La fe siempre ha de ir unida a la obediencia que se hace manifiesta en obras. El hombre es justificado por fe y obras, no solamente por la fe
Por: Mayra Novelo | Fuente: Catholic.net
Analicemos
expresamente lo ocurrido con Abraham desde el texto del Antiguo Testamento:
Génesis 12,1-4
Pero Yavé había dicho a Abram: Vete de tu
tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y
se fue Abram, como Yavé le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de
setenta y cinco años cuando salió de Harán.
Vemos la promesa de Dios a Abram. Promesa que empieza con una orden: vete de tu
tierra y de tu parentela. Evidentemente si Abram se hubiera quedado en casa,
nada hubiera sucedido.
Sigamos
Gen 14,5-6
Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora
los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será
tu descendencia. Y creyó a Yavé, y le fue contado por justicia.
La fe de Abram le justifica. Él cree en Dios, cree A
Dios y cree lo que Dios le dice
¿Qué ocurre después?
Abram, que había creído en Dios, busca "ayudar
a Dios" a cumplir su promesa acostándose con su sierva Agar, la
cual le da un hijo. Hijo que no es fruto de la promesa de Dios sino de la fe
que ha flaqueado y que no entiende cómo se puede tener una descendencia como
las estrellas del seno estéril de Sarai.
Mas Dios no rompe su promesa sino que la vuelve a
afirmar:
Gen 17,1-7
Era Abram de edad de noventa y nueve
años, cuando le apareció Yavé y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda
delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré
en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él,
diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes.
Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te
he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera,
y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y
ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo,
para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.
Ojo, la promesa, de nuevo, viene precedida de un mandato: anda delante de mí y sé perfecto. De nuevo Dios
apela a la obediencia antes de confirmar la promesa que un día hizo a Abram,
que ya es llamado Abraham.
Pasa el tiempo, nace Isaac, que es el hijo de la promesa, y Dios somete a una
prueba durísima la obediencia de Abraham. Le pide ni más ni menos que
sacrifique a su hijo. Al hijo de la promesa. Dios había cumplido su parte.
Ahora tocaba ver si Abraham cumplía la suya de forma que obedeciera a Dios
hasta el extremo de ofrecer a su hijo en holocausto. Abraham obedeció y sabemos
que Dios salvó a Isaac. Ahora veamos las consecuencias de aquello en boca del
propio Señor:
Gen 22,16
Por mí mismo he jurado, dice Yavé, que
por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de
cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del
cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá
las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones
de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.
Ahora la promesa no va precedida de un mandato. No. Ahora la promesa es fruto
de la obediencia de Abraham. La promesa se confirma eternamente cuando Abraham
obedece. Por eso las obras de Abraham perfeccionaron la fe por la que había
sido justificado. Por eso la Biblia nos dice en el
libro de Santiago:
Santiago 2,20-24
¿Mas quieres saber, hombre vano, que la
fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro
padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó
juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se
cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por
justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es
justificado por las obras, y no solamente por la fe.
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