JESÚS BLANCO RELATA SUS OSCURAS VIVENCIAS EN ESTA CREENCIA Y CÓMO FUE SALVADO POR LA FE
Jesús Blanco relata el paso de sus oscuras
prácticas y `pactos con Satanás´ al presente, en el que sirve `a un Dios que
derrama su sangre por él.
La práctica del Palo Mayombe o Palo Monte es una de las espiritualidades afroamericanas más conocidas en Cuba. Se
encuentra extendida en otros lugares como Venezuela, México o Estados Unidos,
entre otros, y muchos de los que la llevan a cabo lo hacen de forma sincrética con doctrinas tomadas del cristianismo.
Para muchos, el Palo Mayombe se
limita al culto a los difuntos y a la naturaleza a través de complejas
ceremonias y relaciones de padrinazgo. Jesús Blanco, cubano
de nacimiento y residente en Miami, ha vivido en primera persona como se trata
de algo mucho más profundo y oscuro,
pero que en apariencia, concede a sus adeptos toda la felicidad que pueden
buscar… durante un tiempo.
En su caso, recuerda que en la
Cuba de hace 50 años la tendencia del paganismo y las religiones
africanas y sincretistas era al alza,
en detrimento de la fe católica, considerada contraria al sistema del por
entonces mandatario Fidel Castro. Muchos como él se bautizaban más por
costumbre que por convicción.
Su familia, admite al canal de Miguel Ángel Idrogo, "estaba rota" en la fe. Y en todo lo
demás.
"Mi
padre era alcohólico y tenía varias mujeres con distintos hijos, gozaba de fama por tener
muchas mujeres. También tenía padrastros, medios hermanos, mi madre también
tenía esa tendencia y estaba con muchos hombres, alcohol y excesos desordenados", explica.
Jesús no tiene recuerdos de una
gran relación con su familia. Al contrario. Sentía un rechazo total por sus
progenitores, el alcohol y la vida que llevaban.
El rechazo era tal que con solo
16 años dejó su hogar y se fue a vivir con su pareja, una mujer mayor que él y
con 2 hijos, en una casa donde se practicaba brujería y amarres.
CONOCIENDO
A SU NUEVO "DIOS": "SABÍA ALGO QUE SOLO YO SABÍA"
Jesús se reveló contra su pasado.
En su nuevo hogar, comenzó a beber y a seguir una tendencia que le ayudase a
escapar de los recuerdos de su anterior vida. Al haberse criado sin fe ni
convicciones, comenzó a buscar alguna religión con la que
identificarse, mientras se sumía en el alcohol, la promiscuidad sexual y la droga.
Frustrado en su búsqueda
insaciable de placer, acabó intentando quitarse la vida sin éxito, lo que juró mantener en secreto.
No pasó mucho hasta que le visitó
una antigua pareja de su madre, practicante del Palo Mayumbe, ofreciéndole
visitar a un padrino o "Tata-nganga", como se llama a las máximas autoridades de este
culto. Al reunirse con él, quedó impactado de cómo podía conocer su intento de suicidio, del que no había
hablado. También porque le dio "el síntoma y
la solución", que no era otra que la equivalente al "bautismo" en la religión católica.
"Quedé en
manos de lo que creí que era Dios, alguien sobrenatural que me habló de algo que
solo sabía yo. Me hicieron la ceremonia, me sacaron de una muerte y
me dio la vida", recuerda.
INGIRIENDO
CRISTALES SIN DAÑO ALGUNO: EL PALO MAYOMBE
Explica con todo lujo de detalle
la ceremonia de iniciación, el rayamiento, en el que se realizan en el cuerpo
del iniciado unos cortes con un dibujo y significado concreto. Según fuentes "oficiales" de
este culto, "una potente protección acompañará de por vida
al iniciado" en este
ritual. Al concluir lo que creía "un pacto con
Dios", el joven convulsionó y perdió el conocimiento, lo que le
sorprendió por no tener ninguna enfermedad. Pronto comenzaría a ver que la protección prometida funcionaba.
"Entregué
totalmente mi vida y seguridad a ese tipo de fe en que todo valía. Podía seguir siendo el
mismo y tener placeres y satisfacción. Todo era permitido. Me dio todo lo que
podía querer, empecé a ser famoso, a escalar en esa
religión, creé mi propia `casa´ y junto con el Palo Monte, el alcohol,
la droga, la promiscuidad y las pastillas fueron mi vida",
explica.
A partir de entonces su vida
empezó a ser protagonizada por sucesos sobrenaturales difíciles de explicar,
como padrinos que practicaban sus rituales ingiriendo
cristales y vidrio sin daño alguno.
También recuerda cómo en la
Semana Santa, el Palo Monte también admite la muerte de Cristo, pero como un
momento en que hay "licencia" para
hacer el mal, desatándose "guerras" entre
clanes y padrinos, o "trabajos" buscando
el dolor de terceras personas. La brujería, el mal y el culto a
los "espíritus" de los muertos se
entremezclaban en una práctica que el joven iniciado seguía contemplando como
algo inocente y "amoral".
PACTANDO
CON SATANÁS PARA TENERLO TODO
"Vas haciendo
esas ceremonias y las personas creen, porque funciona. Hay cosas que se
perciben y eso es lo que me sacó de donde estaba. Hice abiertamente pactos con
Dios y Satanás", admite
hoy.
Recuerda que por entonces ese
tipo de prácticas como "lo normal". Menciona
otros "trabajos", como cuando la
amante de un hombre buscaba que este tuviese problemas con su esposa y se
sintiera atraído por la tercera. "Si lo
lograba, aumentaba mi fama y me regocijaba. Tenía un deseo total de que
`saliese bien´. Separarme de Dios y creerme dios era mi vida", admite.
Tras unos 13 años ascendiendo en
el Palo Mayombe, Jesús se trasladó a Miami. Tenía 30 años y su vida consistía
en la adicción al alcohol, la promiscuidad, el juego y, desde que llegó a
Miami, también a la droga.
Así vivió durante unos ocho años,
disfrutando de "tenerlo todo". Casa,
un negocio propio, acceso a drogas y todas las mujeres que
pudiese desear… "Me involucré de lleno en todo
lo que rechazaba de mi casa", admite.
"VACÍO,
CULPABILIDAD Y DECEPCIÓN"
Sin embargo, acercándose a los 40
años, los fundamentos de su inestable vida se tambalearon.
Sin motivo aparente, "todo el placer que me daba el sexo, el alcohol y la
cocaína empezó a desaparecer en mi vida. Ya no tenía satisfacción por esas cosas y
empecé a ver que lo que tenía dentro de mí era vacío, culpabilidad y decepción".
Tal era el vacío que, teniéndolo
todo, Jesús se iba a pasar los días con personas sin hogar, a la calle, donde "sentía un confort en el vacío".
En ese contexto no le sorprendió
encontrarse un día con la propuesta del ministerio
católico Nuevo Caminar, dedicado
a la ayuda a personas adictos a las drogas y el alcohol. La responsable era la
hermana Luz Marina.
"Llegó ahí sin
yo quererlo, sin necesitarlo ni tener una idea, porque ya tenía a `dios´ en mi
vida, eran mis dioses. No podía llevar una cruz, no había
ninguna forma de que pudiera aceptarlo", recuerda.
DERRUMBADO
ANTE DIOS: "ÉL ME LIBERÓ DE LA OBSESIÓN"
Sin saber muy bien cómo, y
encontrando la única explicación en "la
gracia y misericordia de Dios", Jesús acabó reservando plaza en
un retiro de fin de semana que organizaba el ministerio.
Recuerda el sábado, ya en el
retiro, con decenas de personas rezando y él, entre ellos, recordándose su
rechazo "a todo lo que tenía que ver con la
Iglesia" y su "sentimiento
de superioridad" frente
a quienes consideraba "débiles e inferiores".
Lo que no esperaba es que le
invitarían personalmente a rezar frente a él. Fueron necesarias dos llamadas
para que se levantase. Y cuando lo hizo y tenía a los fieles rezando frente a
él tuvo que recordarse la promesa que se hizo siendo un niño, recibiendo golpes
y palizas de su madre: que nunca lloraría.
"Me vino un
sentimiento muy grande en mí. Empecé a llorar a gritos, tuve que
arrodillarme y esconderme, era algo que no podía hacer, pero al
mismo tiempo, no podía dejar de hacerlo. Lloré como un niño", admite aún sorprendido.
Pasaron las horas y el retiro
llegó a su fin. Recuerda el último día como "el más
bonito" de su vida.
"Fue en enero
de 2004, hace ahora veinte años. Desde ese domingo, Dios me liberó de la obsesión
de las drogas, el alcohol, el juego y el sexo compulsivo. El mundo
estuvo veinte años cambiándome y al Espíritu Santo le hizo falta solo un
segundo para cambiarme y no porque lo quisiese o deseara, sino porque Dios lo
quiso", admite.
CASADO,
BUSCANDO A CRISTO EN LOS DEMÁS Y ASPIRANDO A LA SANTIDAD
Hoy recuerda con asombro cómo su
vida es completamente distinta a la de hace unos años: la diferencia entre los
tiempos en que "hacía pactos
de sangre con Satanás" y el presente, en el que sirve "a un Dios que derrama su sangre" por
él.
Al retiro y conversión le siguió
la comunión y la confirmación, que dieron paso años después a un "feliz matrimonio" que ya suma 13 años y que es para él la prueba de
la "manifestación de Dios" en
su vida.
Hoy, se muestra convencido de que
"el Señor tiene un camino" y
trabaja por seguirlo aún encontrándose en la "etapa
más difícil" de "ver a
Cristo en los demás y morir por los demás".
Pese a la dificultad, concluye su
testimonio afirmando sin duda ser "el hombre
más feliz del mundo".
"Dios
me sacó, me liberó, me quitó la
obsesión y seguridades. Ahora tengo mi vida en sus manos. Es una batalla
constante tratando de llegar a la meta, un camino de conversión. Por su gracia,
su fuerza y yo poniendo un poco de mí, camino todos los días. Y no cambiaría este momento por ninguno del pasado", concluye.
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