La biblia dice en
proverbios 18:21 que nosotros “comemos” del
fruto de nuestro labios: “En la lengua hay poder de
vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”
Comer es ingerir, es introducir algo en nuestro ser, comer
del fruto de nuestra lengua introduce cosas en nuestro corazón. Un pensamiento
no llega a ser confirmado por nosotros hasta que se hace palabra. Las palabras
que decimos son escuchadas por nuestros oídos y mente, cada palabra tiene un
poder de fe, un tipo de pensamiento, un espíritu que transmiten, ya sea
negativo o positivo, de queja o de alabanza, de odio o de amor, de temor o de
fe.
Nadie tiene más autoridad sobre mi vida que yo mismo. Tal vez
hubo personas de nuestro entorno que declararon palabras muy negativas sobre
nosotros y eso produjo cierto efecto destructivo, pero la buena noticia es que
podemos sobreponernos a cualquier sentencia negativa tan solo con lo que
nosotros mismos digamos con nuestros labios.
La lengua está adentro
del cuerpo, no es un miembro exterior, eso nos dice que está directamente conectada con nuestro ser interior y que
transmite cosas profundas de nuestro ser.
Es hora que en nuestro diario vivir comencemos a hablar bien
de nosotros mismos, a no menospreciar nuestro potencial. Cuando hacemos algo
muchas veces lo criticamos, subestimamos nuestra propia capacidad. Si quieres
ser de bendición debes estar bendecido, ¿Cómo quieres bendecir a otros y no
hacerlo contigo mismo?
En Santiago 2:21 se nos dice: “que
recibamos con mansedumbre la palabra implantada” en otras versiones dice
“sembrada” porque las palabras penetran en
nosotros, se incuban y dan algún tipo de fruto.
Nunca más te auto maldigas, te critiques, declares cosas
tales como: “Nunca voy a poder terminar mis
estudios”, “no se si podré hacer este trabajo”, “no me siento capaz de
liderar”, “no creo que mis emprendimientos den resultados”, “de esta enfermedad
no me curo más” Estas palabras no son inocentes, porque las crees y son
implantadas en ti cuando las declaras. No esperes que venga alguien a decirte
lo que tienes que hacer, lo que Dios dice en su palabra, sus promesas deben ser
nuestro lema de vida. Por cada problema que tengamos hay “una medicina” en la palabra de Dios.
Mírate al espejo cada día y desata palabras de bendición,
éxito, prosperidad y salud. Declara: “Soy un hijo
de Dios, perdonado por la sangre de Cristo, estoy sano por la fe, mi herencia
es la riqueza y no la pobreza, la abundancia y no la escasez. Declaro que
tendré relaciones sanas y se aleja de mi vida toda persona que quiera traerme
dificultades. Soy todo lo que dice la biblia que soy, y renuncio a creer lo que
cualquier persona diga negativo acerca de mi, solo recibo y acepto palabras de
vida, salud, sanidad, abundancia, avance, conquista y crecimiento” Amén.
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