A todos nos preocupa la muerte, sin embargo, para los cristianos no debe
ser motivo de angustia y desesperación. A través de la muerte, el hombre
consigue llegar a su fin último que es volver a Dios de quien procede.
Sabemos que un día vamos a resucitar con Cristo, pero para esto es
necesario “dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor” (2Co 5,8).
La
muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están sometidas al
tiempo, en el cual cambiamos, envejecemos y, como todo ser vivo, tenemos un
término, que es la muerte. Ante esta realidad, debemos pensar que contamos
con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida y vivir de acuerdo
a la voluntad de Dios.
LA MUERTE ES CONSECUENCIA DEL
PECADO
Aunque
el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir. La
muerte fue contraria a los designios de Dios Creador y entró en el mundo
como consecuencia del pecado (Cf. Gn 2,13; 3,3; 3, 19; Sb 1,13; Rm 5,12;
6,23). El hombre se hubiera librado de la muerte corporal si no hubiera
pecado, es pues, el último enemigo que el hombre debe vencer. (Cf. 1Co
15,26).
LA MUERTE FUE TRANSFORMADA
POR CRISTO
Jesús,
Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición humana. Su
obediencia, transformó la maldición de la muerte en bendición y promesa de
resurrección. ( Cf. Rm 5, 19-21).
Gracias
a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. La novedad
consiste en que por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente
muerto con Cristo, para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de
Cristo, la muerte física consuma este “morir con Cristo” y perfecciona
nuestra incorporación a Él en su acto redentor.
En la
muerte Dios llama al hombre hacia sí. Es el fin de la peregrinación terrena
del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para
realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último
descanso.
El
cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida
hacia Él y la entrada en la vida eterna. Esto no quiere decir que no se
sienta tristeza y dolor ante la muerte propia o de un ser querido, pero, es
diferente afrontar el dolor con la esperanza de que un día volveremos a
reunirnos ante el Señor.
¿CÓMO RESUCITAN LOS MUERTOS?
Resucitar
quiere decir, volver a la vida aún muerto. .La esperanza en la resurrección
corporal de los muertos se impuso como una consecuencia lógica de la fe en
un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. Esperar la
resurrección, es otro misterio de la vida cristiana, que se fundamenta en
las promesas hechas por Dios en su Palabra. Consulta las citas bíblicas que
aquí aparecen.
NO ES LO MISMO QUE
REENCARNACIÓN
La
doctrina de la reencarnación es contraria a la fe cristiana. Los cristianos
creemos que cada hombre tiene una sola vida y una sola oportunidad para
realizarla según la voluntad de Dios. Si el hombre vive de acuerdo a lo que
Dios quiere, va a resucitar un día, en cuerpo y alma, igual que Jesús.
La
muerte es la separación del alma y del cuerpo; el cuerpo del hombre cae en
la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de
reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará
definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible, uniéndolos a
nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.
Cristo
resucitó con su propio cuerpo. Del mismo modo, en Él todos resucitarán con
su propio cuerpo que tienen ahora, pero este cuerpo será “transfigurado en
cuerpo de gloria”, en “cuerpo espiritual” (Cf. Lc 24,39; Flp 3,21; 1Co
15,44). Este “cómo” sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento;
no es accesible más que en la fe.
Todos
los hombres que han muerto “los que hayan hecho el bien resucitarán para la
vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5,29; Cf. Dn
12,2). Esta resurrección será en el “último día”, “al fin del mundo” (Cf.
Jn 6,39-4.44.54; 11,24). La resurrección de los muertos está íntimamente
asociada a la Parusía de Cristo, es decir a su segunda y definitiva venida.
(Cf. 1 Ts, 4,16)
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