Emily DeArdo en 2015. Vivió con alegría y agradecimiento los sufrimientos de su enfermedad, que entendía como parte de su vocación divina.
El 31 de diciembre murió, a los
41 años de edad, Emily DeArdo. No era una personalidad conocida, pero sí
alguien que tuvo tiempo para prever y considerar su propia
muerte y dejar esas
reflexiones en un libro destinado a ayudar a los demás a sufrir y morir.
'MEMENTO
MORI'
Su título es expresivo: Vivir
‘Memento mori’. Mi viaje a través de las estaciones del Via Crucis (Ave
Maria Press). La expresión latina Memento
mori, ‘Recuerda que has de morir’,
se le recordaba a los victoriosos generales romanos para que no se dejasen
cegar por la gloria. Y la alusión al Via Crucis hace referencia a la
propia experiencia vital de
Emily.
Cuando tenía 11 años le
diagnosticaron una fibrosis quística,
que le produjo graves problemas pulmonares. En 2005 estuvo a punto de morir, y
así habría sido de no haber llegado a tiempo un doble trasplante
de pulmón. Tenía 22 años y acababa de concluir sus estudios de
Ciencias Políticas y de Literatura Inglesa. La gratitud hacia Suzanne, su
donante, la convirtió en un adalid de la donación de órganos. “Le habría encantado saber que, incluso después de tantos
años de problemas médicos, pudieron donarse varios de sus órganos”,
contó su tía Mary en unas palabras de homenaje que ha escrito
en el propio blog de su sobrina,
donde también menciona su “extraordinaria
fe católica”.
Nacida en un hogar cristiano de
Ohio, tenía dos hermanos y pudo sobreponerse a los numerosos hándicaps y
dolores que le producía su enfermedad gracias a su fe, su fuerza de voluntad y
el amor familiar. Estaba muy implicada en su parroquia de la iglesia de San Mateo en Gahanna
(Columbus, Ohio), y era una lectora empedernida. En 2023 consiguió leer 241
libros de los 245 que había previsto para el año, lo que incluía todas las
novelas de su autora favorita, Jane
Austen. La certeza de su deterioro físico no le impedía
disfrutar todo lo posible de su tiempo libre.
'VIVIR MEMENTO MORI',
EL LIBRO-TESTIMONIO DE EMILY DEARDO.
“No le temo a la
muerte”, le dijo a la periodista Kathryn Jean López, del National Review,
“porque como católica sé que mi hogar está con Jesús en el
Cielo para siempre. En ese sentido no temo a la muerte, porque morir
significa que llego a casa y veo a Jesús cara a cara. He sido
bendecida con la presencia en mi vida de magníficos sacerdotes que han sido generosos dedicando su
tiempo a aconsejarme en los momentos próximos a la muerte y dándome los sacramentos.
Me siento en paz con la muerte”.
LA
ILUSIÓN DEL 'CONTROL'
Son los sentimientos que Emily
quiso transmitir con su libro. A pesar de sus dolores, no se sentía una víctima
porque sabía que tenían un motivo: “Dios me creó por
alguna razón, y la
fibrosis quística es parte de cómo me creó, así que es parte de la
razón de mi existencia. Es parte de mi
vocación”.
El doble trasplante de pulmón de
Emily en 2005 fue el primero que se realizó en el Nationwide Children's
Hospital de Columbus (Ohio), uno de los principales centros pediátricos del
país, por lo cual la intervención fue noticia. En este breve reportaje vemos a
Emily contar su historia y varias imágenes de su vida.
En sus conversaciones con
Kathryn, Emily explicaba las razones por las que había escrito Vivir ‘Memento mori’:
“No podemos escapar a la muerte. No podemos hacer nada para evitarla… Tenemos
la ilusión del control. Nos imaginamos que comer bien, tomar vitaminas o seguir
una rutina de ejercicio físico será suficiente para evitar la muerte. Y no es
así. No tenemos ningún control sobre cuánto tiempo estaremos aquí. Está
completamente en manos de Dios. Sin duda podemos hacer cosas para
mantener la salud del cuerpo y de la mente, y es importante hacerlo, pero, al
final, nuestra mortalidad es un hecho de la vida. Vamos a morir. Así que, ¿cómo
estamos viviendo hoy?”.
Emily tenía a la Virgen María como
modelo para sobrellevar sus sufrimientos, por los dolores que tuvo que pasar,
en la infancia de Jesús primero y luego con su Pasión: “Ella
permanecía fiel, aunque no siempre estaba claro lo que estaba pasando”.
“Toda vida humana
tiene valor”, solía decir. “Y lo creía apasionadamente”, añade Kathryn, “y si lo olvidamos es porque tememos el sufrimiento. Pero
no podemos desperdiciar la vida. Ella daba las gracias a la fe católica por
entender esto y transmitirlo, y ella quería transmitirlo a su vez
con su testimonio”.
Y con su libro, donde, con las
estaciones del Via Crucis como marco, Emily guía al lector a confiar en la Providencia de Dios cuando
se enfrente a la enfermedad y la muerte y a crecer en fortaleza espiritual y
valentía a lo largo del camino.
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