La oración de laudes
de esta mañana dice, con una tranquila seguridad: “Dios todopoderoso y eterno:
a los pueblos que viven en tiniebla y en sombra de muerte,
ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el sol que nace de lo
alto, Jesucristo, nuestro Señor”.
Y yo me pregunto: si nos tomamos en serio lo que dice la liturgia de la
Iglesia, ¿no habrá que deducir exactamente eso, que los pueblos que no conocen
a Cristo viven en tinieblas y en sombras de muerte? Sí, gracias a Dios
vislumbran alguna verdad, de lejos y confusamente, pero lo cierto es que viven
en tinieblas. A oscuras. Entonces, ¿no será que lo que
más necesitan esos pueblos es la fe católica, la luz del sol que nace de lo alto y que es Jesucristo nuestro
Señor?
Más aún, ¿no se deduce de esas palabras que el llamado “diálogo
interreligioso” tiene que estar dirigido siempre
a la conversión de los que no creen en Cristo, porque, si no lo
está, a la postre es inútil e incluso perjudicial? A fin de cuentas,
charlar interminablemente en la oscuridad sobre lo buenos que somos todos puede
ser muy entretenido, pero si nadie enciende la luz, al final terminaremos
rompiéndonos la cabeza contra una pared. ¿Y no se
deduce también que el ecumenismo debe tener como fin que los que no son católicos lo sean, porque
fuera de la Iglesia no hay salvación? Eso de “no hay salvación” suena bastante serio. ¿Y no será la principal misión de la Iglesia
llevarles esa fe católica a los ateos, paganos,
budistas, judíos, mormones, musulmanes o protestantes, a una distancia infinita
de los empeños por promover la ecología, la educación en valores, la democracia
o la justicia social? Porque ser ecológico mientras uno vive en sombras
de muerte, francamente, no suena muy atrayente.
¿O no será que ya
no nos creemos lo que rezamos y que la lex orandi ha dejado
de ser lex credendi? ¿No será que nosotros también vivimos en las tinieblas
y nos hemos acostumbrado a ellas? Cuando vuelva el Hijo del Hombre,
¿encontrará fe en la tierra?
Bruno M.
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