En estos tiempos,
los problemas económicos se han convertido en una pesada carga en la vida de
muchas personas, generando situaciones de angustia y stress.
Por: Marcelo Martín | Fuente: El Blog de Marcelo // Píldoras de Fe
Por: Marcelo Martín | Fuente: El Blog de Marcelo // Píldoras de Fe
En estos tiempos que corren, marcados por la
crisis y los recortes, los problemas económicos se han convertido en una pesada
carga en la vida de muchas personas, generando situaciones de verdadera
angustia y stress. Como si estuvieran atrapadas en un callejón sin salida, la
gente busca una solución que les permita resolver sus necesidades de vida. La
experiencia dice que no siempre es fácil.
NO HAY QUE DESESPERAR.
Como discípulos de Jesús hemos de llevar
nuestros problemas, incluyendo por supuesto los económicos, a la Palabra de
Dios. En ella el Señor siempre nos da la respuesta que necesitamos. Leerla, y
orarla, bajo la guía del Espíritu Santo, transforma nuestro corazón y nuestra
mente. Ella es luz en el sendero, y lámpara para nuestros pasos (Salm. 118,
105)
¿Cómo nos enseña la Biblia
a enfrentar los problemas económicos? A continuación 6 consejos muy luminosos
de la Palabra sobre este tema tan importante:
1. LO PRIMERO ES LO PRIMERO: EL REINO DE DIOS
Jesús es claro, no debemos estar agobiados
pensando qué comeremos o cómo nos vestiremos, es decir, como resolveremos el
día a día. Él nos pone como ejemplo a
las aves del cielo, y a los lirios del campo. El Padre conoce de
antemano lo que requerimos para vivir, por lo que la actitud básica del
cristiano es la confianza y el abandono en las manos amorosas de Dios (Mt. 6,
25-34)
Sin embargo, hay una condición: que busquemos primero el Reino de Dios y su
justicia, es decir, que en nuestra lista de prioridades lo primero para
nosotros sea hacer la voluntad de Dios, vivir según la norma del Evangelio, en
seguimiento a Jesús de Nazaret,… todo lo demás se nos dará por añadidura (Mt.
6, 33). Esa es su promesa.
2. ¡TRABAJA!
La Palabra enseña que el medio normal para
ganarse el sustento diario es el trabajo. Este principio rige a toda la estirpe
de Adán, que ha de ganarse el pan con el sudor de su frente (Gen. 3, 19). Así
mismo, el trabajo forma parte de la vocación humana universal: vayan y sometan la tierra (Gen. 1, 28).
La actitud de abandono y de confianza que nos
aconseja Jesús no nos exime del deber
de trabajar, sumando esfuerzo e inteligencia, para lograr satisfacer las
necesidades de vida. Para un cristiano el trabajar no es un castigo, es un modo
de servir a la comunidad y una fuente de bendición: ¡Trabajar no es un
castigo!: una teología positiva del trabajo.
Pablo nos da ejemplo, él compartía el oficio de
la predicación con el arte de tejer tiendas (Hch. 18, 3). Además nos previene de la tentación de ser
negligentes en la tarea, como, aparentemente, ocurría en la comunidad de
Tesalónica /2 Tes. 3, 6-7), pues el que no trabaje que tampoco coma, por lo que
se nos exhorta a trabajar con sosiego para ganar el propio pan y no ser una
carga para nadie (2 Tes. 3, 8-12).
Por cierto, si hemos perdido el empleo, ello no
significa que no tengamos trabajo, pues buscar colocarse es ya de por si un
trabajo, y bien gordo.
3. ¡DESCUBRE TU TALENTO!
En la parábola de los talentos Jesús nos dice
que a cada uno de nosotros se nos han confiado unos dones, nuestra misión es
descubrirlos y crecer en ellos para que la gracia se multiplique en los campos
de Dios. Como enseña Jesús, salgamos a negociar el talento para que aumente, y
recibir aún más (Mt. 25, 14-30)
Estoy convencido que está parábola encierra un gran secreto incluso para que prosperemos
económicamente: descubrir el propio talento, trabajarlo, ponerlo al
servicio redundará en beneficios para nosotros.
Lamentablemente, muchos hacemos como el siervo
perezoso de la parábola, escondemos los dones recibidos, los enterramos, y ello
se refleja en los resultados que obtenemos.
4. ¡ORA!
Jesús nos enseñó en el Padrenuestro a pedir el
pan de cada día (Lc. 11, 2-4). De esta manera llevamos a la oración las
necesidades económicas para que el Señor nos socorra y provea nuestro sustento.
Cuando oramos sabemos que Dios conoce de antemano lo que necesitamos (Mt. 6,
8).
Si sentimos que el Señor se toma su tiempo en
atendernos, recordemos que Jesús nos
exhorta a persistir en la plegaria, como el amigo inoportuno a la
medianoche (Lc. 11, 5-8) o como la viuda pobre frente al juez injusto (Lc. 18,
1-8)
Si tenemos que enfrentar una situación económica
que parece insoluble pidamos a Dios el don de la sabiduría (Stg. 1, 5), a fin
de encontrar una salida al problema que nos agobia. Nunca olvidemos que para Dios nada hay imposible (Lc. 1, 37) y que
todo es posible para el que cree (Mc. 9, 23)
Presentemos al Padre lo que nos preocupa (Filp.
4, 6), y esperemos en su gran misericordia que siempre se manifiesta en el
momento oportuno.
5. ¡COMPARTE TUS BIENES!
Jesús nos previene de la tentación de acumular
tesoros en la tierra, poniendo nuestra confianza en la posesión de los bienes
materiales (Mt. 6, 19 y Lc. 12, 13-21) Por lo contrario, su invitación es que compartamos con los demás, especialmente con
los más pobres, de lo mucho o poco que tengamos (Mt. 19, 21)
Es una ley del Evangelio, hemos de dar si
queremos recibir (Lc. 6, 38). Y aunque creamos que somos tan pobres que sólo
podemos ocuparnos de nosotros mismos, siempre tenemos algo que dar a los demás,
así sea nuestro tiempo y nuestra atención.
6. ¡SE AGRADECIDO!
Dar gracias a Dios, tanto en la prosperidad como
en la escasez, es proclamar nuestra confianza en la fidelidad y el amor de Dios
(1 Tes. 5, 18), quien se toma el trabajo de cuidarnos y de proveer a todas
nuestras necesidades con largueza (Filp. 4,19).
Cuando damos gracias confesamos y reconocemos
que Dios es el dador de toda bendición
(Stg. 1, 17), todo viene de su mano, él dirige nuestra vida según sus designios
de amor y misericordia (Rom. 8, 28). La acción de gracias es siempre fuente de
nuevas bendiciones, y trae gozo y paz al corazón.
Para
terminar, un consejo de oro: ¡Acude a la Virgen María!, ello es nuestra
abogada e intercesora delante de Jesús, la que adelanta su hora como hizo en
las Bodas de Caná (Jn. 2, 1-12), la que ha creído en el cumplimiento de las
promesas divinas (Lc. 1, 45) Ella es la madre llena de amor que Jesús nos
confió antes de morir en la cruz (Jn. 19, 25-27)
María, Madre de Misericordia, asístenos en
nuestras necesidades, y llévanos siempre a Jesús, el dador y la fuente de toda
bendición. Amén.
Artículo originalmente
publicado en el Blog de Marcelo
Reproducción de la publicación en Píldoras de Fe
Reproducción de la publicación en Píldoras de Fe
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