En la oración se encuentra la fortaleza que anhelamos
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Por: Ramón Castillo Fuentes | Fuente: www.somosrc.mx
“No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?,
¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se
afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad
de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán
por añadidura.”
Si yo eligiera la frase que
con mayor frecuencia Dios me ha introducido en el corazón es: “No tengas
miedo”. Esa
frase tan propia de un guadalupano me ha hecho comprender la razón de mis
debilidades. Es por eso que hoy, si el lector me lo permite les comparto una
reflexión acerca de la fe.
Hay ocasiones en las que
tenemos dos opciones a elegir, una buena y una mala. Sabiendo que podemos
elegir entre dos opciones, muchas veces elegimos esa manzana envenenada.
¿Por qué?
Por debilidad podría concluirse, pero Dios no nos pone cruces que no
podamos superar. En el fondo pecamos porque el
mal se nos aparece como un bien.
Pero también concluyo basado en la experiencia
propia, que otra razón por la que pecamos es el miedo. El miedo
a no recibir ese bien total, pleno y duradero. Obramos
en el aquí y en el ahora por miedo a que ese bien no exista. Habita en nuestro
corazón esa idea que la bondad no tiene trascendencia. Al fin y al cabo,
nuestra “muerte” “sepulta” las cosas buenas
o malas que hayamos hecho. Elegir el bien
sobre el mal, es un verdadero acto de fe. Es confiar que, aunque el bien no
siempre recompensa de manera inmediata, lo hará, en esta vida o en la
siguiente.
El miedo consume poco a
poco la fe que tienes por Dios, por ti
y tus hermanos. Destruye la esperanza y sobre todo no te permite ser el fuego
que ilumina.
¡Pide más fe! En la
oración se encuentra la fortaleza que anhelamos. La fe es un regalo, y una
gracia, y se forja en el deseo de acrecentarla en los demás.
Es nuestra falta de oración la que no nos
permite ver en cada acto en la presencia de Dios en nuestra vida. El miedo es el demonio tratando de acabar con la esperanza “¡No tengan
miedo! ¡Abrir las puertas a Cristo!" (SS Juan Pablo II)
Cristo no solamente nos hace mejores personas,
sino que nos convierte en personas nuevas. Cristo no se limita a arreglar las
paredes de tu casa, si no las tira para construir en él un palacio. No tengas miedo a que Cristo tome el control de tu vida.
¡Comparte tu fe! Cuando
uno va de misiones, se da cuenta de ello, siempre se regresa con una fe más
firme. Es la seguridad y paz que te permite ver a Cristo actuando a través de
ti. La fe se fortalece, y sobre todo se vivifica en la extensión del Reino de
Dios. No le tengas miedo a entregar todo a Cristo, Él nunca decepciona.
Cuando veas a tu hermano triste, tienes una
oportunidad invaluable de acrecentar tu fe. Llenémonos de Él, para que podamos
compartirlo. El demonio nos llena de miedo y nos presenta el respeto humano,
acuérdate que el mundo te necesita, Dios no nos creó inmóviles.
En ocasiones el mal, es por causa nuestra. El pecado propio trae como consecuencia el mal. Es ahí cuando el demonio actúa y
dejamos de confiar en la misericordia de Dios. Acerquémonos a la confesión, no
tengamos miedo de reconciliarnos con Cristo. Acuérdate que Él ya murió por el
pecado que cometiste. No vivas en el pasado, que por delante tienes muchas
gracias que Dios te quiere colmar. No nos
convirtamos en Judas, no permitamos que el demonio nos llene de miedo, la
misericordia de Dios es infinita. Vivir en el pasado no nos trae felicidad.
El mal de nuestra vida, no siempre es por
nuestra culpa. A veces Dios permite males (nunca los ocasiona) para acercarnos
más a Él. Confiemos plenamente en la Providencia Divina. Esas cruces de la vida
como lo puede ser una enfermedad, la muerte de un ser querido, la pobreza, es
una oportunidad para acercarnos más Dios ¡No
dejemos que el demonio nos tire, la mano de Dios actúa dando fortaleza y
preparando nuestro corazón!
Cuando el mal parezca consumir nuestra vida
recordemos que María nos dijo: “Hijito mío a que vas a tenerle miedo, ¿No estoy aquí que soy
tu madre?” Acerquémonos a María
para que ella nos pueda enseñar a seguir el camino de Cristo. Cuando creas que
el sufrimiento sobrepasa tus posibilidades, es como cuando decía San Pablo,
Cristo puede actuar de manera directa:
"Pero el Señor me ha
dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente
en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose
sobre mí el poder de Cristo. Y me alegro también de las debilidades, los
insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por
Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy.”
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