Esta es la verdad de
cómo pierden el tiempo los sacerdotes católicos.
Por: Padre Sergio | Fuente: PadreSergio.org
Por: Padre Sergio | Fuente: PadreSergio.org
Siempre he pensado que la vida de un sacerdote
es breve, no porque Dios nos llame pronto, sino porque estamos tan ocupados que
un día es como un suspiro.
Ayer me la pasé desde las 7 am confesando, creo
que en total confesé como unas ocho horas. En cuanto salí de la sacristía y vi
a todas esas personas lo primero que pensé fue: “Hoy
no voy a desayunar, y creo que ni a comer”, parecía misa de domingo,
pero en realidad estaban esperando reconciliarse con Dios.
Me senté a confesar y mientras pasaban las horas
me sentía presionado por todas las personas que tenía, me daba pena que
estuvieran esperando tanto tiempo y además sabía que vendrían para llevarme a
visitar a dos enfermos, luego me buscaría una persona para dirección
espiritual... sentía que iban a llegar ya y yo no acababa de confesar, pero
afortunadamente alcancé a reconciliar a todos, es más, justo cuando la última
persona se puso de pie para irse iban llegando por mí los familiares del
enfermito, creo que mi Dios acomodó todo en bien de estas personas que
necesitaban su amor, ya que no creo en las coincidencias, sino en las "diocidencias".
En cuanto acabé hable por teléfono a un amigo
que me había llamado y mensajeado varias veces, cuándo le hablé me cuestionó
que qué estuve haciendo y fui bien sincero: “Tuve un día muy ajetreado, casi ocho horas
confesé, sequé lágrimas y saqué sonrisas”. Y él muy espontáneo me respondió: “Pues
lo único productivo fue que te inventaste una rima”.
Pero eso no es todo, después encontré a alguien
más y me preguntó cómo había estado mi día y le dije que fue simplemente
genial, luego me interrogó por lo que hice y le dije que había estado
confesando casi todo el día, visité a dos enfermos y di una dirección
espiritual, le expliqué que estaba muy contento porque todos ellos llegaron
buscando a Dios y yo traté de ayudarles... pero él igual de espontáneo como el
otro me dijo: “Uh,
entonces perdiste todo el día, qué pena..." Pero a este sí le
respondí: “Pues qué manera tan bonita de perder
mi tiempo, muchas personas me compartieron su vida, lloraron conmigo, y juntos
le pedíamos a Dios que los ayudara, me siento con el alma llena".
Me sorprendieron mucho sus reacciones, no porque
minimizaran lo que hago, sino porque dos personas tan cercanas a mí, que soy
sacerdote, en menos de una hora me habían dicho que gastar mi tiempo
escuchando, llevando la gracia de Dios y tratando de dar esperanza lo
consideraban una pérdida de tiempo.
Afortunadamente para mí fue un día de los
mejores de mi vida, de esos que me quiero llevar en el corazón cuando Dios me
llame, lo recordaré como el día que “casi me
desmayo al ver a tantas personas esperándome, y yo sin desayunar, pero que al
final de las casi ocho horas que confesé, sequé lágrimas y saqué sonrisas”.
Al terminar el día, mientras rezaba el Santo
Rosario le decía a la Virgen: "Me encanta
perder el tiempo de esta forma" y también le di las gracias por
todos los sacerdotes que son criticados por sus feligreses porque según ellos
solo pierden el tiempo, pero no se dan cuenta de todo el bien que hacen.
Por cierto, sí alcancé a desayunar, una
feligresa me llevó unos tamalitos bien ricos y comí muy a gusto con el
enfermito y su familia, no cabe duda que Dios me cuida mucho y hasta prevé mis comidas.
Artículo originalmente
publicado en PadreSergio.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario