EL PADRE GUZMÁN DESVELA EL ALMA DE UN LIBERADOR MÁS ALLÁ DE HOLLYWOOD: SUPERACIÓN, FE Y MISERICORDIA
El sacerdote Luis Eduardo Guzmán, representante de
la Asociación Internacional de Exorcistas en Colombia, se sincera sobre su
calvario personal, las intervenciones de Dios para hacerle confiar en su
providencia o los exorcismos desde dentro.
Con frecuencia, Luis Eduardo Guzmán repite
que los sacerdotes, lejos de ser "marcianos"
o vivir en el mismo cielo, son personas de carne y hueso y es así como
pide que le traten sus fieles en Colombia.
Así se mostró a sí mismo al
relatar su vocación al canal El Rosario de las 11. Habla como si
ser superviviente a una enfermedad mortal antes de nacer, ser prematuro extremo,
haber sido sometido a decenas de cirugías o incluso ser el responsable de todo lo que
tiene que ver con los exorcismos en su país natal no fuese con él.
Por su experiencia vital, el
sacerdote y secretario general de la Asociación Internacional de
Exorcistas en Colombia afirma
que ha aprendido a "hacerse pequeño" -pese
a medir 1,90- y reza por seguir haciéndolo cada día. Incluso cuando habla de
las abundantes liberaciones que carga a sus espaldas, se presenta como un mero
intermediario de Dios, "quien de verdad
actúa".
PENSANDO
EN EL SUICIDIO
Nacido a finales de los años 70
en Colombia, menciona que su parto fue complejo en extremo. Sufría el
infrecuente síndrome fetal que se llevó a su hermana, el Beckwith-Wiedemann,
por entonces recién descubierto.
Nació mediante una cesárea de
urgencia con siete meses, en un clima en que "nadie daba un peso" por su vida. A la semana de nacer ya había sido operado casi
una decena de veces hasta que le dieron por perdido. Fue precisamente el "último intento" de enfrentar el escaso
5% de probabilidades de supervivencia el que le salvó la vida.
A día de hoy, vive con pocas secuelas,
si se comparan las que podría tener. Arrastra tres decenas de cirugías, tiene "metal por todos lados" y recuerda "un sinfín de situaciones con dolor",
pero "por la bondad de Dios" eludió
el retraso mental, la discapacidad total o la misma muerte.
"Me miraba al
espejo y no me gustaba lo que veía, lloraba y culpaba a Dios de
haber jugado conmigo, preguntándome cómo era posible hacer un ser como
yo", recuerda. Era un pensamiento
recurrente que venía acompañado del "rechazo
absoluto" de sus
compañeros y que le llevo a intentar poner fin a su vida en hasta tres
ocasiones.
SACERDOTE
"PESE A TODO": "EL QUERER DE DIOS"
Hasta que una reflexión cambió profundamente su vida. Fue a raíz de una
pregunta dirigida a Dios: "Si tú me diste una vida no mereciéndola, ¿por qué no voy a dártela yo a ti?".
Fue el germen de una vocación
sacerdotal que no estuvo exenta de dificultades. Por su enfermedad, retrasaron
en varias ocasiones su acceso al seminario. Pero su historia, dice, "es la del Dios que es fiel", y sabe
que una cosa es el querer de Dios y otra el de los
hombres.
Así, este "colombiano de corazón mexicano" agradece de haber
tenido ese "llamado continuo" a continuar sus estudios y vocación sacerdotal
que asegura no merecer.
En un relato plagado de lecciones
de humildad desde el ejemplo, el sacerdote admite las múltiples
dificultades vitales que
sufren los hombres en el día a día, pero su voz es todo un llamado a
contemplarlas desde un sentido trascendente.
"Mi historia,
tu historia, todo lo que Dios ha hecho en ti, tiene sentido. Deja de herirte,
de dañarte, porque lo que Dios ha hecho en ti no lo ha hecho en nadie
más. No te canses, lucha, pídele a Dios la gracia de la fortaleza y
si hay algo que hoy agudiza tu alma, recuerda que eres lo más hermoso que Dios
pudo hacer. Así me lo hizo saber Dios, con el dolor y sufrimiento a lo
largo de los años", explica.
UN
ÓRDAGO A DIOS: "O HACES ALGO O ME VOY A VER CANGUROS"
El 12 de diciembre de 2009
fue ordenado sacerdote y
poco después le llegó una invitación del obispo al I Congreso
Internacional de Exorcistas, en Australia.
Guzmán no sabía nada de exorcismo
y menos de inglés. No entendía qué tenía que ver con él la invitación ni qué
otra cosa podría sacar de provecho que "conocer
un país y cultura hermosos", pero finalmente se limitó a "simplemente obedecer".
Cuando llegó, no encontró ni traductores ni compatriotas, con 15 días por delante sin
entender absolutamente nada. Hasta que al cuarto día, dirigió su primer "órdago" a Dios.
"Señor, haz
Tú algo o me voy a ver canguros… o me vuelvo a Colombia".
Al quinto día parecía que todo "seguía igual" salvo una insistente
percepción de que tenía que abrir su cuaderno. Y de pronto, recuerda, "Dios empezó a dictarme y yo simplemente
copiaba con mi puño y letra. Me
estaba dictando a mi corazón, no entendía al que impartía la charla, pero en el
fondo de mi corazón estaban las palabras en perfecto castellano",
recuerda. Tanto fue así que recuerda con sorpresa como al concluir la ponencia,
un sacerdote anglófono llegó a pedirle sus apuntes.
EL
DEMONIO HABLA DE SU TERROR: LA GRAN SEÑORA
Actualmente, el sacerdote
lleva ocho años ejerciendo como exorcista y unos seis formando
parte de la Asociación Internacional de
Exorcistas, que en su día fundó y presidió el mismo Gabrielle
Amorth.
Desde entonces, son muchas
las liberaciones y exorcismos que ha llevado a cabo, combatiendo el mal
cara a cara y en no pocas ocasiones, aprendiendo de ello. Por ejemplo, en lo
relativo a la Virgen.
En otra ocasión, recuerda como
estando con una víctima de posesión, le preguntó por qué le generaba tanta
aversión escuchar el nombre de María.
"Por ser la
madre de Dios, pero sobre todo por su humildad. Para nosotros, ella es la gran
señora", respondió. Guzmán recuerda que
durante el exorcismo, la voz del demonio "trató
mal a Jesús Dios lo soportó, pero para él era imposible hablar mal de la
Virgen". "Puede resistir la presencia de un ángel, pero no
la de la Madre. No por quién es ella, sino por lo que Dios le dio, la
humildad y plenitud de la gracia que reside en ella y su papel
semiprotagónico en nuestra salvación", explica el sacerdote.
Habla de otro caso, un chico al
que llevaba siguiendo algo más de un año y que cada vez que veía al sacerdote "se le ponían las pupilas rojas, saltaba hasta cinco metros sin
impulsarse o se pegaba contra las paredes". En pleno exorcismo,
recuerda cómo la voz del mal le tentaba ofreciéndole todo con tal de que no le
expulsase del cuerpo.
-Pídeme lo que quieras,
dinero, poder, que te lo daré
-¿Tú amas?, le preguntó el sacerdote.
-No cura. Yo no amo. Mi
trabajo es odiar.
-Pues como tú no
amas y yo busco el amor, no tienes nada que ofrecerme. No
necesito nada de ti.
EL
DIFERENCIAL DE SER EXORCISTA
Pero, ¿qué
es lo que más valora un exorcista de su ministerio? En su caso,
considera "una gracia" el hecho de
"comprender que Dios es siempre el que vence"
y disfruta su ministerio al ver de una forma especial "la misericordia de Dios".
"Me
encanta. Se ve de manera notoria la misericordia de Dios. Es ver su amor…
¿y a quién no le encanta eso? Que después de esto [una liberación] llegue una
persona consciente, te abrace y te de las gracias, no tiene precio.
Si alguien pudiese cobrar por esto, ni el oro entero cubriría un trabajo como
estos", afirma convencido.
El sacerdote también admite que
ver la misericordia de Dios actuando le mueve a "estar cada día agradecido con el Señor". En cierta manera, cuenta que esta misericordia se
ve en lo ordinario "en los sacramentos que se
administra como sacerdote", pero el ser exorcista es distinto.
"Tiene
algo" que lo cambia, y no es solo lo
que últimamente muestra Hollywood más o menos acertadamente pero en todo caso,
con cada vez mayor frecuencia en estrenos.
"Palpo, veo y
noto de manera especial esa misericordia. Tiene algo a través de lo cual Dios
se hace más presente, se plasma mejor en muchas facetas.
Hablamos de un alma necesitada y me doy cuenta de algo que todos sabemos, que
el demonio no ama. Cuando percibe el amor de Dios, tiene que irse y eso es lo
que más me emociona de ser exorcista. Es el consuelo de un alma, un
alma consolando a otra alma en Dios. Por eso me encanta tantísimo lo
que hago", concluye.
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