DECENAS DE TESTIGOS CORROBORARON LOS SUCESOS DEL CORTE DEL BRUJO
La historia del Corte del Brujo [The Wizard
Clip] es singular: no hay muchas "historias
de fantasmas" católicas, pero esta lo es y parece más que
suficientemente corroborada, incluso por un obispo. Sucedió hace más de doscientos años en el valle de
Shenandoah, en Virginia Occidental, y llevó a un granjero luterano, furibundo 'antipapista', a convertirse a la fe católica
junto con toda su familia. Cuenta la historia Mary Cuff en Crisis
Magazine:
"LA
HISTORIA DE FANTASMAS MÁS REAL JAMÁS CONTADA"
Enclavado en el valle de
Shenandoah, en Virginia Occidental, el pueblo de Middleway cuenta con una historia de fantasmas que
rivaliza con los más famosos cuentos de brujas. Lo que hace que esta historia
destaque es que es una historia católica: una historia de sacramentos negados, espíritus
vengativos, un santo sacerdote católico y el poder del Santo Sacrificio de la
Misa. Y la historia del "corte del
brujo" no es solo una leyenda, ya que las pruebas que
apoyan su veracidad llevaron al secretario privado del cardenal James Gibbons, entonces editor de Catholic Review, a
proclamarla como "la historia de fantasmas
más real jamás contada".
Nuestra historia comienza en
1794, cuando un desconocido llamó a la puerta de la granja del señor Adam Livingston, un agricultor luterano, y le pidió amparo.
Esa noche, a última hora, el hombre enfermó y pidió
un sacerdote.
Livingston, que tenía profundos prejuicios contra los "papistas",
rechazó la petición, y el hombre murió sin la extremaunción y fue
enterrado en tierra no consagrada.
Lo que siguió después fue atestiguado por docenas de vecinos de Livingston, quienes conservaron registros
físicos durante el resto de sus vidas. La familia Livingston se vio atormentada
día y noche por sonidos horripilantes en la casa, así como por el lanzamiento
frecuente de piedras y la rotura de platos y muebles. Cada cierto tiempo, sus
camas se incendiaban durante el día. Pero lo que le da nombre a este acoso es
el hecho de que manos invisibles hacían
agujeros con cortes en
forma de media luna en las ropas, las sillas de montar y
los zapatos. Los cortes eran pequeños y regulares. Parecía hechos a máquina,
aunque los que estaban en la casa podían ver cómo se hacían.
El padre Demetrio Agustín Gallitzin,
el "apóstol de los Montes Allegheny", ofreció
un relato de primera mano sobre 'el Corte del
Brujo'. El padre Gallitzin no era un pueblerino ni un ingenuo fácil de
impresionar: antes había sido el Príncipe Demetrio, un aristócrata
ruso cuyo pedigrí
rivalizaba con el del zar. Su padre, el embajador ruso en Holanda, era íntimo
amigo de los pensadores de la Ilustración Diderot y Voltaire.
El príncipe Demetrio tuvo como compañeros de juego a futuros reyes, y sus
tutores fueron intelectuales de la élite europea.
Pero a los 17 años, Demetrio
rechazó el ateísmo racionalista y abrazó
el catolicismo de su madre, tomando el nombre de
confirmación de Agustín. Enviado por sus padres a viajar por el mundo como
príncipe, Demetrio horrorizó a su padre al obtener el permiso del obispo John
Carroll para entrar en el nuevo Seminario de Santa
María de Baltimore.
En la época del Corte del Brujo,
el padre Gallitzin era misionero en Loretto, Pensilvania. Con él estaba su
antiguo tutor, el padre Brosius, un
científico consumado. Al enterarse de la aparición de un fantasma, Gallitzin
viajó a Middleway para investigar los hechos. En una carta que escribió años
más tarde, Gallitzin señaló: "No podía
creerlas [las historias]; pero pronto me convertí en un creyente
total. Nunca ningún abogado en un tribunal de justicia ha
interrogado o contrainterrogado a los testigos más estrictamente de lo que yo
lo hice en esa ocasión".
Al escribir una versión de la
historia en su libro Carta a un amigo protestante
sobre las Sagradas Escrituras, el padre Gallitzin relató
lo que sucedió después. En su desesperación, Livingston buscó la ayuda
divina: "El anciano, al leer
en su Biblia que Cristo había dado a sus
ministros poder sobre los espíritus malignos, [...] con lágrimas en los ojos le
relató a su ministro la historia de sus angustias, pérdidas y sufrimientos, [y]
le rogó que fuera a su casa y ejerciera en su favor el poder que había recibido
de Jesucristo. El pastor le confesó con franqueza que no tenía tal poder. El anciano
insistió en que debía tenerlo, pues lo encontraba en su Biblia. El pastor
replicó que ese poder existió solo en los tiempos antiguos, pero que había
desaparecido".
Sin inmutarse, Livingston buscó a
alguien que sí tuviera ese poder. Ante el fracaso de muchos pastores en serle
de ayuda, llegó a recurrir a magos y a quienes afirmaban tener
poder sobre el maligno. Todos fracasaron. Desesperado, llegó a la conclusión de
que "Cristo ya no tenía verdaderos ministros
en la tierra y los que pretendían serlo eran un conjunto de impostores".
Fue entonces cuando Livingston tuvo
un sueño. En él, se encontraba subiendo con dificultad una empinada
montaña. En la cima había una magnífica iglesia y, de pie delante de ella, un
ministro con extraños ropajes. Una voz le hablaba: "Este es el hombre que te auxiliará".
Un vecino italiano, al saber del
sueño, le dijo a Livingston que solo los sacerdotes llevaban esas sotanas. Livingston decidió
entonces presentarse en la misa del padre Denis Cahill, que celebraba en una granja cercana. Cuando el
sacerdote se acercó al altar, Livingston rompió a llorar al reconocer al hombre
de su sueño. Pero cuando le rogó al sacerdote que viniera a exorcizar el
espíritu de su casa, el padre Cahill se rió y dijo que debía ser un vecino que
le estaba gastando una broma. Pese a
todo, finalmente accedió a ir y rociar con agua bendita alrededor
de la granja.
Decenas de vecinos atestiguaron
que, cuando el padre Cahill salió de la casa, una mano
invisible puso a sus pies un monedero con dinero que había
desaparecido de un cajón cerrado semanas antes. Durante un tiempo, las
apariciones cesaron. Pero luego volvieron con fuerza. Cuando Livingston le rogó
al padre Cahill que volviera, el irlandés escribió al padre Gallitzin para
pedirle que le acompañara. Los sacerdotes acudieron y celebraron
la misa en la casa de Livingston, rezando por el alma del
difunto forastero al que se le había negado la extremaunción. A partir de ese
momento cesó toda
destrucción.
Pero este no es el final de la
historia. En 1878, el padre Joseph Finotti reunió todos los relatos de testigos que pudo encontrar
en un libro titulado El misterio del Corte del Brujo [The Mistery of the
Wizard Clip], incluyendo testimonios de vecinos y
familiares que eran niños cuando los sucesos o que habían escuchado la historia
de sus padres. Todos atestiguaban que, si bien el atormentado embrujo había
cesado, había sido sustituido por la Voz,
una hermosa voz que habló a la familia y a ciertos vecinos durante más de diecisiete años.
La Voz, a menudo acompañada
por luces celestiales cegadoras,
instruía a los Livingston en la fe católica y los guiaba en los rosarios diarios por las almas del purgatorio, despertándolos tres veces cada noche para rezar.
El jesuita Joseph Mobberly,
quien escribió al respecto en la década de 1820, creía que Livingston
había sido examinado nada menos que por el mismísimo obispo Carroll, a quien
asombró el conocimiento de la fe que tenía aquel granjero casi analfabeto.
También hubo manifestaciones físicas de
la Voz. Por ejemplo, en cierta ocasión, una hija se preguntaba malhumorada por
qué tenía que rezar por las almas del purgatorio porque, según ella, no debía
ser tan malo estar en el purgatorio. De repente, en una toalla cercana
apareció la huella de una mano quemada, pero
perfectamente delineada, con la tela entre los dedos intacta. La Voz le dijo
que así era como sufrían las almas del Purgatorio. En otra ocasión, Livingston
estaba arando cuando la Voz le hizo escuchar los
lamentos de las almas sufrientes
que anhelaban el Cielo.
Livingston se mudó con su familia
a Loretto para convertirse en feligreses del padre Gallitzin y donó la granja
de Middleway para uso de la Iglesia. La Voz había predicho que "antes del fin de los tiempos, ese sería un gran lugar
para la Oración y el Ayuno".
Conocida como "el campo del cura" [Priestfield],
durante casi dos siglos fue improductiva hasta que la diócesis construyó en
ella un centro de retiros.
Continuando con su relato del
Corte del Brujo en su carta a su amigo protestante, el padre Gallitzin comenta:
"Tu ministro se reiría mucho si le relataras
los hechos anteriores; porque, al igual que los sabios de esta época ilustrada,
también él ha decidido perentoriamente que los milagros, etc., etc., ya no son
necesarios y que, desde luego, han cesado. Desde cuándo, no lo sé, como tampoco
he encontrado nunca ningún pasaje en las Escrituras que
autorice la creencia de que los milagros deban cesar por completo, o que los
espíritus malignos no tengan nunca más el poder de molestar los cuerpos y la
propiedad de los hombres, como solían hacerlo durante la vida de nuestro
Salvador y después de su resurrección".
¿Y qué fue del padre
Gallitzin? Este santo sacerdote se dedicó
intensamente a servir a los fieles de los Montes Allegheny y dejó tras de sí
una sólida comunidad de católicos en todo el oeste de Pensilvania. Murió el 6
de mayo de 1840 y fue enterrado en Loretto, Pensilvania, donde ahora se levanta
una basílica sobre su tumba. En 2005, el Papa Benedicto XVI le concedió el título de Siervo de Dios.
Traducido por Verbum
Caro.
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