Pablo dedica quince expresiones a hablar del amor cristiano.
Por: Pbro. Francisco Suárez González | Fuente:
Semanario Alégrate
El término «amor» para Pablo significa dos cosas: por
un lado, el amor que nosotros damos a Dios y a los demás, y por otro lado, el
amor que nosotros recibimos de Dios. Es muy importante reconocer que el
primero de los dos es el amor recibido. Pablo lo dice bien claro en la carta a
los Romanos: “…siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros” (Rm 5,7-8). Ningún cristiano puede mantener su fe si
olvida esto, porque entonces pensará que lo primero es ponerse a amar a Dios y
a los demás, y cuando le lleguen las dificultades no tendrá ningún punto de
apoyo. No. Lo primero es el amor que Dios nos tiene. Por él, y sólo por él,
tiene sentido que nosotros nos pongamos a amar. No se mantiene en pie un
cristiano si no reconoce cuánto le ama Dios, cuánto le perdona, cuánto le ayuda
a pesar de las muchas dificultades de la vida. Por eso, cuando Pablo habla del
amor en la Carta a los Corintios, sabe muy bien que todo tiene su origen en
Dios. Él mismo ha experimentado la misericordia y el perdón de Dios que le
llamó a ser anunciador del evangelio por todo el mundo.
Los cristianos de Corinto tenían
algunos problemas que Pablo quiere que corrijan. Uno de los principales era su
falta de unidad, de cercanía entre todos los miembros de la comunidad. Había
grupos que no compartían las mismas ideas, e incluso acusaban a los otros de
estar equivocados. Uno de los motivos de discusión eran los «carismas» de cada
grupo. Frente a esta desunión, Pablo quiere ir al núcleo más hondo de todos los
carismas, a lo que realmente importa. Y lo descubre precisamente en el amor,
escribiendo el Himno del Amor (1 Cor 13). A Pablo no le interesa tanto que los
Corintios comprendan su mensaje; tienen que escucharlo con la mente y con el
corazón, tienen que convertirlo en vida, hacerlo fructificar. Y para ello no
hay nada mejor que mover el interior de las personas, con un himno lleno de
fuerza.
Pablo dedica quince expresiones a
hablar del amor cristiano: “El amor es paciente y
bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia. No es grosero, ni egoísta;
no se irrita ni lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que
encuentra su alegría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo aguanta” (1 Cor 13,4-7). Puesto que este texto se
explica por sí solo, lo mejor es llevarlo a la oración. Cada una de las
palabras que escribe Pablo quiere que nos las apliquemos a nosotros mismos. Nos
podemos ir preguntando ante Dios: ¿soy yo
paciente?, ¿soy yo bondadoso? etc. Está claro que Pablo presenta un
ideal muy elevado. No hacemos revisión de nuestra vida para decepcionarnos de
nosotros mismos, sino para reconocer con humildad cuánto nos sigue ayudando
Dios a mejorar. La conclusión de esta oración debe ser siempre «gracias, Señor, por darme la fuerza para crecer en amor».
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