LA INVESTIGACIÓN CON CÉLULAS MADRE ADULTAS O PLURIPOTENTES SÍ DA FRUTO Y ES ÉTICA
Shinya Yamanaka recibió el Premio Nobel de Medicina
en 2012 por el descubrimiento de las células madre pluripotentes inducidas, que
permiten una investigación éticamente irreprochable. Yamanaka, japonés nacido
en 1962 y doctor en Filosofía además de doctor en Medicina, decidió esta línea
de trabajo al considerar que no había ninguna diferencia sustancial entre las células
embrionarias y sus propias hijas.
Hace 25 años decían que había
que investigar con embriones humanos para hacer milagros
médicos. Era inmoral, pero cualquiera que plantease objeciones era
sometido a escarnio público. Cuando en 2001 George W. Bush prohibió la financiación pública de dichos
experimentos, se convirtió en un motivo de ataque político, cuyo gran alcance
él mismo detalla en sus memorias Decision points.
Un cuarto de siglo después,
sabemos que toda aquella destrucción de embriones no sirvió de nada para la
ciencia, no dio frutos.
Un artículo de E. C. Tarne publicado
el 30 de octubre de 2023 en el portal del Instituto Lozier aborda esta
cuestión. Se titula Human Embryonic Stem Cell
Research 25 Years On y Sabina Frendimara ofrece
una síntesis en el portal provida italiano Provita&Famiglia.
Es importante saber qué sentido
tiene crear bebés en un laboratorio y luego desmembrarlos para que "progrese" la "ciencia".
CÉLULAS
MADRE EMBRIONARIAS: 25 AÑOS DE EXPERIMENTOS, CERO RESULTADOS
Actualmente apenas se oye hablar
de la investigación con células madre embrionarias humanas (hESC, por sus siglas en inglés: "human Embryonic Stem Cell"),
pero hace veinticinco años, cuando un grupo de científicos estadounidenses las
aisló por primera vez, estuvieron en el centro del debate
político y científico de
Estados Unidos.
Su capacidad para diferenciarse a
medida que el embrión crece y convertirse en parte constituyente de todos los
órganos y tejidos necesarios para su desarrollo les valió el sobrenombre de "pluripotentes", y los investigadores vislumbraron en esta
peculiaridad posibles aplicaciones beneficiosas en el campo de la regeneración
celular: "La lista de posibles usos
terapéuticos es casi interminable", afirmaba
en 1999 Lawrence Goldstein, profesor de
farmacología de la Universidad de California en San Diego.
Las perspectivas
optimistas de
curación de la enfermedad de Parkinson, el Alzheimer, la diabetes, las cardiopatías
e incluso el cáncer hicieron que estas investigaciones fueran acogidas con
clamor y entusiasmo, en la creencia de que marcarían el comienzo de una nueva
era en la historia de la medicina. Incluso se llegó a especular con que el
estado de California obtendría enormes beneficios de los royalties derivados
de los tratamientos con hESC.
El espejismo de
tales resultados, la convicción de que podrían lograrse en poco tiempo (Harold Varmus, entonces director del Instituto Nacional de la
Salud y uno de los partidarios abiertos de la investigación, estimaba en 1998
que los primeros éxitos podrían alcanzarse al cabo de dos años, diez como
máximo), y la masiva campaña publicitaria sobre el tema, apoyada por científicos y
personalidades públicas influyentes, condujeron en 2004 a la aprobación de la
Proposición 71 en California, que preveía la asignación de fondos estatales por
un total de 3.000 millones de dólares en diez
años para apoyar la investigación con células madre, especialmente hESC.
También se creó un organismo especial para supervisar la distribución de esta
ingente suma de dinero: el Instituto de Medicina
Regenerativa de California.
La cuestión de las células madre
embrionarias era tan candente hace 25 años, que la primera alocución televisiva
a los estadounidenses por parte de George W. Bush, que había tomado posesión en
enero de 2001, fue el 9 de agosto de ese año y sobre este tema. Explicó con
claridad que estas investigaciones envuelven la destrucción de seres humanos y
que, por tanto, aunque habría fondos públicos para estudiar con 60 líneas ya
creadas por empresas privadas, no se destinaría presupuesto federal a la
creación de nuevas líneas.
Veinticinco años después, uno se pregunta qué
ha fallado: no solo no hemos sido testigos de los milagrosos avances
prometidos, sino que ni siquiera existen estudios
clínicos sobre el uso con éxito de las hESC, y mucho menos, en
consecuencia, los florecientes beneficios anunciados públicamente.
Desde el principio se vio que,
incluso teniendo en cuenta su supuesto potencial terapéutico, la investigación
con células madre embrionarias humanas es, por su propia naturaleza, éticamente discutible, ya que la única forma de obtener
células madre embrionarias humanas es mediante la destrucción de un
embrión humano vivo. El mero acto
de recolectar estas células implica la destrucción del embrión.
En un principio se pensó que
tales preocupaciones serían patrimonio exclusivo de los cristianos más
conservadores, pero a pesar de ello no se consiguió descartarlas tan fácilmente.
Ya en 1998, James Thomson, el primero en obtener
una línea de células madre embrionarias humanas, admitió los problemas éticos de la
investigación, que más tarde fueron confirmados por la National Bioethics
Advisory Commission (NBAC), la primera comisión presidencial que abordó el tema
de forma específica. Pero todo continuó.
Esto explica que fuera necesaria
una campaña publicitaria tan masiva y prometedora, que sin embargo no
fue suficiente para disipar los problemas de conciencia que planteaba esta investigación.
Se intentó entonces eludir el
problema trabajando con células madre adultas,
pero la investigación con células madre embrionarias continuó de todos modos,
aunque con resultados decepcionantes en comparación con las expectativas
prometidas, hasta el punto de que hoy en día la mayoría de las becas de
investigación concedidas por el CIRM -la Agencia de Células Madre de
California- se destinan a la investigación con células madre
no embrionarias, mientras continúan los avances médicos derivados
del uso de células madre adultas.
También contribuyó a la
desaparición de las hESC el descubrimiento en 2007 de las células madre pluripotentes inducidas (iPSC,
por sus siglas en inglés: "induced
Pluripotent Stem Cells"), que solo cinco años después le valió
el Premio Nobel a su descubridor, el científico japonés Shinya Yamanaka: había encontrado la forma de obtener células
pluripotentes de tipo embrionario a partir de células somáticas normales,
como las de la piel, por ejemplo.
Shinya Yamanaka explica las
perspectivas de investigación con células iPS, que no plantean problemas
éticos.
Su descubrimiento representó un
importante paradigma de cómo la ciencia puede proceder
éticamente, ya que fue él quien
decidió no trabajar con hESC, con la intención de evitar experimentos letales
con embriones humanos. Esta decisión, que le valió el reconocimiento público,
maduró a partir de su observación de un embrión humano al microscopio años
antes, en la que tuvo la intuición de reconocer la dignidad del ser humano: "De repente me di cuenta de la pequeña diferencia
que había entre esto [el embrión] y mis hijas... Pensé: no podemos
seguir destruyendo embriones para nuestra investigación. Tiene que haber otra
manera". Decidido a no transigir, utilizó ratones en su trabajo de investigación sobre
reprogramación celular.
Su éxito, unido al hecho de que
la investigación médica con células madre adultas y pluripotentes inducidas
avanza, a diferencia de lo que sucede con la investigación con células madre
embrionarias, ha demostrado que la ciencia y la ética, trabajando juntas, pueden
lograr resultados más allá de lo imaginable.
Solo queda por aclarar un
concepto, además de lo que explica Tarne. Si todos los seres humanos tienen la
misma dignidad; si, por consiguiente, incluso los seres humanos pequeños tienen
la misma dignidad que los más grandes, entonces nunca
es lícito utilizar a una persona.
Tampoco es lícito utilizarla para un fin bueno. No sería lícito matar a
un niño ni siquiera para curar a otros.
Con mayor razón no es lícito
matar solo para hacer experimentos que no han dado ningún
resultado en 25 años.
Traducido por Verbum
Caro.
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