No nos
acobardemos, no tengamos miedo, al contrario, nos hemos de sentir orgullosos de
ser y profesar el ser cristianos.
"Hace
muchos, muchos años..." así empezaban los cuentos de antaño, pero esto no
es un cuento sino una tremenda y dolorosa realidad, los primeros cristianos
fueron perseguidos y martirizados de una y mil maneras de lo más bárbaras e
inhumanas: encarcelados, torturados, decapitados y así murieron los primeros
testigos de Cristo y después... una serie incontable de seres humanos, a través
de los siglos han derramado su sangre sobre la faz de la Tierra por dar
testimonio de su fe y por querer seguir con el mandato, que a todos nos obliga
y que Cristo nos dejó: ¡Id, por el mundo y predicar el Evangelio!
Se escondían en catacumbas para celebrar la Santa Misa y repartir la Eucaristía, pero llenos de valor con la presencia del Espíritu Santo en sus corazones, salían a dar evidencia, cumpliendo la petición que el Maestro les dejara al partir, para reunirse ya resucitado, con su Padre.
Hoy, a muchos años de distancia, tanto como algo más de 20 siglos, seguimos viendo que aquello que dijo Jesús:
Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo, porque yo al elegirlos os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Si a mí me han perseguido también os perseguirán a vosotros. Pero todo esto lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para cuando llegue la hora, os acordéis de que yo ya os lo había dicho (Juan 15, 14-16) .
Y esto se hace verdad a través del tiempo y hasta nuestros días. El Santo Papa Juan Pablo II llevó a los altares a muchos mártires mexicanos y a sacerdotes, religiosas y laicos de la Guerra Civil española y del mundo entero.
Constante y tristemente nos llegan noticias, de cómo en algunas aldeas en lejanos países mueren asesinados por defender la religión católica... La sangre sigue y seguirá derramándose hasta el final de lo tiempos porque las palabras de Cristo se cumplen.
Al Papa Francisco le duele el corazón y sufre por sus hijos, a nosotros, tan lejanos de esas tierras, también.
Y no siempre se llega al extremo de derramamiento de sangre, porque gracias a Dios, no en todo el mundo los seres humanos son perseguidos por su fe, pero de una u otra forma, aunque se vive en naciones donde hay libertad de cultos, a veces nos duelen las burlas y los comentarios de personas que nos tildan de anticuados y "mochos" por nuestro modo de pensar y de vivir.
No nos acobardemos, no tengamos miedo, al contrario, nos hemos de sentir orgullosos de ser y profesar el ser cristianos.
Y llenos de paz y de alegría recordemos siempre las palabras de Cristo al decirnos:- Por todo aquel que se declare por mi ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quién me niegue ante los hombres, lo negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos. (Mateo 10, 32. Lucas, 12, 8-9.)
Se escondían en catacumbas para celebrar la Santa Misa y repartir la Eucaristía, pero llenos de valor con la presencia del Espíritu Santo en sus corazones, salían a dar evidencia, cumpliendo la petición que el Maestro les dejara al partir, para reunirse ya resucitado, con su Padre.
Hoy, a muchos años de distancia, tanto como algo más de 20 siglos, seguimos viendo que aquello que dijo Jesús:
Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo, porque yo al elegirlos os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Si a mí me han perseguido también os perseguirán a vosotros. Pero todo esto lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para cuando llegue la hora, os acordéis de que yo ya os lo había dicho (Juan 15, 14-16) .
Y esto se hace verdad a través del tiempo y hasta nuestros días. El Santo Papa Juan Pablo II llevó a los altares a muchos mártires mexicanos y a sacerdotes, religiosas y laicos de la Guerra Civil española y del mundo entero.
Constante y tristemente nos llegan noticias, de cómo en algunas aldeas en lejanos países mueren asesinados por defender la religión católica... La sangre sigue y seguirá derramándose hasta el final de lo tiempos porque las palabras de Cristo se cumplen.
Al Papa Francisco le duele el corazón y sufre por sus hijos, a nosotros, tan lejanos de esas tierras, también.
Y no siempre se llega al extremo de derramamiento de sangre, porque gracias a Dios, no en todo el mundo los seres humanos son perseguidos por su fe, pero de una u otra forma, aunque se vive en naciones donde hay libertad de cultos, a veces nos duelen las burlas y los comentarios de personas que nos tildan de anticuados y "mochos" por nuestro modo de pensar y de vivir.
No nos acobardemos, no tengamos miedo, al contrario, nos hemos de sentir orgullosos de ser y profesar el ser cristianos.
Y llenos de paz y de alegría recordemos siempre las palabras de Cristo al decirnos:- Por todo aquel que se declare por mi ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quién me niegue ante los hombres, lo negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos. (Mateo 10, 32. Lucas, 12, 8-9.)
Autor:
María Esther de Ariño
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