Se
encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero
tenía miedo. Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la
otra orilla.
El otro
monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba
prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la
había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Recorrieron
varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que
estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:
-Tendré que decírselo al maestro. -Tendré que informar acerca de esto. -Está
prohibido.
-¿De
qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo
el otro.
-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.
El otro
monje se rió y luego dijo:
-Sí,
yo la llevé. Pero la dejé a orillas del río, muchas leguas atrás. Tú todavía la
estás cargando...
La ira,
el enojo, el resentimiento, la envidia, los celos se apoderan de ti y se
instalaran en tu corazón si les das la oportunidad.
Suelta
todo aquello que no te sirva, no importa qué tan grande haya sido la ofensa, si
no eres capaz de perdonar y soltar la amargura vivirá en ti.
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