Dos aspectos interesan en el presente tema.
Primero, que la acción del demonio es opositiva, está siempre en contra de Dios
y de su obra. En segundo lugar, el demonio, en su naturaleza caída, es sabio y
poderoso, mucho más que los humanos, y utiliza sus poderes de mil maneras en el
intento de desviar las voluntades libres de los hombres del camino trazado por
Dios. Pero no es ni omnipotente ni omnisciente.
De ahí la fuerza que tiene para engañar al hombre,
y la debilidad del hombre, si no recurre a la omnipotencia, sabiduría, bondad
divinas.
Proponemos una ordenación sistemática útil en
cuatro apartados sobre la acción satánica donde hay apariciones.
ACCIÓN DESTRUCTIVA EXTERNA
Los contrarios son hombres que, de múltiples formas
—por su actuación y tendencia—, caen dentro del círculo de acción del diablo, y
por ello son llamados «hijos de las tinieblas». Desde la persecución más
solapada a la más burda y manifiesta, desde los procedimientos más finos,
legales y sociales, hasta las destrucciones más violentas, se expanden en una
extensa gama.
Son conocidas las dificultades y las persecuciones
que agitaron la causa de Lourdes y que tuvo que soportar Bernardette Soubirous,
hasta su definitiva aprobación. De modo semejante, no fue fácil para la causa
de Fátima superar las muy graves contradicciones que se presentaron desde el
comienzo: arresto y prisión de los videntes, mítines de propaganda subversiva,
profanación del sagrado lugar y saqueo sacrílego, persecución contra el clero,
mandatos perentorios a los párrocos, medidas gubernamentales contrarias,
prohibiciones y cinco bombas en el lugar de las apariciones. Son destrucciones
fundamentalmente antirreligiosas, aunque a veces se presentan so capa de
utilidad pública o interés social.
Otros casos más específicos de actuación
destructiva de Satanás, en el campo de las apariciones, se dan en lo que
podríamos llamar una acción interior.
CONFUSIÓN, DESVIACIÓN Y DESTRUCCIÓN DEL VIDENTE
Si hay alguna cosa que respete más el Cielo es la
libertad humana. No vayamos a creer que, por el mero hecho de aparecerse la
Santísima Virgen a un vidente determinado y encargarle la realización de un
mensaje, éste ya tenga asegurada su correspondencia, su santidad y su misma
salvación. Un alma puede tener carismas, incluso para bien de otros, haberlos
aplicado correctamente y llegar a frustrar los planes divinos y a perderse. «La
corrupción de lo mejor es la peor» (corruptio optimi pessima). La acción divina
en el campo sobrenatural, suele tener la misma generosidad o mayor, que en el
campo natural, donde tantas oportunidades se pierden.
Precisamente, en este hecho se basa la posibilidad
destructiva del demonio. Sus asedios se dirigen a corromper la voluntad humana
en la respuesta a las gracias divinas.
La acción de Dios suele proceder de modo que, a
mayor correspondencia del alma agraciada, siguen mayores dones; a menor, menos;
a ninguna, la retirada divina, como en el caso de Saúl.
De ahí que no pocos casos que al principio eran
buenos, se han frustrado por la mala correspondencia del hombre. Algunas
apariciones marianas que fueron auténticas al principio, concluyeron mal. De
ahí también la prudencia de la Jerarquía en no precipitarse, y la importancia
de un competente director espiritual que asista al (a la) vidente.
Sin embargo, no creamos que la Virgen Santísima
siempre fracasa. Como una buena madre que no retrocede, cueste lo que cueste,
para arrancar a su hijo o a su hija de una difícil situación, muchas veces
protege, ayuda y vigila, encamina, enseña, castiga y trata del modo más
conveniente al vidente, para que al fin, respetando siempre su libertad,
triunfe en él su amor de Madre.
Por tanto, un modo interior de actuación del
demonio sería la intención de confundir, desviar y destruir al vidente:
a) Primero, cuando un vidente ha sido movido y
agraciado con dones del Cielo, especialmente con apariciones, el demonio se le
puede presentar en figura horrenda y espantosa para asustarle y anularle. Los
éxtasis del buen espíritu conservan y respetan siempre la libertad del vidente
en todo el momento extático. Los falsos éxtasis del diablo pueden anular
momentáneamente la libertad del individuo, como una droga.
b) Un caso más sutil se da cuando el demonio se
aparece al vidente transfigurado en «ángel de luz». Suele ser al principio de
sus experiencias extáticas, cuando no sabe todavía distinguir ni analizar las
visiones que recibe. Pero siempre, en estos casos, la engañosa visión, que
guarda cierta analogía o paralelismo con las del buen espíritu, ofrece rasgos
incongruentes e ilógicos, posibles de detectar. Los videntes, en su experiencia
incipiente, llegan a descubrir el engaño y piden ardientemente la protección
celeste para no sucumbir.
DESTRUCCIÓN DEL LUGAR DE LAS APARICIONES
Avanzando un grado más, la acción satánica puede
centrarse en destruir el lugar de las apariciones, convertido ya en un centro
de oración. No tiene prisa. Intenta conseguirlo de este modo.
Cuando hay fenómenos de apariciones, se forman en
seguida grupos de personas piadosas o curiosas, venidas de todas partes. Entre
ellas, hay un porcentaje reducido que empieza a sentir, o creer que siente,
carismas de todas clases, como si estuvieran en consonancia con los
acontecimientos. En la inmensa mayoría son ilusiones, sugestiones, engaños,
puramente en el terreno psíquico natural, y es fácil descubrirlos y evitarlos.
Otro aspecto más grave, en esta línea, es que hay
personas, generalmente sencillas y muy devotas, que, por su origen o por su
idiosincrasia, admiten como verdadero cualquier fenómeno de carácter visional y
creen lo que se les dice sin el menor asomo de duda. Para ellos, cuantas más
personas celestes vea el vidente, mejor es, y quieren llevar a la práctica
cualquier aviso, encargo, consejo o mensaje que reciben, por costoso que sea,
sin capacidad de discernimiento. Esta actitud cerrada, mental y anímica, va acompañada
de un frío rechazo absoluto de las advertencias o consejos de los prudentes
directores espirituales. Les puede llevar a graves equivocaciones.
Pero además, se da otro caso mucho más serio, en
que es difícil descubrir la acción satánica. Cuando hay un vidente movido por
el buen espíritu, aparecen cerca de él otro u otros videntes falsos con
fenómenos maravillosos, que buscan relacionarse con el verdadero. Invocando la
caridad fraterna universal, quieren tener «sus visiones» en el lugar donde va ordinariamente
el buen vidente. A la larga, sin embargo, aparecerá la falsedad de esos
videntes, que habrán atraído grupos de admiradores; desde luego con espíritu de
oración y sacrificios, no raramente excesivos. Es muy posible, en este estadio,
que ni ellos mismos se den cuenta de la naturaleza de sus experiencias. Mucho
peor si obran conscientes de la falsedad de sus fenómenos. Con su caída, o
descrédito posterior, querrán arrastrar, como el río diabólico del Apocalipsis
( Ap 12, 15-16), a los auténticos videntes.
Más aún: los videntes falsos, conscientes o
inconscientes, tienen una marcada inclinación a acudir al sitio donde hay
grupos de oración o a otros lugares de apariciones, para tener allí sus falsos
éxtasis y crear un clima de confusión y perturbaciones. El remedio está en
separar totalmente el lugar de oración de la presencia de otros videntes
advenedizos. Insistimos en que ellos, a veces, no son conscientes de que sus
visiones sean falsas. No raramente lo ignoran por largo tiempo. Son juguete e
instrumento del espíritu destructor.
René Laurentin les llama «epidemia de visionarios»,
al tratar de los falsos videntes que proliferaron en torno a Bernardette, en
Lourdes. En el segundo volumen de su obra “Lourdes. Documents authentiques”
consigna un repertorio de visionarios que incluye setenta y cuatro; cuarenta y
ocho de ellos individuales, los otros en grupos.
Otro procedimiento para destruir un lugar de
apariciones es el de «la competencia». Supongamos un lugar auténtico, como
Lourdes, donde la piedad, la oración, el sacrificio y la caridad para con los
enfermos, no solamente se mantienen, sino que crecen con multitudes que acuden
de todas partes y de varias naciones, y que de repente se dice que cerca, a
unos cien o doscientos kilómetros, se aparece la Virgen Santísima, que hay
prodigios espectaculares; pero que, a la vez, hay concelebraciones y alianzas
colectivas con la participación de incautos sacerdotes y que acuden turbas
copiosas, y también hay obras de caridad. ¿Es posible que la Virgen Santísima,
tan discreta, tan humana, prudentísima, haya escogido otro centro de
apariciones competencial, junto a uno que Ella ha fundado? ¿No se trata, en
cambio y en realidad, de una treta del Enemigo para restar importancia y
destruir, si fuera posible, el verdadero?
ACCIÓN DESTRUCTORA ENTRE LOS QUE ACUDEN A LOS
LUGARES DE APARICIONES Y RESPONDEN A SUS MENSAJES
Otro capítulo de la acción satánica destructora es
la que se dirige principalmente a las personas que responden a la acción divina
realizada en lugares de apariciones verdaderas o en movimientos originados por
ellas.
Fracasados los otros intentos, le queda todavía al
Destructor el método más eficaz: pervertir la convivencia humana con la
desunión de las voluntades, para lograr la destrucción de la obra de Dios. El demonio
es maestro en indisponer los ánimos en grupos bien avenidos. Con el agravante
que, una vez producida la escisión, es muy difícil lograr su compostura.
Pero hay todavía otra particularidad, y es que,
transcurrido un tiempo que no suele ser muy largo, si el Maligno no ha logrado
sus propósitos, pasa a perturbar a otro del grupo según el mismo procedimiento,
pero por otras causas concretas; y luego a otro, y así sucesivamente. Su fin
inmediato es la desunión de las voluntades y el mediato la destrucción de la
obra de Dios.
CONCLUSIÓN
Se puede afirmar, como principio general, que
Satanás acude siempre donde está María Santísima para deshacer su obra, si
puede. La razón teológica es porque María es la única pura criatura humana que
nunca ha tenido parte alguna con el diablo. Por consiguiente, el que cierra las
puertas a María Santísima, las abre a Satanás.
Este hecho puede ser contraprueba válida de la
verdad de unas apariciones concretas de la Virgen Santísima. Donde esté María,
habrá señales evidentes de la intención y acción destructiva de Satanás. Y al
revés: en lugares de apariciones en que sucedan maravillas espectaculares con
afluencia de muchedumbres como espectáculo o, simplemente, un lugar que no
tenga contradicción alguna desproporcionada, difícilmente será obra del buen
espíritu.
En último término, en el discernimiento de
espíritus en las apariciones es decisivo el criterio que el mismo Jesús nos
indicó en el Evangelio: «Por sus frutos los conoceréis». Estos frutos pueden
tardar en aparecer, pero aparecerán, y, quien tiene la última palabra es el
juicio de la autoridad competente en la Jerarquía Sagrada de la Iglesia.
Fuente: Las apariciones marianas en la vida de la
Iglesia. Estudios Marianos. Vol. LII, pp. 375-384. Sociedad Mariológica
Española. Salamanca, 1987.
Autor: el jesuita P. Sebastián Bartina (Gerona
1917), escriturista, orientalista y papirólogo insigne, es miembro de la
Sociedad Mariológica desde 1960. Especialista en temas bíblicos, suman 34 sus
publicaciones maríanas: “Aspectos mariológicos en el primer milagro de Caná”
(EM, 1961), «La celeste Mujer, enemiga del Dragón (Ap. 12)» (1963).
Publicado por Unción Católica y Profética
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