¿Cómo salir a flote en medio de esta tormenta que nos aflige?,
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
Cómo no recordar las
palabras tan sabias de Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se
muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta.
Aunque no alcanzamos a comprender todas las cosas, y nuestro corazón se llena
de dolor, dejamos que su infinita Providencia y Misericordia nos guíen.
Es sensato agradecer el bien de las personas que nos han acompañado en la vida
y que nos han llevado a Dios. San Pablo, en un momento de inspiración, aconsejó
a los Corintios:
Y si no, hermanos, tengan en cuenta quienes han
sido llamados, pues no hay entre ustedes muchos sabios según los criterios del
mundo, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Al contrario, Dios ha elegido lo
que el mundo considera necio para confundir a los sabios; ha elegido lo que el
mundo considera débil para confundir a los fuertes; ha elegido lo vil, lo
despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para aniquilar a quienes
creen que son algo. De este modo, nadie puede presumir ante Dios... (1 Cor 1,26-ss).
¿Cómo salir a flote en medio de esta tormenta que
nos aflige?, ¿cómo librarnos del remolino que nos quiere engullir, en sus
falaces críticas, cavilaciones,
conjeturas a medias? Todos opinan, todos dicen, todos ahora se convierten en
expertos moralistas y jueces implacables. Es la hora de la sensatez, decir poco
y hacer mucho por el bien de la humanidad y que cada uno nos preocupemos en ser
coherentes con lo que somos y profesamos ser, maravillosa lección para
aprender, no sea que el día de mañana, cuando nos toque a nosotros presentarnos
frente el Sumo Juez, no quedemos bien parados. Hoy les invito a todos mis
lectores a elevar a Dios nuestra oración pidiendo la sensatez. Creo que traerá
paz y sosiego a nuestra alma:
SEÑOR, Ayúdame a decir la verdad, delante de los
fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad;
Si me das fuerza, no me quites la razón;
Si me das éxito, no me quites la humildad;
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás, por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo, y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame a seguir amando a pesar del sufrimiento.
Enséñame a confiar a pesar de las decepciones.
Enséñame que perdonar es lo más importante del fuerte, y que la venganza es la
señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de Ti, Tú no te olvides de mí. Amén.
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