LA ESCRITORA RECUERDA QUE TAMBIÉN ES GENOCIDIO EXPULSAR A UN PUEBLO Y BORRAR SU HUELLA
Mel Gibson y Antonia Arslan denuncian el éxodo de
120.000 armenios de Nagorno-Karabaj tras la agresión de Azerbaiyán y el borrado
que va a hacerse de sus milenios de historia en la región.
Tras el ataque de Azerbaiyán del
19 de septiembre y la autodisolución de
la república de Artsaj (Nagorno-Karabaj), más de 100.000 armenios cristianos han
tenido que abandonar en dirección a Armenia el
territorio que han ocupado durante milenios.
NUEVAS
AMENAZAS
Antes de su derrota militar,
fueron asediados por hambre durante
meses por el gobierno azerí, respaldado por Turquía y con
el silencio garantizado de la Unión Europea por sus necesidades energéticas.
Cuando a mediados de julio de 2022 Ursula
von der Leyen viajó a Baku y firmó un acuerdo gasístico con
el presidente Ilham Aliyev para duplicar las importaciones hasta 2027 y
sustituir el gas ruso, el destino armenio quedó sellado.
Pero puede que no todo quede ahí.
Según informó Politico la
semana pasada, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, habría asegurado a algunos congresistas que
Washington prevé que los azeríes ataquen en las próximas semanas el sur de
Armenia. Han exigido al gobierno de Nikol Pashinian que abra un corredor que comunique las dos
regiones que controla Azerbaiyán, con lo que facilitaría su vínculo terrestre
con su aliado turco.
Con Occidente habiendo jugado
todas sus cartas militares en Ucrania, y con el porvenir incierto y abierto de
la guerra en Gaza, Baku ve la ocasión de renovar a principios del siglo XXI
el aplastamiento de la cristiana Armenia que ejecutaron los turcos a principios
del siglo XX con el genocidio de un millón y medio de
personas.
VOCES
CÉLEBRES
Muy pocas voces están denunciando
esta situación, pero algunas muy prestigiosas.
Como la de Mel Gibson, quien, cuando se produjo la salida de los
armenios, no dudó en grabar un mensaje e hizo precisamente una referencia a la
repetición de la historia de hace cien años "con
el genocidio del que estamos siendo testigos ante el
ensordecedor silencio de los medios".
"Los armenios,
que han sido perseguidos durante cientos de años por su fe, se ven sometidos de
nuevo a una brutal campaña de limpieza étnica", denunciaba el cineasta, quien pedía implicación a la comunidad
internacional para brindarles protección en su huida, y
todos los esfuerzos diplomáticos necesarios "para
asegurar que estos exiliados puedan volver cuanto antes a su hogar".
"No
desfallezcáis, Dios está con vosotros", concludía Gibson, dirigiéndose al pueblo armenio.
A Dios también ha aludido en las
últimas horas la antropóloga y escritora Antonia Arslan,
antigua profesora de la Universidad de Padua. Es la autora de La casa de las alondras (Lumen), novela varias veces premiada
publicada en 2004 y sobre la que se basó en 2007 la película del mismo nombre,
distribuida en España bajo el título El
destino de Nunik, que contó en el
reparto con Paz Vega y Ángela Molina.
La casa de las
alondras conforma, junto con Los 40 días del Musa Dagh (Losada)
de Franz Werfel (1933),
una pareja de novelas imprescindible para comprender el genocidio armenio en
perspectiva literaria.
Arslan, nacida en italia en 1938
pero de ascendencia armenia, es la voz de la conciencia europea ante la
tragedia de su pueblo de origen, y es tajante en sus declaraciones de este
viernes a Tempi: "Nos han traicionado todos, salvo Dios".
"Quiero
hablaros de esta pequeña y maravillosa nación que era Artsaj [el enclave
armenio de Nagorno-Karabaj] y que hoy ha desaparecido", afirma la escritora: "En todo cuando le
está sucediendo a esta pequeña porción del pueblo armenio, hay lecciones que no
debemos olvidar: la lección de qué es un genocidio".
Arslan recuerda que "genocidio" no es solo el exterminio
masivo de personas (aunque son innumerables los armenios asesinados entre
quienes no quisieron o no pudieron escapar a finales de septiembre), "también lo es arrancarlas del territorio donde
han vivido durante milenios y la cancelación de su cultura, del
testimonio de su realidad, de las huellas de la vida que allí
han vivido ellos, sus padres, sus antepasados".
Se calcula que de los 120.000
armenios que había en Artsaj solo han quedado cuatro o cinco mil, sometidos
ahora a hostigamiento por los azeríes. El resto se fueron con apenas lo puesto,
en imágenes de caravanas interminables de
vehículos que no han gozado
de la repercusión mediática de otros conflictos en el mundo.
Pero quienes han podido "se han llevado los huesos de sus antepasados", subraya Antonia, "porque saben que, además de destruir los vestigios
de la gran civilización cristiana de Artsaj, los azeríes
[musulmanes] han destruido, en los territorios de los que se han
apoderado, los cementerios, las cruces (¡las célebres
cruces armenias!), las lápidas, todo lo que atestiguaba la presencia
armenia... Incluso los huesos han sido arrollados".
"Lo han perdido
todo", concluye: "Solo espero que no olvidemos a este pequeño pueblo, que lo
ayudemos a convertirse en parte de Armenia y, sobre todo, que Armenia no
sea atacada en las próximas semanas, tal como anuncia el
proyecto de conquista de Azerbaiyán".
C.L
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