LAS MONJAS ESCRIBÍAN A MAURRAS, QUE QUISO SABER MÁS DE SANTA TERESITA Y SU MADRE, CELIA GUÉRIN
Charles
Maurras (1868-1952)
fue el apasionado político, literato y pensador que impulsó la Action Française (Acción Francesa), un
movimiento político monárquico, antiparlamentario y con fuertes elementos de
nacionalismo. Maurras fue agnóstico casi toda su vida, y admiraba la
filosofía positivista de Auguste Comte, bastante hostil a la religión. A lo
largo de casi toda su vida política, no le interesaron las enseñanzas ni
doctrinas católicas.
Sin embargo, poco antes de morir se hizo católico. Las carmelitas de Lisieux tuvieron
mucho que ver, como se ha
constatado recientemente al publicarse las muchas cartas que intercambiaron con
el político, presentándole la figura de Santa Teresita y de su madre, Celia
Guérin. Esta es su historia, recogida por Jorge Soley en las páginas de la
revista Cristiandad,
y que reproducimos en ReL. (Lea también: Santa Teresita, especialista en
atraer alejados).
MAURRAS
Y LISIEUX, UN CAMINO DE CONVERSIÓN
por Jorge Soley
Sobre la condena de Charles
Maurras y la Acción Francesa en 1926 por parte de Pío XI se ha escrito
muchísimo y podríamos decir que desde casi todos los ángulos y perspectivas.
Condena provocada, en última instancia, por la subordinación
de la religión a la política que el Papa percibió en Maurras y su movimiento,
el más importante e influyente dentro del ámbito de la derecha monárquica y
contrarrevolucionaria francesa.
Fue éste un episodio que supuso una enorme conmoción en la Iglesia en Francia y que finalizaría en 1939 con el
levantamiento de la condena por parte de Pío XII, cuatro meses después de ser
elevado a la cátedra de Pedro. Luego vendría la Segunda Guerra Mundial, la
ocupación alemana de Francia, Vichy, la Depuración y, finalmente la muerte de
Maurras en 1952. Todo esto es lo que se explica, con mayor o menor detalle y
acierto, en los libros de Historia, cuestiones en las que ahora no nos
detendremos.
Pero a toda esta historia le
falta algo de gran importancia para comprenderla a fondo: el calor de las
personas que la vivieron en carne propia, los mil y un detalles que conforman
la trastienda de los hechos históricos y que muchas veces aportan inesperadas
luces que los iluminan y que incluso pueden llegar a matizar
considerablemente los juicios esquemáticos que nacen de un conocimiento no lo
suficientemente profundo del modo en que se desarrollaron los hechos y de cómo
se comportaron sus protagonistas.
Para colmar este vacío es de
enorme utilidad el libro publicado el año pasado en Francia que, bajo el
título Un chemin
de conversion, trae a la luz pública la correspondencia entre
Maurras y el Carmelo de Lisieux entre 1936 y 1952, con el añadido de algunas
cartas de amigos de Maurras y de los mismos papas Pío XI y Pío XII.
EN
LA CÁRCEL POR AMENAZAR AL PRESIDENTE SOCIALISTA
La correspondencia, que incorpora
una buena dosis de intriga, se inicia en 1936, cuando Charles Maurras está en la prisión de la Santé, en París, condenado por sus amenazas a
León Blum [político
socialista],
presidente en ese momento del gobierno del Frente Popular. Será allí, entre
rejas, donde Maurras recibirá, en agosto de 1936, la primera carta de Sor
Magdalena de San José.
No se trataba de ninguna
desconocida. La madre de Sor Magdalena era
Marie-Antoinette Pruvot, escritora que firmaba con el pseudónimo de “Victor
Favet” y que había tenido
correspondencia con Maurras a partir de los años finales de la Gran Guerra. Las
cartas eran llevadas hasta el domicilio parisino de Maurras por una u otra de
las dos hijas menores de Pruvot, que de este modo le conocieron en persona.
Unos años después ambas iban a entrar en el convento de las carmelitas de Lisieux,
tomando los nombres de Sor María del Santísimo Sacramento y Sor Magdalena de
San José.
La primera de ellas había consagrado su vocación a la conversión de Maurras
y, enferma de tuberculosis, entregaría su alma el 15 de agosto de 1935. En el primer aniversario
de su muerte su hermana tuvo la inspiración de escribir a Maurras, dándole
noticia del suceso y explicándole el propósito al que había consagrada su vida
su fallecida hermana. Una ocasión que la priora, la Madre Inés de Jesús (en el
mundo Paulina, hermana mayor de Santa Teresita, a quien ésta llamaba su “madrecita”), considera providencial y no va a
desaprovechar.
EL
PAPA PIDIÓ AL CARMELO ORAR POR EL CONFLICTO FRANCÉS
De hecho, en febrero de 1929,
tres años después de la condenación, Pío XI ya había pedido a la
Madre Inés que el Carmelo de Lisieux “rece todos los días” para
la solución de la cuestión de la Acción Francesa, complicada por la no
aceptación por parte de numerosos católicos de las medidas disciplinarias
impuestas por el Papa.
La Madre Inés tiene la
inspiración de que la solución al problema pasa por la conversión de Maurras
(como expresará en una carta dirigida al propio Maurras, “el
doloroso problema aparece por ahora, en el plano humano como insoluble, pero
existe el plano sobrenatural y
allí toda dificultad puede encontrar su solución. Pienso que hay un medio muy
simple de arreglarlo todo… ¡que usted se convierta plenamente en
creyente! ¡hijo sincero y devoto de esta Iglesia católica que
usted respeta y ama”) y la iniciativa de Sor Magdalena es la oportunidad
de ponerse manos a la obra en esta empresa.
Charles Maurras, agnóstico,
escritor elocuente y culto, poeta, defensor de la monarquía en la Francia
republicana, recibió asombrado una carta de las carmelitas en 1929 y se inició
una relación que duraría el resto de su vida.
Se inicia así una correspondencia
que, desde el Carmelo, irá firmada principalmente por Sor Magdalena y, en
ocasiones, por la misma Madre Inés, pero que era consultada y consensuada por
cuatro personas: además de las dos firmantes, las otras dos hermanas [carnales] carmelitas
de santa Teresita, Sor María del Sagrado Corazón (hasta su muerte en enero de
1940) y Sor Genoveva de la Santa Faz (que fallecerá en febrero de 1959). Es lo
que el propio Maurras, bien consciente de quiénes eran sus interlocutores,
calificó como “consejo de Estado dirigido por
ángeles”.
"REZAMOS
TODAS JUNTAS A SANTA TERESA PARA QUE OS ATRAIGA"
La primera carta de Sor Magdalena
pone en conocimiento de Maurras “la inspiración de
mi joven hermana de sacrificarse en secreto y sin reserva por la salvación
sobrenatural de la causa que usted encarna, por su adhesión plena a la
directivas de la Iglesia divina”. Aprovecha también para explicarle
que en el Carmelo de Lisieux “rezamos todas juntas a
menudo a nuestra santa tan francesa, Santa
Teresa del Niño Jesús, que sirvió tan bien a la causa de la Iglesia y de su
patria, para que os atraiga irresistiblemente a su bendito camino”.
Y se lanza a hacerle una
propuesta: "Nuestra Reverenda Madre Superiora,
la propia hermana de Santa Teresa del Niño Jesús, que conoce las aspiraciones
paternales del Santo Padre, podría servir de intermediaria eficaz y discreta
entre Roma y tantos corazones franceses… y disipar tantos malentendidos”.
Maurras responde inicialmente con
sorpresa, tanta que no sabe ni cómo debe dirigirse a su interlocutora y
encabeza su carta con un “Señora, o Madre, o
Hermana”, para a continuación disculparse: “le
ruego me perdone la duda sobre cómo llamarla”. También defendiendo su posición, de un modo cortés pero taxativo; tono
que irá variando a lo largo del tiempo a medida que el afecto mutuo crezca y
las palabras se suavicen.
EL
MÉTODO DE ELLAS: ANIMAR A REZAR
Hay algunas cartas, sobre todo al
principio, que se centran en los argumentos sobre la existencia de Dios o la
naturaleza de la Iglesia, pero las carmelitas pronto cambian su enfoque. Tratan
a Maurras con simpatía y comprensión, aunque en ningún momento
abandonan su propósito de
que Maurras se convierta y la situación de la Acción Francesa se regularice, y
así se lo hacen saber. Pero en vez de enzarzarse en disputas teológicas, rezan
y proponen a Maurras que rece con ellas.
Son frecuentes las novenas que le proponen rezar juntos, a
lo que Maurras inicialmente se niega pero a las que acabará por sumarse.
Incluso le piden que “entre en cualquier iglesia,
el Jueves o el Viernes Santo, para decirle a Dios una sencilla palabra: «Gracias». Si esta palabrita cayera en el vacío, el daño no sería
grande… Mientras que si la redención en la que creemos es una inefable
realidad, ¿cómo dejar sin reconocimiento el Corazón de un Salvador que se ha
mostrado respecto a usted tan desbordante de amor?”.
Así, las carmelitas exponen con
transparencia su método, diferente del de “esos predicadores de vida
espiritual, muy bien intencionados, que predican una lucha sin piedad contra
todos los defectos que uno pueda tener… sin llegar a nada, o a bien poco,
viviendo en tensión, en estado de guerra y de disgusto habitual. Más
clarividentes son aquellos que buscan desarrollar
las bellas y buenas tendencias nativas del alma, que saben ponerlas al
día, amplificarlas, ramificar en torno a ellas las energías secretas en la
dicha de una atmósfera propicia al surgimiento de todos los recursos del bien. Ése fue el método de nuestra querida Santa: empezó por
poner en su corazón un gran Amor y toda su perfección, tanto humana como
sobrenatural, eclosionó bajo el impulso de esa llama que la consumió ganándole
terreno a todas sus imperfecciones”.
ORACIÓN
PARA AGNÓSTICOS: "SEÑOR, HAZ QUE YO VEA, QUE TE CONOZCA"
Aparecen en las cartas, de manera
sobria pero persistente, los escrúpulos de Maurras que no quiere prestarse a la
salida fácil de hacer una declaración externa de fe católica para recuperar
influencia entre los católicos mientras en su fuero interno continúa su
increencia. En diversas ocasiones expresará sus “profundos
escrúpulos de conciencia, jamás superados, jamás
debilitados”, al tiempo que rechaza taxativamente lo que muchos le
proponen: repetir las palabras, parece ser que falsamente atribuidas, de
Enrique IV de Francia y su “París bien vale una
misa”.
La respuesta de Sor Magdalena
lleva el sello de Santa Teresita: "Para
hablaros de corazón a corazón, pienso que el verdadero medio de obtener
esa luz sin precio, superior a todos los bienes de aquí abajo,
es pedirla sinceramente, sin frases, como un niño, en secreto: «Señor,
¡haz que yo vea! ¡Que os conozca!» ¡Y eso es todo! Aquel a
quien os dirigiréis así no se resistirá”.
Más adelante, le propondrá algo
bien sencillo: "Decir cada día: “Jesús, yo os
amo”, no tenga usted miedo, el resto llegará después".
También le regalan libros que
piensan que le pueden hacer bien, así como el Año Litúrgico de Dom Gueranger, que levanta entusiasmos tanto entre las
carmelitas como entre Maurras ("mi lectura es
la de un profano, pero al menos puedo, en cada página, admirar
al historiador, al profeta, al filósofo, al poeta de los símbolos
sagrados"). En ocasiones no se limitan con hacérselo
llegar, sino que le indican exactamente en qué pasaje se debe fijar.
CAUTIVADO
POR LA MADRE DE SANTA TERESITA
Entre los libros sugeridos
encontramos, claro está, libros de o acerca de Santa Teresita, como los Novissima Verba, que
recogen los últimos escritos de la santa y Maurras leerá en el verano de 1937
o la historia de la familia Martin.
La biografía de Celia Martin [Santa María Celia Guérin, la madre de Santa
Teresita] escrita por
Louise André-Delastre le entusiasma: "He quedado
literalmente cautivado por la vida de Madame Martin. Es una santa a mi medida. No solamente me encanta,
me arrebata, me deslumbra por la heroicidad de su entrega maternal y,
también, por su santidad religiosa".
Otros obsequios del Carmelo a
Maurras son el tratado de la Esperanza extraído de la Suma Teológica, El
evangelio de N.S.J.C del Padre Lagrange O.P., el Comentario a
las epístolas de san Pablo de Dom Delatte, abad restaurador de Solesmes o el
Curso de Teología católica del canónigo Jules Didiot.
NO
HAY QUE SER PERFECTO PARA EMPEZAR A REZAR
También el libro de monseñor
Francis Vincent, San Francisco de Sales,
director de almas, que, dice Maurras, le ha rejuvenecido al hacerle regresar a sus polémicas con los jansenistas, "unos sombríos brutos que yo pongo en el mismo saco que los estoicos y
los kantianos… no comprendo cómo han podido sacar tal desesperación de san
Pablo, de san Agustín y de santo Tomás".
Una aversión hacia los
jansenistas que Maurras comparte con Sor Magdalena, quien le confía que “nunca
he comprendido a aquellos que afirman que es necesario sentirse «perfecto» para atreverse a articular en el
secreto del corazón un Avemaría… si esperamos a ser perfectos no
nos atreveremos a rezar jamás”.
Pero los regalos no se limitan a
los libros: en 1938 Maurras recibe el obsequio de un relicario en forma de
reloj con una reliquia de Santa Teresita del que no se separará en lo que le queda de
vida, ni siquiera en los momentos más difíciles, cuando vuelva a ingresar en
prisión. En sentido inverso, Maurras gustará de enviar
flores al Carmelo de Lisieux, destinadas
a la tumba de Santa Teresita.
EL
POLÍTICO ESCRIBE AL PAPA QUE LE EXCOMULGÓ
No les falta audacia a las
carmelitas de Lisieux. Por ejemplo cuando le hacen saber a Maurras que el Papa Pío XI está gravemente enfermo y le sugieren que le
escriba una carta personal
en la que "se renueven vuestros sentimientos
de respetuoso afecto, de veneración, de admiración entusiasta de la
Iglesia".
Sorprendentemente, Maurras les
hace caso y escribe en enero de 1937 al Papa que le había excomulgado en estos
términos: "De rodillas ante Su Santidad, le
ruego me permita ofrecerle mis deseos de un rápido restablecimiento y,
al mismo tiempo, solicitarle la modesta parte que puede tener todo hombre
de su universal bendición".
Carta ésta a la que Pío XI
contesta personalmente y en la que se lee: “No
pretendo “responderos”, pues son tan numerosos y profundos los sentimientos y
las reflexiones que su carta ha despertado en mi espíritu y en mi corazón.
Quiero solamente deciros mi profundo reconocimiento por el consuelo que
vuestras líneas me han aportado; y deciros también que, como lo he hecho hasta
ahora, continuaré más intensamente y paternalmente haciendo lo
único que puedo hacer por usted, esto es, rezar y hacer rezar por usted".
Maurras reacciona escribiendo al
Carmelo, excusándose por no haber respondido antes y pidiéndoles "permiso para callar y meditar sobre la gravedad de
esas palabras augustas". La Madre Inés no pierde el tiempo y el
mismo día le envía al Papa copia de la carta de Maurras, confesando que ha “llorado al leer la copia” de la carta de Pío XI: “Me parecía ver al padre del hijo pródigo yendo a su
encuentro”.
ROSAS
DEL POLÍTICO PARA LA TUMBA DE TERESITA
Ese mismo mes, febrero de 1937,
Maurras confesará su proyecto de, tan pronto recupere la libertad, “emprender el camino de Lisieux, con el fin de poner de
rodillas mi deseo de luz espiritual y la gratitud que albergo hacia el Soberano
Pontífice sobre la tumba de aquella cuyas hermanas e hijas me han entreabierto
un mundo de bondad y caridad siempre en flor, como el místico rosal de la
pequeña y grande Santa Teresa del Niño Jesús”.
Esa peregrinación tendrá lugar, finalmente, el 13 de julio de 1937, día en que Maurras peregrina a Lisieux y deposita un ramo de rosas junto a la tumba
de Santa Teresita. Suceso que será aprovechado por la infatigable Madre Inés,
quien aprovecha para sugerirle a Maurras que le envíe un telegrama desde
Lisieux al Papa, insinuándole incluso el texto del mismo.
Maurras obedece y, una semana más
tarde, la Madre Inés escribe a Pío XI explicándole la visita de Maurras, la
conversación que mantuvieron en el locutorio (donde Maurras llega a afirmar que
“la salvación partirá de Lisieux, vendrá de la
querida santita”), y le confiesa “haber sido
tocada por el arrebato de corazón con el que ha escrito en el locutorio el
telegrama destinado a Su Santidad firmado «el peregrino de Lisieux conocido de
Su Santidad y del Carmelo»”, una fórmula ésta que Maurras usará con
cierta frecuencia a partir de ese año.
TODO
EL MUNDO PASABA POR LISEUX: ¡INCLUSO EL FUTURO PAPA!
Por cierto, gracias a las cartas
de esta época constatamos que por Lisieux pasa todo el mundo, en visita
particular o acompañando las múltiples peregrinaciones. Por ejemplo, coincide con Maurras en Lisieux el cardenal Pacelli, entonces secretario de
Estado y futuro Pío XII, y pocos días después el arzobispo de París, cardenal
Verdier, a quien la Madre Inés le pondrá al corriente de sus gestiones con
Maurras.
Pacelli confesará a las
carmelitas que Pío XI le había encargado que rezara especialmente en Lisieux “por un alma en la que estaba muy interesado”, añadiendo
que “el Papa confía su causa a Santa Teresa del
Niño Jesús, lo espera todo de su intervención”. Por su parte, Verdier le
escribirá una emotiva carta a Maurras en la que habla
abiertamente de la “reconciliación entre la Acción Francesa y la Santa Sede…
que todos deseamos”, para acabar expresándole
su alegría por “vuestra actitud en estos últimos
tiempos respecto de la Iglesia, vuestra respetuosa deferencia, el homenaje que
ofrecéis a su caridad y que aceleran la llegada de los días que todos nosotros
deseamos”.
CARTAS
AUDACES DE MADRE INÉS POR LA RECONCILIACIÓN
En marzo de aquel año aparece la
encíclica Divini
Redemptoris, que es acogida con entusiasmo por Maurras y de la que
se hará fervoroso propagandista. La Madre Inés aprovecha para “presionar” a Pío XI, haciéndole llegar los
escritos de Maurras al Papa, sugiriéndole “una
indulgencia paternal”, reconociendo que “osa
hablar con sencillez y audacia filial a Su Santidad” y hablándole de los
benéficos efectos que tendría la reconciliación de la Acción Francesa.
Y si de audacia femenina
hablamos, llama poderosamente la atención la carta de la Madre Inés al papa del
27 de marzo de 1937: “Santa Teresa del
Niño Jesús se arrodilló hace cincuenta años a los pies del Papa para obtener la
entrada en el Carmelo. Hoy,
ella se arrodilla una vez más a los pies del vicario de Cristo para obtener a
sus hijos de la Acción Francesa el regreso a la gracia en la Santa Iglesia”.
Y en otra carta al Papa, la Madre
Inés “osa confiar al Santo Padre su intensa
tristeza ante ciertas incomprensiones referidas a su caso [el de Maurras] que
la hacen sufrir”. No es de extrañar que Maurras confiese que “me atrevería a decir que, desde hace bastantes días, vivo
en Lisieux más que aquí, más
incluso que en Roma. Me parece que es en Lisieux donde todo se hace, de Lisieux
que todo depende”.
GESTOS
DE HUMILDAD HACIA EL PONTÍFICE
Ese mismo mes de marzo, Robert de
Boisfleury, administrador de la Acción francesa, irá en peregrinación a Roma,
donde entregará una carta a Pío XI con este texto: “Humildemente
arrodillado a los pies del Santo Padre, en
ocasión del 50 aniversario de la peregrinación a Roma de santa Teresa del Niño
Jesús, felizmente pone a los pies de Su Santidad, con el homenaje de su muy
respetuosa e inquebrantable adhesión a la Iglesia y a su augusto Jefe, el de su
pesar y de toda su tristeza por haber, él y sus amigos de la Acción Francesa,
involuntariamente afligido, de cualquier manera que haya sido, el corazón
paternal del Soberano Pontífice”, añadiendo que él y sus amigos de la Acción
Francesa “creen todo lo que la Iglesia enseña y como
ella lo enseña”.
Pero la audacia de las carmelitas
no se limita al Papa, sino que se dirige también al propio Maurras. Será en
esta época en la que el Carmelo de Lisieux osa pedirle un regalo en nombre de
Santa Teresita: "La promesa de hacer suprimir
en vuestro periódico esa sombría rúbrica «Bajo el Terror» que nos entristece
tan profundamente. Hay que enterrarla con ocasión de la fiesta de vuestra santa
protectora y que no haya resurrección”.
SEPARAR
EL NACIONALISMO FRANCÉS DEL HITLERIANO
La rúbrica publicada en el diario
de la Acción Francesa se dedicaba a recoger y denunciar lo que consideraban la “represión abusiva” del movimiento por parte de la
Iglesia. Maurras refunfuña… pero finalmente obedece. Como también obedece
cuando le piden, en junio de 1938, "un artículo
que ponga a plena luz las profundas diferencias que separan el nacionalismo
francés del nacionalismo hitleriano", texto que “aplaudirán”
en el Carmelo y será del agrado de Pío XI, “muy
preocupado por la penetración nefasta de las ideas venidas de Alemania”.
Como escribirá Maurras en julio
de 1938 en carta a la Madre Inés, "nadie es juez más que usted, y yo hago
voluntariamente todo lo que usted considere natural y bueno: ¡quién lo puede
saber mejor ni tan bien que usted, mi Reverendísima Madre!".
Es en estos intensos momentos cuando llaga una magnífica noticia: el nombramiento
de Maurras como miembro de la prestigiosa Academia Francesa, suceso
que marca un momento de gran entusiasmo en Lisieux: el discurso de Maurras no
sólo cita elogiosamente a Santa Teresita en el templo del saber francés, sino
que éste hace grabar en su espada de académico una cita extraída de Historia de
un alma, lo que hace que las carmelitas le llamen, a partir de ese
momento, el «Académico de santa
Teresa».
"REPUDIAMOS
LOS ERRORES RACISTAS, DE SUELO Y SANGRE..."
En el verano de 1938 Sor
Magdalena da noticia de la visita de alguien muy próximo al papa, quien les
comunica que “la atmósfera está progresando mucho…
la obra está madurando… el diario es seguido de cerca y sobre muchos puntos es
muy seriamente apreciado”. En noviembre de ese año, y siguiendo las
instrucciones dadas desde el Carmelo de Lisieux, Maurras y Boisfleury hacen
llegar una súplica al Papa que se considera necesaria para el levantamiento de
la condena de la Acción Francesa, texto que luego se hará público y que será
firmado por los dirigentes del movimiento.
El momento elegido no es casual,
pues 1938 es el año del centenario del Carmelo de
Lisieux, como tampoco lo es el contenido, en el que se hace
hincapié en ciertas ideas que preocupaban enormemente a Pío XI: "Firmemente vinculados a la idea de patria y de todo
lo que esta idea implica de tradiciones duraderas, repudiamos todo nacionalismo
excesivo que violaría los justos derechos de otras colectividades
nacionales. Repudiamos los errores racistas, la metafísica religiosa del suelo y la
sangre, conforme a la doctrina de S.S. Pío XI... pedimos a la
magnanimidad del pontífice que nos juzgue, no por polémicas efímeras para las que imploramos su
paternal indulgencia, sino por nuestras afirmaciones de fe y sumisión”. Todo
está maduro… pero Pío XI fallece el 10 de febrero de 1939.
Su sucesor, Pío XII, fue elegido
papa el 2 de marzo y coronado diez días después. Sin perder tiempo, el 26 de
ese mismo mes, la Madre Inés le hace llegar un dossier con cartas de personas
próximas a la Acción Francesa, “que explican por
qué me intereso tanto por estas almas angustiadas y que no había osado mostrar
a Su Santidad Pío XI, temiendo afligirle demasiado”.
En julio de 1939 el Papa Pío XII
levantará la condena que pesaba sobre la Acción Francesa. La carta de Maurras
al Carmelo de Lisieux refleja bien su estado de ánimo: “¡Cómo expresaros mi
alegría! Mi reverendísima Madre, ¿qué palabras expresarán mi
emoción, el temblor de mi emoción, de mi gratitud y una gratitud llena de admiración? Así ha acabado
esta espantosa pesadilla, y gracias a vos, gracias al coro angélico y a la
inefable bondad del Santo Padre”. Por su parte, Sor Magdalena le
comunica a Maurras la carta que han recibido de Monseñor Venini, “intermediario discreto de la incomparable carta
autógrafa” de Maurras al Papa, en la que se une “a
la alegría especial del Carmelo de Lisieux por la gran noticia. Santa Teresa ha,
pues, conseguido esta gran gracia. ¡Ah, el muy venerable Santo Padre Pío XI,
también, exulta en el cielo! Deo gratias!”.
Y tras recomendarle que “no nos dejemos entristecer por los
comentarios hirientes,
incomprensivos o indignos ante la gran noticia”, le habla sin tapujos de
que ha llegado el momento de la “segunda etapa: la de la dulce iluminación de la fe que es solicitada
para aquel que nos es tan querido y cercano”.
Una etapa que tampoco será fácil
pero en la que las carmelitas de Lisieux no desfallecerán y para la que le sugieren rece una oración compuesta por ellas mismas: “He vivido durante años apartado de las prácticas
religiosas sin osar creer en el amor de Dios, siempre he buscado y querido el
bien, pero me he equivocado en ocasiones, especialmente en mis libros de
juventud, y he podido ser ocasión de error o de interrupción en el camino del
bien verdadero, sin perjuicio del bien operado en otros. Deseo en adelante poner
toda mi actividad, toda mi vida, todos mis sentimientos y mis pensamientos de
acuerdo con la voluntad de Dios, fuente de verdad, bien y
belleza”. Estas palabras, insistirá Sor Magdalena, “bastan para atraer la misericordia paternal de Dios”.
LA
II GUERRA MUNDIAL: CARTAS CON MIEDO
Maurras volverá en peregrinación
a Lisieux en diversas ocasiones, recibiendo en una de ellas una carta y la bendición apostólica de Pío XII, concretamente el 23 de diciembre de 1939,
donde el Papa reconoce “la intercesión de la
santita de Lisieux, tan manifiesta en esta circunstancia”.
Pero enseguida se desata el
vendaval de la Segunda Guerra Mundial y ya en junio de 1940 Maurras escribe al
Carmelo anunciándole que ha tenido que huir de París para refugiarse en
Poitiers y se pregunta: “¿qué será del Carmelo si,
como todo hace temer, la maniobra bárbara consigue hacerse con vuestra
Normandía?”. Y acaba la carta con un “¡Viva Francia!
¡Viva el Carmelo! ¡Viva la Iglesia romana!”, con un añadido de última hora escrito en el sobre
ya cerrado “tengo conmigo el reloj” que
contenía la reliquia de Santa Teresita.
La guerra hará que el intercambio
epistolar se espacie, tras haber quedado Lisieux bajo la
ocupación alemana y estar Maurras
en territorio del régimen de Vichy. Al
mismo tiempo las cartas se hacen más prudentes e incluso voluntariamente
imprecisas, precisamente por la sospecha de que van a ser leídas por el
ocupante alemán. Precisamente por ello las referencias al curso de la guerra no
abundan… hasta junio de 1945, cuando Maurras escribe al Carmelo para
anunciarles que “Alemania parece bien derrotada. Y
eso es ahora lo esencial”, aunque añadiendo, “¿qué vamos a
hacer con la victoria?”.
DE
NUEVO A PRISIÓN: Y A LEER TEOLOGÍA
La respuesta para Maurras no
tardará en llegar en forma de vil venganza: quienes habían hecho
oídos sordos a sus advertencias sobre el ascenso del hitlerismo, quienes le habían acusado de odio visceral a lo germano,
ahora serán los mismos que le acusarán de “connivencia
con el enemigo” y le enviarán de nuevo a prisión. Allí Maurras tendrá
tiempo para leer (“el Padre de Broglie ha tenido la
bondad de enviarme la Suma contra gentiles, que estoy leyendo con pasión. ¿Surtirá
efecto?”), meditar, recibir visitas (como la de su amigo y mentor
monseñor Breynat, primer vicario apostólico de Mackenzie, en el norte de
Canadá) y escribir un libro sobre el entonces venerable, y
ahora santo, Pío X.
Ya desde el inicio de la
correspondencia las carmelitas insistirán en que Maurras entre en contacto con
algún sacerdote sugerido por el Carmelo de Lisieux y que pueda ayudarle en su
camino hacia la fe. Maurras se resistirá, argumentando que ya conoce a muchos
sacerdotes que, además, son sus amigos. En los últimos
meses de su vida, finalmente, aceptará y será el canónigo Aristide Cormier quien
entrará en la intimidad de Maurras, le confesará y
administrará los últimos sacramentos con los que entraría como
católico en la vida eterna.
En 1955 el canónigo Cormier
publicó 'Mis conversaciones de sacerdote con Charles Maurras'.
El 28 de junio de 1952 está
fechada la última carta que se conserva de Maurras a Sor Magdalena. En ella se
incluye un poema compuesto por él mismo, titulado “La
oración del final” y que encabeza con una cita del Purgatorio de Dante, “mentre che la speranza ha fior del verde”, mientras
que la esperanza mantenga la flor de (color) verde, una referencia de Dante a
que incluso el arrepentimiento a última hora pone en movimiento a la bondad
divina. Allí se puede leer:
“Señor, duérmeme en
tu paz cierta, Entre los brazos de la Esperanza y del Amor.
ESTE VIEJO CORAZÓN DE SOLDADO
NO HA CONOCIDO EL ODIO
Y sólo por vuestros verdaderos bienes ha sido
derrotado sin remedio”.
No sabemos si la última carta de
Sor Magdalena, fechada cuatro días antes de la muerte de Charles Maurras, el 16
de noviembre de 1952, llegaría a su destinatario, pero confiamos en que los
deseos de la carmelita se hicieran realidad y concluyera así este apasionante
camino de conversión. Escribe Sor Magdalena:
“No ceso de pensar
con gran dulzura que vuestro lugar está reservado, allá en lo alto, querido
gran amigo, en el corazón de esa Madrecita que prometió protegeros por toda la
eternidad. Cuando llegue el momento de la gran ascensión hacia ese lugar
bendito, ella misma vendrá a sonreír a su querido peregrino, ella
le dará la luz y la fuerza de cumplir con sencillez sus deberes de bautizado.
Como hijo de la Santa Iglesia, ella hará depositar sobre sus labios el viático
divino, que adormecerá, para usted, todo dolor y dará una fecundidad eterna a
su bella carrera terrestre. ¡Y luego el velo caerá! Y esa luz
total, tan deseada, tan buscada, se alzará para siempre, en el
alma extasiada, colmada, del «Protegido de Teresa» y de su «Madrecita»… ¡Oh!
Qué bella será la recepción en ese Reino de inefables recompensas… y qué buen
trabajo se podrá hacer a favor de aquellos que permanecen aún, por un poco de
tiempo más, en esta tierra de exilio”.
(Publicado en revista
Cristiandad, por Jorge Soley, premio ReL de Letras
Breves).
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