19 septiembre 2015
El mundo necesita reconciliación en esta atmósfera de tercera guerra
mundial por etapas que estamos viviendo
Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va
El Papa pisó suelo cubano y lo hizo como “Misionero de la misericordia”. Durante su discurso en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de La Habana, saludó a las diferentes autoridades y quiso dedicar sus primeras palabras a las personas que por diversos motivos no podrá encontrar en este viaje y a todos “los cubanos dispersos por el mundo”.
Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va
El Papa pisó suelo cubano y lo hizo como “Misionero de la misericordia”. Durante su discurso en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de La Habana, saludó a las diferentes autoridades y quiso dedicar sus primeras palabras a las personas que por diversos motivos no podrá encontrar en este viaje y a todos “los cubanos dispersos por el mundo”.
Discurso completo del Papa
Francisco en la Ceremonia de bienvenida:
Señor Presidente,
Distinguidas Autoridades,
Hermanos en el Episcopado,
Señoras y señores:
Muchas gracias, Señor Presidente, por su acogida y sus atentas palabras
de bienvenida en nombre del Gobierno y de todo el pueblo cubano. Mi saludo se
dirige también a las autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático que
han tenido la amabilidad de hacerse presentes en este acto.
Al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, a Monseñor
Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de
la Conferencia Episcopal, a los demás Obispos y a todo el pueblo cubano, les
agradezco su fraterno recibimiento.
Gracias a todos los que se han esmerado para preparar esta visita
pastoral. Y quisiera pedirle a Usted, Señor Presidente, que transmita mis
sentimientos de especial consideración y respeto a su hermano Fidel. A su vez,
quisiera que mi saludo llegase especialmente a todas aquellas personas que, por
diversos motivos, no podré encontrar y a todos los cubanos dispersos por el
mundo.
Como usted, Señor Presidente, señaló, este año 2015 se celebra el 80
aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas ininterrumpidas
entre la República de Cuba y la Santa Sede. La Providencia me permite llegar
hoy a esta querida Nación, siguiendo las huellas indelebles del camino abierto
por los inolvidables viajes apostólicos que realizaron a esta Isla mis dos
predecesores, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sé que su recuerdo suscita
gratitud y cariño en el pueblo y las autoridades de Cuba. Hoy renovamos estos
lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga acompañando y alentando
al pueblo cubano en sus esperanzas, y en sus preocupaciones, con libertad y con
todos los medios y espacios necesarios para llevar el anuncio del Reino hasta las
periferias existenciales de la sociedad.
Este viaje apostólico coincide además con el I Centenario de la
declaración de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por
Benedicto XV. Fueron los veteranos de la Guerra de la Independencia, movidos
por sentimientos de fe y patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa
fuera la patrona de Cuba como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha
acompañado la historia del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva
la dignidad de las personas en las situaciones más difíciles y abanderando la
promoción de todo aquello lo que dignifica al ser humano. Su creciente devoción
es testimonio visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo
cubano. En estos días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y como
peregrino, para pedirle a nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta
querida Nación, para que transite por los caminos de justicia, paz, libertad y
reconciliación.
Geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los
caminos, con un valor extraordinario como «llave» entre el norte y el sur,
entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para
que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la
lengua de los istmos y la barrera de los mares» (La Conferencia Monetaria de
las Repúblicas de América, en Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Ese
mismo fue el deseo de san Juan Pablo II con su ardiente llamamiento a «que Cuba
se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra
a Cuba» (Discurso en la ceremonia de llegada, 21-1-1998, 5).
Desde hace varios meses, estamos siendo testigos de un acontecimiento
que nos llena de esperanza: el proceso de normalización de las relaciones entre
dos pueblos, tras años de distanciamiento. Es un proceso, es un signo de la
victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del «sistema del
acrecentamiento universal… por sobre el sistema, muerto para siempre, de
dinastía y de grupos», decía José Martí (José Martí, ibíd.). Animo a los
responsables políticos a continuar avanzando por este camino y a desarrollar
todas sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están llamados a
prestar a en favor de la paz y el bienestar de sus pueblos, y de toda América,
y como ejemplo de reconciliación para el mundo entero. El mundo necesita
reconciliación en esta atmósfera de tercera guerra mundial por etapas que
estamos viviendo.
Pongo estos días bajo la intercesión de la Virgen de la Caridad del
Cobre, de los beatos Olallo Valdés y José López Piteira y del venerable Félix
Varela, gran propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres,
para que aumenten nuestros lazos de paz, solidaridad y respeto mutuo.
Nuevamente, muchas gracias, Señor Presidente.
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