PRESENTACION
A pesar de que no existe ninguna prueba fehaciente de su existencia, puesto
que estamos hablando de los primeros siglos del cristianismo, hemos de tener en
cuenta que aún en el siglo XVI su existencia se daba por segura, incluso por la
propia Iglesia. En efecto, en los siglos XV y XVI esta Papisa Juana era ya
considerada como un personaje histórico, de cuya existencia nadie dudaba.
La historia de la Papisa Juana
trata acerca de una mujer que habría ejercido el papado católico ocultando su
verdadero sexo. Su teórico pontificado suele ser situado entre los años 855 y
857, pero según la lista oficial de Papas, quien ocupaba dicho puesto en
aquellos años fue Benedicto III.
Unas versiones afirman que el
propio Benedicto III fue la mujer disfrazada, pero también hay quien sostiene
que el período fue entre los años 872 y 882; es decir, la época del pontificado
de Juan VIII.
LA PAPISA JUANA
Los relatos sobre la papisa sostienen que Juana, nacida en el año 822 en
Ingelheim am Rhein, cerca de Maguncia, Alemania, era hija de un monje de nombre
Gerbert. Según algunos cronistas tardíos, Gerbert formaba parte de los
predicadores llegados desde el país de los anglos para difundir el evangelio
entre los sajones.
La pequeña Juana creció inmersa
en ese ambiente de religiosidad y erudición y tuvo la oportunidad de poder
estudiar, algo prohibido a las mujeres de aquella época. Puesto que sólo la
carrera eclesiástica permitía continuar unos estudios sólidos, Juana entró en
la religión como copista bajo el nombre de Juan, concretamente Johannes
Anglicus, que significa Juan el Inglés, para lo cual debió de efectuar una
suplantación de sexo.
En su nueva situación Juana pudo
viajar con frecuencia de monasterio en monasterio y relacionarse así con
grandes personajes de la época. Además visitó Constantinopla, pasó también por
Atenas y, de regreso a Germania, se trasladó al Regnum Francorum o Reino de los
Francos, donde se encontraba la corte del Rey Carlos el Calvo (823-877).
Posteriormente Juana se trasladó
a Roma en el año 848 y allí obtuvo un puesto de docente en ciencias. Siempre
disimulando hábilmente su verdadera identidad, fue bien recibida en los medios
eclesiásticos y, muy en particular, en la Curia romana. A causa de su
reputación de erudita, Juana fue presentada al Papa León IV y enseguida se
convirtió en su asistente para asuntos internacionales, ya que el Papa la
consideraba como un hombre.
En julio del 855, tras la muerte
del Papa León IV, la alta opinión que de ella tenían los romanos hizo que la
eligieran papa. Juana ocupó ese cargo durante dos años, siete meses y cuatro
días, según la versión del cronista dominico Martín de Opava en su obra ‘Chronicon
Pontificum et Imperatum’.
Pero hay otra versión que indica
que realmente Juana era el Papa Juan VIII, quién ocupó el puesto entre 872 y
882. Parece ser que los opositores al Papa, ante su actitud conciliadora con la
Iglesia Oriental, comenzaron a tacharle de afeminado y a llamarle ‘Papisa
Juana’. Sin embargo las fechas no coinciden entre las dos versiones, la del
Papa Benedicto III y el Papa Juan VIII.
Ocupando el papado Juana quedó
embarazada, fruto de su unión carnal con el embajador alemán Lamberto de
Sajonia. Un día, a causa de su desconocimiento del tiempo que le faltaba para
el parto, mientras participaba en una procesión desde la Basílica de San Pedro
hasta Letrán, en un estrecho callejón situado entre el Coliseo y la Iglesia de
San Clemente, Juana comenzó a sentir las contracciones del parto en plena
cabalgata, y parió allí mismo, en público. Juana fue lapidada en aquel mismo
lugar por el gentío enfurecido y murió de inmediato, recibiendo sepultura en
aquel mismo lugar donde ocurrieron los hechos.
ORIGEN DE LA LEYENDA
Respecto al origen en sí de la leyenda se han establecido diferentes
hipótesis:
.- San Roberto Belarmino (SJ – 1542-1621 - en ‘De Romano Pontífice’,
III, 24) considera que esta historia fue llevada de Constantinopla a Roma.
.- El venerable César Baronius (1538-1607) conjeturó en ‘Anales ad a.,
n. 5) que la muy criticada debilidad afeminada del Papa Juan VIII en su trato
con los griegos, pudo dar lugar a la leyenda de la Papisa Juana.
Sin embargo la explicación del historiador alemán Ignaz von Döllinger (1799-1890)
ha encontrado en ‘Papstfabeln’ o ‘Papa Fábulas’ 7-45 de 1863, una
mayor aprobación en general. Él reconoce que la leyenda de la Papisa Juana es
un vestigio de alguna tradición del folklore romano, ligada originalmente con
ciertos monumentos antiguos y costumbres peculiares. Una antigua estatua
descubierta en tiempos de Papa Sixto V (1585-1590) en una estrecha calle
cercana al Coliseo, la cual muestra una figura con un niño, fue considerada por
el pueblo como la representación de la papisa.
Siempre según la leyenda, la
suplantación de Juana obligó a la Iglesia a proceder a una verificación ritual
de la virilidad de los Papas electos. Para ello, un eclesiástico era el
encargado de examinar manualmente los atributos sexuales del nuevo Pontífice a
través de una silla perforada.
CONCLUSION
En la historia del papado no existe lugar donde encaje esta figura legendaria,
la cual es por completo un invento de la imaginación. En el siglo XV, tras el
despertar del criticismo histórico, algunos estudiosos como Aeneas Silvius y
Platina encontraron que la historia no tenía sustento. Y desde el siglo XVI
varios historiadores católicos empezaron a negar la existencia de la Papisa
Juana, tales como Onofrio Panvinio, Aventinus, Baronius y otros.
Ninguna
fuente histórica contemporánea entre las historias de los papas tiene
conocimiento alguno de la Papisa Juana. Resulta difícil de creer que la
aparición de una papisa, si hubiese sido un hecho histórico, no hubiera sido
confirmada por ninguno de los numerosos escritores habidos entre los siglos X y
XIII.
Agustín Fabra
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