PRESENTACIÓN
El origen de la religión ha sido muchas veces motivo de conjetura. De
acuerdo a la teoría de la evolución, las primeras criaturas que caminaron erectas
no tenían aún religión. En cambio, en tiempos de Jesús, el hombre ya había
alcanzado un elevado nivel religioso. En ese intervalo de tiempo tiene que
haber ocurrido una paulatina evolución de la religión, hasta llegar a las
formas más elevadas.
Debemos dar por entendido que las formas inferiores de la religión
fueron algo así como las tribus de la Edad de Piedra que temían a los espíritus
de la selva oscura, dependían de los brujos para practicar la magia, y pensaban
que las almas de los difuntos revoloteaban en el ambiente por un tiempo, y
luego regresaban bajo otras formas, que es lo que conocemos por animismo.
Después se concluyó, con el paso del tiempo, que el amor al prójimo es
la médula de la religión, llegando así posteriormente a que quien primero lo
enseñó con total claridad fue Jesucristo, fundador del cristianismo, la forma
más elevada de la religión.
LOS COMIENZOS DEL HOMBRE
Es evidente que si las conjeturas de este tipo acerca de la religión son
correctas, los primeros capítulos de la Biblia pueden no ser históricamente
confiables, más aún si pensamos que al no existir la escritura en aquella
época, las narraciones fueron transmitidas oralmente de generación en
generación, apartándose cada vez más del relato original, a pesar de que el significado
de la historia relatada y el mensaje de la misma siguieron vigentes con el paso
del tiempo. De ahí que muchas personas se sienten atraídas por las enseñanzas
de Cristo, en incluso le siguen fervientemente, pero no aceptan textualmente el
contenido del libros del Génesis.
En el apogeo de la teoría evolucionista, los estudiosos del Antiguo
Testamento procuraron reconstruir lo que estimaban era la verdadera historia
del Antiguo Testamento conforme a sus teorías acerca de la evolución de la
religión, pero la narrativa del mismo muchas veces la encontramos falta de
lógica, e incluso a veces con asomos de irrealidad. Pero siempre debemos
preguntarnos a nosotros mismos: ¿qué quiere decirnos Dios por medio de este
texto? Su mensaje, independientemente de la forma de contar una historia,
siempre está allí, y esto es lo que realmente debe importarnos.
EL LIBRO DEL GÉNESIS
Han surgido ideas equivocadas por cuanto hay quienes le atribuyen mucho
más de lo que en realidad contiene. En primer lugar el libro del Génesis nos
dice que la raza humana empezó con un varón y una hembra, Adán y Eva. Estén o
no en lo correcto los científicos al asegurar que la raza humana evolucionó
desde formas inferiores, tiene que haber existido el primer varón
verdaderamente humano y la primera hembra verdaderamente humana, los cuales
tienen que haber sido capaces de propagar una raza de humanos.
Pero, ¿cómo era esa pareja de verdaderos humanos? ¿Eran cavernícolas,
medio encorvados y con rostro de gorila, que comenzaban el largo ascenso a la
civilización? La Biblia lo calla. No se nos dice si eran blancos o negros,
encorvados o erguidos, altos o bajos, de nariz chata o de nariz romana. No
obstante, sí se nos brindan tres hechos básicos en cuanto a su naturaleza.
La primera pareja humana, según la Biblia, fue hecha del polvo de la
tierra: “Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en
sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Génesis
2:7). Cuando se realiza un análisis químico del cuerpo humano, se ve que no
consiste mas que de un tanto de carbono, calcio, fósforo, hierro, agua, etc. En
segundo lugar, por clasificación zoológica, los primeros humanos pertenecían a
la clase de los animales por cuanto tenían el aliento de vida, un sistema respiratorio
de la misma naturaleza que las bestias de la tierra, los pájaros y los
reptiles: “A todos los animales terrestres, a todas las aves del cielo y a
todos los reptiles de la tierra, a todo ser animado de vida, les doy la hierba
verde como alimento” (Génesis 1:30).
Lo que distinguía a esa pareja de todos los animales era que estaba
hecha a imagen de Dios: “Dios dijo: hagamos al ser humano a nuestra imagen,
semejanza nuestra; que manden en los peces del mar y en las aves del cielo, en las
bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan
por la tierra” (Génesis 1:26).
Es importante destacar que en la Biblia el hombre no se define por
caminar erguido, por tener una determinada capacidad cerebral o por ser especialmente
inteligente. Al fin y al cabo ha habido muchos humanos de espaldas encorvadas o
de cerebro más pequeño que apenas han podido hablar. Algunos animales, por el
contrario, son en extremo inteligentes. La única cosa que hace al animal
distinto del hombre, además del habla, es que el hombre fue creado a imagen de
Dios.
Obviamente el hombre no es como Dios en su forma ni en sus poderes
sobrenaturales, pero hay una cosa que sí entraña esa imagen de Dios en el
hombre, y es que puede comprender y tomar la decisión de escuchar la voz de
Dios: “Dios impuso al hombre este mandamiento: puedes comer de cualquier
árbol del jardín, pero no comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal,
porque el día que comieres de él morirás sin remedio” (Génesis 2:16-17).
LOS COMIENZOS DE LA RELIGIÓN
Cuando buscamos los orígenes de la religión comenzamos con humanos que
podían responder a la voz de Dios. Se presume que al principio le amaban de
todo corazón, así como también se amaban entre sí. Ya para el tercer y cuatro
capítulos del Génesis encontramos que este primer amor por Dios y por sí mismos
es destruido por el pecado.
En este primer estado, el humano no necesitó de templos, ni de
sacerdotes y sacrificios. Sólo cuando entró el pecado fue que se hizo necesario
el sacrificio como expiación del pecado. En Génesis 4:3-4 vemos que Caín traía
una ofrenda del fruto de la tierra, mientras que Abel llevaba un sacrificio
animal. El sacrificio de Abel fue aceptado por Dios, pero rechazó el de Caín
puesto que Dios conocía sus móviles. Ya había sido manifestada la única manera
en que el hombre pecador podía acercarse a Dios: por derramamiento de sangre;
por la muerte, pues el pecado significa el rompimiento inexorable con Dios, lo
cual significa la muerte.
Al principio el jefe de familia o el de la tribu presidía la ofrenda del
sacrificio. Después del éxodo de Egipto, Moisés nombró un linaje especial de
sacerdotes descendientes de Aarón para supervisar los sacrificios, tanto los
ordinarios como los especiales. Luego, en tiempos de Salomón, se construyó un
gran templo para ese propósito, y las ofrendas de sacrificios continuaron entre
los judíos hasta el año 70 d.C., cuarenta años después de la muerte de Cristo.
No había nada de particular, de bárbaro ni de primitivo en los
sacrificios de los animales. En nuestras ciudades, hoy en día, se degüellan
miles de animales a diario para el alimento. En el Antiguo Testamento la
matanza de cada animal adquiría un significado religioso, y ese significado
sólo llegó a entenderse plenamente con la muerte de Jesucristo en la cruz: “Todo
ello es un símbolo del presente, en que se ofrecen dones y sacrificios
incapaces de perfeccionar en su conciencia al que da culto, y sólo son
prescripciones carnales que versan sobre comidas y bebidas y sobre abluciones
de todo género, impuestas hasta el tiempo de la renovación. En cambio,
presentándose Cristo como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de una
Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre; es decir, no de
este mundo. Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de
machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una
liberación definitiva” (Hebreos 9:9-12).
EL DESARROLLO DE LA RELIGIÓN
Según la Biblia, la primera religión del hombre era el monoteísmo, la fe
en un solo Dios, y el sacrificio de animales indicaba que existía una manera de
recibir perdón y de ser así aceptados por Dios. Esto nos ayuda a entender la
historia posterior de la religión.
El Antiguo Testamento nos da ejemplos de, cómo una y otra vez, el hombre
se inclinaba a cambiar el monoteísmo por el politeísmo, que es el culto a más
de un dios. Labán, sobrino de Abraham, fue un típico politeísta y sabemos que
en su época el politeísmo era ya la religión principal en la India y en Mesopotamia.
Los libros La Ilíada y La Odisea ilustran un politeísmo muy complejo de los
dioses griegos en tiempos de su autor, Homero.
EL SACERDOCIO Y LA MAGIA
Asimismo hay una constante tentación de convertir la provisión del
sacrificio por la gracia de Dios, en un ritual al que se le atribuye valor en
sí mismo. Los brahmanes de la India y los sacerdotes de Egipto y Grecia
pretendían que sus sacrificios agradaban a sus dioses y, con ello, podían
lograr bendiciones para sus adoradores. Contra esta falsa visión y no contra el
sacrificio en sí mismo, es que arremetían los profetas de Israel.
Hay un solo paso del sacerdocio en el politeísmo a la magia y a la
religión del hechicero tribal. Es así como se realiza un constante proceso de
degeneración de la religión hacia las formas inferiores de politeísmo,
hechicería y magia. Es en este marco de degeneración en el que debemos entender
el llamamiento de Abraham a salir de la idolatría y la magia de Ur de los
caldeos, ciudad de nacimiento de Abraham, e ir a adorar al único Dios verdadero
con una fe simple, basada en la forma de sacrificio exigida por Dios. Más
adelante Moisés debía enseñar al pueblo de Israel, el cual había sido
corrompido religiosamente en Egipto, a adorar al único Dios verdadero y ofrecer
sacrificio de tal manera que resultara claro que no había propósito de magia.
EL MANTENIMIENTO DE LA
VERDADERA RELIGIÓN
La Biblia ilustra el proceso histórico de la degeneración de la religión
y el envío de los profetas para restaurar y reformar la verdadera religión.
Después de la muerte de Jesús, Dios proveyó el Pan y el Vino de la
Sagrada Comunión para conmemorar el sacrificio de su Hijo. Entre los judíos y
en muchas otras naciones cesó la práctica de los sacrificios de animales. Esto,
no obstante, no detuvo la tendencia hacia la degeneración. Tanto en la iglesia
cristiana como en religiones como el hinduísmo, los sacerdotes tienen la
tendencia a afirmar que mediante su ritual pueden obligar a Dios a otorgar sus
favores en esta vida y en la otra.
CONCLUSIÓN
La palabra religión proviene del latín religio, y está formada
por el prefijo re, que indica intensidad, el verbo ligare, que significa ligar
o amarrar, y el sufijo ion, que quiere decir acción y efecto. En vista de ello,
la palabra religión quiere decir acción y efecto de ligar fuertemente.
Y esta es precisamente como debe ser nuestra actitud personal en cuanto
a la religión: atarnos fuerte e indisolublemente a Dios. Con el Dios que
conocemos por medio de Jesús y con su Padre, que es también nuestro Padre.
Dios quiere que nuestras relaciones con Él estén impregnadas a la vez
por reverencia filial y por un profundo amor. Sin la reverencia, el amor corre
el riesgo de degenerar y dejar escapar algo peligroso; sin el amor que nos
conduce totalmente con su impulso hacia nuestro Padre, el alma vive en el error
y comete injuria al don divino.
El amor de Dios es, en sí mismo, inacabable y nos sobrepasa
completamente. No puede el espíritu del hombre concebir que el amor de Dios es
Dios mismo.
Si el amor por la persona de Jesús está en nuestro corazón, nuestra
actividad lo hará brotar. Podremos reencontrar dificultades, estar sometidos a
grandes pruebas, sufrir violentas tentaciones, pero si amamos a Cristo Jesús,
estas dificultades, pruebas y tentaciones nos encontrarán firmes. Porque cuando
el amor de Cristo nos urge, no queremos más para nosotros mismos, sino para
Aquel que nos amó y se entregó por nosotros.
“Cuida de no olvidarte de Yahvé” (Deuteronomio 6:12)
No hay comentarios:
Publicar un comentario