Hace algunos meses atrás, el Espíritu Santo me susurró algo
que me dejó completamente fuera de base. Recién había yo terminado de escribir
unos pocos capítulos sobre el amor – uno de mis temas favoritos – para mi
último libro, cuando escuché al Espíritu Santo susurrar, ”Lisa, yo también soy inflexible con el odio”.
Mi corazón dio un vuelco.
¿Cómo puede un Dios que es amor… odiar?
Como respuesta, una frase de Proverbios vino a mi mente: ”Hay seis cosas que el Señor odia…” Bueno ahí
estaba. El escritor sigue con la lista orgullo, engaño, maldad, sembrar
discordia, y más (Proverbios 6:16 – 19)
La siguiente mañana antes de sentarme a escribir o incluso a
buscar las Escrituras, oré “Padre del cielo,
necesito que me hables. Mi primera reacción es que el odio es irreconciliable
con un Dios que es amor, sin embargo veo claramente en los Proverbios que
efectivamente hay cosas que tú odias. Enséñame. En el nombre de Jesús, amen”.
No había casi terminado de decir amén cuando el Espíritu
Santo empezó a hablar. Traté de tomar nota rápidamente de lo que escuchaba.
Dios odia todo lo que deshace el amor.
Dios odia lo que deshace y rompe a los que El ama.
Dios odia lo que nos aparta de su imagen y distorsiona
nuestra identidad.
En pocas palabras, nuestro Padre odia todo lo que pervierte y
corrompe el amor.
Dios ama a la gente, Dios ama a quienes están rotos. Dios ama
el límite. Dios ama al pecador. Dios es amor, y el amor nunca odia a la gente,
porque la gente es lo que Dios ama.
Dios ama a todos… pero dios no ama cualquier cosa.
En la creación de Génesis, Dios hizo todas las cosas bien y
para nuestro bien. Tristemente, tengo que decirte que no seguimos caminando
sobre la incorruptible tierra del Edén. La misma tierra debajo de nuestros pies
gime, ansiando nuestra restauración. De la misma forma, cada corazón humano está
lleno de un anhelo desesperado por la revelación y la realización de todo lo
que es verdad, justo y hermoso.
Queremos que el amor gane su expresión completa en cada área
de la vida. ¿Es posible que hayamos idolatrado el
amor y en el proceso hemos llamado amor a cosas que no lo son? ¿Hemos creído
que nuestras acciones eran de amor cuando en realidad no lo eran? Dios
es el amor, pero el amor no es Dios. Nosotros adoramos a Dios, no al amor. Nada
puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús (Romanos 8:39). Pero el
peligro aparece cuando separamos el amor de los parámetros de nuestro Dios.
Dios es amor (1Juan 4:8). Dios es fuego consumidor (Hebreos
12:29). En el vivimos (Hechos 17:28) Cuando sacamos estas verdades juntas, no
es exagerado decir, “Vivimos en el fuego consumidor
del amor de Dios”.
La palabra odio tiene una fuerte carga negativa. No hay
absolutamente nada neutral sobre el odio. Yo inmediatamente pienso en palabras
asociadas. Para explorar este camino conmigo, necesito que te hagas aparte de tus
experiencias personales con el odio y dejes de asociar la palabra con toda la
gente. Con el propósito de navegar sobre la verdad, deja a un lado imágenes de
odio y acciones de odio. ¿Estás de acuerdo conmigo
en que la definición de amor ha sido distorsionada por nuestra cultura y
experiencias humanas? Muy seguido la gente dice que ama sin tener
acciones que correspondan o muestren un compromiso de amor. Cuando usamos una
palabra en exceso, esta termina siendo manoseada o mal entendida. Para amar
verdaderamente como Dios ama, no podemos amar lo que el odia.
Así como el amor no puede ser definido fuera de la
perspectiva de nuestro eterno Creador, el odio también debe ser expuesto a la
luz de las escrituras. Por el momento, pongamos a un lado nuestras experiencias
humanas con el odio y lidiemos con su significado.
Como un sustantivo, abarca palabras hostiles como desafío,
aborrecer, repugnancia y disgusto. Cuando el odio adopta la forma de verbo, su
significado es detestar, ser repulsivo y despreciar.
En un primer vistazo, es fácil asumir que ninguno de estos
atributos están en sintonía con un Dios que no solo ama, sino que es amor.
Mientras yo buscaba en las Escrituras, descubrí lo siguiente. Nuestro Padre
odia…
… todo lo que no entre dentro de su justicia y verdad.
… cuando las viudas, huérfanos y extranjeros son oprimidos.
… el abuso a los ancianos y el descuido a la familia.
… lo que pervierta su bondad y contamine sus dones.
…cuando el amor se tuerce por el egoísmo y los amigos se
convierten en enemigos.
…lo que cambia Su imagen y distorsiona la nuestra.
… cuando la maldad es llamada bondad y el inocente muere.
… cuando la arrogancia y el orgullo nos degrada.
Esencialmente, Dios odia todo lo que quebranta el amor, todo
lo que degrada el amor nos degrada a nosotros. Cuando el amor es degradado,
nuestro entendimiento de Dios, quien es amor, es trágicamente quebrantado.
Cuando la imagen de Dios es distorsionada, los hijos que siguen al Padre son
confundidos. Finalmente, todo lo que Dios odia tiene que ver con proteger lo
que el ama, se trata de proteger todo lo bueno que El creó de los que lo desean
destruirlo. ¿Por qué me sorprendo? Cada
amoroso padre odia cada forma de vicio que busca destruir a sus hijos. El
antiguo testamento no contiene palabras de un Dios enojado; sino la
amonestación de un amoroso Padre que desea que sus hijos vivan vidas lo mejor
posible. Jesús no cambió la forma de
pensar de Dios en el Nuevo Testamento. Jesús vino para revelar el corazón del
Padre.
Ningún padre desea sufrimiento para sus hijos. Los problemas
y desafíos no son nuestros enemigos principales. Las pruebas terrenales pueden
servir como crisoles que llevan a los hijos de Dios a un lugar de humildad y
oración. Los desafíos nos dan una visión fresca que nos lleve a una nueva
perspectiva mientras leemos la Palabra de Dios. Nuestros verdaderos enemigos
provienen de nuestra naturaleza pecaminosa. Son vicios como la codicia,
orgullo, inmoralidad, idolatría y la depravación. Estas distorsiones de vida
están sobre los hijos de Dios creyendo que podemos servir a dos señores: Dios y
el sistema de este mundo.
Si realmente deseamos servir a Dios, debemos no solo amar lo
que el ama, sino odiar la maldad que obstaculiza el amor. Debemos hacer
prácticas las palabras de Romanos 12 si sinceramente amamos: “El amor debe ser sincero.
Aborrezcan el mal; aférrense al bien”. (Romanos
12:9)
Por Lisa Bevere
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