El 3 de febrero se celebra a San Blas, popular contra los problemas de garganta, y a San Óscar, mucho menos popular en países hispanos, que vivió en el siglo IX e intentó evangelizar a los pueblos vikingos.
San Óscar
experimentó una visión mariana peculiar y muy poco conocida.
Nació en el año 801 y murió en el 865. La catedral católica de Copenhague (Sankt Ansgard) con misa en español los domingos a las tres de la tarde) está dedicada a él.
Su discípulo y sucesor como obispo, Rimbert (es decir, San Remberto) escribió su vida. Abunda en detalles de la vida entre los vikingos de Suecia y Dinamarca en el siglo IX, entre los que misionó, y en sus peripecias.
No es un libro lleno de
fantasías, aunque hay diversas visiones y señales que fueron marcando el camino del santo.
Y su primera visión tiene por
protagonistas a la madre fallecida del santo y a la Virgen María. San
Óscar nunca más declaró haber tenido una visión mariana, y
de hecho esta visión la mantuvo oculta, excepto
para sus discípulos más cercanos. Más asombroso aún es que sucedió cuando estudiaba en un
monasterio, cuando tenía quizá 6 o 7 años.
Cuando con el tiempo llegó a ser
obispo de Bremen y fundador de Hamburgo, dedicó
esta ciudad a la Virgen; sin embargo, la “Vida de Óscar” (o de Anskar, por
usar su nombre germánico) no recoge más signos marianos. Sí
recoge visiones que experimentó este incansable misionero de otros santos y de
Jesucristo, pero ya no de la Virgen.
Esta es la visión tal como la describe el narrador, su discípulo Rimbert.
Icono de San Óscar de
Bremen o de Hamburgo; suele llevar un edificio como fundador de iglesias.
LA
VISIÓN MARIANA DE SAN ÓSCAR
»Él [Anskar, San Óscar] nos había
dado a conocer estas revelaciones a algunos de nosotros más cercanos a él, con
la condición de que no las
contásemos a nadie mientras él viviese. Ahora que está muerto hemos decidido
insertar estas revelaciones en este trabajo para la gloria de Dios, para que
los que lo lean sepan con qué gran gracia el Señor quiso adiestrar a su siervo desde
la más joven edad, y luego hacerlo ilustre mediante sus acciones meritorias.
»Solía contarnos que cuando tenía unos cinco años, su madre, temerosa de Dios y muy religiosa,
murió, y que
poco después su padre lo envió a la escuela [probablemente
en la abadía benedictina de Corvey, en Alemania; nota de CariFilii] a aprender las letras. Empezó allí a actuar de forma pueril, como suelen hacer los niños de esa edad, dedicándose a necias charlas y chanzas en
vez de aprender.
»Entregado a estas levedades infantiles, tuvo una visión por la noche en la que parecía estar en un sitio
pantanoso y resbaladizo, del que no podía escapar
sin gran dificultad.
»A su lado había un deleitoso sendero por el que veía venir a una señora [matrona], distinguida por su belleza y
nobleza, y a la que seguían muchas otras mujeres vestidas de
blanco, entre las que estaba su madre. Cuando la
reconoció, quiso correr hacia ella, pero no podía salir del lugar resbaladizo.
»Cuando las mujeres se acercaron, la que parecía ser Señora de las demás y que él pensaba
que era Santa María, le dijo: ‘Hijo mío, ¿deseas venir con tu madre?’ Cuando
él respondió que lo deseaba con ansia, ella respondió: ‘Si
deseas compartir nuestra compañía, debes huir de todo tipo de vanidad, dejar
las chanzas infantiles y tener en cuenta la seriedad de la
vida. Pues odiamos todo lo que es vano y sin provecho, y nadie puede estar con
nosotros que se deleite en tales cosas”.
»Inmediatamente después de esta
visión empezó a ser serio y evitar las compañías
infantiles, se volcó constantemente en la lectura y la meditación y otras ocupaciones útiles y
sus compañeros se maravillaban de que su forma de vivir hubiera cambiado tanto.
FRUTOS
DE LA MISIÓN DE SAN ÓSCAR
La mayoría de los frutos
evangelizadores y materiales de San Óscar fueron destruidos por guerras de
vikingos en distintos momentos, pero dejó una huella indeleble.
En una época en que muchos
obispos funcionaban como señores guerreros y gastaban riquezas mundanas, él vivió en pobreza, e insistía en que sus predicadores y misioneros
viviesen de su trabajo y donativos, pero no de cobrar impuestos ni
rentas.
Buena parte de los bienes que
consiguió los gastaba en rescatar cristianos esclavos de los vikingos.
Tampoco usaba
tropas militares para protegerse ni para implantar por la fuerza la ley
cristiana, como era costumbre de los carolingios.
Cuando viajaba insistía en no empezar a comer hasta que algunos mendigos locales
se sentasen a su mesa. Se sentía llamado a predicar «hasta los confines de la tierra»… que era el
norte vikingo.
En una visión se le había dicho que moriría mártir, y por eso viajaba con coraje y sin
miedo a
sitios peligrosos, pero pasaban los años y el martirio no llegaba.
Viendo llegar su muerte por
enfermedad, recibió otra visión que le confortaba y le confirmó que su vida de
sufrimientos y trabajos era vista en el Cielo como un martirio.
(Publicado
originariamente en el portal de noticias marianas CariFilii en 2015)
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