Bendecir lo que no es conforme con la voluntad de Dios no es solo un imposible teológico, también metafísico y lógico.
La Teología es
una disciplina del conocer humano que, si no se ancla en la Lógica y en la Metafísica clásica, puede llegar a justificar la
cuadratura del círculo. Por este mecanismo surgieron y siguen surgiendo
las herejías, el protestantismo, la teología
de la liberación, la moral de situación y otras mil historias. Así, se pueden
leer o escuchar cosas disparatadas, muchas veces de personas sin formación y
otras, por desgracia (falta de gracia), de personas supuestamente
formadas.
También la Verdad y el Amor
tienen su lógica y su metafísica. Aunque son inseparables e igualmente
necesarios, son jerárquicos, al igual que el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Primero es la Verdad y después el Amor. No porque una sea más importante que otro, sino
porque, como ya dije en otra ocasión, el ser precede al actuar, y la Verdad es
Existencia y el Amor Acción. Pero insisto, son inseparables, la verdad sin amor
es cruel y, aunque parezca mentira, el amor sin verdad es aún más
cruel.
Aterrizando en el tema: ¿qué es “bendecir”? Etimológicamente “bendecir” es decir bien de alguien o algo. Creo
que jurar por Dios y bendecir tienen mucho que ver. Jurar por
Dios es poner a Dios por testigo. Bendecir es poner a Dios por testigo de la
semilla de bien de alguien o algo e impetrar la gracia santificante mediante
una oración particular, pronunciada por un ministro capacitado por
el mismo Dios, para que ese alguien o algo llegue a plenitud. Esto
es posible debido a un hecho que queda resumido en la frase del Génesis (1,31)
que reza “Y vio Dios que era bueno”. Esta
frase significa que las cosas hechas por Dios y sostenidas por Él en el ser son
buenas porque son según su querer. La Creación existe según su querer, y eso la
hace buena. Bendecir es, en el fondo, pedir a Dios que, mediante su
gracia, amarre de una forma eficaz con este hecho fundante
lo bendecido.
Como diría el Papa Francisco, se puede bendecir todo,
todo, todo... Y tiene razón, se puede bendecir todo. Pero hay “algo” que no se puede bendecir: la "nada". Se pueden bendecir personas, animales, cosas y
situaciones pero la nada no, porque no hay materia. Es más, es evidentemente
paradójico impetrar de Dios una gracia sobre la nada, sobre “algo” que no procede de su querer creador,
como si Dios fuera una especie de comodín para
revestir de bondad lo que es una falla.
Dios me libre a mí de decirle a
Dios o a nadie qué puede o no puede bendecir. No quiero entrar en ese jardín.
Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que, como se puede ver, se
encargan de ello. Pero, por razones pastorales, “bien
intencionadas”, complacientes con todos, etc… no se debería llegar a
justificar la cuadratura del círculo. Bendecir sin Verdad significa
hacer un gesto vacío y necesariamente impotente, lógicamente carente de amor,
sin caridad. Se trataría de la soberbia de “bendecir”
de espaldas a Dios, o sea, el colmo del escándalo y la
presunción. Dios sólo puede bendecir lo que es y sólo es lo que es
según su querer. Las fallas en el ser carecen de existencia desde la
perspectiva del Bien y, por tanto, metafísicamente no pueden ser bendecidas.
Todo quedaría en un teatrillo donde Dios es
tratado como convidado de piedra.
Por eso se bendice siempre a las
personas y jamás el pecado, ni en
público ni a escondidas, ni con una fórmula litúrgica ni con otro tipo de
fórmulas (no sé cuáles). No hay poder para ello. Pura lógica.
Salvando las distancias,
encuentro una analogía de fondo entre esto que hablamos y la tercera tentación de Jesús en el desierto. Pedirle al Hijo de
Dios que adore el mundo, que le sirva, que se arrodille y se humille ante él… ¡Pobre diablo, se cree el dueño! Como si el mundo
no fuera la herencia del Hijo de Dios por naturaleza y no estuviera al servicio
del Bien.
Volvamos a la Lógica y la
Metafísica, también la lógica y la metafísica del amor, para que sea verdadero. No
olvidemos que “el ser es y el no ser no es, y no
puede ser y no ser a la vez” aunque nos empeñemos en ello.
Por: José Carlos
Súbtil
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