Desde hace ya más de dos siglos son raras las manifestaciones de
intolerancia religiosa en los países de mayoría cristiana
Por: Alfonso Aguiló | Fuente: www.fluvium.org
El origen de la Inquisición se remonta al siglo XIII. El primer tribunal para juzgar delitos contra la fe nació en Sicilia en el año 1223. Por aquella época surgieron en Europa diversas herejías que pronto alcanzaron bastante difusión. Inicialmente se intentó que cambiaran de postura mediante la predicación pacífica, pero después se les combatió formalmente. En esas circunstancias nacieron los primeros tribunales de la Inquisición.
Por: Alfonso Aguiló | Fuente: www.fluvium.org
El origen de la Inquisición se remonta al siglo XIII. El primer tribunal para juzgar delitos contra la fe nació en Sicilia en el año 1223. Por aquella época surgieron en Europa diversas herejías que pronto alcanzaron bastante difusión. Inicialmente se intentó que cambiaran de postura mediante la predicación pacífica, pero después se les combatió formalmente. En esas circunstancias nacieron los primeros tribunales de la Inquisición.
—¿Y no es un contrasentido perseguir la herejía de esa manera?
Lo es. Pero no debe olvidarse la estrecha vinculación que hubo a lo
largo de muchos siglos entre el poder civil y el eclesiástico. Si se perseguía
con esa contundencia la herejía era sobre todo por la fuerte perturbación de la
paz social que causaba.
—¿Y cómo pudo durar tanto tiempo un error así?
Cada época se caracteriza tanto por sus intuiciones como por sus
ofuscaciones. La historia muestra cómo pueblos enteros han permanecido durante
períodos muy largos sumidos en errores sorprendentes. Basta recordar, por
ejemplo, que durante siglos se ha considerado normal la esclavitud, la
segregación racial o la tortura, y que, por desgracia, en algunas zonas del
planeta se siguen aún hoy practicando y defendiendo. La historia tiene sus
tiempos y hay que acercarse a ella teniendo en cuenta la mentalidad de cada
época.
La Inquisición utilizó los sistemas que eran habituales en la sociedad
de entonces, aunque lo hizo ordinariamente de un modo más benigno que sus
contemporáneos. Con el tiempo, los cristianos fueron profundizando en las
exigencias de su fe, hasta que comprendieron que tales métodos no eran
compatibles con el Evangelio.
Hay que reconocer que se cometieron todos esos
tristes errores por parte de aquellas personas en aquella época. Sin embargo,
la defensa de la libertad religiosa estuvo bien patente ya en los orígenes del
cristianismo. Para los primeros cristianos, la convicción de estar en la verdad
no les hacía pensar en imponerla coactivamente. Como sabían que el acto de fe
es libre, eran tolerantes, y eso no por simple conveniencia social, sino por
coherencia con la raíz misma de su fe. Los primeros Padres de la Iglesia
acuñaron el principio de que "no hay dificultad en rechazar el error y, al
tiempo, tratar benignamente al que yerra".
—Sin embargo, parece que con el paso de los
siglos fueron los católicos quienes más olvidaron la libertad religiosa.
No fue así. El empleo de la fuerza para combatir
a los disidentes religiosos ha sido algo lamentablemente corriente en todas las
culturas y confesiones hasta bien entrado nuestro tiempo. Basta pensar en la
intolerancia de Lutero contra los campesinos alemanes, que produjo decenas de
miles de víctimas; o en las leyes inglesas contra los católicos, cuyo número
era aún muy elevado al comienzo de la Iglesia Anglicana; o en la suerte de
Miguel Servet y sus compañeros quemados en la hoguera por los calvinistas en
Ginebra.
Hay que decir, para ser justos, que ese era el
trato normal que se daba en aquella época a casi todos los delitos, y el de
herejía era considerado como el más grave, sobre todo por la alteración social
que provocaba. En esto coincidían tanto Lutero como Calvino, Enrique VIII y
Carlos V o Felipe II. Y fuera de Occidente ocurría algo muy parecido.
En una época en la que todo el mundo occidental
se sentía y proclamaba cristiano, y en la que la unidad de la fe constituía uno
de los principales elementos integradores de la sociedad civil, fraguó la
mentalidad de que la herejía, al ser un grave atentado contra la fe, era
también un grave atentado "de lesa majestad". Es decir, pasó a
considerarse un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, un
crimen castigado entonces con la muerte en la hoguera.
No puede olvidarse que, para bien o para mal
-probablemente, para mal-, los campos propios de la política y la religión no
estuvieron debidamente delimitados durante bastantes siglos. Además, las
autoridades civiles temían el indudable peligro social que entrañaban las
disidencias religiosas, que solían ser origen de guerras y desórdenes sociales,
pues las posturas heréticas buscaban habitualmente la conquista del poder. Así
sucedió, por ejemplo, con el luteranismo, cuyo rápido avance se debió en buena
parte a la habilidad con que Lutero logró el apoyo de algunos príncipes
alemanes que, de ese modo, mantenían distancias respecto al emperador Carlos V.
En los primeros siglos, los cristianos fueron
muy tolerantes en materia religiosa. Más adelante, hubo épocas de bastante
confusión en este punto, pero teológicamente nunca estuvo cerrado el camino de
la tolerancia. Y desde hace ya más de dos siglos son raras las manifestaciones
de intolerancia religiosa en países de mayoría cristiana.
Es más, echando un vistazo a la situación
mundial de los últimos cien años, puede decirse que la tolerancia religiosa se
ha desarrollado fundamentalmente en los países de mayor tradición cristiana.
Por el contrario, la intolerancia religiosa se
ha mostrado con gran crudeza en los países gobernados por ideologías ateas
sistemáticas (Tercer Reich nazi, la URSS y todos los países que estuvieron bajo
su dominio, la revolución China de Mao, el régimen de Pol Pot en Camboya,
etc.). También ha crecido la violencia del integrismo islámico en los países
donde su religión aún no ha alcanzado el poder político (Senegal, Níger,
Mauritania, Chad, Egipto, Tanzania, Argelia, etc.); y donde ya lo ha alcanzado
(Arabia, Irán, Afganistán, etc.), la tolerancia religiosa es casi inexistente.
Y otros países asiáticos no islámicos (India, China, Vietnam, etc.), no parecen
mejorar mucho la situación. Sin embargo, curiosamente, se sigue hablando mucho
más de la Inquisición, desaparecida hace ya mucho tiempo, que de otras
persecuciones religiosas dolorosamente actuales.
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