Represión, presión a
los videntes, silencio mediático...
Pese a los intentos de los masones, que ocupaban importantes cargos, el
mensaje de Fátima llegó al mundo.
El mensaje de Fátima, del que se
cumplen justo ahora 100 años, alertaba de las consecuencias del comunismo. Pero
en su momento hubo a quienes el mensaje que la Virgen dejó a los tres pastorcillos
y al mundo entero tampoco gustó. Desde un principio, los masones intentaron silenciar y ocultar lo que ocurríó en Fátima
aunque no lo consiguieron. Así lo relata Cari Filii News: Desde comienzos del siglo XX,
influían en Portugal corrientes políticas e ideológicas anticlericales
vinculadas a logias masónicas que buscaban arrancar la fe del corazón de los
habitantes, las apariciones de 1917 en
Fátima se inscribieron en un clima político y social abiertamente anticatólico,
tal y como cuenta Jean-Baptiste Noé en Aleteia.
Las represiones de las que fueron
víctimas los católicos de Portugal se enmarcaban en un contexto europeo de anticlericalismo virulento y en el contexto
portugués de una antigua lucha contra la Iglesia.
Podemos remontar el origen al marqués de Pombal (1699-1782),
diplomático del rey, que se convirtió en primer ministro de José I.
UN ESPÍRITU LAICISTA
Miembro de las logias masónicas portuguesas, se opuso a la Iglesia y a los jesuitas. Cabe destacar que tuvo que hacer frente al terremoto de Lisboa (1755) que destruyó casi toda la ciudad y provocó la muerte de más de 15.000 personas.
Para Pombal y los filósofos de la
Ilustración, como Voltaire, este terremoto sirvió rápidamente como pretexto
para demostrar la no existencia de Dios: ¿cómo habría podido permitir una catástrofe así? Aprovecha la
reconstrucción de la capital para expulsar a los jesuitas y adueñarse de los
bienes de la Iglesia.
El espíritu anticlerical se ancla así, poco a poco,
en un Portugal por otro lado repleto de tradiciones religiosas, lo cual crea un extraño contraste con la gran piedad del mundo rural.
EL VIEJO MUNDO CRISTIANO GOLPEADO POR
TODAS PARTES
La crisis vuelve a comienzos del siglo XX. Mientras que el Gobierno francés toma medidas contra los católicos (expulsando congregaciones religiosas), Portugal empieza a conocer una gran agitación política.
El rey Carlos I y el heredero de la corona son
asesinados en 1908, Manuel II es expulsado en 1919
y se proclama una república laica y anticristiana, bajo el modelo de la
República francesa –la de 1905– valiéndose de sus leyes anticlericales recién
adoptadas por el Gobierno.
Los miembros del ejecutivo
portugués pertenecen casi todos a logias masónicas y están decididos a
enfrentarse frontalmente contra la Iglesia. Y este asalto no se observa solo en Portugal; el viejo mundo
cristiano es golpeado desde todos los puntos cardinales: Francia, Italia,
España y México, con modalidades y aplicaciones diferentes.
EL PELIGRO DE LAS APARICIONES
Las apariciones marianas de los pastores suenan como una alarma, ya que reviven el fervor popular que el Gobierno intenta reprimir y recuerdan al pueblo sus raíces cristianas. La prensa local y nacional silencia la noticia y luego la desacredita cuando se extiende masivamente y empiezan a afluir los peregrinos.
Las autoridades masónicas vieron
un grave peligro para sus intereses las apariciones de Fátima, que atrajeron al
lugar a miles de personas pese a la campaña propagandística contra los
pastorcitos [/caption]
Dada la avalancha de críticas
contra la menor manifestación pública de la fe cristiana, casi no extraña el encarcelamiento de los videntes
en el mes de agosto de 1917.
El administrador de Vila Nova de
Ourém, Artur de Oliveira Santos, es un notorio anticlerical y también “hijo de la viuda”. Evidentemente, no puede
soportar que en un territorio bajo su jurisdicción tengan lugar unas
apariciones y un renacer de esa fe deshonrosa. No puede permanecer inmóvil ante
el riesgo de perder su puesto.
LOS VIDENTES AMENAZADOS DE MUERTE
Santos exige ver a los niños el 11 de agosto, lo cual obliga a los padres de los jóvenes videntes a desplazarse de Fátima a Vila Nova. El interrogatorio es violento. Oliveira Santos amenaza por turnos a los pastorcitos con hacerlos hervir para que revelen los secretos de las apariciones.
El 13 de agosto se desarrolla un nuevo
interrogatorio en casa del cura, en presencia del administrador,
que quiere evitar que los niños vuelvan al campo. Después del interrogatorio,
obliga a los niños a montar en su coche para ir Cova da Iria pero, antes de
llegar, cambia de dirección y se dirige a su casa en Vila Nova. Llegados al
domicilio de Santos, hace bajar a los niños y los encierra ¡en su propia casa!
LA FUERTE PRESIÓN A LOS VIDENTES
Los interrogatorios se reinician hasta que los niños son llevados a la prisión pública, para prolongar la presión psicológica a la que les somete el funcionario.
Intentaba así hacerles decir que
las apariciones no eran más que una burla. Los niños no dijeron nada y no revelaron ningún secreto, lo cual
sacó al administrador de sus casillas.
La multitud se impacienta también
en el lugar de las apariciones y comienza a manifestarse. El pueblo estaba del lado de los videntes,
así que Oliveira Santos los libera el 15 de agosto.
Este
encarcelamiento no impide la aparición del 13 de agosto y los fenómenos
inexplicables que presenciaron miles de personas, dos meses antes de la “danza del sol”, de la que fue testigo una multitud
más impresionante todavía. Así se puso en jaque a la política
anticlerical de las personalidades de la región.
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