Entrevista a Carlos Polo director de la Oficina para América Latina del Population Research Institute desde 2001
Por: Sebastián Correa Ehlers | Fuente: CEC
Carlos Polo Samaniego es un reconocido antropólogo peruano, director de la
Oficina para América Latina del Population Research Institute desde 2001.
Carlos ha jugado un papel fundamental en la lucha pro vida en Latinoamérica y
parte importante de su trabajo ha sido el ayudar a que católicos que están en
política, tomen el peso y dimensionen la trascendencia de sus decisiones en la
vida pública.
Carlos,
dada tu experiencia en los últimos años trabajando en el Population Research
Institute, has podido conocer distintas iniciativas de católicos enfrentando el
reto de promover una cultura en favor de la vida y la familia. A tu
parecer ¿Cuál es el factor común de estos retos que los
católicos estamos enfrentando?
Te agradezco la pregunta pues me
da oportunidad de explicar la misión de PRI y la importancia que creemos tiene
nuestro aporte al movimiento pro vida y pro familia internacional. En el PRI
potenciamos los esfuerzos de profesionales y organizaciones que influyen sobre
políticas públicas, reformas legales locales o instrumentos de derecho
internacional o acciones judiciales. Lo hacemos porque son el campo más
gravitante en la batalla actual entre la cultura de la Vida y la cultura de la
muerte.
Enfrentamos un modelo de
penetración cultural que nos plantea una lucha que se define cada vez más en
batallas políticas y cada vez menos en debates académicos. En otras palabras: los debates que enfrentamos ya no se guían por una
auténtica búsqueda de la verdad y del bien común sino muy a menudo son
verdaderos conflictos de intereses donde hay partes que buscan imponerse.
Como católicos es obvio que no nos toca imponer, pero sí darnos cuenta que
debemos de armarnos de la astucia recomendada en el Evangelio o la influencia
de la cultura de la muerte será cada vez mayor en las personas concretas y
reales.
Al entender estas amenazas como
conflictos de intereses, y no meros desafíos explicativos, los católicos
tenemos la obligación de poner los medios adecuados a la naturaleza de los
retos.
Son cada vez más quienes se dan
cuenta que el problema no es únicamente que el mundo moderno no puede o no
quiere comprendernos sino que tal vez usamos las herramientas erradas. Por
ejemplo, frente a un proyecto de ley solamente buscamos a los mejores científicos
para que sustenten nuestra posición, sin tener en cuenta que los parlamentarios
tomarán la decisión luego de una ardua negociación en la que importarán mucho
más las cuotas de poder que la verdad o mentira de los argumentos. Conocer esto
no nos lleva a abandonar el discurso clarificador de la conciencia sino a
agregar acciones específicas para movilizar voluntades a favor de nuestra
propuesta. No se trata, por tanto, de cambiar totalmente nuestra misión, sino
de incorporar nuevas perspectivas para entender mejor la realidad que nos toca
y actuar con la mayor eficacia que nuestra condición humana nos permita. Se
trata de trabajar el equilibrio de fuerzas sociales sin perder la identidad
católica ni nuestra inquebrantable prédica de la Verdad que es el mismo Cristo.
LOS CATÓLICOS HEMOS IDO SALIENDO POCO A
POCO DEL ÁMBITO PÚBLICO. ¿QUÉ ACTITUD DEBERÍAMOS TOMAR A INICIOS DEL TERCER
MILENIO?
Deberíamos recordar
permanentemente el pedido que nos hiciera en el 2002 el entonces Cardenal
Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI. En la “Nota
Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los
católicos en la vida política”, nos decía citando a Juan Pablo II que
«los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción
económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover
orgánica e institucionalmente el bien común».
Yo subrayo la expresión “de ningún modo pueden abdicar” pues al parecer la
gran mayoría de católicos actúan como si la política y la fe fueran
excluyentes. O peor aún se rigen presas de temor por el mantra anti religioso
que repite: “las creencias religiosas no tienen
lugar en la política o en la vida pública”. Por supuesto no todos
estamos llamados a dedicarnos a tiempo completo a la atención de asuntos
públicos pero sí estamos obligados a encontrar nuestra forma de participar en
el servicio al bien común.
¿CÓMO DEBEMOS ENTENDER -A TU PARECER- LA
CULTURA DE MUERTE QUE HAN MENCIONADO CON INSISTENCIA LOS ÚLTIMOS PONTÍFICES?
La cultura de la muerte se
asienta en una visión social que considera la muerte de algunos seres humanos
como una variable de ajuste. Se traduce en una serie de comportamientos,
instituciones y hasta leyes que a su vez retroalimentan y confirman esta opción
por la muerte de algunas personas y el privilegio de otros. Este elemento está
presente en el aborto, el control natal, la eutanasia, la ideología de género,
la reproducción asistida, etc.
El proceso es casi siempre el
mismo. Lo que antes era aceptado culturalmente como un atentado contra la vida,
se empieza a disfrazar con mentiras. Se plantean argumentos ideológicos y una
estrategia comunicacional para justificarlos y encubrirlos. Si se ejecuta con
constancia y precisión, pronto el atentado a la vida se transforma en “derecho” y luego se busca que el Estado reconozca
legalmente el supuesto nuevo “derecho” y lo
financie.
HOY LOS JÓVENES PROFESIONALES QUE ESTÁN
ENTRANDO AL MUNDO LABORAL SE ENCUENTRAN CON RETOS MUY DISTINTOS QUE LOS QUE SE
ENCONTRABAN LOS JÓVENES PROFESIONALES HACE 60 AÑOS. ¿QUÉ CREES QUE FUNDAMENTAL
QUE ESTOS JÓVENES DEBERÍAN CONSIDERAR Y TOMAR EN CUENTA?
¡Habría tanto qué
decir sobre el cambio de época que estamos experimentando! Pero me limito al campo donde me desenvuelvo para decirle a los jóvenes
que dediquen tiempo a entender e incorporar en sus vidas el componente político
tan marcado que tiene nuestro tiempo.
Hay tres retos que nos plantea la
política. Primero tomar la decisión de entrar, si no entramos son otros los que
escribirán las leyes y establecerán las normas de convivencia. Segundo,
entenderla para interactuar adecuadamente en función del bien común. Tercero,
una vez entendida, fijarse metas propias con un planteamiento estratégico y
táctico bien definidos.
HAY ALGUNOS SECTORES DE LA IGLESIA QUE
OPINAN QUE UNA CONSECUENCIA DE LA ARDUA LUCHA POR LA VIDA, ES QUE LA IGLESIA HA
PERDIDO PRESENCIA EN OTROS ASPECTOS FUNDAMENTALES DE LA CULTURA. Y PROPONEN
ENFOCAR LA EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA NO SÓLO DESDE EL ASPECTO PRO VIDA, SINO
RECUPERAR LAS PROPUESTAS ARTÍSTICAS, HUMANÍSTICAS, CIENTÍFICAS, ETC…
¿CUÁL ES TU POSTURA AL RESPECTO?
Me parece que aquí hay una falsa
oposición. La lucha por la vida es en el fondo y en la forma uno de los retos
fundamentales de la evangelización de la cultura. En cuanto al fondo me parece
que la opción pro vida es un tema transversal. Todos estamos llamados a vivirla
y en el campo en donde nos desenvolvamos. Y en cuanto a la forma de hacerlo, no
veo por qué no se piense que el arte, las disciplinas humanísticas o
científicas sean vehículos eficaces para inocular vitalidad a la cultura
actual. ¿No estamos ya cansados de tanta prensa,
TV, teatro, cine, expresiones en redes sociales y hasta conversaciones que
deshumanizan en lugar de aportar a la vida de las personas?
Esta falsa oposición entre opción
pro vida y las disciplinas mencionadas me resulta más evidente cuando cada día
más personas está siendo conscientes de esta problemática humana y la están
expresando creativamente dentro y fuera de la Iglesia Católica. Le cito dos
ejemplos. La serie de TV “La Ley y el Orden” ha
dedicado más de un capítulo al tema del aborto en una aproximación que muchos
consideran muy pro vida. El otro es de una pareja que colgó un video que resume
los nueve meses de embarazo de su hija en un minuto y medio. El video,
realizado con la técnica conocida como time-lapse,
recibió a la fecha más de 8 millones de visitas y miles de comentarios. Algo
que haría empalidecer de envidia a cualquier rock star del momento.
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