El encuentro de María con Simeón, que le profetizó sus dolores, nos hace pensar en otra fiesta mariana, que se celebra en el ciclo temporal el viernes de la semana de Pasión, y en el ciclo santoral el 15 de septiembre.
Ambas fiestas, tienen por
objeto el martirio de la Madre de Dios y su participación en los sufrimientos
de su Hijo, aunque, en un principio, lo que se celebraba principalmente en la
fiesta de la semana de Pasión eral a participación de María
con Cristo al pie de la cruz, mientras el 15 de septiembre se
conmemoraban más bien los Siete Dolores.
Prácticamente, las dos misas son la misma. La lección del segundo nocturno es
común a los oficios de los dos días. San Bernardo canta así a María al pie de la
cruz:
El martirio de la Virgen se nos manifiesta tanto en
la profecía de Simeón como en la historia de la pasión del Señor…
Verdaderamente os atravesó el alma una espada, puesto que sólo traspasando
vuestro corazón podía penetrar en la carne de vuestro Hijo. Más aún: después
que vuestro Jesús hubo entregado su espíritu, la cruel lanza que hirió su
costado no tocó su alma, pero traspasó, ciertamente, la vuestra; la suya, en
efecto, no estaba ya allí, mientras que la vuestra no podía apartarse de aquel
lugar… Así, pues, la fuerza del dolor atravesó vuestra alma. Y no es exagerado
llamaros más que mártir, puesto que en Vos el sentimiento de la compasión
excedió en mucho a cualquier dolor sensible que sepa imaginar… Nos os
sorprenda, hermanos, el oír llamar a María mártir en el alma.
En el oficio de la primera
fiesta no se hace una referencia específica al número de los dolores de María;
más bien se centra en el hecho de la pasión. El numerar los dolores de la
Virgen se hizo más tarde, como consecuencia de un afecto piadoso. Los
responsorios de maitines, en el oficio del 15 de septiembre, enumeran siete
dolores, y en las dos fiestas hay un clima afectivo de ternura emocional,
bastante escaso en los textos litúrgicos.
Estas dos fiestas aparecen en
el calendario bastante tarde: la primera, en 1.423; la última en 1678, y se
extendió a la Iglesia universal en 1814. La fiesta de septiembre se celebraba
el tercer domingo, hasta que en 1.913, en la reforma de Pío X, se fijó para el
15 de septiembre.
Es característico de esta
fiesta el Stabat Mater, atribuido a Jacopone da Todi, O.F.M. (+ 1306), o a San
Buenaventura (+ 1274), que aparece en la misa del 15 de septiembre y en el
oficio del viernes de Dolores. Es un himno de expresión muy personal, que pone
de relieve el ascetismo que prevalecía en este período. Se basa en los
siguientes pasajes de la Sagrada Escritura: Io 19,25; Lc 2,35; Ez 13,6; 2 Cor
4,10, y Gal 4,17.
El hecho de que se celebren
dos fiestas con el mismo objeto es una anomalía en la liturgia, que se rige por
el principio de que una cosa no se debe repetir (Nunquam bis de eodem).
Mariología, BAC, bajo la
presidencia de J.B. Carol, O.F.M., pp 260 – 261.
Nota: la festividad de los Siete
Dolores de la Virgen, del Viernes de Dolores, en los libros litúrgicos del Papa
Juan XXIII, se encuentra como una Conmemoración. Se conserva, por el contrario,
la festividad del 15 de Septiembre, festividad más moderna que la anterior.
El pueblo, sin embargo, sigue
conservando la denominación del día.
Isaac García
Expósito
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