
mente, la cual excluye casi totalmente el
conocimiento de los bienes espirituales. Esto se debe, explica Santo Tomás, a
que, a causa de la vehemencia de la pasión y de la delectación, la lujuria, por
aplicar al hombre vehementemente al deleite carnal, desordena sobre todo las
potencias superiores, que son la razón y la voluntad.[1]
La crisis clerical que constatara y enfrentara el Papa Ratzinger, en los
últimos años se ha hecho más evidente con el afloramiento de denuncias de
graves hechos. Siguen y suman los escándalos de miembros de la Jerarquía
Eclesiástica.
Los casos de inmoralidad episcopal del ex diplomático polaco Józef
Wesołowski, o de los obispos Fernando Bergalló, de Merlo-Moreno, o Juan Carlos
Maccarone, de Santiago del Estero, extorsionado por un prostituto, quedan
minimizados por el chorreo continuo de casos similares o peores.
También escándalos de abusos, y la crítica
merecida, amontonada sobre la jerarquía irlandesa por sus fracasos, aceleraron
la decadencia de la Iglesia en ese país, otrora, catolicísimo. Los fieles
quedaron horrorizados, los obispos perdieron toda autoridad moral. Un grito de víctimas y supervivientes de los
abusos sexuales del clero que traspasa el Cielo y la Tierra, pidiendo signos radicales
de arrepentimiento.
El National
Catholic Register, señala en su
editorial del 10.08.2018, que «cualquier análisis sólido del escándalo (del
cardenal) McCarrick -y otros casos que ahora salen a la luz que involucran
a abusadores
clericales acusados de atacar a seminaristas y otros clérigos– debe reconocer dos
dimensiones fundamentales: una ausencia casi
incomprensible de estructuras efectivas de responsabilidad episcopal; y, aún más fundamentalmente, una aberrante falta de fidelidad a lo que la Iglesia enseña con
respecto a la moralidad sexual».[2]
II. CHILE: CARDENAL ARZOBISPO DE
SANTIAGO NO PRESIDIRÁ «TE DEUM ECUMÉNICO»
A causa del encubrimiento o negligencia episcopales
en abusos de autoridad, de poder, sexuales y de conciencia, el Presidente
Sebastián Piñera reaccionó a través de las redes sociales al destacar que «el Tedeum de Fiestas Patrias es una ceremonia de
acción de gracias a Dios y debe contribuir a unir y no a dividir a los
chilenos», «yo soy católico y me duele profundamente lo que pasa en la
Iglesia», expresó Piñera,
sobrino carnal del arzobispo Bernardino Piñera, Presidente de la Conferencia
Episcopal de Chile en la década de los 1980. Criticó también que «muchos de ellos (altas autoridades religiosas) se
equivocaron. En lugar de proteger a los niños, se protegieron a ellos mismos».
Consecuentemente el cardenal Ezatti se excusó de presidir dicho «Tedeum Ecuménico».
Ese mal llamado «Tedeum Ecuménico» fue impuesto por el presidente marxista Salvador
Allende al cardenal comuno progresista Raúl Silva Henríquez, cardenal que
declarara que «un católico puede
votar por los marxistas», y desde entonces
dicha blasfema celebración, se verifica con la presencia del mundo político
chileno, y la participación activa en el «rito» de otras
confesiones cristianas, judíos y musulmanes.
Es decir que el Tedeum católico fue deconstruido a «Tedeum Ecuménico», y luego a celebración interreligiosa.
El Te Deum (en latín: A ti, Dios) es uno de los primeros himnos
cristianos, tradicional de acción de gracias al Dios Verdadero que es entonado
en las Misas celebradas en ocasiones especiales como en las ceremonias de
canonización, la ordenación de presbíteros, etc., los Cardenales lo entonan
tras la elección de un Papa.
Es una blasfemia llamar Tedeum, a otras funciones, o ritos paganos o
sincréticos. El sincretismo –como sabemos- es una ofensa a Dios, porque se pone
al Dios verdadero a la altura de los ídolos, y la razón humana que busca la Verdad,
sabe que no todas las religiones son iguales y que es injusto equiparar a la
Verdad con el error, deduciéndose que no habría por qué practicar ninguna en
concreto: indiferentismo religioso, que llevaría a los cristianos a abandonar
la Verdad plena por verdades parciales, o aún, por expresiones paganas. Sabe la
Iglesia, en 2000 años de existencia, que si no recibimos religión, pronto nos
encontramos en el puño de la superstición y declarando lo absurdo. Bien lo
decía G.K. Chesterton: «Cuando se deja de
creer en Dios se cree en cualquier cosa».
Los defensores de esos ritos pseudo ecuménicos de
Chile dicen «Los Tedeum Ecuménicos se remontan hasta los primeros años de la
Independencia». Afirmación falaz,
ya que «no es sino hasta
1970, a petición del presidente electo Salvador Allende, en que toma el
carácter de “ecuménico”, es decir en la que participan las iglesias cristianas,
y no solamente la católica, de la Acción de Gracias». En el Tedeum ecuménico de 2010, celebrando el
Bicentenario de Chile, también se unieron «la iglesia judía y musulmana».[3]
El Papa Pío XI definió como «ignominiosa» la colocación de la religión verdadera de
Jesucristo «en el mismo nivel de las falsas religiones», no obstante eso, en 2015, tanto el Nuncio de Su
Santidad en Chile como la totalidad de los obispos de ese país, verificaron un
acto pagano de culto a la Pachamama en la ciudad de Arica.
Recientemente respecto de la situación eclesial
chilena, el analista católico Gonzalo Rojas S., en su columna titulada «A tomarse la Iglesia» pone en evidencia dos cosas: la primera que se está
asentando un concepto de laico distinto al de la Iglesia y segundo «la pretensión de constituir al laicado en gestor y
rector de la Iglesia Católica, al margen del sacerdocio y de la jerarquía. No
hace falta buscar mucho para encontrarse con declaraciones -incluso de
sacerdotes chilenos- que proponen la “celebración” de los sacramentos por parte
de los laicos y, por cierto, el desarrollo de una democracia plena en la
elección de sus pastores». Es decir un
«clericalismo laical».[4]
De manera similar, el prelado boliviano Toribio Ticona Porco, a quien
recientemente se le impusiera en el Vaticano la birreta cardenalicia, participó
de varios actos interreligiosos paganos en Potosí, al lado del Presidente
socialista Morales, y en la «bendición» de la nueva residencia presidencial en La Paz.
Es imperioso reconocer que estos «pastores» fueron renunciando
progresivamente, a conducirse en puntos esenciales, como guías espirituales, de
la parcela de la Iglesia a ellos encomendada, abandonando los deberes
inherentes a sus sagrados cargos. Entre los cuales está la lucha contra los
adversarios de la Iglesia, como el comunismo y sus auxiliares de ruta. Negaron
a los fieles la sana orientación doctrinaria a que éstos tenían derecho, máxime
en horas particularmente aciagas de la historia.
III. PECADO EN EL ALMA, EN DIOS Y EN LA
IGLESIA
La causa principal de que muchos cristianos sigan empeñados en pecar es
porque no conocen ni la gravedad del pecado, ni las consecuencias trágicas del
mismo.
Se imaginan que han robado una pequeña cantidad, han fornicado sin
efectos subsiguientes, han dejado de participar en el Sacrificio de la Misa por
simple pereza, han insultado a alguno hasta producirle un dolor intenso, han
provocado un daño que es externo, la materialización del pecado, pero no sus
funestas consecuencias en Dios, en la Iglesia y en la propia alma.
Y así, siguen una práctica del pecado, en una permanencia en estado de
pecado, como si se tratara de algo baladí y no una situación de emergencia que
atañe a cielo y tierra.
Y
si uno lee con atención las Sagradas Escrituras, hay estos cuatro argumentos
para comprender la importancia del pecado:
1.
Un pecado de
rebelión convirtió de ángeles brillantes en demonios horrendos a quienes se rebelaron
contra Dios en el Paraíso.
2.
Un pecado arrojó a
nuestros primeros padres del Paraíso terrenal condenándoles a ellos y a todos
sus descendientes al dolor de la muerte corporal y a la posibilidad de
condenarse eternamente.
3.
Un pecado y los
subsiguientes pecados de los hombres exigieron la muerte en la Cruz del Hijo
amado de Dios para redimir al hombre culpable.
4.
Un pecado mantendrá
por toda la eternidad los terribles tormentos del infierno en castigo del
pecador obstinado.
Estas
cuatro con las más trágicas consecuencias del pecado, de todo pecado, pero
existen otras consecuencias interiores no menos temidas:
La pérdida de la Gracia Santificante y de los dones del Espíritu Santo
que constituyen un auténtico tesoro divino.
La pérdida incomparable de la presencia y de la acción de la Santísima
Trinidad en el alma que se convierte en morada de Satanás.
La pérdida de todos los méritos adquiridos en la vida anterior.
La mancha tenebrosa y repugnante en el alma que la deja horrible y
odiable ante los ojos de Dios.
La esclavitud de Satanás, el aumento de las malas inclinaciones y el
gusano roedor del remordimiento.
Finalmente el peligro de que la muerte sorprenda al pecador en ese
miserable estado que provocaría su condena para siempre. Hay que calibrar
debidamente cada una d estas consecuencias externas e internas, para que uno se
percate de que el pecado, no sólo es el acto u omisión que se dé, sino toda una
serie de enormes males que no se ven, sino con los ojos de la fe.
IV. ALTO A LA CULTURA DEL SILENCIO
Se fomenta desde las estructuras eclesiales un
clericalismo referido a una «cultura
del secreto» clerical, en la que la mala conducta o las actividades
ilegales se estimulan tácitamente, o al menos se generalizan, hasta el punto de
que cualquier miembro de la Iglesia, incluso sacerdote que considere hacerse
crítico o denunciante corre el riesgo de ser condenado en vida. Clericalismo
que encubre la doble moral de los clérigos, que tanto daño hace al Cuerpo
místico de Cristo.
La Conferencia de Obispos Católicos de los EE. UU. (USCCB) tendrá su
reunión anual en Baltimore del 12 al 15 de noviembre de 2018.
El Instituto Lepanto, Church
Militant, Life
Site News, Crusade
Channel y la revista Regina estarán allí también, exigiendo un fin a la cultura
del silencio y el encubrimiento entre los obispos estadounidenses: sírvase visitar este enlace: http://www.thebishopsknew.com/
San Ambrosio estará rogando desde el Cielo para que
los sacerdotes fieles no caigan en la trampa de la tentación de todos los
siglos, bajarse
de la Cruz (San Mateo 27, 39-40). Pues bien lo dijo el gran y
santo Obispo de Milán: «¿Podremos creer
que los consejos de los demás son mejores que los de los Apóstoles? Dice San
Pablo: Yo os doy consejo; y estos
hombres quieren disuadir a todo el mundo para que no abracen la virginidad».
_____
[2] http://m.ncregister.com/daily-news/no-half-measures-in-responding-to-clerical-crisis#.W3Df5M5Ki72
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