“La mujer tiene una actitud
particular para transmitir la fe y, por eso, Jesús recurrió a ella para la
evangelización. Así sucedió con la Samaritana que, después de haber aceptado la
fe en Cristo, se apresura a comunicarla a los demás.”- Juan Pablo II
El apostolado es importante. Llevar el mensaje del
amor de Cristo a otros nunca es fácil, pero la mujer tiene el regalo de unas
cualidades muy típicas de ella para llevar el apostolado en femenino. Veamos
algunas de ellas, desde el pensamiento del Vicario de Cristo.
La
iniciativa humilde
Mujeres como Teresa de Calcuta dejó a muchas, el
testimonio contundente de lo que puede llegar a lograr una mujer verdaderamente
humilde. Esta gran mujer, siempre decía que su corazón pertenecía enteramente a
Cristo y en sus conversaciones, al preguntarle sobre la mujer, animaba a todos
a mirar a la Virgen, pues Ella, es el modelo por excelencia para el desarrollo
de lo femenino.
Profundizando en María, cada vez que tengas tu
tiempo de oración, pide por su consejo para revelarte el sentido pleno de tu
feminidad. La iniciativa humilde innata en ti como mujer, saldrá a la luz al
salir al encuentro de manera espontánea para hacer apostolado con tus amigas o
personas que vayan llegando a tu vida.
Respeto
a las personas
¿Te has fijado en la forma en que los varoncitos
juegan cuando tienen, por ejemplo, un año de edad, dos a lo mucho? Y, ¿qué
decir de las niñas? Mientras los niños utilizan la fuerza en los juegos, entre
niñas el respeto siempre está presente. Se trata de otra cualidad innata
femenina. El respeto, la conciencia de él, está anclada en lo profundo del
corazón de la mujer.
La mujer sabe, muy dentro de sí misma, que su papel
fundamental es unir, hacer paz, acoger al otro y esto lo manifiesta desde muy
niña, a través de sus juegos. Como mujeres es muy importante que tomemos esto
en cuenta a la hora de educar, es decir, aprovechar ese potencial en la niña
mientras al mismo tiempo se va educando a los hijos varones también en este
sentido.
Forma
de compartir la fe
Cuando una mujer conoce el amor de Cristo, no puede
quedarse callada. Debe salir corriendo a compartirlo tal y como lo hizo la
Samaritana o María Magdalena cuando estuvo frente a Cristo resucitado.
Y es que la mujer que conoce al Señor se enamora, y
ese amor es una llama enorme que tiene la capacidad de alcanzar a los otros e
iluminarlos. La forma de compartir la fe en la mujer es distinta al hombre. Es
también un regalo de Dios, pues no impone nada, sino prueba a través de cambios
en la conducta y paz en la mirada, la transformación que solo el amor puede
hacer en el interior de una persona.
Por eso la mujer es una privilegiada a la hora de
orar por su marido, por sus hijos, por el mundo, porque es predilecta a los
ojos de Dios; porque escogió a una de nosotras, Nuestra Santísima Madre, para
traer a su hijo al mundo.
Conclusión
Es bueno, entonces, que nos fijemos en cómo la
Virgen oraba, para que aprendamos de ella todo eso que nos falta para ser
mujeres completas, apóstoles para la paz y defensoras de la familia.
El apostolado es una obligación gozosa, y la mujer
cuenta con un potencial enorme para realizarlo con eficacia. Como pide la
Iglesia en el Catecismo “los laicos cumplen también su misión profética
evangelizando, con el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida
y de la palabra. En los laicos, esta evangelización ‘adquiere una nota
específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las
condiciones generales de nuestro mundo’ (Lumen Gentium 35).
Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero
apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los
no creyentes… como a los fieles” (905 y 906).
SheilaMorataya-Fleishman
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