viernes, 19 de junio de 2020

VIVEN EN LAS TINIEBLAS Y NOS DA IGUAL


La oración de laudes de esta mañana dice, con una tranquila seguridad: “Dios todopoderoso y eterno: a los pueblos que viven en tiniebla y en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor”.
Y yo me pregunto: si nos tomamos en serio lo que dice la liturgia de la Iglesia, ¿no habrá que deducir exactamente eso, que los pueblos que no conocen a Cristo viven en tinieblas y en sombras de muerte? Sí, gracias a Dios vislumbran alguna verdad, de lejos y confusamente, pero lo cierto es que viven en tinieblas. A oscuras. Entonces, ¿no será que lo que más necesitan esos pueblos es la fe católica, la luz del sol que nace de lo alto y que es Jesucristo nuestro Señor?
Más aún, ¿no se deduce de esas palabras que el llamado “diálogo interreligioso” tiene que estar dirigido siempre a la conversión de los que no creen en Cristo, porque, si no lo está, a la postre es inútil e incluso perjudicial? A fin de cuentas, charlar interminablemente en la oscuridad sobre lo buenos que somos todos puede ser muy entretenido, pero si nadie enciende la luz, al final terminaremos rompiéndonos la cabeza contra una pared. ¿Y no se deduce también que el ecumenismo debe tener como fin que los que no son católicos lo sean, porque fuera de la Iglesia no hay salvación? Eso de “no hay salvación” suena bastante serio. ¿Y no será la principal misión de la Iglesia llevarles esa fe católica a los ateos, paganos, budistas, judíos, mormones, musulmanes o protestantes, a una distancia infinita de los empeños por promover la ecología, la educación en valores, la democracia o la justicia social? Porque ser ecológico mientras uno vive en sombras de muerte, francamente, no suena muy atrayente.
¿O no será que ya no nos creemos lo que rezamos y que la lex orandi ha dejado de ser lex credendi? ¿No será que nosotros también vivimos en las tinieblas y nos hemos acostumbrado a ellas? Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
Bruno M.

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