Visiones que tuvieron
los Santos sobre el Purgatorio. La experiencia de los Santos reafirma nuestra fe en el purgatorio, sobre su
real existencia y sobre cómo podemos hacer los vivientes para ayudar a las
almas que están atrapadas allí.
TERTULIANO
En las “Actas del martirio de Santa Felicidad y Perpetua” cuenta lo que
le sucedió a Santa Perpetua hacia el año 202. Una noche, mientras estaba en la
cárcel, vio a su hermano Dinocrates, que había muerto a los siete años de un
tumor en el rostro. Ella dice así: “Vi salir a Dinocrates de un lugar
tenebroso, donde estaban encerrados muchos otros que eran atormentados por el
calor y la sed. Estaba muy pálido. En el lugar donde estaba mi hermano había
una piscina llena de agua, pero tenía una altura superior a un niño y mi
hermano no podía beber Comprendí que mi hermano sufría. Por eso, orando con
fervor día y noche, pedía que friera aliviado… Una tarde vi de nuevo a
Dinocrates, muy limpio, bien vestido y totalmente restablecido. Su herida del
rostro estaba cicatrizada. Ahora sí podía beber del agua de la piscina y bebía
con alegría. Cuando se sació, comenzó a jugar con el agua. Me desperté y
comprendí que había sido sacado de aquel lugar de sufrimientos” (VII,3-VIII,4)
SAN AGUSTÍN
En el siglo V, afirma: “La Iglesia universal mantiene la tradición de
los Padres de que se ore por aquellos que murieron en la comunión del cuerpo y
la sangre de Cristo” (Sermo 172,1). “Opongan los herejes lo que quieran, es un
uso antiguo de la Iglesia orar y ofrecer sacrificios por los difuntos” (libro
de herejías, cap 53). Su madre Santa Mónica antes de morir dice: “Sepulten mi
cuerpo donde quieran, pero les pido que, dondequiera que estén, se acuerden de
mí ante el altar del Señor” (Confesiones IX,11). Y él dice: “Señor, te pido por
los pecados de mi madre” (Conf IX,13). “Señor, que todos cuantos lean estas
palabras se acuerden ante tu altar de Mónica tu sierva y de Patricio, en otro
tiempo su marido, por los cuales no sé cómo me trajiste a este mundo. Que se
acuerden con piadoso afecto de quienes fueron mis padres en la tierra… para que
lo que mi madre me pidió en el último instante, le sea concedido más
abundantemente por las oraciones de muchos, provocadas por estas Confesiones y
no por mis solas oraciones” (Conf IX,13). Y afirmaba que “el sufrimiento del
purgatorio es mucho más penoso que todo lo que se puede sufrir en este mundo”
(In Ps. 37, 3 PL 36).
Algo parecido decía Santa
Magdalena de Pazzi, quien pudo una vez contemplar a su hermano difunto y
dijo: “Todos los tormentos de los mártires son como un jardín de delicias en
comparación de lo que se sufre en el purgatorio”.
SANTA CATALINA DE
GÉNOVA
Llamada la doctora del purgatorio, escribió un tratado sobre el
purgatorio, que en 1666 recibió la aprobación de la Universidad de París, y
dice que “en el purgatorio se sufre unos tormentos tan crueles que ni el
lenguaje puede expresar ni se puede entender su dimensión.
SAN NICOLÁS DE
TOLENTINO
Que vivió en el siglo XIII, tuvo una experiencia mística que lo hizo
patrono de las almas del purgatorio. Un sábado en la noche, después de
prolongada oración, estaba en su lecho, queriendo dormirse, cuando escuchó una
voz lastimera que le decía: “Nicolás, Nicolás, mírame si todavía me reconoces.
Yo soy tu hermano y compañero Fray Peregrino. Hace largo tiempo que sufro
grandes penas en el purgatorio. Por eso, te pido que ofrezcas mañana por mí la
santa misa para yerme por fin libre y volar a los cielos… Ven conmigo y mira”.
El santo lo siguió y vio una llanura inmensa cubierta de innumerables almas,
entre los torbellinos de purificadoras llamas, que le tendían sus manos,
llamándolo por su nombre y le pedían ayuda.
Conmocionado por esta visión, Nicolás la refirió al Superior que le dio
permiso para aplicar la misa durante varios días por las almas del purgatorio.
A los siete días, se le apareció de nuevo Fray Peregrino, ahora resplandeciente
y glorioso, con otras almas para agradecerle y demostrarle la eficacia de sus
súplicas. De aquí tiene su origen la devoción del septenario de San Nicolás en
favor de las almas del purgatorio, es decir, mandar celebrar siete días
seguidos la misa por las almas del purgatorio.
SAN GREGORIO MAGNO
Algo parecido podemos decir de las 30 misas gregorianas. Cuenta el gran
Papa y Doctor de la Iglesia San Gregorio Magno (+604) que, siendo todavía abad
de un monasterio, antes de ser Papa, había un monje llamado Justo, que ejercía
con su permiso la medicina. Una vez, había aceptado sin su permiso una moneda
de tres escudos de oro, faltando gravemente así al voto de pobreza. Después se
arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco tiempo,
pero eh paz con Dios. Sin embargo, San Gregorio, para inculcar en sus
religiosos un gran horror a este pecado, lo hizo sepultar fuera de las tapias
del cementerio, en un basural, donde también echó la moneda de oro, haciendo
repetir a los religiosos las palabras de San Pedro a Simón mago: “Que tu dinero
perezca contigo “. A los pocos días, pensó que quizás había sido demasiado fuerte
en su castigo y encargó al ecónomo mandar celebrar treinta misas seguidas, sin
dejar ningún día, por el alma del difunto.
El ecónomo obedeció y el mismo día que terminaron de celebrar las
treinta misas, se apareció Justo a otro monje, Copioso, diciéndole que subía al
cielo, libre de las penas del purgatorio, por las treinta misas celebradas por
él. Estas misas, se llaman ahora, en honor de San Gregorio Magno, misas
gregorianas. Estas treinta misas seguidas, celebradas por los difuntos, todavía
se acostumbra celebrarlas y, según revelaciones privadas, son muy agradables a
Dios.
SAN ESTANISLAO
El año 1070 sucedió un suceso extraordinario en la vida de San
Estanislao, obispo de Cracovia, en Polonia. Un cierto Pedro Miles le había
regalado antes de morir algunas tierras de su propiedad para la Iglesia. Sus
herederos, conscientes del apoyo del rey a su favor, sobornaron a algunos
testigos y consiguieron que el santo fuese condenado a devolver esos terrenos.
Entonces, San Estanislao les dijo que acudiría al difunto, muerto tres
años antes, para que diera testimonio de la autenticidad de su donación.
Después de tres días de ayuno y oración, se dirigió con el clero y gran
cantidad de fieles hacia la tumba de Pedro Miles y ordenó que fuera abierta.
Sólo encontraron los huesos y poco más.
Entonces, el santo le pidió al difunto en nombre de Dios que diera
testimonio y éste, por milagro de Dios, se levantó de la tumba y dio testimonio
ante el príncipe Boleslao, que estaba presente, de la veracidad de su donación.
Solamente el difunto le pidió al santo obispo y a todos los presentes que
hicieran muchas oraciones por él para estar libre de los sufrimientos que
padecía en el purgatorio. Este hecho, absolutamente histórico, fue atestiguado
por muchas personas que lo vieron.
SAN PEDRO DAMIANO
(1007-1072), cardenal y doctor de la Iglesia, cuenta que, en su tiempo,
era costumbre que los habitantes de Roma visitaran las iglesias con velas
encendidas la noche de la Vigilia de la Asunción. Un año sucedió que una noble
señora estaba rezando en la basílica “María in Aracoeli”, cuando vio delante de
sí a una dama que ella conocía bien y que se había muerto hacía un año, se
llamaba Marozia y era su madrina de bautismo. Ella le dijo que estaba todavía
sumergida en el purgatorio por los pecados de vanidad de su juventud y que, al
día siguiente, iba a ser liberada con muchos miles de almas en la fiesta de la
Asunción. Dijo: “Cada año la Virgen María renueva este milagro de misericordia
y libera a un número tan grande como la población de Roma (en aquel tiempo de
200.000 habitantes). Nosotras, las almas purgantes, nos acercamos en esta noche
a estos santuarios consagrados a Ella. Si pudieras vei verías a una gran
multitud que están conmigo. En prueba de la verdad de cuanto te digo, te anuncio
que tú morirás de aquí a un año en esta fiesta”. San Pedro Damiano refiere que,
ciertamente, esta piadosa mujer murió al año siguiente y que se había preparado
bien para ir al cielo el día de la fiesta de María.
Entre los santos que han tenido mucha devoción a las almas benditas está
la Beata Sor Ana de los Ángeles y Monteagudo, religiosa dominica peruana del
siglo XVI. Cuenta Sor Juana de Santo Domingo que un día tenía hambre y no había
nada que comer en el convento. La santa le dijo que le trajera el breviario
para rezar juntas a las almas del purgatorio para que les enviaran alimentos.
Pues bien, antes de terminar de rezar el Oficio de difuntos, mandaron llamar a
la portería a Sor Ana y ésta le dijo a Sor Juana: “No te he dicho que las almas
mandarían de comer? Vete tú misma a la portería y recibe lo que traen “. Allí
se presentó un joven de buen aspecto que les traía panes, quesos, harina y
mantequilla.
SANTA TERESA DE
JESÚS
(1515-1582), hablando de la fundación del convento de Valladolid dice
así: “Tratando conmigo un caballero principal, me dijo que si quería hacer un
monasterio en Valladolid, que él daría una casa que tenía con una huerta muy
buena. A los dos meses, poco más o menos, le dio un mal tan acelerado que le
quitó el habla y no se pudo bien confesar aunque tuvo muchas señales de pedir
perdón al Señor Muy en breve murió y díjome el Señor que había estado su
salvación en harta aventura y que había tenido misericordia de él por aquel
servicio que había hecho a su Madre en aquella casa que había dado para hacer
un monasterio de su Orden y que no saldría del purgatorio hasta la primera misa
que allí se dijese, que entonces saldría… Estando un día en oración (en Medina
del Campo), me dijo el Señor que me diese prisa, que padecía mucho aquella alma…
No se pudo hacer tan presto, pero nos dieron la licencia para decir la misa,
adonde teníamos para Iglesia y así nos la dijeron… Viniendo el sacerdote adonde
habíamos de comulgar, llegando a recibirle, junto al sacerdote se me presentó
el caballero que he dicho, con el rostro resplandeciente y alegre. Me agradeció
lo que había hecho por él para que saliese del purgatorio y fuese su alma al
cielo… Gran cosa es lo que agrada a nuestro Señor cualquier servicio que se
haga a su Madre y grande es su misericordia” (Fundaciones 10).
Veamos otras de sus experiencias: “Había muerto un provincial… Estando
pidiendo por él al Señor lo mejor que podía, me pareció salía del profundo de
la tierra a mi lado derecho y vi la subir al cielo con grandísima alegría. Él
era ya bien viejo, mas vi la de edad de treinta años y aún menos me pareció, y
con resplandor en el rostro” (Vida 38,26). Otra vez “habíase muerto una monja
en casa, hacía poco más de día y medio. Estando diciendo una lección de
difuntos, la vi que se iba al cielo. Otra monja también se murió en mi misma
casa. Ella, de hasta dieciocho o veinte años siempre había sido enferma y muy
sierva de Dios. Estando en las Horas, antes que la enterrasen, harían cuatro
horas que era muerta, entendí salir del mismo lugar e irse al cielo” (Vida
38,29). En otra ocasión, “habíase muerto un hermano de la Compañía de Jesús y
estando encomendándole a Dios y oyendo misa de otro Padre de la Compañía por
él, dióme un gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha gloria y al
Señor con él” (Vida 38,30).
“Un fraile de nuestra Orden (Fray Diego Matías), harto buen fraile,
estaba muy mal y estando yo en misa me dio un recogimiento y vi cómo era muerto
y subir al cielo sin entrar en el purgatorio. Yo me espanté de que no había
entrado en el purgatorio… De todos los que he visto, ninguno ha dejado de
entrar en el purgatorio, si no es este Padre, el santo Fray Pedro de Alcántara
y otro Padre dominico que queda dicho. De algunos ha sido el Señor servido que
vea los grados que tienen de gloria. Es grande la diferencia que hay de unos a
otros” (Vida 38,3 1-32).
SANTA CATALINA DE
RICCI
(1522-1590) se dice que el 19 de octubre de 1587, murió Francisco, gran
duque de Toscana y gran bienhechor de la santa y de su monasterio. Ella le
pidió a Dios tomar sobre sí todas las penas que él debería sufrir en el
purgatorio. Durante cuarenta días ocurrió un fenómeno inexplicable para los
médicos. Su cuerpo parecía como de fuego, no podían tocarla sin quemarse, hasta
el punto que su celda parecía que estuviera en llamas. Era un sufrimiento verla
sufrir sin poderla ayudar. Cuando pasaron los cuarenta días y todas las penas
le fueron descontadas al duque, Catalina volvió a ser la persona normal de
siempre. Y el duque se le apareció, glorioso y resplandeciente, porque ya iba
al cielo. Este caso, al igual que el de otros santos, es un caso extraordinario
de expiación vicaria a favor de las almas del purgatorio.
P. DOMINGO DE JESÚS
Y MARÍA
En los documentos del proceso de beatificación del P. Domingo de Jesús y
María, carmelita, muerto en 1630, se cuenta que, cuando lo mandaron sus
superiores a Roma, en la habitación del convento encontró una calavera, que
según la costumbre de entonces le ayudaría a pensar en la muerte. Una noche oyó
una voz que salía de la calavera: “Nadie se acuerda de mí”. Se puso a orar,
echó agua bendita y escuchó: “Agua, agua, misericordia, misericordia”.
Y de nuevo la voz del difunto le dijo que era un alemán, que había
muerto al llegar a Roma a visitar los santos lugares, que estaba enterrado en
el cementerio, pero estaba en el purgatorio y nadie se acordaba de él. El P.
Domingo rezó mucho por él y a los pocos días se le apareció lleno de belleza
esplendorosa para agradecerle por su liberación.
VBLE. MARÍA DE JESÚS
AGREDA
(1602-1665) fue varias veces al purgatorio a visitar a las almas. En una
ocasión oyó que le decían: “María de Jesús, acuérdate de mí” y conoció a una
mujer de la villa de Agreda, que se llamaba María Lapiedra y que había muerto
en Murcia.
Cuando murió la reina Isabel de Borbón, el 6 de octubre de 1644, se le
apareció varias veces para pedirle oraciones. Dice en sus escritos: “El día de
las ánimas, dos de noviembre de este año de mil seiscientos y cuarenta y cinco,
estando en los maitines y oficio que hace la iglesia por los difuntos, se me
manifestó el purgatorio con grande multitud de almas, que estaban padeciendo y
me pedían las socorriese. Conocí muchas, incluida la de la reina y otra de una
persona que yo había tratado y conocido antes. Yo me admiré de que el alma de
la reina, después de tantos sufragios y misas como se habían ofrecido por ella,
estaba todavía en el purgatorio, aunque sólo había pasado un año y veintiséis
días de su muerte… Llegada la noche vi algunos ángeles en la celda con grande
hermosura y me dijeron que iban al purgatorio a sacar el alma de la reina por
quien yo había pedido… Y los ángeles la llevaron al eterno descanso, que gozará
mientras Dios fuere Dios”.
También se le apareció el príncipe heredero Don Baltasar Carlos, que
murió el nueve de octubre de 1646. Dice ella: “Para consolarme, el Altísimo me
manifestó que el príncipe se había salvado, aunque era menester ayudarle mucho,
porque tenía grandes penas en el purgatorio. A los siete u ocho días después de
su muerte, estando en el coro, se me apareció su alma y me dijo: Sor María, el
ángel santo de mi guarda, que es el que me ha consolado desde que se apartó mi
alma del cuerpo, me ha declarado cómo ayudaste a mi madre la reina en el
purgatorio y me ha encaminado por voluntad divina y traído a tu presencia para
que te pida oraciones… Estos aparecimientos del alma de su Alteza se me fueron
continuando otras veces… El alma del príncipe estuvo en el purgatorio ochenta y
tres días, que hay desde el nueve de octubre de 1646 hasta el primero de enero
de 1647, pero he conocido que, por particulares socorros y por la especialísima
misericordia del todopoderoso, se le aliviaron mucho las penas “.
Del proceso apostólico sobre su beatificación tomamos el siguiente
suceso extraordinario, de un muerto que resucita para confesarse Veamos lo que
dice al respecto el testigo Padre Arriola en su declaración jurada: “Llevaron
al convento de la sierva de Dios un arca grande sin noticia del convento ni de
la Madre ni de ninguna otra religiosa. Pidieron al sacristán menor que les abriese
la puerta de la iglesia para poner en custodia aquella arca… que era de
mercadería… Estando en oración, la sierva oyó unos gemidos tristes y profundos
lamentos. Atenta hacia el lugar de donde salían, le pareció que los despedía la
boca de algún sepulcro… Y le fue revelado que aquellos lamentables suspiros
eran de un alma que acabó impenitente la mortal vida y que su cuerpo estaba en
un arca que habían puesto en la iglesia… Y le dijo el mismo Dios a su sierva
que, con toda prudencia y brevedad, dispusiese llamar a un confesor para que
oyese en confesión al miserable infeliz en quien resplandeció la mayor
misericordia… Mandó llamar al Padre Francisco Coronel… En llegando él, le dijo
todo el suceso referido. Y éste se llegó adonde estaba el arca, de la cual se
levantó el difunto. Y después de haber hecho humildísima post ración y
adoración al Santísimo sacramento del altar y haber estado un breve rato en
cruz, vino a los pies del confesor e hizo una confesión dolorosa y verdadera.
Dióle la absolución y muy inmediatamente el difunto volvió al arca con
imponderables demostraciones de rendimiento y agradecimiento… Y los mismos que
habían llevado el cadáver se lo llevaron”.
SAN ALFONSO MARÍA DE
LIGORIO
Otro caso parecido lo cuenta San Alfonso María de Ligorio en su obra
“Las glorias de María”. Había una joven, llamada Alejandra, que era pretendida
por dos jóvenes. Ambos vinieron un día a las manos y quedaron muertos los dos
en medio de la calle. Por haber sido ella la causa de la muerte de los dos
jóvenes, sus parientes la degollaron y echaron su cabeza en un pozo. A los
pocos días, pasó por allí Santo Domingo de Guzmán e, inspirado por Dios, miró
hacia el pozo y dijo: “Alejandra, sal fuera”. Y Alejandra apareció viva,
pidiendo confesión. El santo la confesó y le dio la comunión en presencia de
mucha gente que pudo atestiguar el hecho. Dice San Alfonso María de Ligorio:
“La joven dijo que, cuando le cortaron la cabeza, estaba en pecado mortal, pero
la Virgen le había dado esta oportunidad de confesarse, porque había rezado el
rosario todos los días. Después de esto, fue su alma al purgatorio. Al cabo de
otros quince días, se apareció al mismo Santo Domingo más hermosa y
resplandeciente que el mismo sol y le declaró que uno de los sufragios más
eficaces, que tienen las benditas almas del purgatorio, es el santo rosario.
Dicho esto, vio el glorioso Santo Domingo entrar su alma llena de alegría en la
mansión de la bienaventuranza eterna“
SANTA MARGARITA
MARÍA DE ALACOQUE
(1647-1690), en su Autobiografía, dice que “encontrándome delante del
Santísimo Sacramento el día de la fiesta del Corpus Christi se me apareció de
repente una persona envuelta en fuego. Su estado lamentable me hizo entender
que estaba en el purgatorio. Me dijo que era el alma de un benedictino que, una
vez, me había confesado y dado la comunión. Por esto, el Señor le había
concedido el favor de poder dirigirse a mí para conseguir una reducción de sus
penas. Me pidió de ofrecer por él por tres meses, todos mis sufrimientos y
todas mis acciones. Al fin de los tres meses, lo vi lleno de alegría y de
esplendor, cómo iba a gozar de la felicidad eterna y me agradeció diciéndome
que velaría sobre mí junto a Dios”.
“Nuestra madre me permitió en favor de las almas del purgatorio pasar la
noche del jueves santo (15 abril 1683) delante del Santísimo Sacramento y allí
estuve una parte del tiempo toda como rodeada de estas pobres almas con las que
he contraído una estrecha amistad. Me dijo el Señor que Él me ponía a
disposición de ellas durante este año para que les hiciere todo el bien que
pudiese. Están frecuentemente conmigo y las llamo mis amigas pacientes” (carta
22 a la Madre Saumaise).
“Esta mañana, domingo del Buen pastor (2 de mayo 1683), dos de mis
buenas amigas pacientes han venido a decirme adiós en el momento de despertarme
y que éste era el día en el que el soberano pastor las recibía en su redil
eterno, con más de un millón de otras almas, en cuya compañía marchaban con
cánticos de alegría inexplicable. Una es la buena madre Monthoux y la otra mi
hermana Juana Catalina Gascon, que me repetía sin cesar estas palabras: El amor
triunfa, el amor goza. El amor en Dios se regocija. La otra decía: Qué
bienaventurados son los muertos que mueren en el Señor y las religiosas que
viven y mueren en la exacta observancia de su Regla… Como yo les rogara que se
acordasen de nosotras, me han dicho, al despedirse, que la ingratitud jamás ha
entrado en el cielo” (carta XXIII a Madre Saumaise del 2 de mayo de 1683).
“La primera vez que vi a la hermana J.F. después de su muerte me pidió
misas y varias otras cosas. Le ofrecí seis meses cuanto hiciera y padeciera y
no me han faltado sufrimientos. Me dijo: Hay tres cosas que me hacen sufrir más
que todo lo demás. La primera es el voto de obediencia que he observado tan
mal, pues no obedecía más que en aquello que me agradaba. La segunda, el voto
de pobreza, pues no quería que nada me faltase, proporcionando varios alivios a
mi cuerpo… Ah, qué odiosas son a los ojos de Dios las religiosas que quieren
tener más de lo que es verdaderamente necesario y que no son completamente
pobres. La tercera es la falta de caridad y haber sido causa de desunión y
haberla tenido con las otras” (carta 31 a Madre Saumaise del 20-4-1685).
SUSANA MARÍA DE
RIANTS
(1639-1724), religiosa visitandina del convento de L’Antiquaille de Lyon
(Francia), tenía el carisma de ser visitada, frecuentemente, por las almas del
purgatorio. Ella escribe: “Un día, al comenzar la oración de la tarde, Jesús me
presentó un alma que había muerto hacía dieciocho años. Era madre de varias
religiosas. Ese mismo día yo había tenido el fuerte deseo de orar por ella. Se
me presentó y me habló de la bondad de Dios y cómo era muy importante cumplir
en todo la voluntad de Dios. El Señor la liberó en ese mismo momento y fue
resplandeciente y gloriosa con Él al cielo“.
“El 16 de marzo de 1686, en la oración de la tarde, vi interiormente a
Jesucristo que, muy contento, me presentaba el alma de una de mis parientes
muerta hacía nueve o diez años. Ella había vivido viuda durante treinta años y
me dijo que la mayor pena que tenían las almas del purgatorio era haber perdido
muchas ocasiones de sufrir por Dios… Si un alma pudiera venir de nuevo a la
tierra, aceptaría con amor todos los sufrimientos que el Señor quisiera
enviarle. Me dijo: No pierdas ninguna ocasión de sufrir por Dios… Y se fue al
cielo resplandeciente de gloria “.
“Un día, durante la misa, tuve la fuerte inspiración de pedir por el
alma de uno de mis amigos y bienhechores del monasterio, que había muerto hacía
diez años y algunos meses. Cuando el sacerdote elevaba la hostia, vi a Jesús
que oraba por él al Padre. El difunto estaba presente en la misa y estaba
prosternado con profundo agradecimiento ante el Salvador Por la tarde, a las
cuatro o cinco, vino a decirme que iba a la gloria del cielo y me daba las
gracias por mis oraciones “.
SANTA CRESCENCIA DE
HOSS
(1682-1794) se cuenta que, cuando murió su director espiritual el P.
Ignacio Vagener, jesuita, el 19 de octubre de 1716, ella lo vio en el coro
junto a ella como un fantasma blanco. Ella rezó por él, sin saber quién era,
aunque sí que era un alma purgante. El día 21 se le apareció de nuevo y lo
reconoció. Ella rezó mucho por él y el día 23 se le apareció otra vez lleno de
esplendor para agradecerle sus oraciones.
SANTA VERÓNICA GIULIANI
(1660-1727) escribe en su Diario: “Mi ángel me obtuvo que una de estas
almas del purgatorio me hablase y me dijo: Tened compasión de mí. No hay
criatura viva que pueda entenderlo atroces que son estas penas. Tened compasión
de mí. La encomendé a la Virgen y me pareció ver la dicha de esa alma que me
dijo: Ahora he sabido que pronto saldré de aquí por vuestra caridad. GRACIAS.
Al poco tiempo, la vi libre de las penas, toda bella y gloriosa con un
grandísimo resplandor Parecía un nuevo sol y puesta junto al sol natural, ella
habría sido más luminosa, y el sol mismo, junto a ella, parecía tinieblas “.
VBLE. ANA CATALINA
EMMERICK
(1774-1824) dice que, siendo niña, fue conducida por su ángel al
purgatorio. “ vi allí muchas almas que sufrían vivos dolores y que me
suplicaban orara por ellas. Parecía un profundo abismo… Allí vi hombres
silenciosos y tristes en cuyo rostro se conocía, sin embargo, que en su corazón
se alegraban como si pensaran en la misericordia de Dios. Conocí que aquellas
pobres almas padecían interiormente grandes penas. Cuando oraba con fervor por
las benditas ánimas oía muchas veces al oído voces que me decían: Gracias,
gracias… Siendo mayor iba a misa a Koesfeld. Para orar mejor por las ánimas
benditas tomaba un camino solitario. Si todavía no había amanecido, las veía de
dos en dos oscilar delante de mí como brillantes perlas. El camino se me hacía
claro y yo me alegraba de que las ánimas estuvieran en torno mío, porque las
conocía y las amaba mucho, pues también por la noche venían a mí y me pedían
auxilio… Dios me ha dado la gracia, muchas veces, de ver subir al cielo con
infinita alegría a muchas almas del purgatorio.
¡Cuántas gracias he recibido de las benditas almas! ¡Cuánto se las
olvida, mientras que ellas suspiran ardientemente por ayuda!
Todo lo que hacemos por ellas les causa una inmensa alegría… Allí en el
purgatorio he visto a protestantes que han vivido piadosamente en su
ignorancia. Están abandonados, porque carecen de oraciones… También me he dado
cuenta de que el poder aparecerse para pedir auxilio y sufragios es una gracia
señalada que Dios da a algunas almas… Triste cosa es que las almas benditas
sean ahora tan pocas veces socorridas. Es tan grande su desdicha que no pueden
hacer nada por sí mismas. Pero, cuando uno ruega por ellas o sufre por ellas o
da una limosna por ellas, en ese mismo momento se ponen tan contentas como
aquel a quien dan de beber agua fresca, cuando está a punto de desfallecer de
sed… Los santos del cielo no pueden hacer nada por ellas. Todo lo tienen que
esperar de nosotros… El sacerdote que rece devotamente las horas, con intención
de satisfacer portas negligencias de estas almas, puede procurarles un
indecible consuelo. Además, la bendición sacerdotal penetra hasta el purgatorio
y consuela como rocío del cielo a las almas a quienes con fe firme bendice el
sacerdote “.
“He visto a un sacerdote muy piadoso y caritativo que murió anoche a las
nueve. Ha pasado tres horas en el purgatorio por haber perdido el tiempo en
hacer bromas. Este sacerdote tenía que haber permanecido varios años en el
purgatorio, pero ha sido socorrido con muchas misas y oraciones. A este
sacerdote lo he conocido mucho” (3 1-12-1820).
“Hoy he visto un jabalí muy grande y espantoso que salía asomando de un
lugar profundo y maloliente. Yo temblaba y me estremecía. Era el alma de una
dama de París. Me dijo que yo no podía rogar por ella, puesto que no había
posibilidad de ayudarla, ya que debía permanecer en el purgatorio hasta el fin
del mundo, pero que debía rogar por su hija para que se convirtiese y no
cometiera pecados como ella” (13-7-1821).
“No puedo explicar la compasión que me causa ver a las almas del
purgatorio. Pero nada hay más consolador que contemplar su paciencia y ver cómo
se alegran las unas de la salvación de las otras. He visto niños también en ese
lugar” (2-11-1822).
BEATA ISABEL CANOURA
(1774-1825) escribe en su Diario: “El 17 de junio de 1814 se me presentó
el Papa Pío VI (muerto en 1799) y me pidió que rogara por él, porque todavía
estaba en el purgatorio… Me dijo: Vete a tu padre espiritual y él te
manifestará lo que debes hacer para obtenerme esta gracia. Te prometo no
abandonarte nunca y ser tu protector desde el cielo… Mi padre espiritual me
pidió ir cinco veces a la iglesia de Santa María la Mayor a visitar el altar de
San Pío V y rezarle por la libe ración de su sucesor… Al día siguiente, a la
hora de vísperas, me fue asegurado que entraba en el paraíso… El 19 de junio,
en la comunión, vi a este santo pontífice delante del trono de Dios “.
“El 8 de noviembre de 1819, después de la comunión, se me apareció el
alma del cardenal Scotti y me dijo: La divina justicia me había condenado al
purgatorio por espacio de 30 años y el Señor me ¡ibera ahora… Tus penitencias,
ayunos y oraciones, han dado compensación a la justicia divina, por los méritos
infinitos del divino Redentor, a cuyos méritos uniste tu penitencia, ayunos y
oraciones a favor mío. Ahora me voy al cielo a gozar del inmenso bien por toda
una interminable eternidad”.
“El 2 de noviembre de 1822 recordé que comenzaba el octavario por los
fieles difuntos y oré al Señor con fervor por ellos. Le dije: Dame la llave de
esta horrible cárcel, como otras veces te has dignado darme, porque siento un
gran deseo de sacar del purgatorio a aquellas almas santas. Os suplico esta
gracia por los méritos infinitos de vuestra pasión y muerte.., el Señor me
dijo: Preséntate a aquella cárcel y dales la consoladora noticia de que pronto
estarán conmigo en el paraíso. En aquel momento, aparecieron tres ángeles, que
me acompañaron a la cárcel del purgatorio… No me es posible decir la alegría y
consolación de aquellas almas y cuánto fue su agradecimiento y alabanza a la
infinita misericordia de Dios. Al día siguiente, fu a la iglesia y estuve más
de tres horas orando por las almas del purgatorio y el Señor se dignó mostrarme
el triunfo de su misericordia y vi a aquellas almas que en filas, acompañadas
de sus ángeles custodios, entraban gloriosas y triunfantes en el cielo. Todos
los días del octavario ocurrió lo mismo y así por nueve días… Se puede decir
que en nueve enormes hileras (una cada día) se despobló el purgatorio. No puede
haber vista más bella que ésta y que demuestra la infinita misericordia de Dios
y el gran triunfo de los infinitos méritos de la preciosísima sangre de Jesucristo
“.
BEATA ANA MARÍA
TAIGI
(1769-1837) asistió al funeral del cardenal Doria y el Señor le hizo
entender que los cientos de misas que el purpurado había dejado encargadas no
le servirían a él sino a los pobres, porque durante su vida no había rezado por
las almas del purgatorio.
Esto también nos podría suceder a nosotros, si en vida, no nos
preocupamos de ellas. Al fin de cuentas, Dios es el que distribuye los
sufragios ofrecidos por nosotros y no basta con dejar dinero para misas. Más
vale “oír” una misa en vida que cien después muertos.
SAN LUIS ORIONE
Escribió una carta a Don De Filippi el 25 de setiembre de 1897 en la que
escribió: “No hace ni 10 minutos que ha estado, en esta habitación en que te
escribo, tu sobrino De Filippi Felice. He estado conversando con él durante
media hora, para mi alegría y consolación. Sabía que estaba hablando con un
muerto y me he quedado con mucha paz. Él rezará por nosotros, pero nosotros
debemos rezar por él. Oh, estoy muy contento de haberlo visto. Tenía los ojos
bellos como los ojos de uno que es inocente. Recemos por él“.
SANTA GEMA GALGANI
(1878-1903) tenía hecho el voto de ánimas a favor de las almas del
purgatorio y todos los días pedía especialmente por ellas. Cuando murió la
religiosa pasionista Madre María Teresa, el 16 de julio de 1900, ella rezó
mucho por su alma. Dice en su Diario: “Hoy el ángel de la guarda me ha dicho
que Jesús quería que sufriera esta noche unas dos horas… por un alma del
purgatorio. Sufrí, de hecho, dos horas como quería Jesús por la Madre María
Teresa” (9-8-1900). “El día de la Asunción de María me pareció que me tocaban
en la espalda. Me di media vuelta y vi a mi lado una persona vestida de blanco.
Esta persona me preguntó: ¿Me conoces? Yo soy la Madre María Teresa. He venido
para darte gracias por lo que me has ayudado. Prosigue aún. Unos días más y
estaré eternamente feliz… Finalmente, ayer por la mañana, después de la santa
comunión, Jesús me dijo que hoy, después de medianoche volaría al cielo… 1’
efectivamente, así fue… Vi llegar a la Virgen acompañada de su ángel de la
guarda. Me dijo que su purgatorio había terminado y que se iba al cielo… Estaba
muy contenta ¡Si la hubiera visto! Vinieron a buscarla Jesús y su ángel de la
guarda. Y Jesús al recibirla le dijo: Ven, oh alma, que me has sido tan
querida. Y se la llevó” (Cartas a Mons. Volpi, 10-8-1900).
Gema rezaba cada día cien “réquiem” por las almas del purgatorio. Su
ángel la estimulaba en este deseo de liberar a estas almas. Un día le dijo:
“Cuánto tiempo hace que no has rogado por las almas del purgatorio? Desde la
mañana no había rogado por ellas. Me dijo que le gustaría que, cualquier cosa
que sufriera, la ofreciera por las almas del purgatorio. Todo pequeño
sufrimiento las alivia, sí, hija, todo sacrificio por pequeño que sea, las
alivia” (Diario, 6-8-1900).
Sor Lucía, en la primera aparición de Fátima del 13-5- 1917, dice en sus
“Memorias” que le preguntó a la Virgen:
– ¿Está María Nieves en el cielo?
– Sí, está. (Me parece que debía tener unos dieciséis años).
– Y ¿Amelia?
– Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo (Me parece que debía
tener de dieciocho a veinte años).
¿Qué pecado podría haber cometido para estar en el purgatorio hasta el
fin del mundo? ¿El aborto?
SANTA FAUSTINA
KOWALSKA
(1905-1938), dice en sus escritos autobiográficos: “Un día vi a mi ángel
custodio que me ordenó seguirle. En un momento me encontré en un lugar nebuloso
lleno de fuego y en él una multitud de almas sufrientes. Éstas rezan con
fervor, pero sin eficacia para ellas mismas. Solamente nosotros podemos
ayudarlas. Y les pregunté a aquellas almas cuál era su mayor sufrimiento. Me
contestaron unánimemente que su mayor sufrimiento es la añoranza de Dios (el
gran deseo de amarle). Oí una voz que me dijo: Mi misericordia no quiere esto,
pero lo exige mi justicia” (1,7). “Una noche vino a visitarme una de nuestras
hermanas difuntas, que ya había venido alguna vez anteriormente. Cuando la vi
la primera vez, estaba en un estado de gran sufrimiento. Después, la he visto
en condiciones cada vez de menos sufrimiento. Y en esta oportunidad, la vi
resplandeciente de felicidad y me dijo que estaba ya en el paraíso” (Cuaderno
II N°57). “Otra noche vino a yerme Sor Dominica y me hizo entender que estaba
muerta. Recé mucho por ella. A la mañana siguiente el Señor me hizo entender
que todavía sufría en el purgatorio. Recé dos días por ella. Al cuarto día vino
a decirme que todavía le faltaban algunas oraciones. Y seguí orando hasta su
completa liberación” (10-11-1937).
TERESA NEUMANN
(1898-1962), la estigmatizada alemana, se cuenta que, muchas veces, se
le aparecían las almas del purgatorio para pedirle ayuda.
Un día se le apareció el párroco de su infancia, que la había bautizado
y dado la primera comunión. El 23 de noviembre de 1928 ayudó a salir al último
párroco católico de Arzberg antes de que se introdujera allí el protestantismo.
La noche del Corpus Christi de 1931, se le apareció su madrina Forster, muerta
recientemente, Teresa rezó por ella y la vio brillante subiendo al cielo.
SANTO P. PÍO
(1887-1968) un día de otoño de 1917, estando solo, rezando el rosario,
se adormiló junto al fogón del convento y, al despertar, vio junto a sí a un
anciano envuelto en un capote. Al preguntarle qué hacía allí y quién era, le
respondió que había muerto quemado en ese convento y quería descontar allí su
purgatorio. El P. Pío le prometió rezar por él. Un día le contó este suceso al
P. Paolino y éste fue al municipio a ver los registros y encontró que,
efectivamente, estaba registrado el nombre de un anciano, que había muerto quemado
en aquel convento. El muerto era Mauro Pietro (1831-1908).
Otro suceso lo refiere el cronista provincial de los Padres capuchinos
de la Provincia de Foggia con fecha 29 de febrero de 1937. Dice así: “El día 29
de diciembre de 1936, el P. Jacinto de 5. Elías se acercó a San Giovanni
Rotondo para visitar al R Pío y le recomendó que rezara por el P.
Giuseppantonio, porque estaba muy grave. El día 30 a las 2 p.m. el P Pío vio en
su habitación al P. Giuseppantonio y le dice. ¿Me han dicho que estás gravemente
enfermo y estás aquí? Entonces el P. Giuseppantonio, haciendo un gesto le dice:
Eh, ahora ya se me han pasado todas mis enfermedades. Y desapareció “. Esto se
lo contó el P. Pío al Padre provincial P. Bernardo, quien firma esta crónica
junto con el cronista, P. Fernando de San Marcos in Lamis.
EDUVIGIS CARBONI
La estigmatizada de Cerdeña, muerta en Roma en 1952 con fama de
santidad, cuenta en su Diario que un día, mientras rezaba delante de un
crucifijo, se le presentó una persona rodeada de llamas de fuego y oyó una voz
triste que le decía: “Soy N.N. El Señor me ha permitido venir a ti para que me
ayudes y me consueles en las penas que debo padecer en el purgatorio. Ofrece
por mí todas tus oraciones durante dos años para salir de aquí y entrar en la gloria
“. Otro día, en octubre de 1943, se le presentó un hombre vestido de oficial.
Le dijo: “He muerto en la guerra y quisiera que celebren por mí unas misas, y
que tú y tu hermana ofrezcan por mí las comuniones”. Después de varios días, se
presentó de nuevo resplandeciente, diciéndole: “Soy ruso y me llamo Pablo
Vischin. Ahora voy al paraíso y rezaré por vosotras. Gracias “.
TERESA MUSCO
(1943-1976), la estigmatizada de Caserta (Italia), cuenta que el 2 de
noviembre de 1962, no pudiendo ir al cementerio, como hubiera deseado por ser
el día de los difuntos, oró desde su casa con todo fervor por las almas del
purgatorio. En las primeras horas de la tarde, mientras seguía orando, vio en
su habitación muchas personas. Les preguntó:
“¿Qué queréis?”. Ellas la saludaron con mucha alegría y le dijeron: “Nos
has liberado del purgatorio con tus oraciones y venimos a darte las gracias “.
Después, desaparecieron, resplandecientes de alegría y amor.
Muchos otros santos nos hablan del purgatorio, pero es suficiente con lo
expuesto para creer en él.
“En el cielo no puede entrar nada manchado” (Ap. 21.27)
SANTA MARÍA
MAGDALENA DE PAZZI
(1566-1607) Monja carmelita, gran mística que frecuentemente caía en
éxtasis. Fue objeto de los más extraordinarios fenómenos místicos y dones
recibidos de Nuestro Señor. Brilló en ella la práctica de las virtudes.
Mortificaba su cuerpo con frecuentes sacrificios. Comulgaba diariamente
sintiéndose muy unida a Jesucristo. Fue maestra de novicias. Murió llena de
méritos en el año 1607 y al año de su muerte se abrió su sepulcro y su cuerpo
se halló fresco, entero y flexible.
Durante un éxtasis previo a su muerte Santa Magdalena de Pazzi tuvo la
gracia de ver y visitar el Purgatorio. Recorriendo las diversas estancias
preparadas por la Misericordia y Justicia divinas, la santa de la pureza
comprendió la Santidad de Dios, la maldad del pecado y del porque Dios le había
revelado los sufrimientos del Purgatorio.
He aquí cómo nos describe este santo lugar.
Contaré un suceso que aconteció a Santa Magdalena de Pazzi tal como fue
relatado por el Padre Cepari en la historia de la vida de la Santa.
“Un tiempo antes de su muerte, que tuvo lugar en 1607, la sierva de
Dios, Magdalena de Pazzi, se encontraba una noche con varias religiosas en el
jardín del convento, cuando entró en éxtasis y vio el Purgatorio abierto ente
ella. Al mismo tiempo, como ella contó después, una voz la invitó a visitar
todas las prisiones de la Justicia Divina, y a ver cuán merecedoras de
compasión son esas almas allí detenidas.
En ese momento se la oyó decir: “Si, iré”. Consintió así a llevar a cabo
el penoso viaje. De hecho a partir de entonces caminó durante dos horas
alrededor del jardín, que era muy grande, parando de tiempo en tiempo. Cada vez
que interrumpía su caminata, contemplaba atentamente los sufrimientos que le
mostraban. Las religiosas vieron entonces que, compadecida, retorcía sus manos,
su rostro se volvió pálido y su cuerpo se arqueó bajo el peso del sufrimiento,
en presencia del terrible espectáculo al que se hallaba confrontada.
Entonces comenzó a lamentarse en voz alta, “¡Misericordia, Dios mío,
misericordia! Desciende, oh Preciosa Sangre y libera a estas almas de su
prisión. ¡Pobres almas! Sufren tan cruelmente, y aún así están contentas y
alegres. Los calabozos de los mártires en comparación con esto eran jardines de
delicias. Aunque hay otras en mayores profundidades. Cuan feliz debo estimarme
al no estar obligada a bajar hasta allí.
Sin embargo descendió después, porque se vio forzada a continuar su
camino. Cuando hubo dado algunos pasos, paró aterrorizada y, suspirando
profundamente, exclamó” ¡Qué! ¡Religiosos también en esta horrenda morada!
¡Buen Dios! ¡Como son atormentados! ¡Oh, Señor!”. Ella no explicó la naturaleza
de sus sufrimientos, pero el horror que manifestó en contemplarles le causaba
suspiros a cada paso. Pasó de allí a lugares menos tristes. Eran calabozos de
las almas simples y de los niños que habían caído en muchas faltas por
ignorancia. Sus tormentos le parecieron a la santa mucho más soportables que
los anteriores. Allí solo había hielo y fuego. Y notó que las almas tenían a
sus Ángeles guardianes con ellas, pero vio también demonios de horribles formas
que acrecentaban sus sufrimientos.
Avanzando unos pocos pasos, vio almas todavía más desafortunadas que las
pasadas, y entonces se oyó su lamento, “¡Oh! ¡Cuán horrible es este lugar; está
lleno de espantosos demonios y horribles tormentos! ¿Quiénes, oh Dios mío, son
las victimas de estas torturas? Están siendo atravesadas por afiladas espadas,
y son cortadas en pedazos”. A esto se le respondió que eran almas cuya conducta
había estado manchada por la hipocresía.
Avanzando un poquito más, vio una gran multitud de almas que eran
golpeadas y aplastadas bajo una gran presión, y entendió que eran aquellas almas
que habían sido impacientes y desobedientes en sus vidas. Mientras las
contemplaba, su mirada, sus suspiros, todo en su actitud estaba cargada de
compasión y terror.
Un momento después de su agitación aumentó, y pronunció una dolorosa
exclamación. Era el calabozo de las mentiras el que se abría ante ella. Después
de haberlo considerado atentamente, dijo, “Los mentirosos están confinados a
este lugar de vecindad del Infierno, y sus sufrimientos son excesivamente
grandes. Plomo fundido es vertido en sus bocas, los veo quemarse, y al mismo
tiempo, temblar de frío”.
Luego fue a la prisión de aquellas almas que habían pecado por
debilidad, y se le oyó decir: “Había pensado encontrarlas entre aquellas que
pecaron por ignorancia, pero estaba equivocada: ustedes se queman en un fuego
más intenso”.
Más adelante, ella percibió almas que habían estado demasiado apegadas a
los bienes de este mundo, y habían pecado de avaricia.
“Que ceguera”, dijo,” ¡las de aquellos que buscan ansiosamente la
fortuna perecedera! Aquellos cuyas antiguas riquezas no podían saciarlos
suficientemente, están ahora atracados en los tormentos. Son derretidos como un
metal en un horno”.
De allí pasó a un lugar donde las almas prisioneras eran las que se
habían manchado de impureza. Ella las vio en tan sucio y pestilente calabozo,
que la visión le produjo náuseas. Se volvió rápidamente para no ver tan
horrible espectáculo.
Viendo a los ambiciosos y a los orgullosos, dijo “Contemplo a aquellos
que deseaban brillar ante los hombres; ahora están condenados a vivir en esta
espantosa oscuridad”.
Entonces le fueron mostradas las almas que tenían la culpa de ingratitud
hacia Dios. Estas eran presas de innombrables tormentos y se encontraban
ahogadas en un lago de plomo fundido, por haber secado con su ingratitud la
fuente de la piedad.
Finalmente, en el último calabozo, ella vio aquellos que no se habían
dado a un vicio en particular, sino que, por falta de vigilancia apropiada
sobre si mismos, habían cometido faltas triviales. Allí observó que estas almas
tenían que compartir el castigo de todos los vicios, en un grado moderado,
porque esas faltas cometidas solo alguna vez las hacen menos culpables que
aquellas que se cometen por hábito.
Después de esta última estación, la santa dejó el jardín, rogando a Dios
nunca tener que volver a presenciar tan horrible espectáculo: ella sentía que
no tendría fuerza para soportarlo. Su éxtasis continuó un poco más y
conversando con Jesús, se le oyó decir: “Dime, Señor, el porqué de tu designio
de descubrirme esas terribles prisiones, de las cuales sabía tan poco y
comprendía aún menos…” ¡Ah! ahora entiendo; deseaste darme el conocimiento de
Tu infinita Santidad, para hacerme detestar más y más la menor mancha de
pecado, que es tan abominable ante tus ojos”.
SAN PASCASIO
(x – 512) Pascasio, diácono de Roma, fue varón de mucha santidad, grande
limosnero, favorecedor de pobres, humilde y muy penitente. Sucedió que,
pretendiendo el Pontificado Simaco, y Pascasio favoreció más de lo justo las
partes de Laurencio contra Simaco, sin que le bastase quedar Simaco con la
dignidad en voz de los más electores, tuvo con él sus repuntas, hasta que murió
el mismo Pascasio.
Llevaron a enterrar su cuerpo, y sobre las andas iva su dalmática y
vestido de diácono, la cual tocando un endemoniado, quedó sano. Pasó mucho
tiempo, y sucedió que Germano, obispo de Capua, por consejo de médicos, estando
enfermo, fue a se lavar a unas termas o baños, en los cuales vio y conoció al
Pascasio Diácono difunto, que servía allí a los que entraban a bañarse.
Admiróse de verle, y preguntó la causa por qué tan insigne varón estuviese en
semejante lugar, y respondió:
-No por otra causa estoy en este lugar penoso, sino porque seguí las
partes de Laurencio, que pretendía ser Papa contra Simaco. Ruégote que ruegues
a Dios por mí, y haciéndolo entenderás que te ha oído si, volviendo aquí, no me
vieres.
El obispo Germano hizo lo que le fue pedido, y volviendo desde algunos
días, vio que no estaba allí. Escribe este caso San Gregorio, en el libro
cuarto de sus Diálogos, capítulo cuarenta, y dice que por no haber pecado
Pascasio por malicia, sino por ignorancia, que le parecía que acertaba, padeció
solamente aquella pena. Y infiérase de lo dicho que aunque ay lugar proprio y
diputado para Purgatorio de las almas, que es uno de cuatro senos del Infierno,
porque uno, y el más profundo y mayor es el de los condenados, otro, donde
están los niños que mueren sin Baptismo, donde no ay pena de sentido, sino
privación de la vista buena de Dios, y el tercero, el Purgatorio de que
hablamos, | donde se purgan las almas de los que murieron en gracia de Dios,
mas llevaron culpas veniales o penas de vidas por los mortales ya perdonados, y
el cuarto, donde estuvieron las almas de los justos y amigos de Dios antes que
su Majestad muriese y las sacase de allí, y resucitando y subiendo a los Cielos
las llevase consigo; sin este Purgatorio, digo, que se infiere de lo que aquí dice
San Gregorio que algunas almas le padecen y son purgadas en otros lugares
particulares. Y el haber hecho Dios milagro por medio de la dalmática de
Pascasio, dice el mismo San Gregorio que fue en aprobación y abono de las
muchas limosnas que hizo en vida, y para corresponder con el crédito de
santidad que de él tenían todos, aunque convino y fue necesario que primero que
entrase en el Cielo purgase lo merecido por la culpa que por ignorancia avía dejado
de llorar.
SAN ALBERTO MAGNO
(1200-1280) Diversas personas oyeron decir, no una, sino muchas veces, a
Alberto Magno, Ministro General que fue de Predicadores, de cierto hombre cuya
vida era de buen ejemplo, y en los ojos de todos, buena y santa, que, estando
enfermo, y de enfermedad muy penosa, que rogó a Dios con lágrimas que con la
muerte pusiese fin a tanto mal y tormento como padecía en aquella enfermedad.
Apareciósele un ángel, y díjole que Dios avía oído su oración, y que le daba
a escoger, o que estuviese tres días en Purgatorio, o un año la enfermedad que
tenía, y que, cumplido, iría luego al Cielo. El enfermo, que sentía la pena
presente y no tenía experiencia de la ausente, dijo:
-Yo quiero morir luego, y no sólo tres días, sino cuanto más fuere la
voluntad de Dios ser atormentado en el Purgatorio.
-Sea como dices -dijo el ángel.
Y en la misma hora murió, y su alma fue a Purgatorio. Pasó un día, y
visitó el ángel en su tormento, diciéndole:
-¿Cómo te va, alma que escogiste tres días de Purgatorio por no padecer
un año de enfermedad?
Respondióle el alma:
-¿Y vos sois ángel? No debéis serlo, que los ángeles no engañan. Digísteme
que estaría tres días en estas penas, y han pasado muchos años y no me veo
libre de ellas.
El ángel le dijo:
-No los muchos años, sino la terribilidad del tormento te fuerça a dezir
lo que dizes, porque de los tres días sólo uno has estado en Purgatorio. Mas si
te agrada hazer nueva elección, tu cuerpo | no está aún sepultado, puedes
bolver a él, y por un año padecer la enfermedad que tenías.
Respondió el alma:
-No sólo un año, sino hasta la fin del mundo quiero más padecer el
tormento y pena de la enfermedad que los dos días que quedan de Purgatorio.
Fue vuelta al alma al cuerpo, y no sólo padeció con paciencia la
enfermedad, sino que refiriendo a muchos lo que le avía sucedido, los exortó a
penitencia. Lo dicho es de Gulielmo, en el libro De Apibus.
SANTA VIVIANA
PERPETUA
(300-360) Que de la Sinagoga el rito de rogar por los difuntos haya
pasado a la Iglesia de Jesucristo dan fe, entre otras, las Actas de los
Mártires, cuya autenticidad es indiscutible, y entre éstas las de Santa Viviana
Perpetua, escritas en gran parte por la misma Santa durante su prisión: actas
que se remontan al siglo III y en las cuales hallamos expresadas taxativamente
la fe en el Purgatorio y la eficacia de las oraciones por los difuntos.
Acusada esta santa mujer como cristiana, fue condenada a muerte.
Mientras se hallaba en la cárcel esperando el día de su combate final, le vino
al pensamiento Dinócrato, un hermanito suyo, muerto mucho antes, a la edad de
siete años, de un cáncer que había acabado con su vida. A este recuerdo púsose
orar por el alma del difunto, y poco después, por disposición
divina, tuvo una celeste visión. Vio al niño Dinócrato que salía de un lugar
tenebroso y lejano, en donde había sufriendo una gran multitud de almas. El
niño tenía el rostro melancólico y contrahecho, y
sintiéndose devorado por ardiente sed se acercó a un estanque buscando
refrigerio; pero no pudo conseguirlo a causa de la mucha altura del parapeto
que lo rodeaba. Viviana comprendió que su hermanito padecía y necesitaba ayuda,
y púsose a orar por él con más fervor para que fuese libertado de sus
padecimientos. Su oración fue escuchada. Poco después la Santa vio el mismo
lugar de antes, pero no ya cubierto de tinieblas; sino resplandeciente de
blanquísima luz y a su hermanito antes triste y apenado, lo vio lleno de gozo y
cubierto con hermosísima vestidura, que alegremente bebía del estanque por de
una concha que nunca se agotaba, y después de haberse saciado recreábase
alegremente, como suelen hacerlo los niños de aquella edad. Por donde ella
comprendió que su hermanito había sido librado de sus sufrimientos, y
experimentó un gozo inexplicable. Tal fue la visión de Santa Viviana Perpetua.
En la cual claramente se ve representado el Purgatorio por aquel lugar
tenebroso, las penas que en él las almas padecen, y la eficacia de la oración
para obtener la libertad de las mismas, en una palabra, toda la doctrina
católica acerca del Purgatorio.
Pues si consideramos que esta visión no sólo no fue desechada por sus
contemporáneos, sino que fue acogida con gran veneración y respeto, no sólo por
los simples fieles, sino hasta por Tertuliano, San Cipriano, San Agustín y por
muchos otros conspicuos personajes, conoceremos que ella constituye una buena
prueba de la fe que aquellos antiquísimos cristianos tenían en el Purgatorio
puesto que sin esta fe, o hubiesen rechazado esta visión, como una novedad
peligrosa, de la cual debían guardarse, o a lo menos no la hubieran recibido
sin alguna dificultad, tanto más cuanto que los cristianos de aquellos tiempos
eran continuamente amonestados para que huyesen de todo aquello que oliese a
innovación, a fin de que no corrieran el riesgo de caer en las nacientes
herejías.
SAN JUAN MACIAS
(1585-1645) Abogado de las Ánimas del Purgatorio. Nació Juan en
Ribera del Fresno, provincia de Badajoz, en 1585. Sus padres, Pedro de Arcas e
Inés Sánchez, modestos labradores, eran muy buenos cristianos, y dejaron en él
una profunda huella cristiana. Contaba Juan poco más de cuatro años cuando la
peste que asolaba Castilla segó la vida de sus padres, que eran unos modestos
labradores. Unos tíos de los niños, Mateos Sánchez e Inés Salguero, tutelaron a
estos dos niños huérfanos.
Todavía niño, su tío le encomienda a Juan un pequeño rebaño de ovejas.
Un día en que apacentaba el rebaño vio un resplandor que se le acercaba. El
mismo narra su encuentro con aquel personaje misterioso que le saludó diciendo:
“Juan, estás de enhorabuena”. Yo le respondí del mismo modo y él: “Yo soy Juan
Evangelista, que vengo del cielo y me envía Dios, para que te acompañe, porque
miró tu humildad. No lo dudes”. Y yo le dije: “Pues, ¿quién es ese San Juan
Evangelista?” Y él contestó: “El querido discípulo del Señor, uno de los doce
apóstoles. Y vengo a acompañarte de buena gana porque te tiene escogido para
Sí. Tengo que llevarte a unas tierras muy remotas y lejanas en donde habrás de
levantar templos. Y te doy por señal de esto que tu madre, Inés Sánchez, cuando
murió, de la cama subió al cielo y tu padre, Pedro Arcas, que murió primero que
ella, estuvo algún tiempo en el purgatorio pero ya tiene el premio de sus
trabajos en la gloria”. Cuando supe de mi amigo San Juan la buena noticia de
mis padres y la buena dicha mía, le respondí lleno de gozo: “Hágase en mí la
voluntad de Dios”.
En 1622, Juan Arcas Sánchez recibió el hábito en el convento dominico de
la Magdalena, en Lima. Se convirtió así en fray Juan Macías, y toda su vida la
pasó como portero del convento. Hombre de mucha oración, al estilo de San
Martín, también él fue visto en varias ocasiones orando al Señor elevado sobre
el suelo. Estando una noche en la iglesia oyó unas voces, procedentes del
Purgatorio, que solicitaban que intercediera por ellas con oraciones y
sacrificios. A esto se dedicó en adelante, toda su vida. Sus biógrafos
acertadamente le han llamado “el ladrón del purgatorio”.
Juan tenía la costumbre de rezar todas las noches, de rodillas, el
Rosario completo. Una parte la ofrecía por las almas del Purgatorio, otra por
los religiosos, y la tercera, por sus parientes, amigos y benefactores.
Oraba el Santo en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, cuando de
pronto una mano dio un golpe sobre el altar. Sobresaltado, vio a su lado una
sombra rodeada de llamas que le dijo: “Soy Fray Juan Sayago, que acabo de morir
y necesito muchísimo de tus oraciones y auxilios; para que, satisfaciendo con
ellos a la divina justicia, salga de estas penas expiatorias”, con lo cual
desapareció. Vivió este fraile en el Convento del Santísimo Rosario, contiguo a
la Iglesia de Santo Domingo, habiendo expirado a la misma hora en que se le
apareció a nuestro Santo. A la cuarta noche, hallándose Juan postrado en el
mismo altar, se le volvió a aparecer el alma de aquel fraile, ahora luminosa,
para decirle que gracias a sus oraciones y penitencias la Virgen lo había
sacado del Purgatorio y llevado a gozar de la bienaventuranza eterna.
A la hora de su muerte le reveló al prior del convento: “Por la
misericordia de Dios, con el rezo del santo Rosario, he sacado del purgatorio
un millón cuatrocientas mil almas. Cuando oraba en el templo, con frecuencia
oía el rumor suplicante de personas que le hablaban y no alcanzaba a ver pero
percibía claramente sus voces. ¿Fray Juan hasta cuando estaremos privada de ver
a Dios? Ayúdanos. ¿Quiénes son Uds.? Preguntaba Fray Juan, Somos las almas del
purgatorio les respondían. Acuérdate de nosotras. Socórrenos con tus oraciones,
para que salgamos de esta terrible soledad”.
En atención a estas frecuentes visitas y súplicas, fray Juan rezaba
incansablemente el santo Rosario. Visitaba con frecuencia a Jesús Sacramentado;
participaba en la santa misa y hacía muchas obras de caridad, con esta
intención. ”Orar por los muertos es cosa buena y santa”. (2 Mc.12, 45) Porque,
dice el Señor: “nada manchado entrará en el reino de los cielos”. En la vida
del hombre, hay muchas imperfecciones, negligencias e indiferencias que
purificar.
Una noche estaba rezando en la iglesia, y oye voces misteriosas: -Somos
almas del Purgatorio. ¡Socórrenos!… No necesitó más el Hermano. En adelante,
rezar y sacrificarse por las almas benditas fue para Juan Macías una verdadera
vocación. Y Dios le reveló las muchas y muchas almas que por su oración habían
acelerado su purificación y salido del Purgatorio libres para el Cielo. Así,
tan sencillamente, pero con enorme fama de santo en Lima, llegó Juan Macías a
los sesenta años de vida. En el lecho de muerte, exclamó alborozado: “-¡Miren,
miren quiénes están aquí! Nuestro Señor Jesucristo, su Madre la Virgen, el
apóstol y evangelista San Juan, otros Santos y muchos ángeles. ¡Con ellos me
voy al Cielo!…”
SOR MARÍA NATALIA
MAGDOLNA
(1901-1992) Una noche Jesús me pidió que orara por las almas del
purgatorio. Eran las cuatro y media y yo quería terminar de escribir mi diario,
cuando Jesús me dijo:
–Hija mía, aunque respeto tu cansancio, quiero pedirte que no te vayas a
dormir hasta que pongas por escrito el estado de sufrimiento de las almas del
purgatorio. Yo quiero que mis hermanos sacerdotes se unan a la cruzada de
oración en favor de las almas que sufren en el purgatorio. Ahora quiero aliviar
a aquellas que durante su vida con frecuencia me pidieron a Mí y a mi Madre, en
la oración, que tuviéramos piedad de ellas en el momento de su muerte y cuando
estuvieran en el lugar del sufrimiento.
Jesús me llevó entonces a un lugar tan grande que yo no podía ver el
final. Aunque el lugar estaba oscuro, las almas allí parecían estar calmadas.
Había un sinnúmero de almas: llevaban ropa negra y estaban arrimadas unas a
otras. Todas parecían inmóviles, sin palabras y muy tristes. Mi corazón casi se
quebraba al verlas así. Supe que estas almas no recibían ayuda alguna de nadie
en la tierra, ni oración, ni sacrificios. Sabían que la hora de su liberación
no había llegado todavía pero confiaban en que no dilataría mucho.
Después de eso Jesús me llevó a otro lugar similar. Allí las almas tiritaban
en sus túnicas negras. Pero cuando me vieron entrar con Jesús, todas empezaron
a agitarse. Yo tenía mi rosario en la mano para rezar por ellas. Cuando vieron
el rosario, todas empezaron a gritar: “¡Rece por mí, querida hermana, rece por
mí!” y trataban de sobreponer su voz, gritando más fuerte, solicitando mis
oraciones, como una nube de abejas. Aunque todas gritaban a un tiempo, yo podía
distinguir la voz de cada una. Reconocí a muchas entre ellas, personas a las
que conocí cuando estaban en la tierra. Vi a algunas religiosas de otras
órdenes y también de la mía. Me espanté cuando una madre superiora se volteó
hacia mí y me pidió humildemente que rezara por ella.
Después de esto, una religiosa, conocida mía, con sus manos juntas y
tocando mi rosario, me suplicó: “¡Por mí, por mí!”, mientras un extraño sudor,
no sé si en el alma o en el cuerpo, corría sobre ella.
Después Jesús me llevó a un tercer lugar donde había un sinnúmero de
religiosas, paradas y sin movimiento, mientras un fuerte sudor corría sobre
ellas. Se volvieron hacia mí y me suplicaron que rezara el rosario por ellas.
En ese lugar había luz. Yo pensé: “¿Por qué será que ellas me piden el
rosario?” Entonces Jesús me mostró un rosario, en el que en vez de las cuentas
había flores y en cada flor vi brillar una gota de la Sangre de Jesús.
Cuando decimos el rosario, las gotas de la Sangre de Jesús caen sobre la
persona por quien lo ofrecemos. Las almas del purgatorio están implorando
continuamente la Sangre salvadora de Jesús.
ISABEL KINDELMANN
(1913-1985) Por esto, la Llama de Amor debe estar encendida para
salvar a todos los cristianos; para salvar las familias, salvando a los padres
y madres de cada familia cristiana; para ayudar a la santificación de los
sacerdotes, que mientras más se asemejen a Cristo más eficaz ministerio
ejercitarán con todos sus hermanos; ésta Llama de Amor debe iluminar todos los
momentos de la vida del cristiano, todos los momentos de enfermedad, de agonía,
de muerte. Aún después de la muerte ésta Llama de Amor debe seguir iluminando
la esperanza de quienes se encuentran en el purgatorio.
Mons. Bernardino Echeverría Ruiz, Arzobispado de Guayaquil.
3 de agosto de 1962
La primera hora de oración la pasé tratando de ordenar mis pensamientos;
apenas lograba tranquilizarme. Mi disipación me desanimó tanto que estaba
incapaz de hacer aun oración vocal. He pensado en las almas sacerdotales muy
olvidadas en el purgatorio y por ello quería ofrecer el vía crucis también.
Pero el Redentor tristemente me habló así:
J.C.-«Yo tampoco abandoné ni interrumpí el camino de los dolores.
28 de septiembre de 1962
Ayunos por las almas sacerdotales del Purgatorio
Hoy, día de ayuno, lo ofrezco por las almas del purgatorio,
especialmente por las almas sacerdotales. El Señor Jesús, se refería a que no
puede resistir a ruego de la Santísima Virgen. Me dijo, infundiéndolo en
la conciencia de mi mente:
J.C.-«Ya que estás mitigando, hijita mía, este anhelo tan grande que
tengo por las almas, sabes, ¿con qué te voy a premiar? El alma del sacerdote
fallecido, gracias a que han guardado el ayuno pedido por Mí, de hoy en
adelante, a los ocho días de haber muerto, se librará del fuego del purgatorio.
Y cualquiera que guarde este ayuno, alcanzará esta gracia a favor de un alma
que esté penando. (Observación: si ésta había fallecido en estado de gracia).
Con lágrimas escuchaba sus palabras llenas de majestad y misericordia,
que podemos ayudar tan eficazmente a las almas que sufren en el purgatorio. Mi
alma se estremeció cuando me comunicó esta nueva y grande gracia y, al salir de
la santa misa para ir a casa, dijo en voz baja en mi alma:
J.C.-«Yo también me voy contigo y permaneceré contigo todo el día : que
nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia. »
Con profunda adoración le dije: Mi adorado Jesús, ¡vivir en el alma esta
gracia Contigo y con tus labios suplicar juntos al Eterno Padre! Al ir así a mi
casa, sumida mi alma en su adoración, mi corazón bajo el efecto de la gracia
comenzó a latir tanto que casi me desplomé… Entonces le supliqué: Deseo tanto,
mi adorado Jesús, que tu gracia tan grande llegue a conocerse cuanto antes
públicamente y cuánto más personas lleguen a sentir profundamente tu íntimo
anhelo.
El Señor Jesús me pidió que pusiera por escrito especialmente aquello de
cómo podemos ayudar a las ánimas. :
J.C.-« Por observar el ayuno pedido por Mí, las almas de los sacerdotes,
al octavo día después de haber muerto, se librarán del purgatorio. »
(El ayuno estricto: durante un día se debe tomar sólo pan y agua).
4 de octubre de 1962
J.C.- « ¡Qué felicidad es ésta para Mí! ¡Sumérgete en Mí, en el mar de
mis gracias! Te concedo ésta gracia, porque tú misma me pediste que te dejara
sumergirte. ¡Pide siempre, mi pequeña hija carmelita! Yo reparto feliz mis
tesoros que podrás cambiar en la hora de tu muerte. ¿Crees, acaso, que cuánto
era tu sufrimiento, tanto será tu premio? ¡De ninguna manera! No se puede
expresar con palabras humanas lo que he preparado para ustedes. Espero el
momento de que tu llegues. Y te espero con un rico regalo. Me dará un vuelco el
Corazón a tu llegada y muchas almas, a las cuales has ayudado a liberarse del
purgatorio por medio de tus sacrificios, te saludarán rebosantes de gozo. Como
buenos amigos tuyos, esperan el encuentro contigo. Compenétrate en este gozo
sin límites y no resulte para ti nada fatigante lo que tengas que hacer por mi
obra salvadora. ¡Qué nuestras miradas se compenetren!. En mis ojos bañados de
lágrimas y de sangre verás el anhelo de mi Corazón por las almas. ¡Recoge
Conmigo, hijita mía! Fui Yo quien injertó en tu corazón el deseo de las almas y
lo aumentaré sin cesar. Pero, ¡aprovecha tú también toda oportunidad! »
13 de octubre de 1962 Las
ánimas sufrientes también deben sentir el efecto de gracias de la llama de amor
de mi corazón maternal
Desde hace meses me habla el Señor Jesús. No lo escribí, no siempre
tengo modo de hacerlo. Hoy también me encontraba en la soledad silenciosa del
templo. Oraba por los sacerdotes moribundos. El Señor Jesús conmovido me
susurró al oído:
JC.- ¡Qué nuestras manos recojan juntas!
Pedí también la efusión de gracias de la Llama de Amor de la Santísima
Virgen para las almas en pena, cuando el Señor Jesús me permitió sentir que en
ese momento un alma acababa de liberarse del purgatorio. Sentí en mi alma un
alivio indescriptible. En ese momento, por pura gracia de Dios, mi alma se
sumergió en la felicidad inconmensurable del alma que llega a la presencia de
Dios. Luego recé, con todo el recogimiento de mi alma, por los sacerdotes
moribundos. Entre tanto un sentimiento muy angustioso inundaba todo mi
interior. Son sufrimientos que da el Señor para que pueda recoger con Él.
Durante mi profundo recogimiento un suspiro, fino como un hálito de la
Santísima Virgen, sorprendió mi alma:
S.V.- “Tu compasión por las pobres ánimas, hijita mía, ha conmovido
tanto mi Corazón maternal, te concedo la gracia que pediste. Si en cualquier
momento, haciendo referencia a mi Llama de Amor, rezaran ustedes en mi honor
Tres Aves Marías, cada vez un alma se librará del purgatorio. En el mes de los
difuntos (en noviembre), al rezo de cada Ave María, 10 almas se librarán del
purgatorio. Las ánimas sufrientes deben sentir ellas también el efecto de
gracia de la Llama de Amor de mi Corazón maternal”.
NOTA DEL EDITOR:
Que Dios tiene derecho a expresar también en números las condiciones en
que quiere dar su gracia, nos lo prueba la sagrada escritura. El caso de
Naamán, el Sirio (2 Reyes 5, 1- 1 4) donde, de forma inequívoca, la condición
de su sanación está expresada en números, aunque su realización no dependió del
número. ¿Por qué precisamente el sumergirse 7 veces en las aguas turbias del
Jordán fue la condición dada por el profeta Eliseo para que el Naamán alcanzara
la curación? ¿No hubiera sido suficiente 5 o acaso 3 veces? ¡O quizá hubiera
sido suficiente una sola inmersión! No fue el sumergirse 7 veces lo que le
consiguió la curación sino la obediencia de su fe humilde con que, a pedido de
sus siervos, venció su Resistencia y se sometió al deseo del profeta.
Es muy cierto que los números tienen frecuentemente otra significación
en el plano sobrenatural que la que les atribuimos aquí en la tierra. La razón
es que nosotros caemos frecuentemente en el error de trasladar nuestro modo de
pensar tan mercantilista al orden de la vida sobrenatural, cuando el Cielo
tiene otro propósito muy distinto con los números. La esencia y el sentido más
profundo de ésta “matemática celestial” no es el número ni el rendimiento, sino
el Amor. Significa que debe arder en nosotros continuamente el deseo de salvar
las ánimas que están penadas. ¡Cuántos pensamientos inútiles, cuántas
preocupaciones superfluas que giran alrededor de nuestro propio Yo, nos llenan
durante un solo día! ¡Cuántas idas y venidas hacemos mecánicamente en un único
día! ¡Qué medio tan eficiente podría ser para educarnos a nosotros mismos si
con un pensamiento de amor acudiéramos en ayuda de un alma que está sufriendo!
Ellas nos lo van a agradecer mucho y en su estado de bienaventurados nos
ayudarán en nuestro trabajo para salvar las almas. De nuestra parte, ésta
compasión nos sirve de mérito y la Santísima Virgen la vierte en bien de las
ánimas. Si la Santísima Virgen se expresa en número, lo hace únicamente para de
éste modo acomodarse a nuestra débil manera de comprender las ideas, a fin de
estimularnos, en fervorizarnos, como si dijeran: Miren, aunque la contribución
de ustedes sea tan insignificante, alcanza que un alma en pena ¡pueda ver a
Dios cara a cara!
(La anotación correspondiente al 17 de julio de
1964 de éste Diario confirma esta interpretación.- EL EDITOR.)
31 de agosto de 1963 Premio tu
gran compasión por las ánimas del Purgatorio
Asistí a la santa misa vespertina. Luego, me quedé todavía por largo
tiempo con Él. Le supliqué largamente. La hermana sacristana no se dio cuenta
de ello y se marchó echando llave a la puerta. Estábamos los dos: Dios y yo con
mi oración de súplica. Absorta intercedí a favor de las almas del purgatorio.
Ardía en mi alma gran deseo de que cuántas más se liberen de lugar del
sufrimiento. Estando con mi gran anhelo, la Santísima Virgen así habló:
S.V.-“Premio, hijita mía, el gran anhelo y compasión que sientes de las
almas del purgatorio. Hasta ahora rezaste tres Avemarías en mi honor por la
liberación de un alma. Ahora, para calmar tu anhelo, en adelante diez almas se
liberarán del lugar de sufrimientos”.
Casi no podía comprender tan grande bondad. En lugar de deshacerme en
agradecimientos, sólo un suspiro vino a mis labios: Santa Madre de
misericordia, ¡gracias por tantas gracias!
1 de septiembre de 1963 Yo,
¡voy a buscar corazones!
Hoy es día de ayuno por las ánimas sacerdotales. Como el Salvador me lo
había pedido, ayunando a pan y agua puedo liberar un alma sacerdotal del
purgatorio. -El ayuno me debilita un tanto ya que hago también mis tareas de casa
del modo acostumbrado y ayudo a mis hijos. Hacia el atardecer una vez terminado
mi trabajo, fui a donde el Señor Jesús. El recogimiento en Él quedó
inesperadamente perturbado por una molestia que sentí.
24 de septiembre de 1963
Privilegio donde hacen la hora santa en familia
S.V.- “Mi Llama de Amor, que deseo derramar de mi corazón sobre ustedes
en una medida cada vez mayor, se extiende también sobre las ánimas del
purgatorio. Fijate bien en mis palabras, escribe lo que digo y entrégalas a las
personas a quienes corresponden: “Aquellas familias que guardan los días jueves
o viernes la hora santa de reparación en familia, si en la familia muere
alguien, después de un único día de ayuno estricto, observado por un miembro de
la familia, el difunto de la familia se libra del purgatorio”.
(Se entiende: si falleció en gracia de Dios). (Nota: Guardar “ayuno
estricto” significa: no es menester pasar hambre. Hay que comer pan y beber
agua).
18 de mayo de 1964. Lunes de
Pentecostés El premio de guardar ayuno el lunes
Asistí a la santa misa y antes de la sagrada comunión el Señor Jesús me
dijo:
JC.- “Como veo tu firme determinación, a la que eres fiel aún en los
días de fiesta, te he preparado una alegría: de entre las almas sacerdotales
que sufren en el purgatorio, en este día, a partir de medianoche, a cada hora
se libera un alma”.
Esto me dijo el Señor Jesús porque a petición suya, los lunes
continuamente ayuno a pan y agua y no lo omito ni aun cuando caiga una fiesta
en ese día. Estoy feliz de poder guardar en este día el ayuno estricto ya que
Él prometió que después de ayunar un día lunes, un alma sacerdotal llega a su
divina Presencia. Y ahora, al decirme que en cada hora se libera un alma
sacerdotal, inundó mi alma con aquel sufrimiento que estas almas padecen todavía,
que luego de unas horas ya estarán en Su presencia. Este dolor ha durado apenas
uno o dos minutos pero aún así, -estando de rodillas-, casi me desplomé a causa
de los dolores. Después de comulgar, el Señor Jesús me permitió sentir la
liberación de un alma. Hizo que mis sentimientos cambiaran de un extremo a otro
: después de las profundidades del sufrimiento, me inundó con la alegría
sublime del alma que ha llegado a la Presencia de Dios. El estado de mi alma,
temblorosa de la embriaguez de las gracias, hizo que me sintiera libre durante
horas de la fuerza de gravitación de la tierra.
5 – 7 de octubre de 1964
Reza el rosario por las almas sacerdotales
Llevo ya más de tres años que guardo, a petición del Señor Jesús, este
ayuno estricto por la liberación de las ánimas sacerdotales.
-Al regresar hoy, lunes, de la santa misa, mi cuerpo se debilitó tanto
con los dolores que después de unas horas me sobrevino un hambre grande. No la
aguanté y tomé alimentos. En mi gran pena de no poder llevar ahora a las ánimas
sacerdotales a la Presencia de Dios y porque esta compasión se acrecentaba más
y más en mi alma, pregunté al Señor Jesús qué debía hacer. En mi alma reinaba
gran oscuridad y silencio. El Señor Jesús no dio respuesta. Aun al tercer día
me desperté sintiendo compasión por las ánimas sacerdotales en pena. Y mientras
pensaba en estos, la Santísima Virgen hizo oír sus palabras bondadosas en mi
alma:
S.V.- “Mi hijita carmelita, reza el rosario completo y asiste a una
santa misa que sea ofrecida por él. Así puedes recuperar el atraso causado por
tu debilidad. El ánima del sacerdote llegará del purgatorio a la Presencia de
Dios”.
Me quedé muy conmovida por esta propuesta bondadosa. Con lágrimas
agradecí a nuestra Madre Celestial que en mi debilidad ayudo a liberar a las
ánimas. Regresó a mi alma la fuerza y la tranquilidad. Esto también ocurrió la
misma mañana: Al ir a la santa misa mis pensamientos se divagaron un poco,
aunque esto duró sólo unos pocos minutos. Entonces el Señor Jesús se dirigió a
mí:
JC.- “Eres querida para Mí pero ¡no distraigas tus pensamientos! Piensa
sólo en Mí, porque si no lo haces así, me aflijo. No me aflijas y no tomes a
mal si te corrijo. Sabes, me gusta si mis divinas palabras te encuentran
estando siempre alerta. Aun un minuto es mucho para Mí que pases ocupada en
otras cosas. Yo te ayudo para que sólo Yo y nadie más llene tus pensamientos.
1 – 2 de noviembre de 1965 Mes
de Noviembre, mes de las almas sufrientes
El Señor Jesús me inundó con sufrimientos extraordinarios que de noche se
intensificaban más todavía, tanto que sólo podía andar encorvada. Y lo que
nunca existió en mí toda mi vida, me agarró también el temor a la muerte. Antes
de ir a descansar, con todas mis fuerzas me preparé a la muerte como si ahora,
en cualquier momento hubiera tenido que presentarme ante la santa faz de Dios.
Estos grandes sufrimientos los ofrecí al Señor Jesús. Entre tanto, Él se
contentó con decir:
JC.- “¡No estés harta de ellos!”
Al día siguiente me desperté aliviada y a lo largo del día este alivio
iba en mí en aumento. Cuando de repente, de nuevo habló el Señor Jesús:
JC.- “¿Verdad, alma mía, me crees lo mucho que te quiero? Este violento
sufrimiento que has soportado, lo destiné a favor de las almas sufrientes. Y
ahora, sonrío sobre ti”.
En este instante, sentí como si hubiera separado mi alma de mi cuerpo,
mientras el Señor Jesús habló de nuevo:
JC.- “Dios sonríe sobre ti. Con mi divina Sonrisa, ves, soportas más
fácilmente los grandes y violentes sufrimientos de los cuales las almas
sufrientes tenían gran necesidad, porque ahora has tomado parte en la labor a
favor de la Iglesia sufriente. ¡Sufre sonriendo! ¡Nadie sepa, nadie vea, quede
esto el secreto de nosotros dos! Esto sólo Dios puede conceder y lo doy sólo a
aquellas almas que saben soportar sonriendo los incesantes sacrificios”.
15 de agosto de 1980 Ayuno de
los días lunes
El Señor Jesús y la Santísima Virgen me hablaron alternando entre sí. La
palabra de la Santísima Virgen con firme pero amorosa energía resonó en mi
alma. Pidió al clero, a las personas consagradas a Dios (religiosos,
religiosas) y a los fieles cristianos en todo el mundo que, teniendo modo de
hacerlo, guardaran los días lunes, ayuno a pan y agua.
El Señor Jesús: “La Iglesia y el mundo entero está en grave peligro y
ustedes con sus fuerzas no pueden cambiar la situación. Sólo la Santísima
Trinidad puede ayudarles a ustedes, a la intercesión concertada de la Santísima
Virgen, de todos los ángeles y santos y de las almas liberadas con la ayuda de
ustedes”.
Según la comunicación de la Virgen Santísima:
S.V.-Los sacerdotes, si observan el ayuno del lunes, en todos las santas
misas que celebren esa semana, en el momento de la Consagración, liberarán
multitudinariamente a las almas del purgatorio. Las personas consagradas
a Dios y los seglares que guarden el ayuno del lunes, en esa semana cada vez
que comulguen, en el momento de recibir el Sagrado Cuerpo del Señor, liberarán
multitud de almas del purgatorio.
12 de septiembre de 1963 La
Llama de Amor de la Santísima y los Moribundos
S.V.-“Si se enciende la Llama de Amor de mi Corazón en la tierra, su
efecto de gracia se derramará también sobre los moribundos. Satanás se quedará
ciego y con la ayuda de la oración de ustedes, durante su velada nocturna,
terminará la terrible lucha de los moribundos con Satanás y bajo la suave luz
de mi Llama de Amor hasta el pecador más empedernido se convertirá”. Es mi petición
que la santa velada nocturna, por la cual quiero salvar a las almas de los
moribundos, la organicen de tal manera en cada parroquia, que por ningún minuto
se quede sin que alguien haga oración de vela. »
RECOPILACION: LA
LLAMA DE AMOR DE LA VIRGEN Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO:
S.V.-«Mi Llama de amor que deseo derramar sobre ustedes en una medida
cada vez mayor, va a tener efecto sobre las almas del purgatorio también:
a) Aquellas familias que guardan los días jueves y viernes la hora santa
de reparación en familia regularmente, si en la familia muere alguien, después
de un único día de ayuno estricto (observado por un miembro de la familia), el
difunto de la familia se libra del purgatorio.» 24 de septiembre de 1963 (Se
entiende : si falleció en gracia de Dios)
b) «Quien ayuna a pan y agua el lunes, librará cada vez un alma
sacerdotal del lugar del sufrimiento. Quien practica esto, él también recibirá
la gracia de ser liberado del lugar de las penas antes de que transcurran ocho
días de su muerte. » Orden de día LUNES
Nuevos privilegios para los que guardan ayuno estricto las lunes. 15 de
agosto de 1980
c) «Si en cualquier momento, haciendo referencia a mi Llama de Amor,
rezaran ustedes en mi honor tres Avemarías, cada vez un alma se librará del
purgatorio. -Las ánimas sufrientes deben sentir ellas también el efecto de
gracia de la Llama de Amor de mi Corazón maternal. » 13 de octubre de 1962
SANTA LIDUVINA
(1380-1433) Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una
noche soñó Liduvina que Nuestro Señor le proponía este negocio: “Para pago de
tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en
una cama o 38 horas en el purgatorio?”. Y que ella respondió: “prefiero 38
horas en el purgatorio”. Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a
sufrir.
Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no terminaba,
y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí, “¿Por qué Nuestro Señor no me
habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al
purgatorio y ya llevo 3,800 horas”. El ángel fue y averiguó y volvió con esta
respuesta: “¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?” ¡Pues
3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se
murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares
todavía no saben que Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina
que van 3,800?”. Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios
mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó. Y en
verdad estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía:
“Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No
ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es
algo terrible, que no podemos ni imaginar”. Y seguía sufriendo contenta su
parálisis para pagar sus propios pecados y para conseguir la salvación de
muchos pecadores.
En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de
Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que decía: “Certificamos por las
declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete
años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive
únicamente de la Sagrada Comunión que recibe”. Durante los primeros años de su
enfermedad podía tomar algunos alimentos, pero después, durante los últimos 19
años de su vida, ya no volvió a comer ni a beber. Su único alimento era la
Sagrada Comunión. Nadie se ha logrado explicar este prodigio.
Narramos aquí la tercera visión relativa al interior del Purgatorio,
aquella de Santa Liduvina de Shiedam, Holanda, quien murió el 11 de abril de
1433, y cuya historia escrita por un sacerdote contemporáneo, goza de la más
perfecta autenticidad. Ésta admirable virgen, un verdadero prodigio de la
paciencia cristiana, fue presa de muchos dolores y de los padecimientos más crueles
por un período de treinta y ocho años. Estos sufrimientos hacían imposible para
ella el dormir, pasaba las largas noches rezando, y muy frecuentemente, llevada
en espíritu, era conducida por su Ángel guardián a las regiones misteriosas del
Purgatorio, allí ella vio moradas, prisiones, diversas mazmorras, cada una más
tenebrosa que la otra; se encontró con almas que ella conocía, y le fueron
mostrados los diferentes castigos. Se puede preguntar, « ¿Cuál fue la
naturaleza de esos viajes extáticos?» ello es difícil de explicar; pero podemos
concluir por otras circunstancias que había más realidad en ellos que lo que
podemos creer.
La santa inválida hizo viajes similares y peregrinajes en la tierra, a
los lugares santos de Palestina, a las iglesias de Roma, y a los monasterios en
la vecindad. Ella tenía un conocimiento exacto de los lugares por los que había
viajado en espíritu. Un religioso del monasterio de Santa Isabel, conversando
un día con ella, hablando de las celdas, de los salones, del refectorio, etc.,
de su comunidad, diole a él una detallada descripción de su casa, como si ella
estuviera viviendo allí. El Religioso habiendo expresado su sorpresa, le oyó
decir: «Sepa padre, que yo he estado en su monasterio; he visitado las celdas,
he visto a los ángeles guardianes de todos aquellos que las ocupan».
En uno de los viajes que nuestra Santa hizo al Purgatorio ocurrió lo
siguiente: Un desafortunado pecador, enredado en las corrupciones de éste
mundo, fue finalmente convertido por las oraciones y urgentes exhortaciones de
Liduvina, el hizo una sincera confesión de todos sus pecados y recibió la
absolución, pero tuvo poco tiempo para practicar la penitencia, ya que poco
después murió por causas de la plaga. La Santa ofreció muchas oraciones y
sufrimientos por su alma; y algún tiempo después, habiendo sido transportada
por su Ángel al Purgatorio, ella quiso saber si él estaba todavía allí y en qué
estado. «Él está aquí,» dijo su Ángel, «y está sufriendo mucho. ¿Estarías
dispuesta a sufrir algunos dolores con el fin de disminuir los de él?» «Claro
que sí,» dijo ella, «Estoy lista para sufrir cualquier cosa con tal de
ayudarlo.» Instantáneamente, su Ángel la condujo a un lugar de espantosas
torturas. « ¿Es esto el infierno hermano mío?» preguntó la Santa dama sobrecogida
de horror. «No, hermana», le contestó el Ángel, «pero esta parte del
Purgatorio está en el límite con el Infierno». Mirando hacia todos lados, vio
ella lo que se asemejaba a una inmensa prisión, rodeada con murallas de una
prodigiosa altura, cuya oscuridad, junto con las monstruosas piedras, la
llenaron de horror. Acercándose a este gigantesco enclaustramiento, ella oyó un
ruido confuso de lamentos, gritos de furia, cadenas, instrumentos de tortura,
golpes violentos que los verdugos descargaban contra sus víctimas. Este ruido
era tal que todo el tumulto del mundo, en tempestad o batalla, no podría tener
comparación con él. « ¿Que es entonces este horrible lugar?» pregunto Santa
Liduvina a su buen Ángel. « ¿Deseas que te lo muestre?» «No, te lo suplico»,
dijo sobrecogida de terror, «el ruido que oigo es tan aterrador que no puedo
seguir escuchándolo; ¿Cómo puedo, entonces, soportar la vista de esos
horrores?» Continuando con su misteriosa ruta, ella vio un Ángel sentado
tristemente en las paredes de un pozo. «¿Quién es ese Ángel?» le preguntó a su
guía. «Es», dijo él, «el Ángel guardián del pecador en cuya suerte estas
interesada. Su alma está dentro de ese pozo, donde tiene un Purgatorio
especial». Tras estas palabras, Liduvina miró inquisitivamente a su Ángel; ella
deseaba ver esa alma que le era tan querida, y tratar de librarlo de tan
espantoso hoyo. El Ángel que comprendió su deseo, descubrió el pozo, y una nube
de llamas, junto con los mas lastimeros lamentos brotaron de él. « ¿Reconoces
esa voz?» le pregunto el Ángel a ella. « ¡Ay! Sí», contestó la sierva de Dios.
« ¿Deseas ver esta alma?» continuó él. Al oír su respuesta afirmativa, el Ángel
le llamó por su nombre; e inmediatamente nuestra virgen vio aparecer en la boca
del foso un espíritu envuelto todo en llamas, que parecía un metal
incandescente al rojo vivo, y quien al verla le dijo en una voz escasamente
perceptible, « ¡Oh Liduvina, sierva de Dios! ¿Quién me ayudará para contemplar
la cara del Altísimo? “La visión de ésta alma, presa del más terrible tormento
de fuego, le causó tal conmoción a nuestra Santa que el cinturón que ella usaba
alrededor del cuerpo se rasgó en dos; y siéndole imposible seguir viéndole en
tal estado, despertó repentinamente de su éxtasis. Las personas presentes, percibiendo
su temor, le preguntaron su causa. « ¡Ay!» replicó ella «¡Que tan espantosas
son las prisiones del Purgatorio! Fue para ayudar a las almas que yo consentí
descender allá. Sin este fin, aunque me fuere dado todo el mundo, no pasaría
otra vez por el terror que tan horrible espectáculo me causó. Algunos días
después, el mismo Ángel que ella había visto tan desolado, se le apareció con
una actitud feliz, le dijo que el alma de su protegido había abandonado el pozo
y había pasado al Purgatorio ordinario. Éste alivio parcial no satisfizo a
Liduvina, continuó rezando por el pobre paciente, aplicando a él los méritos de
sus sufrimientos, hasta que pudo ver que las puertas del Cielo se abrieron para
él.
SANTA GERTRUDIS DE
HELFTA
(1256- 1301) Santa Gertrudis de Helfta, llamada la grande, nació en
Eisleben (Turingia) en 1256. Entró al monasterio a los 5 años con las monjas
Cistercienses de Helfta (Sajonia). La abadesa Gertrudis de Hackerbon la acogió
de niña porque había quedado huérfana. A los 25 años, en 1281, tiene su primera
manifestación divina. Empezará a escribir en latín por un impulso interior y
escuchando la voz de Jesús que quiere hacer conocer sus escritos. Hacia el 1284
recibe los estigmas invisibles. A los 45 años, poco antes de morir recibe también
el regalo de la herida, o flecha de amor, en el corazón.
Recorrió en modo maravilloso el camino de la perfección, dedicándose a
la oración y contemplación, empleando su cultura para la redacción de sus
textos de fe, entre ellos el célebre “Exercitia” y el que es tal vez uno de sus
libros más famosos, las “Revelaciones”. Es recordada entre las iniciadoras
de la devoción al Sagrado Corazón, la primera en trazar una teología, pero sin
el tema de las reparaciones que luego será dominante. Ejerció una gran influencia
en su tiempo porque la fama de su Santidad y de sus visiones atraía a muchos
para pedir consejo y consuelo.
Experiencias con las ánimas:
A Santa Gertrudis se le aparece la santa abadesa Gertrudis en la gloria
mientras ella ofrece la misa y ve que el Señor la recibe en su corazón. En
estas visiones, Gertrudis ve la conexión entre el Sagrado Corazón, la misa y
las almas de los difuntos.
Gertrudis también asiste en la muerte de Matilde, cantora del
monasterio, y ve que Jesús acerca los labios de la agonizante a la herida del
Divino Corazón.
Gertrudis rogaba un día por el hermano F. que había muerto hacía poco y
vio su alma con el aspecto de un sapo repugnante, quemado interiormente en
forma horrible y atormentado de varias penas a causa de sus pecados. Parecía
que tenía algo malo debajo de su brazo y un peso enorme lo obligaba a estar
curvado hasta el suelo, sin poderse enderezar.
Gertrudis comprendió que aparecía encorvado y con forma de sapo porque
durante su vida religiosa había descuidado elevar su mente a las cosas divinas.
Además entendió que el dolor que llevaba debajo de su brazo era debido al hecho
de que había trabajado con el permiso del Superior para adquirir bienes
temporales y había escondido la ganancia.
Tenía que pagar por su desobediencia. Gertrudis habiendo recitado los
salmos prescritos por aquella misma alma, preguntó al Señor si tendría alguna
ventaja: “ciertamente respondió Jesús” las almas purgantes vienen y levantan
tales sufragios, incluso también las oraciones breves pero dichas con fervor
son de mucho provecho para ellas.
Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por
morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para
nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente
inteligente para esta Santa, pensó en molestar su beatífica paz sugiriéndole
que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que había
desperdiciado sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas.
Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Ángeles y las miles de amas que
ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a su
querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había
hecho por las ánimas benditas, la llevaría directo al Cielo y multiplicaría
cientos de veces todos sus méritos.
Murió una monja del Orden de Cistel, moça de poca edad, llamada
Getrudis. Tenía una grande amiga, la cual, estando en el coro assitiendo a las
horas, vido entrar la muerta y ponerse a una parte, muy triste, y la cabeça,
baxa. La otra, que la vido y conoció, alborotóse mucho, y hizo tal sentimiento
que la abadessa lo echó de ver, y acabadas las horas, llamóla y preguntóle la
causa de su sentimiento y alboroto.
Respondió:
-Sabed, madre señora, que vi entrar a Getrudis y estar en el coro todo
el tiempo que se dezía el oficio.
La abadessa dixo:
-Son ilusiones del demonio. Si otra vez la vieres, dirásle: «
Benedicite», y mira si te responde.
Hízolo assí la monja; entró la muerta, su amiga, llegó a ella, y díxole:
« Benedicite». Respondió la muerta: « Dominum». Tomó la otra ánimo y
preguntóle:
-¿A qué vienes?
La muerta respondió:
-A assistir en el oficio y a satisfazer lo que contigo parlé estando en
él, porque me ha Dios señalado Purgatorio adonde cometí el pecado. Y avísote
que si tú no te enmiendas, que será lo mismo de ti que de mí.
Por cuatro vezes se vido la muerta venir al oficio y assistir en él,
siendo su amiga la que la veía, y porque hazía tal sentimiento que todo el coro
se turbava, en especial sabiéndose ya la causa, la abadessa hizo celebrar
Missas y hazer oración por la difunta, y no fue vista más. Lo dicho es de
Cesario.
Santa Gertrudis amaba, por las excelentes cualidades de que estaba en
abundancia dotada, a una jovencita que al Señor plugo llamarla a Sí en la flor
de su vida. Ocurrió, pues, que mientras, después de su tránsito, la Santa la
recomendaba con gran fervor a Dios, arrebatada en espíritu, la vio que estaba
en la presencia del Salvador, adornada con preciosas vestiduras y radiante de
luz, pero con rostro triste y medrosa de presentarse a su divino Esposo Jesús.
Maravillada la Santa, primeramente se dirigió suplicante al Redentor, rogándole
se dignara invitar dulcemente a aquella su amada jovencita, a fin de que
avanzara confiada hacia Él. El amoroso Redentor volvió benigno su mirada a la
humilde doncellita, haciéndole señal de que se aproximara a Él; pero ella, en
lugar de acercarse más, más avergonzada todavía, humildemente se alejaba.
Entonces Gertrudis, dirigiéndose a ella: “¿Es ésa la manera, le dice, de
corresponder a la gracia del celeste Esposo, o más bien de hacerse indigna de
Él?”. A lo que la prudente virgen respondió: “Perdona, Madre, es que mi estado
no me permite todavía tomar entre mis manos aquella diestra, ni besar aquella
mano que me invita. Estoy, es cierto, confirmada en gracia, como destinada a
ser esposa del Cordero Inmaculado, pero es preciso purgar toda suerte de
defectos antes de unirse en eterno abrazo con Él. Todavía hay en mí algún
defectillo que me afea y ofende su purísima mirada, y hasta que yo no me vea
tal cual Él me desea, no osaré jamás entrar en aquel celestial gozo, que no
sufre mancha de imperfección”. ¿Y podremos nosotros esperar obtenerlo si no nos
enmendamos perfectamente de nuestras culpas? Pero ¿cuándo lo haremos? El tiempo
vuela rápidamente, y si nuestros días pasan, no lo haremos, no lo podremos
hacer jamás.
Un día, Santa Gertrudis, habiéndose puesto en oración suplicando por el
eterno descanso de un alma por la que ella particularmente se interesaba, el
Señor le hizo oír estas palabras: “Yo experimento un placer especial cuando se
me dirigen oraciones por los difuntos, sobre todo cuando veo que la compasión
natural va unida con la buena voluntad que la hace meritoria. ¡Oh, entonces
ambas cosas juntas concurren admirablemente para dar a esta buena obra la
plenitud y perfección de que es capaz! Las oraciones de los fieles descienden
cada instante sobre las pobrecitas almas cual lluvia benéfica, cual bálsamo
saludable que no solamente endulza y calma sus dolores, sino que con el tiempo
líbralas también de aquella cárcel más o menos rápidamente, según sea el fervor
y devoción con que sean hechas”. En otra ocasión, suplicando esta misma Santa
al Señor se dignase aceptar las súplicas que le dirigía en favor de los
difuntos, recibió esta respuesta: “¿Y cómo podría ser de otro modo? Yo soy como
un príncipe lleno de afecto para con algunos súbditos suyos, a quienes por su
propia autoridad y por justos motivos tiene encerrados en lóbrega cárcel; y no
queriendo hacerles gracia, como podría, en virtud de su poder soberano, para
que su justicia no quedase malparada, no obstante, estaría enteramente
dispuesto a perdonarles y librarlos de la cárcel si algún personaje de su corte
intercediera y suplicase por ellos. Del mismo modo me son altamente agradables
las súplicas que se me hacen en favor de las almas del Purgatorio, y tomo
ocasión de ellas para librarlas de sus penas y llevarlas a la posesión de la
eterna gloria”.
En cuánto provecho redunde para nosotros, delante de Dios y de las almas
del Purgatorio, este acto heroico de caridad, vémoslo confirmado por el
siguiente hecho, referido por Dionisio Cartujano. Una doncella, llamada
Gertrudis, educada en la escuela de la caridad, había acostumbrado, desde sus
más tiernos años, ofrecer en sufragio de las almas del Purgatorio la
satisfacción de todas las buenas obras que hacía. Era tan del agrado del
Purgatorio y del Cielo tan devota práctica, que con frecuencia complacíase el
Señor en indicarle las almas más necesitadas a las cuales convenía la aplicase;
y aquellas mismas almas que por su mediación eran liberadas de aquellas penas
aparecíansele gloriosas para darle más gracias y prometerle su correspondencia
desde el cielo. Había empleado siempre su vida en este santo ejercicio, y llena
de santa confianza acercábase a la muerte cuando el enemigo infernal trató de
perturbarla, acometiéndola con el pensamiento de haber ella liberado en su vida
muchas almas del Purgatorio para ir ella ahora a ocupar su lugar y sufrir por
ellas, hallándose despojada del mérito de todas sus buenas obras. “¡Cuán necia
y presuntuosa fuiste, le decía, al despojarte de tantos merecimientos para
cederlos en provecho de otros! Pronto te arrepentirás, cuando te veas acometida
y rodeada de los más crueles suplicios, riéndome yo entretanto de tus
padecimientos. ¿Qué necesidad tenías tú de prodigar de ese modo tus méritos en
beneficio de quien era para ti un extraño? El orgullo fue el que te cegó; mas,
¡bien caro lo pagarás!”. Ante tales insinuaciones, aquella alma piadosa,
gimiendo y desolada, lamentábase diciendo: “¡Ay, infeliz de mí, infeliz de mí!
¡Dentro de breves instantes iré a dar cuenta a Dios de todas mis acciones, sin
haberme reservado ninguna buena para mí! ¡Oh, qué terrible Purgatorio me
espera, sin esperanza de alivio ni consuelo!”. Pero el Señor, no queriendo que
pasara tanta angustia su fiel sierva, apareciéndosele lleno de majestad y de
dulzura, le dice: “¿Por qué estás tan desolada, hija mía? Has de saber que tu
caridad me ha sido tan grata, que desde este momento Yo te perdono todas las
penas que te estaban reservadas, y como Yo he prometido recompensar con el
ciento por uno a los que se olvidaran de sí mismos por amor de sus hermanos,
así con el ciento por uno aumentaré tu recompensa en el cielo. Sepas que todas
las almas salvadas por ti vendrán en breve a tu encuentro para acompañarte e
introducirte en la celestial Jerusalén”. Ante tan consoladora seguridad la
piadosa doncella sintió disiparse toda tristeza, y referido lo acaecido a los
circunstantes, con la sonrisa de los predestinados en los labios, fue a recibir
la recompensa de su caridad heroica. Enfervorícese también nuestro deseo de
procurar ayuda a las benditas almas, pues espléndida será la celestial
recompensa.
Fuentes: P. Angel Peña O.A.R. “Más allá de la
Muerte” Capítulo 4: Los santos y el purgatorio, http://www.tenesperanza.org y otros
Publicado por Unción Católica y Profética
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