Hay mujeres que miran al hombre ajeno, al hombre casado que tiene esposa y familia.
Por: Luce Bustillo de Schott | Fuente: Catholic.net
No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera
que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” Mateo
5,27-28
En las diferentes culturas este pasaje bíblico normalmente se refiere a los hombres por su machismo, debilidad ante el sexo y fama de conquistadores, pero igualmente se puede atribuir a las mujeres que solteras o casadas miran al hombre ajeno, el hombre casado que tiene esposa y familia.
En un matrimonio no cabe una “tercera pieza”, o sea nadie tiene derecho a
interrumpir un hogar constituido por esposos e hijos. Esa persona se cree con
derechos superiores a la esposa y a los hijos y no es consciente que está
atentando contra la estabilidad de un hogar.
Dios al bendecir una unión es
bien claro al decir “lo que Dios une no lo separe
el hombre”.
Normalmente es el hombre quien
pone la mirada fuera de su hogar y busca conquistar otras mujeres, pero ninguna
mujer que sabe que ese hombre tiene esposa y además hijos debe poner su mirada
y menos su corazón en esa persona e insistir en seducir a ese hombre que pone a
un hogar en peligro.
Cuando hay algún sentimiento o
deseo hacia el hombre o la mujer casada deberá esta mujer u hombre apartarse de
inmediato ya que los sentimientos profundos de tres personas están en juego y
la estabilidad de un hogar corre riesgos de una ruptura con consecuencias
graves, más si hay hijos de esa unión.
Una salida a tiempo puede ser un
acto de nobleza, de caridad y misericordia hacia esa unión que se pone en
peligro por un deseo desordenado o capricho al desear el hombre o la mujer
casada, se puede causar gracias a esa distancia que se preserven las almas de
cometer pecado mortal de manera permanente, porque permanecería en ese estado
mientras esa unión adultera no termine. ¡No uncirás
en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y
la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? 2 Corintios 6,14
El amor busca la verdad, aunque
cueste, por lo tanto, para evitar caer en un adulterio y llevar al otro a
cometerlo debemos poner siempre nuestra mirada en Dios y buscar siempre hacer
Su voluntad. Como Jesús en Getsemaní: «Padre mío,
si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.»
Mateo 26, 42. El hombre o mujer casados serán hasta la muerte un hombre o una
mujer casados, a no ser que se pruebe lo contrario en una declaración de
nulidad, realizada sobre la verdad de los hechos, basada en hechos concretos
antes de la unión sacramental, sin recurrir a la mentira y falsos testimonios
para lograr que la propia voluntad se imponga. A Dios nadie lo engaña y se
incurre en un pecado mayor si para lograr la nulidad se presentan las
realidades amañadas.
Un hombre casado por la Iglesia
sigue siendo casado porque el matrimonio es para siempre. Aunque no viva ya con
su esposa, aunque se hayan divorciado, aunque él diga que todo ha terminado, y
él diga que no es culpable (rara es la persona que reconozca su propia
responsabilidad), el vínculo matrimonial permanece. Este vínculo no lo "impone" la iglesia este vínculo
indisoluble, es el sacramento del matrimonio y no se recibe del sacerdote, sino
de Dios, cuando los cónyuges sellan una alianza, cuando se donan y prometen el
uno al otro ante Dios y ante los hombres fidelidad "en
las alegrías en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de la
vida..." Con esas palabras ellos mismos se unen en Cristo
quien en medio de ellos es autoridad divina y establece esa autoridad con estas
palabras “"ya
no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el
hombre". Mateo 19,6
ORACIÓN
Señor, te pido por aquellos que intentan interrumpir la paz y la unión de un hogar seduciendo al hombre o mujer casados y comprometidos en santo matrimonio, para que entiendan que esa unión indisoluble ha sido bendecida por ti y no hay poder humano que pueda romperla. Dales la gracia de permanecer unidos a ti y mantener en sus corazones el deseo de hacer y cumplir siempre Tu santa voluntad. Amen.
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