¿Cómo enfrentar los retos que supone adoptar un hijo?
¿Qué debemos saber para facilitar esta realidad sin miedos?
Una
historia hermosa de generosidad es la que se da cada vez que unos padres
deciden adoptar a un niño. Los motivos son muchos: desde
la incapacidad de concebir hasta cuestiones de solidaridad social, en las que,
además de tener ya cierto número de hijos, se decide dar una mejor vida a un pequeño
niño desprotegido.
Lo
esencial en todos los casos ha de ser que la motivación esté custodiada por el
amor pleno y realizador de transmitir la vida, que en este caso no es
biológica, sino psicológica, social y espiritual.
La
decisión de adoptar no es fácil. Dos padres deben enfrentar muchas cuestiones
de orden psicológico, social, material, espiritual e incluso legal. Las dudas,
sentimientos y pensamientos que los asaltan son infinitos, por lo que deben
estar lo mejor preparados para realizar este acto de sensible humanidad.
La
adopción es posible por la grandeza de corazón de las personas que ven en los
niños desamparados una oportunidad de formar una familia; afortunadamente la
conciencia de la adopción va en aumento; sin embargo, hemos de ser cuidadosos
pues en muchos de los casos los niños que es posible adoptar se encuentran en
esa situación debido a familias dolientes y desintegradas.
Muchos
niños son abandonados por madres solteras que se sienten solas, por familias
que no tienen trabajo y no pueden mantener a otro hijo, por el egoísmo de una
pareja de querer vivir su vida sin niños, por la muerte de ambos padres y la
falta de acogimiento del niño por los abuelos o familiares extensos, por la
terrible realidad de la violencia intrafamiliar en la que los hijos deben ser
rescatados de sus padres pues son objeto de abusos físicos o psicológicos.
TRANSFORMAR UNA VIDA DE
DOLOR EN ALEGRÍA
Las
historias de adopción no tienen por lo regular un principio feliz, un origen
desdichado es lo que muchas veces se encuentra tras la soledad de un niño ya
sea que lo encontremos en alguna calle, un orfanato, una casa hogar…
Sin
embargo, el final puede ser feliz, rescatar a un niño de la soledad y del dolor
es una acción que Dios seguramente premiará. Recordemos que “debe reservarse una atención especialísima al niño,
desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran
respeto y un generoso servicio a sus derechos. Esto vale respecto a todo niño,
pero adquiere una urgencia singular cuando el niño es pequeño y necesita de
todo, está enfermo, delicado o minusválido” (Juan Pablo II, Familiaris
Consortio, n. 26).
Así es,
el niño es un don siempre y debe ser atendido con amor, paciencia, generosidad;
especialmente cuando “necesita de todo” cuando
se encuentra “enfermo o delicado” no solo
físicamente, sino del corazón por la soledad, por el abandono, por los
maltratos, por el dolor…
UNA TAREA HERMOSA Y
REALIZADORA
Lamentablemente,
ante la creciente ola de adopción por la conciencia social y la generosidad de
espíritu, se conocen muy pocos lugares donde puedan verdaderamente apoyar y
guiar a los padres que han decidido dar este paso tan importante para ellos y
para un niño que pronto será parte integral de su familia.
Los
padres adoptivos ilusionados quieren acoger a su hijo adoptivo, que cuando se
habla desde el corazón la palabra adoptiva no tiene el significado que
estrictamente tiene en el mundo natural, sino que adquiere un significado
sobrenatural que hace referencia al amor y a la decisión voluntaria de acoger y
hacer suyo el don maravilloso del hijo.
PALABRAS CLAVE: AMOR,
ACEPTACIÓN, SEGURIDAD
Los
padres no han de sobreproteger al niño adoptado, sino tratarlo de un modo
natural, sin miedo, sin temor a ser rechazado o desobedecido, pues una actitud
distinta en la que se le de todo lo que quiere al niño sin ningún límite puede
ser perjudicial y hacerle sentir al niño que sus padres no le ofrecen seguridad
y un ambiente estable donde desarrollarse. Lo que el adoptado verdaderamente
desea es que los padres le demuestren que son sus verdaderos padres y actúen
como tales.
Es
importante recordar que cada niño es un mundo, cada niño es diferente y es así
como cada uno requiere un proceso educativo adecuado a sus particularidades,
por lo que hay que tomar en cuenta su personalidad, es preciso observarlo,
comprenderlo y guiarlo, así como continuamente ponerse en su lugar para poder
sentir de alguna manera con su hijo su historia, su pasado, su dolor y a partir
de ahí entenderlo mejor, acogerlo cada vez más y amarlo.
¿REVELAR LA VERDAD?
Son los
padres quienes adquieren derechos y obligaciones ante el niño adoptado y tienen
la función de educar a este hijo, por tanto, son ellos quienes tienen que
informar del hecho de la adopción y de sus orígenes como algo que forma parte
de su proceso educativo. Lo importante es que el hecho sea dialogado,
compartido y asumido por ambos padres y el hijo de modo que pueda hablarse de
esto con naturalidad.
En
cuanto a la forma de realizar la información, varía según las circunstancias.
Launay y Soulé distinguen tres casos:
El
primero, cuando
el niño ha sido adoptado con edad entre los tres y los siete años es preciso
hablarles y ayudarles a que tomen conciencia de la realidad, estos niños
dependiendo de su edad entenderán en mayor o menor grado las cosas, habrá que
tener el tino y la delicadeza necesaria para hablarles con la verdad procurando
su aceptación y sobre todo suavizar el pasado doloroso que pudieran tener,
poniendo énfasis no en eso, si no en el presente y en el futuro que le espera
siendo un ser tan importante en la familia a la cual pertenece ahora.
El
segundo, cuando
el niño ha sido adoptado en los dos o tres primeros años, plantea que lo mejor
es esperar y hablarle desde los tres o cuatro años y proceder de la manera más
simple diciendo al hijo la historia que les llevó a adoptarlo de una manera
amable y dulce que les ayude a aceptar de acuerdo a su edad, su condición.
La
tercera, cuando
el caso es de un niño que se haya adoptado con más de siete años, estos niños,
por lo regular vienen dañados a veces físicamente, pero casi siempre
psicológicamente, por lo que habrá de ser especialmente pacientes, pues sin
duda conocen bien su origen o son conscientes de lo que han sufrido como la
soledad de un orfanato, de la calle, el rechazo de sus padres, en fin… habrá
que esforzarse más y buscar amar incondicionalmente a esta persona tan marcada
por el dolor y cambiar poco a poco sus lágrimas por risas.
Sea cual
fuere el caso se recomienda que se le informe al hijo de toda la verdad, sin
importar la edad, si el niño se siente en la familia adoptiva como si fuera su
propia familia porque se sienta aceptado, seguro y amado, no hay nada que
temer. Si en un futuro el niño, joven o ya en la adultez el hijo quisiera
conocer más sobre sus orígenes hay que permitirle informarse si éste es su
deseo, aunque todo ello tiene que estar enmarcado dentro de un clima de sumo
cuidado y delicadeza y con la intervención de profesionales que puedan servir
de orientadores ante las nuevas situaciones que puedan surgir.
Una
cuestión importante es no esperar a la pubertad para informar a la criatura,
sería un error grave ya que es durante esta, que el hijo vive muchos cambios y
busca identificarse consigo mismo y desarrollar su personalidad, misma que se
verá dañada si desde pequeño no conoce su verdadera historia y vive en medio de
secretos o medias verdades, ansiedades e inseguridades. Es importante que
tengan la oportunidad de sanar heridas y convertirse en hombres y mujeres sanos
y fuertes.
EDUCACIÓN IDÉNTICA
Hace poco
conocí la historia de unos padres, muy buenos, por cierto, se preocupaban por
sus cuatro hijos —todos adoptados— es impresionante ver la generosidad de esta
pareja dan la vida por sus hijos como cualquier otra pareja de padres. La
señora, me dio esta reflexión en un encuentro y me dijo, mira, ya sea un hijo
se sangre o un hijo adoptivo, en la educación de los hijos, la diferencia la
hace el amor.
La
reflexión es la siguiente:
“Los niños aprenden lo que viven:
Si un niño vive con crítica aprende a condenar
Si un niño vive con hostilidad aprende a pelear
Si un niño vive con ridículo aprende a ser tímido
Si un niño vive con pena aprende a sentirse culpable
Si un niño vive con aliento aprende a tener confianza
Si un niño vive con alabanza aprende a apreciar
Si un niño vive con justicia aprende a tener fe
Si un niño vive con aprobación aprende a quererse
Si un niño vive con aceptación y amistad aprende a encontrar amor en el
mundo” Iaw, D.
¡Cuántas
cosas deben hacernos pensar y reflexionar estas palabras! todo niño, natural o
adoptado merece nacer y crecer en un ambiente propicio que le permita ser un
niño sano tanto física, mental y espiritualmente. Si un niño ha tenido la mala
fortuna de crecer algunos años en un ambiente hostil, habrá que amarlo mucho y
trabajar mucho con él para que aprenda a amarse y a amar… pero a pesar de lo
terrible que pueda ser la realidad, nunca desanimarnos pues no hay imposibles….
“La diferencia la hace el amor”.
Los
hombres y mujeres tenemos la responsabilidad de los demás, no podemos ser
indiferentes a la “suerte” que les tocó
vivir a unos y a otros, el mundo ya no puede más, la humanidad grita de
desesperación al ser testigo de tanto dolor, tanto abandono y rechazo, de tanta
infancia destrozada, todos somos responsables, sin excepción y debemos de
buscar que estos niños, futuros padres y madres sean amados, crezcan en lo
posible, en un ambiente digno, sin violencia, sin hambre, sin frío.
ADOPCIÓN DIVINA
“Yo seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas,
dice el Señor todopoderoso” (2 Co 6,
18).
La
Iglesia, Madre y Maestra, nos enseña que Dios tiene un solo hijo único:
Jesucristo; Dios, por Jesucristo, nos ha adoptado y hecho también Hijos de Dios
por el Amor. Somos hermanos de Jesucristo no por naturaleza, sino por don de la
gracia porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la
vida del Hijo único.
“Dios, quiere comunicar su propia divina a los hombres libremente
creados por Él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al
revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle,
de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus
propias fuerzas” (Catecismo
de la Iglesia Católica n. 52).
Dios es
el Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente.
Muestra, en efecto, su omnipotencia paternal por la manera como cuida de
nuestras necesidades, por la adopción filial que nos da. Dios al hacernos hijos
suyos quiere que vivamos una nueva vida, una vida eterna, nos ha rescatado de
morir en la soledad y en la desesperación del pecado gracias al sacrificio de
Jesucristo.
Dios nos
ha dado el privilegio y el don de ser hijos, Él es nuestro Padre y nos ama, nos
procura, esta filiación nos hace capaces de obrar rectamente y de practicar el
bien, de alcanzar la perfección en la caridad, la santidad.
¡Nosotros que somos imperfectos somos invitados a ser perfectos como
nuestro Padre Dios, somos invitados a vivir felices eternamente sin importar
nuestro origen y nuestra naturaleza caída y pecadora! ¡Cómo nosotros siendo
simplemente hombres nos podemos resistir a esta adopción maravillosa y a seguir
este ejemplo de Amor y realizarlo también con los más desprotegidos!
La
seguridad, la confianza, la esperanza que nos da tener un Padre bueno que nos
mira en todo momento y que nunca nos abandona, nos mantiene de pie, con la
esperanza de alcanzar la herencia prometida de la vida eterna, se trata de un
derecho por gracia, el pleno derecho del amor, que nos hace “coherederos de Cristo”.
Humanamente
hablando, nosotros podemos amar también y ejercer una paternidad adoptiva,
aproximar a un ser humano a la felicidad y no solo en el plano terrenal
procurando los cuidados necesarios sino en el plano espiritual, enseñando el
Amor Filial del Padre que no nos falla, del Padre que nos ama con un Amor
perfecto. Podemos, si queremos, darle a una criaturita que no ha tenido la
oportunidad de vivir con amor y con dignidad el nacimiento a una nueva vida que
le transforme.
PADRES Y MADRES: ¡SIN
MIEDO!
“La acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario —material, afectivo, educativo, espiritual— a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir
siempre una nota distintiva e irrenunciable de los cristianos, especialmente de
las familias cristianas; así los niños, a la vez que crecen “en edad,
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”, serán una
preciosa ayuda para la edificación de la comunidad familiar y para la misma
santificación de los padres” (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n.
26).
Una
decisión de amor y benevolencia hacia los más pequeños como lo es la adopción
llenará su hogar de dicha y en las dificultades de la vida oren, eleven sus
plegarias que Dios estará siempre con ustedes, nunca los abandonará, nunca.
Otro
aspecto muy importante cuando se adopta un hijo, que desconoce su origen, es la
revelación. Muchos padres viven angustiados pensando lo que deben o no de
hacer, lo que deben o no de decir y esto no hace más que dificultar el vínculo
amoroso entre padres e hijo adoptivo y provoca una “revolución”
en la familia, con los abuelos, tíos, y con los hermanitos sean estos
últimos adoptivos también o no.
Este
hecho de la revelación no es fácil, pero tampoco es tan difícil que no pueda
realizarse, el término “revelación” se
utiliza para designar la información sobre la adopción a la persona adoptada.
Es
preciso que los padres tengan una actitud positiva ante el hecho de la
información de la verdad, es algo que forma parte del proceso educativo del
niño y que es de singular importancia para un desarrollo equilibrado de su
personalidad. A pesar de ello, muchos padres dudan de informar de la verdad a
la persona adoptada, pero es importante que reflexionen y que sepan que existen
tres razones principales por lo cual hacerlo:
“La primera es la razón moral, ya que no es posible basar una vida sobre
la mentira, el niño tiene derecho a la verdad.
“La segunda es la razón psicológica, ya que callar la verdad parece
difícil. Las relaciones padres/ hijos no pueden ser de confianza y serenas más
que en un clima de franqueza y de confianza propicia al diálogo.
“La tercera es la razón material, callar la verdad durante toda la vida
no es posible. El adoptado aprenderá fatalmente su situación por una
conversación o un documento escrito.” (Oliver,
C).
A veces
los padres no quieren revelar la verdad para que el niño no sufra, se sienta
igual que los demás o para propiciarle una infancia y juventud desprovista de
complejos y desequilibrios; sin embargo, todo esto no tiene fundamento.
Según las
investigaciones de Raynor y Triseliotis demuestran que los padres adoptivos
viven un continuo estado de ansiedad ante el hecho de que el niño se pueda
enterar por otras personas que les hace crear un clima familiar artificial,
lleno de desconfianza, malos entendidos, pláticas interrumpidas, etc., clima
donde no es posible basar ningún proceso educativo coherente y el niño acaba
sufriendo mucho más.
No hay
que temer, el amor es la principal fuente de seguridad, de alegría; no habrá
menos problemas si se calla la verdad, al contrario.
DEBER DE LOS PADRES
Cuando se
adopta a un niño mayor, que conoció a sus padres o conoció la historia por la
cual es un niño que se encuentra solo, es preciso tener mucha paciencia y
sobretodo, tener mucho trabajo con el niño, establecer un diálogo sincero,
abierto lleno de ternura y comprensión, es preciso ponerse en el lugar de este
niño que seguramente cargará con una historia dolorosa para entenderlo mejor y
así poder ayudarle a que con amor poco a poco puede superarse y sanar.
Sin
embargo, esto no es tan sencillo, como tampoco educarlo a través de los años,
pues a veces los padres adoptivos no saben asumir que el no haber gestado al
niño no les disminuye sus derechos y deberes como padres; es preciso que tengan
claro y presente siempre que tienen los mismos derechos y deberes que una
paternidad natural y así puedan ofrecer a los niños los elementos de seguridad,
aceptación y solidaridad que debe ofrecer una familia.
UNA EDUCACIÓN CON AMOR,
SIN MIEDO
Ma. del Rosario G. Prieto Eibl
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