¡Más rápido, más
alto, más fuerte!
Por: Alexandre Borges de Magalhaes | Fuente: CEC Conectado Con lo Esencial
Desde el año 2004, por iniciativa del Papa Juan
Pablo II, el Pontificio Consejo para los Laicos cuenta con una sección dedicada
al deporte, llamada “Iglesia y deporte”, con
la finalidad de intentar hacer sentir la preocupación de la Santa Sede en un
sector tan neurálgico de la cultura contemporánea y con objetivos muy
específicos, como ser en la Iglesia punto de referencia para las organizaciones
deportivas, sensibilizar a las Iglesias locales de la importancia del trabajo
pastoral en los ambientes deportivos, favorecer una cultura del deporte como
medio de crecimiento integral de la persona, promover el estudio de temáticas
específicas relativas al deporte, y organizar iniciativas que susciten
testimonios de vida cristiana entre los deportistas.
Hace muy poco, el pasado 14 de junio del 2012,
el Pontificio Consejo para la Cultura a través del Cardenal Gianfranco Ravasi,
inauguró un nuevo departamento en el dicasterio denominado “deporte y cultura”. Ciertamente la sección “Iglesia y deporte” y el departamento “deporte y cultura” trabajarán en coordinación de
esfuerzos e iniciativas ya que comparten una misma finalidad de fondo que es la
evangelización del mundo del deporte, pero me parece muy importante poner de
relieve el hecho de que la realidad del deporte sea considerada por la Iglesia
como un ámbito cultural tan relevante en la sociedad actual a punto de poder
contar con un sector del dicasterio dedicado al dialogo cultural con él.
La razón de lo anterior es muy clara: el deporte se ha convertido en nuestros días en un nuevo
areópago, pues se transformó en un lugar de encuentro de la sociedad como un
todo, ganando un cada vez mayor protagonismo cultural. Es notorio como
políticos, artistas, empresarios y hasta miembros de la realeza se hacen
presentes en los grandes eventos deportivos. También llama la atención cómo
algunos deportistas o personas vinculadas al deporte de alto rendimiento se han
convertido en referentes para muchas personas y en líderes de opinión. Hay
cursos de liderazgo fundamentados en principios deportivos, existe la
psicología del deporte, existen técnicas educativas en valores a través del
deporte y muchas otras iniciativas que dejan de manifiesto la importancia
cultural del deporte.
Es muy necesario entonces que la Iglesia tenga
un diálogo cada vez más estrecho con el mundo del deporte y claramente ahí
radica el fundamento de la creación del departamento “deporte
y cultura”. La Iglesia tiene mucho que aportar al mundo deportivo, sobre
todo ayudando a que el deporte despliegue todo su potencial positivo y sea así
decisivo en la construcción de una cultura mucho más humana. La intención
manifiesta del Cardenal Ravasi es la de escuchar el mundo del deporte,
entenderlo desde adentro, para poder entablar un diálogo fecundo e incluso
llevar a la Iglesia el eco de las grandes aspiraciones culturales de este
mundo.
Ciertamente será necesario que el deporte se
cuestione acerca de algunos rumbos que ha tomado y se purifique de algunas
prácticas que vienen perjudicando sus tan nobles fines, pero más que condenar,
se trata de ayudar al deporte a convertirse en una realidad cada vez más
humana, canalizando su potencial cultural para el bien de toda la sociedad. De
hecho, el mismo lema olímpico escogido por el Barón Pierre de Coubertin,
fundador de los Juegos Olímpicos de la era moderna ya evocaba un principio
cristiano de superación: Citius, Altius, Fortius (más
rápido, más alto, más fuerte), lo que ya dejaba
entrever claramente la relación entre la Iglesia, el deporte y la cultura.
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