LA IMPORTANCIA DE LA
ORACIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO
Muchos cristianos se preguntan de buena voluntad: ¿por qué es necesario orar? Para responder a esta pregunta es necesario acercarse a la oración sabiendo que no es sólo una serie de peticiones a Dios o un ejercicio espiritual, sino que es una actitud que nos acerca íntimamente al corazón de Dios.
San Pío
X, Papa, da a conocer brevemente las razones de la oración cristiana al
contestar a tres preguntas redactadas en su Catecismo. De este modo, el
Papa Pío X explica:
“¿Es
necesario orar? Es necesario orar y orar frecuentemente, porque Dios lo manda,
y de ordinario, sólo por medio de la oración concede las gracias espirituales y
temporales.
¿Por qué
concede Dios las gracias que pedimos? Dios concede las gracias que pedimos,
porque Él, que es fidelísimo, nos lo ha prometido si se las pedimos con
confianza y perseverancia en nombre de Jesucristo.
¿Por qué
hemos de orar a Dios en nombre de Jesucristo? Hemos de orar a Dios en nombre de
Jesucristo, porque sólo de Él, su Hijo y único mediador entre Dios y los
hombres, reciben su valor nuestras oraciones y buenas obras; por eso la Iglesia
suele terminar las oraciones con estas palabras o equivalentes por nuestro
Señor Jesucristo.
LA ORACIÓN NACE DE LA PEQUEÑEZ
HUMANA Y SE ENCUENTRA CON LA GRANDEZA DIVINA.
La
oración se origina de la necesidad. Si orar es, entre otras cosas, pedir, nadie
pide si no tiene necesidad. Es así que nadie pide si no lo necesita. Cuando
oramos no solo pedimos en el modo interesado, sino que pedimos ser óptimos en
el Padre, de quien procede todo bien a través de Cristo por efecto del Espíritu
Santo.
Orar es
abandonarse a las manos de Dios no sólo en nuestras peticiones, sino en nuestra
existencia. Es por esto que la oración no se limita a ser petición, sino que se
completa al ser una actitud. Las órdenes religiosas cristianas han tenido esto
siempre presente en sus reglas. Esto se debe a que el cristianismo no se
plenifica si la oración no llega a ser modelo y actitud de vida. Grandes
ejemplos de la oración llevada a la vida son los santos que fundamentaron sus
acciones en la oración. Entre estos “hombres hechos oración” tenemos a San
Francisco de Asís, San Bruno de la cartuja, Santa Teresita de Liseux, entre
otros muchos.
Podríamos
decir que la oración es un acto que constata nuestro amor a Dios. Si amando nos
entregamos, más lo haremos cuando oramos, pues nos abandonamos en las manos de
Dios no sólo con la palabra o el pensamiento. Si la oración es amor, también
podemos orar “con todo el corazón, con toda la mente, con todo el espíritu y
con todas las fuerzas” (Cf. Lc 10, 27) Orar con todas las fuerzas
implica saber actuar en la fe, la esperanza y la caridad. Es decir, la oración
que no se lleva a la acción no es plena. Orar es encomendarse en todos los
sentidos a Dios, sin embargo, esto no significa que no tomemos la dirección de
nuestra vida, pues Dios nos hizo libres. Antes bien, hay que actuar en
libertad, prudencia y planeación sabiendo que con la oración deseamos que Dios
nos lleve a nuestra plenificación como un guía que no nos quita nuestra libertad,
sino que nos muestra el mejor camino que debemos seguir.
ORAR ES ESTAR CON EL AMIGO
La
oración es fundamental en la vida del cristiano porque con ella, como actitud,
nos ponemos en las manos de Dios, aceptamos su superioridad y tomamos
conciencia de ser sus hijos.
Cuando
oramos no lo hacemos por una obligación autoritario, sino que recurrimos al
diálogo con Dios como hijos que tienen un Padre Bueno y Proveedor. Cuando
oramos nos dirigimos a un Padre bueno que nos ama, a través del Hijo, el Logos
Cristo, en quien somos hijos de Dios.
Por la
oración podemos entrar en intimidad con Dios y hacerlo partícipe de nuestros
pesares, alegrías y necesidades. Cuando oramos buscamos un consuelo, un consejo
y admitimos que somos limitados y necesitamos del poder de Dios para ser
óptimamente felices. En la oración recurrimos a Dios como a un amigo supremo al
que le comunicamos nuestras debilidades y le pedimos ayuda. A Santa Teresa de
Jesús le gustaba decir que orar es estar con el amigo. Estando con el amigo
podemos pedir y sentirnos seguros, pues Dios comunica su gracia cuando se la
pedimos en nombre de Cristo.
REFLEXIÓN DE JOSEPH RATZINGER
SOBRE LA ORACIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO
Desde que
el hombre es hombre, reza. Siempre y por doquier el hombre se ha dado cuenta de
que no está solo en el mundo, que hay Alguien que lo escucha. Siempre se ha
dado cuenta de que necesita a Otro más grande y que debe tender a Él para que
su vida sea lo que tiene que ser. Pero el rostro de Dios siempre ha estado
velado y sólo Jesús nos ha mostrado su verdadero rostro. El que le ve a Él ve
al Padre (cf. Jn 14,9)
Así,
pues, si por una parte al hombre le resulta natural rezar (pedir en el momento
de la necesidad y dar gracias en el momento de la alegría), por la otra, está
siempre nuestra incapacidad de rezar y hablar a un Dios escondido. No sabemos
pedir como conviene, dice San Pablo (Rm 8, 26). Por eso debemos decirle
siempre al Señor, como los discípulos: “Señor, enséñanos a orar” (Lc
11,1). El Señor nos ha enseñado el Padrenuestro como modelo de auténtica
oración y nos ha dado una Madre, la Iglesia, que nos ayuda a rezar. La Iglesia
ha recibido de la Sagrada Escritura un gran tesoro de oraciones. En el
transcurso de los siglos se han elevado, de los corazones de los fieles,
numerosas oraciones con las que éstos cada vez nuevamente se dirigen a Dios. Al
rezar con la Madre Iglesia nosotros mismos aprendemos a rezar.
(Roma, 18
de febrero de 2005)
Gabriel González
Nares
CÓMO HACER ORACIÓN
Aprende de una manera rápida y amena cómo hacer tu oración diaria con recomendaciones y ayudas prácticas
Ya sabemos
qué es la oración, qué debemos pedir y dónde es más adecuado hacer oración,
llega la parte crucial: ¿Cómo se hace?
Estando
en el lugar apropiado, “Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto
Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas,
ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: busco tu rostro Señor; Señor,
anhelo ver tu rostro.” (San Anselmo de Canterbury, Proslogión, cap. 1)
Antes de
hacer tu oración, determina cuánto tiempo vas a dedicarle. Algunos autores
insisten en un tiempo fijo, lo cual puede estar muy bien. Para comenzar habría
que dedicarle todos los días, sin excepción, diez minutos a Jesús. Él después
hará lo demás.
Una vez
que has determinado dónde, cuándo y cuánto tiempo harás de oración ponte de
rodillas (es un acto de sumisión y de reconocer lo poquito que somos frente a
Dios, pero también puedes hacerlo de pie o sentado), deja que pasen algunos
segundos para tranquilizarte y que tu mente esté despejada de lo que has hecho
en el día y entonces ponte en presencia de Dios.
Para
empezar tu oración, recuerda el orden y las cosas que debes y puedes pedir en
la oración.
Puedes
también tomar tu libro de lectura espiritual o las Sagradas Escrituras
meditándolo y comentándolo con Dios en tu oración.
"Meditar
lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Aquí, se
abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad.
Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el
corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la
Luz: "Señor, ¿qué quieres que haga?". (CEC 2706)
Si deseas
material que pueda ayudarte a hacer tu oración, dale un vistazo a las Lecturas
Espirituales.
Decir
sinceramente: Señor, ¿qué quieres que haga?, supone hacer uno o varios
propósitos prácticos que intentaremos vivir en las próximas horas. Esas
resoluciones, díselas a Él y pídele ayuda para cumplir con lo que le prometes.
Procura
acudir a María, nuestra Madre en tu oración. "Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros… " Con Isabel, nos maravillamos y decimos: "¿De
dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Porque nos da
a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle
todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros como oró para
sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Confiándonos a
su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu
voluntad". "Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos
pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la
Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de
nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora,
"la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como
estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos
acoja como madre nuestra (cf Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al
Paraíso. (CEC 2677)
Para
terminar tu oración dale gracias a Dios desde el fondo de tu corazón y pídele a
la Virgen que te ayude siempre.
EN DÓNDE HACER ORACIÓN
Elegir adecuadamente el lugar para hacer la oración puede determinar un mayor avance en la vida espiritual
San Juan
Crisóstomo decía que "Orar es siempre posible. (…) “Es posible, incluso en
el mercado o en un paseo solitario, hacer una frecuente y fervorosa oración.
Sentados en vuestra tienda, comprando o vendiendo, o incluso haciendo la
cocina.” Como la oración es un acto de la razón y Dios es omnipresente, podemos
hacerla en cualquier lugar y en cualquier momento sin embargo hay lugares en
los que la paz necesaria para comunicarse adecuadamente con Dios facilitan y
hasta propician la oración.
Sin duda,
el mejor lugar para hacer oración es frente al Santísimo Sacramento, pues ahí
está Jesús Sacramentado quien nos ve y nos oye verdaderamente. El mismo Jesús
que descansaba en Betsaida, a quien tocaban los enfermos esperando su curación,
al que crucificaron en el Calvario y quien resucitó al tercer día está oculto
en un pedacito de Pan. Ahí está verdaderamente Jesucristo. Por lo tanto, no hay
un lugar mejor para hacer la oración que estando frente al Sagrario.
Como no
siempre es fácil acudir a un oratorio, una capilla o una parroquia en donde
esté Jesús Sacramentado podemos hacer nuestra oración en un lugar que nos
permita un mínimo de privacía. Nuestra casa, en una habitación puede ser el
lugar ideal para hacer oración.
Siempre
es buena idea que donde hagamos nuestra oración tengamos a la mano las Sagradas
Escrituras (los Salmos son una fuente excepcional para la oración) o los textos
del Evangelio.
Un libro
espiritual puede ayudarnos, además, a meditar y sobre lo leído conversar con
Dios en nuestra oración. Entre los muchos libros espirituales que siempre vale
la pena tener para alimentar nuestra oración está el clásico "Imitación de
Cristo" de Tomás de Kempis. Un libro excepcional es "Orar con Juan
Pablo II". Santa Teresa de Jesús nunca iba a la oración sin un libro que
le ayudara cuando tenía dificultades.
También
es útil tener en nuestro "rincón de oración" una imagen que puede ser
un crucifijo o una pintura de la Santísima Virgen o de algún santo. El
Catecismo nos orienta en este sentido diciéndonos que "Las imágenes sagradas,
presentes en nuestras iglesias y en nuestras casas, están destinadas a
despertar y alimentar nuestra fe en el Misterio de Cristo. A través del icono
de Cristo y de sus obras de salvación, es a El a quien adoramos. A través de
las sagradas imágenes de la Santísima Madre de Dios, de los ángeles y de los
santos, veneramos a quienes en ellas son representados." (CEC 1192)
Con toda
confianza, como católicos, podemos tener en casa imágenes piadosas que nos
ayuden en la oración pues "…Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada
de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica [pues
reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella], definimos con toda
exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también la
imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de
mosaico u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios,
en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y en cuadros, en las casas y
en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo,
como las de nuestra Señora inmaculada la santa Madre de Dios, de los santos
ángeles y de todos los santos y justos. [Concilio de Nicea II]" (CEC 1161)
CON LO ANTERIORMENTE EXPLICADO,
PODREMOS ENTENDER MEJOR EN DÓNDE PODEMOS HACER NUESTRA ORACIÓN:
"La
iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la
comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la
presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar
favorable no es indiferente para la verdad de la oración:
- para la
oración personal, el lugar favorable puede ser un "rincón de
oración", con las Sagradas Escrituras e imágenes, a fin de estar "en
lo secreto" ante nuestro Padre. En una familia cristiana este tipo de
pequeño oratorio favorece la oración en común;
- en las
regiones en que existen monasterios, una misión de estas comunidades es
favorecer la participación de los fieles en la Oración de las Horas y permitir
la soledad necesaria para una oración personal más intensa;
- las
peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son
tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios
son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para
vivir en comunión con la Iglesia las formas de la oración cristiana." (CEC
2691)
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