jueves, 24 de julio de 2014

G.-INTERCESIÓN DE MARÍA


En el ministerio de curación no podemos olvidar el poder de intercesión de María.  Sabemos que ella no cura a nadie pero si puede interceder para que tengamos el vino que está haciendo falta en nuestra vida, como en Caná. El siguiente testimonio fue narrado personalmente por un miembro de nuestra comunidad:

Un día fui a ver al ginecólogo pues me sentía con ciertas molestias. Él me dijo que necesitaba operarme. Como yo me resistía el me contestó:

-Tu enfermedad es progresiva. Yo sé que tú tienes mucha fe; así que te voy a dar un ano para que ores al Señor y le pidas que te sane como tú dices que sana. Si no te curas, entonces tendré que operarte.

Yo acepté el reto pues sé que mi Señor hace maravillas. Pocos días después el padre Emiliano nos invitó a mi esposo y a mí para dar un retiro en Chicago. Aunque yo me sentía mal no dije nada pues estaba segura que el poder de Dios me ayudaría para proclamar su Palabra.

Estando en Chicago me sentí mal. Mi esposo y el padre Emiliano oraron por mí pero la hemorragia continuaba. Entonces me llevaron con un conocido ginecólogo de esa ciudad para que me atendiera. Él confirmó la necesidad de la operación. Ante la imposibilidad de hacerla por estar lejos de casa, solo me recetó unas medicinas, que gracias a Dios no tomé, pues a sentir del siguiente doctor que visitamos, más me hubieran perjudicado que ayudado.

Continuamos el viaje de evangelización por  Canadá donde me agravé. Vi un segundo doctor y él no se explicaba como yo estando tan delicada estuviera tan contenta. Ese doctor recomendó que me internaran en el hospital pero yo tenía fe en mi Señor y nos fuimos al congreso que ese día comenzaba.

Terminamos el congreso, la hemorragia se había complicado. Ese día fuimos al Santuario mariano de Nuestra Señora del Cabo y mientras mi esposo y el padre Emiliano oraban por mí, yo le dije a la Virgen María:

-Madre Santísima, yo te amo y me abandono a tus cuidados maternales. Me siento avergonzada ante tu Hijo Jesús porque me ha faltado fe para darle las gracias porque ya me esta sanando. Tú ruega por mí para que pueda crecer en la fe de que tu Hijo me está sanando.

Abandoné completamente mi problema en las manos de María para que ella se encargara de él ante Jesús. Ya de regreso a República Dominicana el padre Emiliano me preguntó si me estaba tomando la medicina que me receto el doctor canadiense. Yo le respondí que la había olvidado pero que le daba gracias a Dios porque así se manifestaría más claramente su gloria.

Como me sentí admirablemente bien no vi a ningún ginecólogo en mi país sino hasta seis meses después. Él me recibió un poco agresivo diciendo:

-Si tú crees que te vas sanar predicando, estas muy equivocada. El predicar no sana.

Yo me quedé en paz porque estaba segura que el Señor ya había hecho su maravilla en mi vida. Luego me examinó y me dijo lleno de sorpresa:

-Yolanda, es verdad. El Señor sana. Tú estás perfectamente. El señor ha hecho la operación que yo te iba a hacer. Cuánto te ama el Señor.

-Doctor, también te ama a ti. Él también quiere hacer una operación en tu corazón para sanarte y que seas un hombre nuevo y que puedas gritar y proclamar que Jesús está vivo y sana, para gloria del Padre.

Así como aquella mujer hemorroisa toco el manto de Jesús y quedó inmediatamente sanada de su hemorragia, Yolanda se acercó al vestido de Jesús que se llama María, lo tocó y sanó. Jesús se revistió de la carne de María. Ella es como el manto de Jesús que todo aquel que lo toca con fe queda curado de su enfermedad. (Mc 6, 56) Ella es la que tiene de manera más excelsa el carisma de curación.

En la oración de liberación hemos comprobado el poder de la intercesión de María para que Jesús rompa las cadenas que esclavizan a los oprimidos por el pecado o alguna opresión u obsesión del enemigo.  En muchos casos hemos ratificado como el rezo del Santo Rosario ha sido muy eficaz. El siguiente testimonio así lo muestra.

Un día llegaron a nuestro negocio llevando un pobre hombre que sufría opresión. Producía ruidos extraños, se había quedado sordo y mudo; además no comía desde hacia ocho días.  Al darme cuenta de la gravedad del caso respondí que mi esposo no estaba y que regresaran después.  De esa manera me escapaba de hacer esa oración tan difícil para la cual no me sentía capacitada. Sin embargo, en ese momento sentí una voz interior que me preguntó:

-Yolanda, ¿eres tú quien sana o soy Yo?

Inmediatamente le pedí perdón al Señor y reconocí que Él sólo era quien sanaba. Así, comenzamos la oración. Aquel hombre se arrodilló y en cuanto puse mis manos sobre él comenzó a gritar y agarró mis dos manos con las suyas con mucha fuerza y cuando llegué a “bendita eres entre todas la mujeres” él ya estaba orando junto conmigo. Al terminar estaba en paz y simplemente dijo: “denme comida”.

Que la Virgen María puede interceder eficazmente ante su hijo con la fuerza del amor lo hemos aprendido y comprobado más con la experiencia que con la teología.

P. Emiliano Tardif

FUENTE: JESÚS ESTÁ VIVO

Publicado por: José Miguel Pajares Clausen

(Continuará)

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